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El arte de quedarse solo: Meterse en un jardín

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Sábado, 5 de marzo
SEA USTED PREMIO NOBEL PARA ESTO

Recuerda Vargas Llosa su última conversación con la más famosa agente literaria de todos los tiempos: “Carmen, te advierto que lo que no voy a permitir es que aproveches mi relación con Isabel para promocionar mi novela”. Pero la página del periódico en que recuerda esa advertencia reproduce una fotografía suya: “Mario Vargas Llosa en el despacho de su pareja, Isabel Preysler”. O sea que la frase real no parece que fuera como nos quiere hacer creer el gran novelista, sino algo así como: “Carmen, no te preocupes que aprovecharé al máximo mi relación con la ex de Julio Iglesias para vender mejor mi novela y, si lo crees necesario, en la próxima la cambio por Belén Esteban, que también tiene mucho tirón mediático”.
            (El despacho lleno de libros de Isabel Preysler parece más bien el de Miguel Boyer y la casa que utiliza Vargas Llosa para promocionar su libro aquella con infinitos cuartos de baño que sirvió de munición contra los socialistas en la primera legislatura de Felipe González. Pero esa es otra historia.)


Domingo, 6 de marzo
MANOS ARRIBA

Aunque no soy de esos listillos que, cuando van al cine, se entretienen en ir descubriendo los fallos del guión como los malos lectores las erratas de un libro, me sorprende uno al comienzo de Cien años de perdón, la película de Daniel Calparsoro. Cuando se están cerrando las puertas del banco con los atracadores dentro, un cliente tratar de entrar y uno de los atracadores le dice algo así como que pase si quiere pero mejor que se largue. A la vista del panorama, escapa corriendo. Poco después, ya las puertas cerradas, uno de los empleados aprieta el timbre de alarma. Los atracadores lo advierten, le golpean, gritan: “Ahora tendremos a la policía rodeándonos”. Pero ¿es que pensaban que el cliente al que dejaron marchar no se lo iba a contar a nadie?
            Hay otros descosidos, pero no importan demasiado porque la historia resulta eficaz. El que se sitúe en Valencia y se entremezcle con la corrupción política actual (hay un alter ego de Bárcenas y una especie de  Rajoy femenino) es un punto a su favor.
            No gustan las películas que solo nos hagan pasar un buen rato. Algo de trascendentalismo o un poco de denuncia siempre vienen bien.
            Los ladrones somos gente honrada, vendría a ser la moraleja a lo Jardiel; al contrario que banqueros o políticos, no engañamos sobre nuestras intenciones.



Lunes, 7 de marzo
RIDÍCULA COSTUMBRE

 Habla Fernando Pessoa, en La educación del estoico, de esa ridícula costumbre de convertir en tragedias del universo las comedias tristes de la propia intimidad.
            No sé si darme por aludido.



Martes, 8 de marzo
UN PERRO VIEJO Y ALGUNOS TONTOS ÚTILES

Me preguntan, primero Ana Vega y luego Inés Illán, en la grata penumbra del Vetusta, que cómo veo la situación política. “Prefiero no hablar de ello. Ahora nos queda medio año de parálisis y de marear la perdiz”.
            Mi desánimo es total. Trataré de dedicarme, en estos largos meses de interregno, a cuidar mi jardín, como el personaje de Voltaire. Tanto burlarnos de la inteligencia de Rajoy y resulta que es al que mejor le ha salido la jugada. Se ocupó de tener aprobado los presupuestos del 2016 (sabía que no iba a ser fácil formar gobierno), al no aceptar el encargo del rey consiguió así retrasar las siguientes elecciones… Por muy bien que vayan las cosas, nadie nos libra de tenerle un año en funciones. Y él sabe, es perro viejo, que la opinión pública tiene memoria de pez. Los casos de corrupción de su partido pronto serán historia antigua. A finales de este año, o a comienzos del siguiente, tendremos un nuevo gobierno, con o sin Rajoy, pero del Partido Popular y quizá con nueva mayoría absoluta.
            Claro que nada de eso habría sido posible sin contar con la entusiasta participación de Podemos. Fue el único que supo ver lo que se podía esperar de ellos. En el 2011, el afamado 15-M, desalentando al electorado de izquierdas y enardeciendo al de derecha, le dio la mayoría absoluta que le permitió hacer de su capa un sayo durante cuatro interminables años; ahora, los herederos de aquellos indignados, le sostienen hasta que la corrupción se olvide y los votantes vuelvan al redil.
            Mis amigos de Podemos, no Ana ni Inés, se irritan cuando les cuento esto: “¡Rajoy se iría si Pedro Sánchez abandona la amistad peligrosa de Rivera y forma un gobierno de izquierdas!”
            Menos mal que esa opción no es posible (necesitan a los independentistas que han decidido no participar en el gobierno de España), pienso yo. Un gobierno de izquierdas con Pablo Iglesias dedicándose a hacer sus gracietas en el Parlamente y a meterle el dedo en el ojo a su socio, no solo tendría los días contados sino que sería la mejor garantía para una vuelta de las derechas con mayoría absoluta.
            En fin, que para no desesperar, no hablaré más del tema. Me dedicaré a cultivar mi jardín, ya dije. Lo mismo tendrá que hacer el jefe del Estado. Me imagino que no estará muy contento por tener que empezar de esta manera, en punto muerto, su reinado. El puntapié a Arias, con que comenzó el anterior, ahora ya no es posible.


Miércoles, 9 de marzo
LECTOR Y AMANTES

Hojeaba distraído una revista de moda masculina, cuando de pronto me sorprende el rincón de una librería que conozco bien. Un joven que luce jeans de Jacob Cohën hace como que lee junto a la puerta que da al canal
            Habíamos quedado a media tarde en el campo de Santa Maria Formosa. "Te voy a enseñar una librería que no conoces", me dijiste. "Se anuncia como la más hermosa del mundo, pero yo creo que es solo la más pintoresca".
            Caminamos por la Calle Lunga S. M. Formosa, larga y estrecha, y en seguida dimos con ella en un recodo a la izquierda. Sobre los puestos de libros y postales de la entrada, sesteaban varios gatos. En cuanto yo me puse a hojear una vieja guía, uno de ello se acercó y clavó sus grandes ojos verdes en mí. "Vigila para que no te vayas sin pagar", dijiste tú. Yo le llamé el guardián de los libros y él se acercaba en seguida a saludarme, ya sin temor a que robara nada, cada vez que me acercaba por allí. Lo hacía siempre que volvía a la ciudad porque aquel lugar me traía buenos recuerdos. Casi nunca encontré ningún libro interesante, pero me gustaba pasearme por aquel laberinto, rodear la góndola cargada de libros, pasar al patio donde viejas enciclopedias que se habían fundido por la humedad en un único bloque formaban una especie de escalera que permitía asomarse al muro, y me gustaba sobre todo aquella salida de incendios abierta espectacularmente sobre el canal cuyas aguas oscuras en ocasiones parecían querer pasearse por la tienda como un cliente más.
            Cuando entramos la primera vez, éramos solo amigos; al salir... Es curioso como de pronto se enciende una luz y como vuelve a apagarse de la misma rápida manera. La última vez que estuve en la librería Alta Acqua, me extrañó no ver a mi amigo, el guardián de los libros. Tuve un presentimiento, que un cartel escrito a mano y pegado en la pared confirmó de inmediato: había desaparecido y se ofrecía una recompensa a quien diera noticias de él. Había desaparecido el gato y algo más con él.
            Nunca conté esta historia en la que una vez más hice lo que mejor sé hacer: el ridículo. En la última carta tuya, me invitabas a tu boda. Me excusé, por supuesto, muy educadamente. No me podía quejar: fui yo quien de inmediato levantó espinosas defensas para que las cosas no fueran demasiado lejos. Y no fueron.
            A la librería no volví, por si acaso seguía deambulando por allí tu fantasma. Vuelvo ahora por la puerta del canal que me abre un joven lector en las páginas de una revista de moda masculina.


Jueves, 10 de marzo
COMO EN LA ANTIGUA UNIÓN SOVIÉTICA

Caricaturiza Miguel d’Ors, en su último libro, la conferencia de un teólogo progresista y termina con la siguiente afirmación: “Tengo clarísimo que con esta clase de personas no merece la pena ponerse a discutir. Ha elaborado durante años un sistema propio de pensamiento y se les ha cerrado hasta tal punto que no tiene salida”.
            Pero es exactamente lo que yo pienso de él y quizá lo que muchos otros piensan de mí. En Todavía más virutas de taller, notas de varia lección escritas entre 2009 y 2014, insiste Miguel d’Ors en lo que estamos cansados de oír en ciertas tertulias: la maldad intrínseca de los nacionalismos, los desvaríos de la memoria histórica, las estupideces de la corrección política, la propensión al ridículo de los progres… No me indigna leerle (estoy acostumbrado), solo me deprime. ¿Seré yo un Miguel d’Ors de izquierdas? ¿Estaré yo viendo el mundo con el mismo simplismo ideológico, aunque de sentido contrario? A fin de cuentas, los dos estamos igualmente convencidos de tener más razón que nadie.
            Pero leo alguno de sus comentarios y suspiro aliviado: “Fijémonos en la situación de la España actual; el César de este momento, de apellido Rodríguez, impone a todos los niños el aprendizaje del uso del preservativo y el de todas las modalidades de la sexualidad según las distintas ‘opciones’; trata de forzar a médicos y enfermeras a provocar abortos…”
            Suspiro aliviado, ya dije. Algo se diferencia mi sistema de pensamiento del de Miguel d’Ors: a mí no me lleva todavía a incurrir, o eso espero, en la desinformada calumnia. Y si lo hago sin darme cuenta, que me lo adviertan, para rectificar de inmediato.
            Como soy tan vanidoso –al contrario que él, humilde por naturaleza, según nos aclara–, lo que más me ha divertido es mi aparición estelar. “El Malvado, como viene siendo habitual en él, reseña mi último libro”. Comienza el capitulillo que me dedica.
            ¡El Malvado con mayúscula, el malvado por antonomasia! Creo que, aparte de mi, solo Hitler, Stalin y quizá Bin Laden han merecido tal honor. “Ese individuo –o sea yo– primero da la coz que le pide el cuerpo y luego busca motivos para haberla dado”. ¿Y en qué consiste en ese caso la coz? Pues nada menos que en haberle puesto algún reparo a un poema en el que rima “degustar” con “Aznar”, “coplero” con “Zapatero” y “mirlo blanco” con “Franco”.
            Con el Malvado, que se permite tales objeciones, todo razonamiento resulta inútil. “En casos así –concluye– es la Psiquiatría la que debe tener las competencias”. Como en la antigua Unión Soviética, añado yo.







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