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El arte de quedarse solo: España en funciones o el secreto de Rajoy

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Sábado, 27 de febrero
DE LA VIDA DE LOS GRANDES SABIOS

La historia es conocida. Yo la encontré por primera vez en un libro de vidas ejemplares, vidas de sabios, que leíamos en la escuela. El padre de Pascal tenía un rígido plan para la educación de su hijo: hasta los diez años, estudiaría lenguas; luego, matemáticas. Y como la curiosidad del niño no se atenía a lo prescrito lo encerró en una habitación sin más libros que la gramática latina. Al entrar a visitarle su hermana, se lo encontró dibujando en el suelo con tiza complicadas figuras: Pascal solo con su inteligencia había vuelto a inventar la geometría, encontrando más de la mitad de las proposiciones de Euclides.
            Cuando yo era niño, soñaba con ser como Pascal, como Pasteur, como Newton, como aquellos sabios que evocaba un tal Xenius en su Flos Sophorum, el libro que el maestro de Valliniello nos hacía leer en la escuela.
            Leo ahora Conversaciones con Arthur Schopenhauer, que Luis Fernando Moreno Claros hace preceder de una ejemplar y sintética biografía, y no puedo evitar compararme con el filósofo. Ciertamente, tenemos muchas cosas en común. En más de una ocasión, cuando Moreno Claros habla de Schopenhauer parece que está hablando de mí. Un ejemplo: “Siempre quería llevar la voz cantante en las discusiones, pretendía en todo lance tener razón, ser admirado”. Otro: “Si alguien esperaba encontrar en él a un interlocutor parecido al humilde Sócrates, a alguien que confesase no saber nada de esto o de aquello, se llevaba un gran chasco. Era como el reverso del gran ateniense: en vez de demostrar a los contertulios que la más elevada sabiduría es la que confiesa su ignorancia, les demostraba que él sabía todo y ellos bastante menos que él”.
            En algo me parezco a los grandes sabios, como quería de niño, aunque me temo que no precisamente en lo que les hace grandes ni en lo que les hace sabios.


Domingo, 28 de febrero
UNA TARANTINADA

Como mañana le van a dar no sé cuántos Oscars a El renacido, la película de Iñárritu, me creo en la obligación de verla. No me defrauda: sabía que iba a pasar un mal rato y lo paso. Me entretengo con los paisajes (me gustan sobre todo esos bosques nevados vistos una y otra vez a contraluz) y pensando en mis cosas. No sé si le darán el Oscar a Leonardo di Caprio, pero se lo merece, el pobre, por lo mal que lo pasa él también.


Lunes, 29 de febrero
LIBROS LIBRES

Por fin parece que he encontrado la manera de hacer habitable mi casa y transitable el despacho en la Facultad. Cada semana viene el librero de La Noceda y se lleva más o menos el doble de los libros que han entrado esa semana. Yo necesito libros nuevos cada día y no puedo almacenarlos todos. Regalo algunos a mis amigos, pero regalar libros es un asunto delicado: puede ser solo pasar un peso muerto de unas manos a otras.
            Donde mejor están los libros que uno no puede tener en su casa, es en una librería de viejo, a la espera del lector interesado. Me ha costado dar con la adecuada. Los libreros de viejo son gente muy suya (en eso se parecen al resto de los humanos) y no acabé de la mejor manera con los dos anteriores, sin duda por culpa mía.
            Los libros, como todo en este mundo, no son de quien los compra, sino de quien los necesita. ¿Qué es una biblioteca llena de volúmenes que no volveremos a leer o que quizá no leeremos nunca? Solo una cárcel. Yo he encontrado de ir dándoles la libertad a mis libros y ellos y yo estamos igual de contentos. 


Martes, 1 de marzo
LOS MARINEROS DE ULISES

Quiere el azar que lo que estoy leyendo en este día del discurso de investidura son los cuadernos robados del diario de Manuel Azaña. Se discute en las Cortes la ley Agraria. Hubo varios discursos en contra y luego se levantó a hablar Azaña: “He contestado a todos y obtenido un éxito resonante. La mayoría, puesta en pie, vociferaba de entusiasmo. En aquel momento hubiera podido obtener de las Cortes cuanto se les pidiera. El espectáculo era imponente. Martínez Barrio y algunos pocos radicales más me aplaudieron. Ossorio y Alba no tuvieron nada que añadir. Se aprobó la propuesta. Los diputados han quedado contentísimos de la jornada. El discurso ha producido fuerte impresión. Al salir de la sesión me ha dicho Largo Caballero: Nos deja usted a la derecha. Si esas cosas las dijésemos nosotros, se alarmarían todos. Las dice usted y nadie se asusta”.
            Era octubre de 1932, todavía la etapa dulce de Manuel Azaña, el héroe que había sofocado sin inmutarse la rebelión del 10 de agosto. Luego vendría el calvario de Casas Viejas, del que no acabó nunca de recuperarse. Era octubre de 1932 y eran otros tiempos, cuando todavía un buen discurso era capaz de cambiar el voto de algunos diputados. 
            Pedro Sánchez podría ser mucho más convincente de lo que ha sido, una mezcla de Demóstenes y Castelar, de Churchill y Obama, y ni uno solo de los ocasionales aliados del Partido Popular habría cambiado el sentido de su voto. Los diputados de Podemos (con los que coincido en tantas cosas) son como los marineros de Ulises: antes de escuchar al candidato a la investidura se taponan bien los oídos con la cera de los prejuicios para evitar que les convenzan sus cantos de sirena.


Miércoles, 2 de marzo
SOY UN INGENUO

La verdad es que comienzo a pensar que como analista político valgo poco. Siempre creí que, a pesar de las palabras hirientes y faltosas de Pablo Iglesias, al final Podemos iba abstenerse para impedir que la derecha siguiera en el poder. Me equivoqué. Solo una cosa me consuela en este día para mí triste: hasta el último momento dudé entre votar a los socialistas o a Podemos, pero finalmente me decidí por los primero; si hubiera votado a los otros, hoy se me caería la cara de vergüenza.


Jueves, 3 de marzo
ALGO HEMOS AVANZADO

Para olvidarme de la historia de ayer, vuelvo a los entresijos de la Segunda República. He de escribir un prologuillo a la reedición del libro de Benavides sobre Juan March. Como siempre, una lectura me lleva a otra y paso un tiempo entretenido, que es de lo que se trata. Hoy leo los Testimonios y recuerdos, de Pedro Sainz Rodríguez: “Se editaba entonces en Madrid un diario titulado La Tierra, periódico extremista de izquierda, que en el asunto de Casas Viejas atacó ferozmente al Gobierno. Esa campaña –se sabe ahora porque yo creo conveniente revelarlo– fue impulsada por las derechas. Yo, personalmente, redacté algunos de los artículos que se publicaron en La Tierra, y el señor Cánovas Cervantes, director y propietario del periódico se citaba conmigo en una rinconada del callejón del Arenal y allí recibía un sobre en el que iban las directrices de la campaña, textos redactados por nosotros y una muestra pecuniaria de nuestro agradecimiento”.
            Me parece estar escuchando a Pablo Iglesias referirse a Felipe González cuando leo el texto, redactado por Sainz Rodríguez, que un día sí y otro también publicaba La Tierra: “Todos los republicanos honrados tienen que recordar siempre que, bajo el gobierno de Azaña y los socialistas, fueron fusilados en Casas Viejas dieciséis campesinos sin formación de causa”.
            Algo hemos avanzado. Ahora la izquierda presuntamente más izquierda que nadie, para hacerle el juego a la derecha, no necesita recibir dinero ni instrucciones clandestinas. Ahora ese trabajo sucio lo hace gratis y está orgullosa de ello.


Viernes, 4 de marzo
UNA SINECURA A PERPETUIDAD

Llevo bastantes días dándole vueltas al asunto. Todo tiene su por qué. Y yo por fin creo que he encontrado el gran secreto de Mariano Rajoy, el motivo de su inexplicable comportamiento desde que se conoció el resultado de las últimas elecciones.
            Ya se sabe que presumo de ser una especie de Sherlock Holmes y que a veces (demasiadas veces) me paso de listo. No ocurrió así en el famoso caso del fiscal argentino Nisman, reavivado con motivo del cambio de gobierno. Todavía ayer El País volvía a insistir en la tesis del asesinato y, como siempre desde hace más de un año, la información desmentía el titular. Las nuevas pruebas de que fue un crimen, y no un suicidio, serían que, según aseguró el abogado de una de las hijas del fiscal, el exespía Antonio Stiuso declaró que la muerte de Nisman beneficiaba a Cristina Kirchner. ¿Pero aclara algo eso el misterio de una muerte en una habitación cerrada? Una y otra vez los interesados en que fue un asesinato repiten que fue un asesinato (y los malos periodistas lo repiten) y nadie formula la más mínima hipótesis de, en tal caso, cómo pudo llevarse a cabo.
            Cuando Mariano Rajoy califica de farsa la actual investidura, cuando habla de engaño al jefe del Estado porque Sánchez no tenía asegurados los votos suficientes, parece que ignora la Constitución, que ni se ha molestado en leerla ni tiene asesores que se la expliquen.
            Pero yo creo (aunque todo es posible), que la conoce, al menos en lo que le interesa. Sabe que para que se repitan las elecciones tiene que haber una o varias investiduras fallidas. Pero si él, que tiene más derecho que nadie, puesto que fue el candidato más votado (no el que ganó las elecciones, como repite), no se presenta a la investidura, nadie más debería presentarse. Y así él continuaría como presidente en funciones tanto tiempo como le apeteciera. Podría perpetuarse en el poder (el sueño de los Daniel Ortega y las Cristina Fernández) sin necesidad de cambiar la Constitución. Y sería además presidente en funciones, sin apenas nada más que hacer que rascarse la barriga y dar de vez en cuando alguna entrevista para despotricar contra esos niñatos como Pedro Sánchez o Albert Rivera, que quieren cambiar las cosas, que creen que gobernar es hacer algo para mejorar la vida de la gente. Ilusos. Ilusos. Llegar al gobierno habría sido así para Mariano Rajoy (ese era su sueño, del que Pedro Sánchez y el rey han venido a despertarle, de ahí su irritación contra uno y otro) como ganar unas buenas oposiciones: una sinecura a perpetuidad.


           
           



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