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Jardines del palacio de verano

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Con su lago en forma de melocotón, simbolo de la longevidad, y su barco de mármol y su Puente de los Diecisiete Arcos y su Gran Corredor hacia ninguna parte, los jardines del Palacio de Verano, en Pekín, son uno de los lugares más propicios al demorado disfrute la melancolía. Los fines de semana su habitual tranquilidad es interrumpida por grupos de jubilados que juegan al ajedrez, danzan o cantan viejas canciones de la Revolución Cultural. A veces, entremezcladas con ellas, otras que vienen de más lejos: de la dinastía Tsing o de la dinastía Tang. Con ayuda de mi amiga Shu Lei, yo he pasado algunas tardes poniéndole palabras españolas a esas ancestrales melodías.



AMO

Un viento oscuro
entra por la ventana,
hace temblar la lámpara.
Se agitan sombras
al fondo de mi cuarto,
imperioso me llamas.
Te serví mientras vivías,
¿cómo no hacerlo
 ahora que estás muerto?


SOLO

Vuelve, vuelve de donde no se vuelve,
cada noche a atormentarme.
Pero no vuelvas a dejarme solo,
amor mío, solo para siempre.


CAMINO

Tras el río Amarillo,
negras y azules las montañas.
¿A dónde llevas tú,
camino solitario?
Vayas a donde vayas
una cosa es segura:
tampoco allí
encontraré a quien busco.


CONCUBINA

Mejor que este palacio
una choza tranquila
al borde del arroyo
y un buen hombre que no quiera
compartirme con todas
las cortesanas del Imperio.



NOCHE

Disipado el perfume,
apagada la lámpara,
solo en la negra noche
de la melancolía,
escucho el canto
de los grillos mientras
la luna en la ventana
silenciosa me mira.


TOCADO

A solas en la orilla
umbrosa del estanque,
miro cómo la alta montaña
se inclina sobre el agua
y arregla su tocado
de verdes bosques
y de blancas nubes.


ESCAPAR

Quién pudiera escapar
con los patos salvajes
hacia el sur, hacia el sur,
donde los días son
de eterna primavera
y en la noche mi amor
nunca duerme con otra.


DONDE

¿Dónde empieza el cielo?
¿Dónde termina el lago?
Esa mancha que avanza
en la lámina gris
¿es un ave en su aire?,
¿una barca en el agua?




EMPERADOR

En medio de las blancas nubes,
en lo más alto de la montaña,
habita el emperador
más poderoso del mundo:
un ermitaño
que nada desea,
que no le teme a nada,
dueño de sí,
dueño de todo.


SOLOS

Qué solo estamos, qué solos
mi desesperación y yo.
Solo la noche y el día,
el día y la noche
se alternan para acompañarnos.


CUERVOS

Antes el canto del ruiseñor
iluminaba la noche,
ahora graznan los cuervos
agoreros en torno a mí.
Saben que soy
un cuerpo abandonado
cadáver que camina,
inminente carroña.



REGRESO

Feliz tú que regresas a la patria
tras largos años de destierro
y a quien esperan hijos, mujer, amigos.
¿A dónde podría yo regresar?
Sin hijos sin mujer y sin amigos,
mi patria hace tiempo que ha dejado de serlo.


SUEÑO

Cuando duermo, ¿sigo
siendo emperador?
No me acompañan en el sueño
ni los esclavos ni las concubinas,
no me adulan cortesanos,
no soy dueño del mundo.
Vago solo en el interior de una cárcel
y al despertar
no sé si soy un emperador
 que se sueña preso
o un preso que sueña
que ha sido emperador.


CUADRO

Díez días para dibujar cada hoja,
un mes para pintar
cada grano de arena,
necesitarías una eternidad
para terminar el cuadro.
Pero aún así, a medio hacer,
cuánta hermosura.
El pájaro posado
en la ventana
duda un instante
entre el cielo y tu cielo.
Dios también dudaría.


LUNA

Al contemplar la luna,
¿Cómo no añorarte, amiga?
Ella ilumina la noche
Tú, la larga noche
de mi corazón.



LEJOS

Irme lejos, muy lejos,
a una perdida aldea,
cabalgar por desiertos sin agua,
impenetrables bosques,
sin temor a ríos desbocados,
a bandidos que acechan,
a mujeres que ofrecen sus encantos
al viajero desprevenido.
Lejos, muy lejos,
donde Ambición y Envidia
sean palabras que se desconocen,
donde me despierte el canto del gallo
y beba de una fuente
y alcance con mi mano
las frutas doradas en el huerto.
Irme lejos, muy lejos,
deprisa, deprisa,
antes de que yo llegue
y lo estropee todo.


FIESTA

En el rincón más apartado del jardín,
me siento con mi laúd.
Al otro lado, a la luz de las lámparas,
el esplendor de la fiesta.
Los amantes que besan a su amada,
los amigos que beben juntos,
los cortesanos que aguardan
con la boca llena de lisonjas
la llegada de su Señor.
Yo no tengo a quien besar,
yo no tengo con quien beber,
solo con mi laúd, solo en la noche,
solo con mi melancolía.
Pero de pronto alguien
abandona la fiesta,
ae acerca con sigilo,
se esconde entre las ramas,
una doncella tímida
que apenas si me deja
entrever su rostro.
No puedo adivinar
si es mi amada
o si es solo
la luna.



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