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Después y todavía: Mi corazón al desnudo

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Sábado, 13 de febrero
ASÍ ME VA

Sin amor, estoy convencido de ello, se vive mejor que con amor, pero yo todavía no he sido capaz de conseguirlo. Y así me va.

Domingo, 14 de febrero
PARÍS-BELGRADO

En uno de los puestos del Fontán, que tantos buenos momentos me proporcionan, encuentro un número del semanario Crónica correspondiente a 1930. Mientras tomo el café, dejo a un lado los periódicos del día y me entretengo con las noticias de entonces, quizá el momento más ilusionante de la historia de España, derribada la Dictadura, la república aún solo como una intacta ilusión. Pero lo que más atrae mi curiosidad es una novelera noticia de folletín. Apaleada en París una mendiga, al intervenir la policía, se descubre que es nada menos que la reina Natalia de Serbia, que protagonizó muchas noticias escandalosas a finales del siglo XIX y que desapareció de escena tras el asesinato de su hijo en 1903.

            Su hijo, Alejandro I, apadrinado por el zar, fue un joven desdichado y sin voluntad que se enamoró perdidamente de Draga Masin, una dama de compañía de su madre, viuda, mayor que él y con fama de haber tenido varios amantes, entre ellos quizá el propio padre del joven. Se casó con ella, a pesar de la oposición de todos, y eso le costó el trono y la vida.

            La reina Draga era una mujer inteligente y manipuladora. Al parecer no podía tener hijos, pero fingió varios embarazos. Se decía que pensaba nombrar a su hermano Nicodemo heredero al trono.

            El golpe de Estado que acabó con la pareja fue quizá el más brutal que se haya dado nunca. Los conspiradores, al frente de los cuales estaba un hermano del primer marido de Draga, asaltaron el palacio a media noche, mataron a todos los que opusieron alguna resistencia, pero no fueron capaces de encontrar a los soberanos, aunque las sábanas revueltas de su dormitorio indicaban que ya se habían acostado cuando comenzó el asalto. El ataque con armas pesadas había cortado la corriente eléctrica, y los conspiradores recorrían con velas y antorchas, una tras otra, todas las estancias del palacio. Temían que los reyes hubieran escapado y volvieran al frente de las tropas que les seguían siendo fieles. Ya pensaban haber fracasado cuando un servidor desleal, otros dicen que sometido a tortura, les reveló el escondite secreto tras un lienzo de la biblioteca: allí estaban los reyes, abrazados y desnudos. No hicieron el menor movimiento para defenderse. Un capitán, del que se decía que había sido amante de la reina cuando todavía estaba casada con su primer marido, disparó su pistola sobre ellos “y al encasquillarse –leo en el reportaje de Crónica--, tomó de una panoplia próxima una espada de fino dibujo y con ella traspasó el corazón de la reina, en tanto que un compañero de conjura deshacía de un pistoletazo el cráneo del monarca. Mutilados y ultrajados ambos cadáveres, la soldadesca los arrojó por las ventanas de palacio, siendo recibidos por el pueblo entre gritos de triunfo. Aquella noche perecieron también a golpe de fusilería los dos hermanos de la reina, el jefe del gobierno y el ministro del ejército, amén que algún que otro palaciego de menor importancia”.

            En 1930, todo aquello era ya historia antigua. Yo me entretengo rememorando aquella escabechina en este domingo soleado para no pensar en las tragicomedias del presente. ¿Pensó el efímero Eduardo VIII en la historia de Alejandro I cuando decidió renunciar al trono para poner casarse con Wallis Simpson? ¿No le habría ido mejor a Alejandro casándose con una princesa alemana o rusa, para afianzar las alianzas, y manteniendo a Draga como amante?

            Draga Masin había tenido que ganarse la vida desde muy joven. Le gustaba leer, había escrito novelas y cuentos, traducido varios libros. Era mujer inteligente y con personalidad, quizá por eso –y no por su improbable vida licenciosa—la odiaron tanto. El rey Alejandro prefirió morir junto a ella a vivir sin ella.

Lunes, 15 de febrero
AFORTUNADO EN DESAMORES
 

Desde que tenía catorce o quince años, no me recuerdo sin estar enamorado; desde que soy adulto, vivo solo. ¿Quiere eso decir que he tenido poca suerte en el amor? ¿No será más bien que he tenido mucha?

Martes, 16 de febrero
NO ES LO MISMO

Mi lema: “Tarde, pero aprendo”, que es exactamente lo contrario, aunque parezca los mismo, de “aprendo, pero tarde”.

Miércoles, 17 de febrero
LAS COSAS COMO FUERON

Todas las mañanas necesito un libro nuevo y apasionante; todas las tardes, otro. Pero ese libro nuevo puede ser un libro viejo y para encontrarlo no necesito darme una vuelta por ninguna librería (¡cómo echo de menos la de mi examigo José Manuel Valdés!), me basta con subir al altillo de casa. Hoy encuentro allí, Madrid-Moscovo, de Armando Boaventura, que seguramente leí en su momento, pero que había olvidado por completo. Se publicó en 1937 (el prólogo está fechado en febrero de ese año) y su autor, corresponsal en España del lisboeta Diário de Notícias, fue el último periodista que entrevistó a Unamuno y el primero al que Franco concedió una larga entrevista (que se incluye en el libro) tras la sublevación militar. No importa que sea un libro partidista, que le echa la culpa de todos los males de España al comunismo y a la masonería. Está lleno de pequeños detalles que luego se irían borrando de la historia, esa gran manipuladora. Si no parece que sean del todo exactas las manifestaciones de Valle-Inclán en 1930, con su incitación al magnicidio, no se puede dudar de la entrevista con el anarquista Pedro Vallina, ya que fue publicada en elDiário de Notícias en 1932. El doctor Vallina, cenetista, creador de un sanatorio antituberculoso para atender a las clases populares, “participó activamente en la defensa de la República” y luego vivió un largo exilio hasta su muerte en 1970 (así se le recuerda), pero en 1932 era el más declarado enemigo del gobierno republicano: “Los hombres que en la oposición parecían leones al ocupar el poder se transformaron en mansos corderos. Nunca nos pasó por la cabeza la idea de tal transformación, aunque sea sabido que el poder corrompe a quien lo ejerce. El poder los corrompió. Dos hombres, sobre todo, habían de ser funestos para el nuevo régimen: Miguel Maura, alma de inquisidor, y Largo Caballero, el instigador de las persecuciones de que fueron víctimas los elementos populares que no comulgaban con sus doctrinas de socialismo siempre oportunista”. Los más feroces enemigos durante el primer bienio republicano no estaban a la derecha, sino a la izquierda. Quienes después de pasaron la vida añorando la república, le hicieron el trabajo sucio a la derecha hasta que ya esta supo arreglárselas sola.

            Pequeños detalles no sabemos hasta qué punto exactos: la reina Victoria Eugenia, tras marchar al exilio, no quiso que en su presencia se volviera a hablar español. El rotundo triunfo de las derechas en 1933 se debió solo al voto de la mujer. Armando Boaventura explica otros motivos: “Entonces, las derechas enviaron delegados electorales a las agrupaciones sindicalistas para que, a cambio de unos miles de pesetas o de duros (de acuerdo con la categoría de esos medios) se abstuvieran en el proceso electoral. Esos delegados recorrían los centros sindicalistas, buscando inmediatamente ponerse en contacto con un representante de sus respectivas juntas directivas, a las cuales entregaban determinada cantidad a cambio del compromiso solemne de absoluta abstención electoral. La maniobra surtía efecto porque, recibidos los miles de pesetas o de duros, la junta directiva convocaba a los sindicalistas para recomendarles que, de acuerdo con los principios que conforman el partido, ninguno de ellos debería concurrir a las urnas, puesto que se trataba de un régimen burgués en que tan buenos eran las derechas como las izquierdas, ya que lo que todos querían era, a costas del pueblo trabajador, alcanzar el poder. Y la masa, a voz en grito, exclamaba: ¡Apoyado! Aquí nadie vota y el que vote se le expulsa”.

            Gil Robles le cuenta su reacción cuando el presidente de la República, en diciembre de 1935, le comunicó que iba a retirar la confianza al gobierno y convocar elecciones: “Salí de Palacio directamente para el Ministerio de la Guerra. Llamé a los generales Franco, Goded y Fanjul. Les informé de lo que había pasado con Alcalá Zamora  y, seguidamente, les indiqué mi deseo de que el ejército, que aquellos tres ilustres jefes militares tan dignamente representaban, se hiciera inmediatamente con el poder dando un golpe de Estado. El ejército, sin embargo, según la opinión de aquellos distinguidos generales –principalmente el general Franco—no estaba aún preparado para asumir la responsabilidad de un golpe de Estado”.

            Al final se incluye una carta –fechada el 12 de septiembre de 1936—de Alejandro Lerroux a Queipo de Llano defendiendo, en un último acto de dignidad, la bandera republicana, “por lo que esa bandera significa habíamos luchado y sufrido mucho usted y yo, entre otros”.

Jueves, 18 de febrero
CAIGO Y ME LEVANTO
 

Me acuesto derrotado y humillado muchas noches, la de ayer fue una de ellas, pero siempre me levanto con ganas, si no de comerme el mundo --voy perdiendo el apetito--, sí de dar nuevamente la cara, aunque me la vuelvan a romper.

Viernes, 19 de febrero
LA VERDAD SOBRE MÍ MISMO

Me creía un Sancho Panza lleno de sano egoísmo y buen sentido y solo soy un terco Quijote apaleado una y otra vez por aquellos a los que intento ayudar.



 


Después y todavía: La mentira oficial

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Sábado, 20 de febrero
FIN DE UN AMOR

La vanidad es una de las enfermedades profesionales del escritor. Y todavía no se ha inventado ninguna vacuna contra ella. Los hay que utilizan la falsa modestia como pomada, pero lo único que consiguen es que se infecte y se haga más evidente. Yo la mantengo a raya como puedo. Cada vez que me da por quejarme de que se me hace menos caso del que merezco, me consuelo pensando que no hay, ni ha habido un nunca, ningún escritor al que se haya hecho tanto caso como él creía merecer.

            Y no ser un autor de éxito ni de los que pasan con letra grande a la historia de la literatura también tiene sus compensaciones. Leo el libro que Sergio Vila-San Juan le ha dedicado a Baltasar Porcel --no sé si un gran escritor, pero sí una figura muy mediática e influyente en la Cataluña del último tercio del pasado siglo-- y sé que a él no le habría gustado que se contara la historia de su ruptura, que se reprodujeran las cartas que su primera pareja le escribía mientras él estaba en París, presuntamente por motivos de trabajo y en realidad disfrutando de la compañía de su nuevo amor, una estudiante de veinte años a la que había conocido en el tren. Leo las cartas de Concha Alós y es como si hurgara en una herida reciente: “Querido, no sé qué pasa que no llegan cartas tuyas. Supongo que se ha perdido alguna o algo así. ¿Cómo va el trabajo? ¿Has empleado ya las 27 horas de la cinta de Scorza? ¿Cómo es el calor de París?”

            De lo que menos tenía ganas Porcel, en aquellos felices días de París, era de escribir a la que todavía se creía su compañera, una mujer mayor que él y que le había ayudado decisivamente en los comienzos de su trayectoria literaria.

            Nunca se refirió a esa historia Baltasar Porcel ni tampoco Concha Alós, de desdichada trayectoria posterior. Ahora nos la cuenta un periodista indiscreto.

            No ser un escritor importante, ni una figura ni un figurón, tiene sus ventajas. Ando yo estos días un tanto maltrecho, casi llorando por las esquinas (bueno, solo lloro cuando nadie me ve), desbaratado como un castillo de arena el futuro que yo creía tan firme, y nada me disgustaría más que el que alguien viniera a poner nombre y apellidos, a entrar en detalles, a publicar súplicas, a ridiculizarme en unas páginas chismosas disfrazadas de serio estudio con notas a pie de página.

            “Y si finalmente ocurriera, si hubiera un Ian Gibson, o en su defecto un Vila-Sanjuan, que investigara hasta el más mínimo detalle tu biografía, ¿ no te sentirías halagado?”, me pregunta mi vanidad. Y la verdad es que no estoy muy seguro de la respuesta.

Domingo, 21 de febrero
CALLES PERDIDAS

“Llueve en mi corazón / y llueve en la ciudad”. Cuántas veces habré citado esos versos de Verlaine en la traducción de Diez-Canedo (lo que el poeta escribió fue “il pleure dans mon coeur / comme il pleut sur la ville”). Me paso el día yendo y viniendo por calles perdidas y vuelvo a casa empapado hasta los huesos de melancolía.

Lunes, 22 de febrero
QUÉ PAPELÓN

Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea, autor, entre otras obras admirables, de una modélica biografía de Negrín, es un gran historiador, nadie lo duda, pero sobre su deontología profesional, leyendo el artículo sobre el 23-F que hoy publica en El País, me entran algunas dudas. La España oficial tiene miedo de que la caída de un ídolo con pies de barro, el anterior jefe del Estado, arrastre también toda una etapa de la historia, de la que él fue protagonista, y que se nos había contado con tintes rosas. Por eso el ajado periódico de referencia, obedeciendo a altas instancias, ha pedido a prestigiosos historiadores que revaliden el papel decisivo que tuvo el rey a la hora de abortar la intentona golpista. Pero de lo que cada vez  hay menos dudas es de que tuvo un papel decisivo a la hora de su puesta en marcha y de mantenerlo activo hasta que fue consciente de su fracaso, cuando Tejero rechazó la oferta que Alfonso Armada le hacía “a título personal”, pero autorizado por sus superiores, el primero de ellos el rey. Cuántas mentiras, o medias verdades, Enrique Moradiellos. ¿Qué es eso de que ni Armada ni Milans pudieron contar con su aval ni previo ni posterior al asalto al congreso? Los dos actuaron siempre en nombre del rey y obedecieron de inmediato sus órdenes, solo que esas órdenes tardaron largar horas en llegar. Hasta las 22.35 no envió un télex a la cúpula militar con la orden defender la Constitución (el dato lo señala Moradiellos). ¿Por qué no lo hizo antes? A las 21.50 pidió a TVE que enviara un equipo de grabación “sorteando el cerco de los golpistas” (la frase, ambigua, es del catedrático).  Los golpistas nunca cercaron al rey, siempre fue libre para dirigirse a los españoles. ¿Por qué no lo hizo hasta el día siguiente? A las siete de la tarde del día 23, ya debería haberse dirigido por radio (por radio nos enteramos del golpe) a toda la nación, proclamando su acatamiento de la Constitución y ordenando a Milans la anulación de su bando y la vuelta de las tropas a los cuarteles. Podemos estar seguros (y Moradiellos, el bueno de Moradiellos, qué papelón le hacen hacer, seguro que también lo está) de que Milans, el más fiel servidor de la monarquía, no habría tardado ni un segundo en obedecerle.

Martes, 23 de febrero
ÉTICA PERIODÍSTICA

¿Qué democracia es esta que necesita de la mentira, del falseamiento de la historia, para sostenerse en pie? ¿No habíamos quedado con que eso de las “fake news” era cosa del trumpismo? Toda la prensa oficial, con una unanimidad digna de la antigua prensa del Movimiento, se ha puesto de acuerdo en apuntalar la “verdad” sobre el 23-F, no vaya a ser que el descrédito del “héroe” de entonces se lleve por delante el complicado andamiaje de la Transición. Leo en el editorial de El País: “Los golpistas pretendieron desde que dieron su primeros pasos transmitir la idea de que el Rey amparaba su iniciativa, para sumar de esa manera apoyos que pudieran resultar decisivos, y aun cuando la conducta del jefe del Estado desmintió drásticamente aquel falso señuelo ha quedado ahí como una artimaña que favorece las lecturas que tanto festejan algunos como una conspiración fallida”. No hace falta indagar en ocultos archivos para desmentir ese párrafo. Tampoco para desmentir lo que afirma –o lo que da a entender—en portada. La noticia se refiere a las trece mil páginas del sumario, “a las que ha accedido El País” (¡por primera vez después de cuarenta años!). Copio: “Milans sostuvo que creía que la operación se hacía ‘con conocimiento de Su Majestad’, pero recibió tres llamadas de Juan Carlos I esa noche para que retirara las unidades desplegadas”. Se da entender que el rey le llamó insistentemente para que obedeciera y que él desobedeció la orden. No hubo tal. Y eso no lo digo yo, lo dicen los pasajes del sumario que se reproducen más adelante. El rey llamó a Milans, efectivamente, tres veces: “La primera, hacia la una de la madrugada, que coincide con el télex de Su Majestad que ordena que retire las unidades. Vuelve a llamar hacia la una y media y me pregunta si estoy retirando las unidades, a lo que contesto que sí. La tercera llamada es alrededor de las 4.30. Me dice que retire el manifiesto, a lo que digo que ya lo he hecho”.

            Mientras Enrique Moradiellos no encuentre documentos que demuestren que el rey llamó a su leal Milans a las seis y media del día 23 y que este se negó a obedecerle, la verdad real –no la oficial-- es que el golpe del 23-F duró exactamente lo que el rey quiso que durara, ni un minuto más ni un minuto menos. Eso es un hecho. Que no lo paró hasta tener la certeza de que fallaba el “golpe de timón” de Armada es solo una hipótesis, aunque bastante verosímil.

Miércoles, 24 de febrero
CELEBRACIÓN Y ELEGÍA

El día amanece de un azul tan espectacular que parece imposible no ser feliz. Por si fuera poco, hoy abren los bares y yo recobro uno de los rincones favoritos de mi biblioteca: la última mesa del fondo en la cafetería Noor, de la Tenderina. Ahí puedo leer tranquilo, sin visitas, sin interrupciones. Atravieso el parque luminoso y fresco; hago algunas fotos, como de costumbre, a la iglesia de San Julián de los Prados: atravieso el puente sobre la autopista y entro en el local. “¡Muy buenos días, caballero! ¿Lo de siempre?”, me dice el dueño. “¡Lo de siempre!”, respondo yo. Para mí no hay mayor placer que lo de siempre. Durante una hora –el tiempo que tardo en leer el libro de Fernando Castillo, Rapsodia italiana, que me acaba de llegar-- paseo por Roma, Nápoles, Palermo. Disfruto con la compañía del autor, buen discípulo de Modiano, de Bonet y de Tintín, capaz de convertir la erudición en magia y perpetua aventura. Sus lugares preferidos de esas tres ciudades son también los míos en gran parte, aunque de vez en cuando habla de una iglesia, un jardín o una librería de viejo que no conozco y que anoto para visitar en cuando me sea posible. Aunque, para reanudar los viajes, cuando nos dejen, ya tengo antes dos lugares: Avilés y Estambul, el primero y el más reciente de mis muchos amores.

            Pero ya se sabe que la felicidad tiene siempre, no ya los días, las horas y los minutos contados. Cierro el libro, abandono mi ensoñación viajera y, antes de salir de la cafetería, echo una ojeada al teléfono. De pronto se nubla el sol: ha muerto Concha Quirós, a quien no hace muchos días me encontré en la calle y me contó con el entusiasmo de siempre sus proyectos para mantener a flote en estos malos tiempos su librería, la librería Cervantes, que este año cumple cien años. Contagiaba energía. Yo le dije: “Deberían nombrarte consejera de Cultura del Principado, Conchita. Mejor nos iría a todos si así fuera”.

            Se nubló el día, pero yo pronto encontré algún consuelo: “Vivió ochenta y cinco años, era conocida  y querida por cientos de autores, por miles del lectores, no pasó un día sin un libro en las manos, nunca perdió la curiosidad ni el entusiasmo, no fue torturada por una larga enfermedad ni encerrada en una residencia. Todos los finales son tristes, pero como también son inevitables, ¿quién no quisiera para sí un final semejante?”

Jueves, 25 de febrero
CUIDADO CON LO QUE DESEAS

Un joven mercader de Bagdad, según cuenta una antigua leyenda de Oriente, estando una mañana solo en el lecho, deseoso de compañía, pidió a grandes voces ser amado por todas las mujeres. Se le apareció entonces un genio que fingiendo apiadarse de él le dijo: “Tu deseo será cumplido. A partir de hoy, serás amado por todas las mujeres”. El joven mercader saltó de la cama y salió a la calle dispuesto a gozar de los más variados placeres. Apenas dio unos pasos, cuando una vieja arrugada y legañosa que filtraba vino en un sótano, encendida nada más verle en un ardiente amor, le envió besos por el tragaluz. Él volvió la cabeza hacia otro lado con disgusto, pero antes de que pudiera alejarse la vieja le agarró por una pierna, le metió en el sótano y allí le tuvo encerrado para su disfrute durante veinte años.

Viernes, 26 de febrero
TIEMPO AL TIEMPO

----¡Eres insoportable, Martín! Todo el mundo se equivoca menos tú. Les das lecciones de derecho constitucional a los catedráticos de derecho constitucional, de historia a Moradiellos, ¿no crees que te pasas un poco?

            ----Me equivocaré en muchas cosas, como cualquiera (sobre todo en esos asuntos que tienen que ver con el corazón y otras vísceras, en los que no hago más que meter la pata), pero no en sostener que, al contrario de lo que afirman los letrados del Congreso y los catedráticos de derecho constitucional, la Constitución no ampara que un individuo pueda campar a sus anchas en la jefatura del Estado al margen de la ley, ni me equivoco en considerar la historia oficial del 23-F como un cuento chino. Tiempo al tiempo, amigo Ángel, que ya se irá viendo, en esos dos asuntos concretos, quién tenía razón.


Molesto moscardón

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Sábado, 27 de febrero
ASÍ FUIMOS 

Cambian los tiempos, y no siempre para peor. Leo un libro de entrevistas publicado en 1974. Lo inicia un Vargas Llosa que aún no se había distanciado del castrismo: “Creo que el lastimoso caso Padilla era algo que perjudicaba a la revolución cubana y por eso lo critiqué y lo censuré. Fue una actitud de solidaridad con la revolución cubana”. Antes había afirmado con rotundidad: “Tengo una posición que creo revolucionaria respecto a los problemas de mi país y de América Latina. Creo que la única solución válida para esos países es la revolucionaria”.

            Augusto Valera Casas, publicó las entrevistas que reúne en Diálogo abierto en un diario barcelonés de dieciochesco título, El noticiero universal, y leerlas es viajar a un país remoto, a la vez esperanzado y siniestro, en el que yo también he residido más de un tercio de mi vida, aunque ahora me resulte difícil creerlo. En la solapa, se lee que el libro “enmarca toda la escala social, desde un ministro a un analfabeto, desde un príncipe hasta un subnormal”.

            Nos frotamos los ojos. ¿Un subnormal? Sí, y esa condición se proclama como un título. Debajo del nombre de cada entrevistado se indica su profesión o el cargo que ocupa –Ramón Castroviejo, oftalmólogo; José María Gironella, escritor; José María de Porcioles, alcalde-- y tras “Arturo Rubinstein, concertista”, aparece “Marcelino Torrebadella, subnormal”.

            Leemos la entrevista con un nudo en el corazón: “¿Cuántos años tienes?”, “Trece”, “¿Cuántos años hace que vienes al colegio”, “Ocho años”, “¿Qué es lo que más te gusta del colegio?”. “Estudiar y hacer dibujos”. Son las preguntas que les harían a cualquier niño, pero de pronto, como un puñetazo:  “Tus hermanos son normales, ¿sabes tú que eres diferente de ellos? ¿Te preocupa?”, “Yo soy subnormal y mi papá no me deja casarme con Conchita. Dice que los subnormales no se casan”. Conchita, explica el entrevistador, “es una niña muy mona que estudia también en el colegio Santos Inocentes y ‘son novios’. Dicen que cuando sean mayores se casarán. Pero estos niños nunca se hacen mayores, ahí radica uno de los más graves problemas”.  Toma luego la palabra el padre: “Para nosotros la palabra subnormal es corriente. Hace ya cuatro años que le dijimos a Marcelino que él es diferente de los otros niños, él lo sabe por sus dos hermanos. Él y todos lo saben, y se conforma”.

            “Marcelino –escribe el entrevistador--, que está muy interesado por mi magnetófono, se comporta con una educación y un respeto que muchos normales no tienen. Marcelino es atento, reflexivo y muy cariñoso”.

            Yo no puedo evitar que los ojos se me llenen de lágrimas.

Domingo, 28 de febrero
SI YO FUERA RICO
 

Si yo fuera rico, rico de verdad, claro, si yo tuviera unos miles o al menos unos cientos de millones de euros, no cambiaría de casa, ni de modo de vida, simplemente trataría de convertirme en accionista mayoritario de un importante grupo de comunicación –un diario de alcance nacional, varios regionales, dos o tres canales de televisión--, contrataría luego a los mejores y no sé si seríamos los mejores, pero de lo que estoy seguro es de que jamás, jamás, jamás, los medios de los que yo sería responsablemente propietario participarían del pacto del silencio sobre los delitos de nadie, ocupara el cargo que ocupara, y muy especialmente si ese cargo es el del jefe del Estado.

            El anterior pacto del silencio –sabían, periodistas y ministros, que el rey y su nueva pareja iban por ahí utilizando su cargo para hacer negocios dudosamente legales y éticamente siempre reprobables-- duró cuarenta años, tantos como la pasada dictadura; el actual --tan dañino para para la salud pública-- esperemos que no dure tanto, aunque quién sabe.

Lunes, 1 de marzo
ME NIEGAN EL SALUDO

Soñé que en uno de esos besamanos del Palacio Real a los que alguna vez asistí (yo fui de los que creyeron que el joven Felipe, nuevo Hércules, iba a ser capaz de limpiar los pestilentes establos de Augias), la reina Letizia me negaba el saludo.

            Me desperté extrañado. Siempre creí que lo que ella piensa sobre determinado personaje, de cuyo nombre no quiero acordarme, es más o menos lo que pienso yo y lo que acabarán por pensar –aún hay muchos intereses creados-- todos los españoles decentes, incluida la fiscal general del Estado.

 

Martes, 2 de marzo
MIS JÓVENES AMIGOS

¿Cómo se las puede arreglar para sobrevivir en un mundo como este, en el que no hay nada seguro, una persona como yo que se angustia cuando le falla la rutina, que necesita hacer todos los días lo mismo y a la misma hora? Pues teniendo una rutina de repuesto, o dos o tres. Todas las tardes tomo un café en torno a las siete y estoy un rato de charla con algún amigo. Por si los amigos no aparecen, llevo conmigo algún libro recién llegado. Y si no hay libros nuevos, recurro a tres contertulios que nunca fallan: Goethe, Napoleón o Berenson. Un tomo de las Conversaciones con Goethe, de Eckermann, publicadas por la Colección Universal en 1920, o del Diario de Santa-Helena, del conde de Las Casas, en la edición de 1826 que compré en Bilbao, o los Coloquios con Berenson, de Umberto Morra, publicados en el Fondo de Cultura Económica. Abiertos por cualquier página, me permiten tener a mi lado al mejor interlocutor. Hoy –en el solitario Vetusta: estamos la dueña y yo-- le toca el turno a Berenson, generoso anfitrión en su villa Tatti de las afueras de Florencia, en las colinas de Settignano: “El padre de T. murió a los noventa años y todos le habían faltado antes: se había quedado en el desierto. Es necesario prepararse amigos jóvenes para la vejez y transferir el placer de la vida de uno mismo hacia ellos”. Sonrío: yo siempre he tenido amigos jóvenes, pero el placer de la vida de momento no tengo intención de transferírselo a nadie; prefiero disfrutarlo por mi cuenta.

 

Miércoles, 3 de marzo
HE AQUÍ EL TINGLADO

¿Cómo es posible que tantos callaran y que solo se atrevieran a hablar, y a investigar un poquito, cuando la justicia suiza le sacó los colores a la justicia española y se puso a investigar las cuentas de a quien, como a Al Capone, parece que solo le van a pillar por los delitos con Hacienda? La respuesta está en Los intereses creados, esa obra de Benavente que yo puedo recitar casi entera de memoria: “He aquí el tinglado de la antigua farsa…”. El pícaro Crispín enuncia al final la moraleja: “Para triunfar, mejor que crear afectos es crear intereses”. Todos acaban sabiendo que Leandro y Crispín son un par de redomados estafadores, pero, si los denuncian, los poderosos de la ciudad que han creído en ellos perderán su dinero; mejor callar, dejar que Leandro se case con la hija del rico Polichinela y así podrá devolverles lo prestado. Con el silencio, con no denunciar a la justicia, todos saldrán ganando. Mejor dejar que Crispín y Leandra campen a sus anchas –se dijeron los González--, no se nos vaya a venir abajo todo el tinglado.

            Si yo fuera fiscal general del Estado –no duraría ni un segundo en el cargo--, ahora mismo mandaría investigar a quienes han “prestado” dinero para que el anterior jefe del Estado pague unos millones de euros a Hacienda. Seguro que no tardaría en encontrar el rastro de negocios raros y cuentas opacas.

            ¿La justicia es igual para todos? Yo me conformaría con que a la hora de investigar la fortuna de cierta familia, cuyo nombre callo, se pusiera la mitad del empeño que se puso en investigar a los Pujol.

 

Jueves, 4 de marzo
SALAMANCA, 1937

Unos libros tiran de otros y me gusta seguir ese hilo azaroso en mis lecturas. Diálogo abierto no solo me muestra sorprendentes detalles de época. En el Liceo barcelonés, se entraba y salía y se charlaba durante la representación de las óperas. “¿No es posible acabar con esa mala costumbre?”, le pregunta el entrevistador al empresario del teatro. “Cuando se ha intentado establecer un poco de orden, nos encontramos con inconvenientes tremendos”. Más de un espectador respondía de malos modos: “Oiga, que yo también soy propietario y entro y salgo cuando me da la gana”. A Ramón Serrano Suñer le pregunta: “¿Qué opina sobre el libro Testimonio, de Manuel Hedilla?”. La respuesta es evasiva e intrigante: “No opino, ha opinado sobre él quien fundamentalmente es su autor, el historiador García Venero. Con relación a Hedilla, pese a sus actitudes conmigo, recuerdo, naturalmente con satisfacción, haber sido el primero que en los día de Salamanca me opuse a su ejecución”. Poco después de leer esas palabras, paso por la librería que el Centro Reto ha abierto cerca de mi casa y el primer libro en que me fijo es el Testimonio de Hedilla. Al principio se da cuenta del enfrentamiento entre el protagonista y el redactor del volumen, que vendió el original sin su autorización a Ruedo Ibérico. Comienzo a leerlo con creciente interés durante el primer café de la mañana en Noor. No sabía nada de la conspiración para quitar a Hedilla de la jefatura de Falange. Ni que una de las razones para ello era que sus discursos se los tenían que escribir otros. Si esa fuera una razón, habría que cesar a todos los políticos. No sabía que los falangistas, en la Salamanca de 1937, iban a visitarse unos a otros no solo bien armados sino provistos de bombas. Daniel López Puertas, “fundador y jefe local, en un tiempo, de la JONS de Mataporquera”, y José María Alonso Goya, deciden intermediar para que Sancho Dávila, jefe de la facción contraria, acepte entrevistarse con Hedilla. Entran en su cuarto, tras enfrentarse a los guardaespaldas, que no querían dejarlos pasar, y se lo encuentran acostado y a un guardaespaldas, apellidado Peral, en otra cama junto a la suya. “Cordialmente –cuenta años después Daniel López Puertas-- expuso Goya a Dávila el motivo de la visita y le incitó a que se entrevistara con Hedilla, en el lugar que prefiriese, dándole palabra de que no se quería cometer ninguna violencia. La respuesta de Dávila fue hablar duramente contra Hedilla y pedir a Goya que abandonara al jefe de la Junta y se pasara al lado del triunvirato. En esto, se oyó una explosión dentro de la casa. Goya se dispuso a salir de la habitación, y apenas se hubo vuelto Peral le disparó un tiro en la nuca, matándole. El arma estaba, pues, montada. Yo saqué mi pistola y disparé contra Peral, quien fue tocado. Pero se me encasquilló el arma, lo que aprovechó Dávila para abalanzarse sobre mí y morderme ferozmente. Para que me soltara, con una mano saqué una bomba y le dije: Si no me sueltas, la tiro”. Entraron entonces otros falangistas –Fernando Ruiz de la Prada, Aureliano Gutiérrez Llano y Santiago Carral-- en el dormitorio y se encontraron a su compañero muerto: “Tenía un tiro mortal con entrada por el occipucio y salida por el ojo derecho. Junto a la pared, en camiseta y calzoncillos, estaban Dávila, un jefe de bandera de su escolta y Peral, sangrando y que se iba escurriendo lentamente”. 

Viernes, 5 de marzo
DE UN MANOTAZO
 

“Mi reino no es de este mundo”, afirmaba Jesucristo. “Mi mundo no es de este reino”, parafraseaba Bergamín. El mío también lo es cada vez menos. Pero aún no doy la batalla por perdida, aún no ha llegado la hora de que me encierre en mi biblioteca y me dedique a cultivar mi jardín, aún pienso seguir dando guerra, aunque me temo que el único papel que me queda es el de molesto moscardón con el que en cualquier momento se puede acabar de un manotazo.



Después y todavía: Tiempos de confusión

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Sábado, 6 de marzo
SOBRE LA AMISTAD

En el Atrio avilesino, recién recuperado y tan desangelado como todo en estos días, mientras espero la llegada de unos amigos, respondo a un cuestionario sobre la amistad que desde Albacete me envían los alumnos de un instituto.

            ----¿Podría vivir sin amigos?

            ----No, pero sospecho que mis amigos podrían vivir perfectamente sin mí.

            ----¿Conserva los amigos de la infancia?

            ----No, ni siquiera los del Instituto. A veces se me acerca algún condiscípulo de entonces y yo casi siempre tengo que fingir que le reconozco. Conservo amigos de la universidad, sobre todo los que han seguido escribiendo, como José Luna Borge o Manuel Neila.

            ----¿Qué es para usted un amigo?

            ----Una persona que está ahí siempre que la necesitamos, aunque solemos llamar amigo a un simple conocido que nos cae bien. Alguien que aguanta nuestros momentos de mal humor aunque nosotros no soportemos los suyos.

            Termino de contestar a las ingenuas preguntas de los escolares y se me ocurre pensar que soy un hombre de pocos amigos. La amistad exige complicidad y, de niño y adolescente, lo que a mí me interesaba no le interesaba a mis compañeros. Luego, ya adulto, fui incapaz del compadrazgo que necesita la amistad entre escritores. No soy benévolo con los libros de los amigos, más bien todo lo contrario. Para que no me acusen de parcialidad, a veces me excedo en subrayar los aspectos negativos. Claro que peor lo llevan aquellos que no reseño. Es fácil ser amigo de un escritor si admiras su obra. En caso contrario, por mucho que intentes disimularlo, acabará notándolo y se acabó el buen rollo. Amigos en cuyo hombro llorar creo que no tengo ninguno, pero tampoco los echo en falta. Me eduqué en esa época en que los hombres no lloraban, o al menos no lo hacían delante de nadie. ¿He traicionado a algunos amigos? Traicionar es una palabra demasiado solemne, pero defraudar probablemente sí. Y he sido innecesariamente cruel al comentar ciertos libros, la tesis sobre Ángel González de este (a la que dedicó media vida) o la torpona edición de los aforismos de Juan Ramón Jiménez de aquel. También me ha defraudado algún amigo, pero no en asuntos que tengan que ver con la vanidad literaria. En ese aspecto, nadie puede hacerme más que rasguños. Yo sé quién soy, y el éxito me gusta tanto como cualquiera, pero lo necesito menos que nadie. Otras cosas necesito más, pero he aprendido a vivir sin ellas.

Lunes, 8 de marzo
BACALAO CON TOMATE

Nada más contrarrevolucionario que la estupidez. Y nada más contrario a la salud pública, por cierto (pero no quiero volver a esa historia). Leo La insurrección revolucionaria del sargento Sopena, una monografía de Antonio Molina Campos sobre los acontecimientos de Villanueva de la Serena en diciembre de 1933. Acababan de ganar las elecciones las derechas, gracias, entre otras causas, a la eficaz ayuda de la CNT y de la FAI. Esta fue su propaganda: “A los hombres libertarios, a las mujeres que aspiran a vivir una vida mejor, a los ciudadanos que pugnan por una España libre, a todos los seres, en fin, de humanos sentimientos, les decimos: ¡No votéis!”. Las derechas, en cambio, hasta sacaron a las monjas de clausura de sus conventos (era la primera vez que las mujeres votaban) para no desperdiciar ni un solo voto. Los libertarios pedían no votar y practicar la “gimnasia revolucionaria”: armarse, ocupar ayuntamientos, enfrentarse a las fuerzas del orden. El sargento Pío Sopena, con poco más de media docena de exaltados y descerebrados, ocupó por sorpresa la Caja de Reclutas de Villanueva. Ya sé que es fácil criticar desde hoy los errores de ayer, pero resulta difícil no hacerlo. Yo prefiero quedarme con los pequeños detalles de aquella historia. Cuando el sargento Sopena salió de casa por última vez, su mujer estaba preparando un guiso de bacalao con tomate y él cogió un pedazo y salió saboreándolo; esa anécdota –fue la última vez que le vio-- la oiría contar su hija, informante del historiador, infinitas veces. Al ocupar la Caja de Reclutas encerraron en el calabozo a los soldados que allí se encontraban, y que no quisieron sumarse a la rebelión, pero a uno de ellos, Ángel Chamizo Tapias, le encargó Sopena que fuera a comprar café para los sublevados al café de enfrente. Naturalmente lo que hizo fue ir a informar al cuartel de la Guardia Civil, que de ese modo se enteraron de lo sucedido. Murieron todos los sublevados menos uno, Luis Mejías Guisado, que salió con los brazos en alto y quiso entregarse. Fue de inmediato abatido. Se acercaron a él un número y un teniente de asalto, según cuenta el diario El Socialista. El guardia quiso rematarlo de un tiro, pero el teniente le dijo: “No maltrates la munición con un fiambre”. Con motivo del disparo de un cañón, hubo una avería en los cables eléctricos y se apagó la luz. Al volver a encenderse, el cadáver había desaparecido. Moriría de verdad Luis Mejías otro día de diciembre de cinco años después. Fue detenido cuando las tropas franquistas ocuparon Villanueva. El día de su fusilamiento, al llevarle su mujer comida, le dijeron: “Allí donde va tu marido, no la va a necesitar”. A Pío Sopena, convertido en héroe para los suyos, le dedicaría un poema una adolescente muerta trágicamente menos de un año después: “Pío Sopena, sargento de la Infantería roja. / Seis eran los suyos, seis armados con seis pistolas, / siete contra setecientos y siete ametralladoras. / Os tiró la casa encima la Artillería facciosa. / Entierro de terremoto. Funeral de cien mil bombas. / Ni siquiera te encontraron entre las tapias ruinosas. / Pensaron que habías huido y estabas muerto y con losa”. No sabía yo que Aida Lafuente, la Rosa Roja de la Revolución del 34, era también poeta. Cuánta sangre estúpidamente derramada y con la mejor de las intenciones.

Martes, 9 de marzo
LULA, LULA

Con alegría me entero de que han sido revocadas las condenas contra Lula da Silva, un político que siempre he admirado, y que podrá presentarse de nuevo a las elecciones en Brasil. Pero leo sus declaraciones y mi admiración disminuye un tanto. Acusa a Bolsonaro de retrasarse en la vacunación y eso –dice textualmente—es “casi un genocidio”. Pero unas páginas más allá, en el mismo diario que publica sus declaraciones, me entero de que en Japón no hay ni un solo vacunado todavía, la vacunación comenzará en abril. ¿Pedirá Lula que se lleve al emperador del Japón al tribunal de la Haya por genocida?

            ----¿Te vas a vacunar o no, Martín?, me pregunta insistentemente mi amigo José Luis Piquero, deseoso de ponerme la etiqueta de terraplanista antivacunas y colocarme en la picota, como a Bosé y a Victoria Abril.

            ----Por supuesto. Yo, si me apuntan con una pistola o me amenazan con una multa (si Núñez Feijoo quiere que sea de seiscientos mil euros, seguro que aquí llegan al millón); soy capaz de cualquier cosa.

            ---¿O sea que voluntariamente no lo harías?

            ----Correcto. Pero será más fácil librarse de la enfermedad que de los presuntos remedios contra la enfermedad. Esas vacunas experimentales (qué bien hacen en Japón es esperar a ver qué pasa) son un negocio más lucrativo que el de la droga, y encima casi enteramente legal. Su capacidad de comprar políticos, médicos, epidemiólogos y medios de comunicación deja chiquito al de Pablo Escobar.

            ---¡Eres un conspiranoico!

            ---Pero no un héroe. Si me obligan, pongo el brazo (o lo que sea). Pero tienen que obligarme, no firmaré ningún consentimiento. Cornudo y apaleado, de ninguna manera.

Miércoles, 10 de marzo
PARA UN HOMENAJE

“Llega un momento en que el tiempo nos alcanza”, escribió Cernuda. ¿Me ha alcanzado ya a mí? Mi impresión es que no, que todavía corro más deprisa que él, pero quizá sea una falsa impresión. Me he pasado la vida hablando de los libros de los demás y me he acostumbrado a que de los míos no se hablara. Lo he sentido por los editores, faltos de la publicidad gratuita (¿Gratuita? Que se lo pregunten a los editores de Cercas, ellos saben cuánto les ha costado cada adjetivo elogioso a Independencia) que proporcionan los Babelias y otros suplementos más o menos culturales, pero esta tarde se presentaba Leer la vida y no era un libro mío ni un libro mío sobre otros autores, sino un libro sobre mí. Afortunadamente, como se trataba de una presentación digital, podía desactivar el vídeo y escuchar sin que se viera mi cara en la pantalla. Recordé aquel congreso en Oporto sobre Eugénio de Andrade en el que este asistió a todas las sesiones y sonreía y asentía complacido ante la sucesión de rituales elogios. Yo me defiendo muy bien ante los ataques, pero ante los elogios, sean sinceros o mera cortesía, nunca sé qué cara poner. Y no por modestia, que no es mi fuerte, ni falsa ni verdadera, sino por superstición: pienso que, después de un homenaje, lo único que le queda a uno es molestar lo menos posible y morirse pronto. Yo no tengo ninguna gana de lo primero ni ninguna prisa de lo segundo, la verdad. Espero seguir dando guerra y fastidiando a unos y a otros, a los Vilas y a los amigos, para que no incurran en el error de considerarme una gloria local que ya va siendo hora de que deje el sitio libre.

Jueves, 11 de marzo
DEJADME SALIR

Anda revuelto el ruedo ibérico con la última pirueta de Ciudadanos. Políticamente estoy en el extremo opuesto de Díaz Ayuso, pero en el fondo –aunque esto no lo reconocería jamás ante nadie-- me gustaría que arrasara. Así se demostraría que encerrar, maltratar, humillar a los ciudadanos, aunque sea con pretexto sanitario, no da votos. A ver si hay suerte y, gracias a ella (¡quién lo diría!), vuelve la cordura y nos vuelven a dejar vivir en libertad.



 

 

 

 

 

Después y todavía: Lances entre caballeros

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Sábado, 13 de marzo
FRUSTRADO ESPADACHÍN

¿Qué habría pasado si yo, en lugar de comenzar a reseñar libros en torno a 1975, comenzara un siglo antes, como Clarín? Pues que habría tenido que dedicar buena parte de mi tiempo a practicar la esgrima y el tiro de pistola. El Código de Honor del marqués de Cabriñana dice así en su primer punto: “Toda acción u omisión que denota descortesía, burla o menosprecio hacia una persona o colectividad honrada, se considera ofensa si se realiza con intención de perjudicar la buena opinión y fama del que se sienta ofendido”. ¿Y cuáles son las ofensas por omisión? Pues “las abstenciones o negligencias intencionadas realizadas con ánimo de molestar al negar el saludo a un caballero, al retirar la mano que un antiguo amigo nos ofrece, al volvernos de espaldas cuando alguien nos dirige la palabra o al abandonar en masa los escaños del salón de sesiones del Congreso en el momento de pedir un diputado la palabra”. Clarín, por las chocarrerías hirientes de sus paliques, tuvo que batirse más de una vez. Recuerdo ahora su enfrentamiento con un antiguo admirador e imitador, Emilio Bobadilla, Fray Candil, en el que resultó herido.  A Fray Candil se le escuchó con chulería mientras curaban al escritor: “Afirmaba Clarín que iba a ser cosa de coser y cantar y acertó: yo canto y a él le cosen la cara”.

            El duelo estuvo siempre –salvo en tiempos medievales-- prohibido por la ley, pero era obligatorio para quien se consideraba un hombre de honor y quería que los demás siguieran considerándolo así. Se reedita ahora el libro del marqués de Cabriñana Lances entre caballeros y yo lo leo con asombro. Durante todo el siglo XIX, y hasta bien entrado el siglo XX, el duelo era frecuente y no escandalizaba a nadie. Blasco Ibáñez estuvo a punto de morir en 1904. Tras una manifestación disuelta por la fuerza frente al Congreso, escribió: “Lo de ayer fue una canallada y hay que llamarlo por su nombre. Los guardias empezaron a repartir sablazos y yo, que estaba hablando con un correligionario, recibí el sablazo de un tenientillo, digno discípulo de los señores ministro de Gobernación y gobernador de Madrid”. La palabra “tenientillo” fue entendida como una ofensa al ejército. Al ser los militares los ofendidos, podían elegir el arma y escogieron la pistola de combate, la más letal. Para defender su honor eligieron al teniente Alestuey, campeón de tiro. Blasco, totalmente inexperto en el uso de la pistola, se salvó de milagro: el segundo disparo del “tenientillo” le impactó de lleno, el escritor dio un salto en redondo y cayó al suelo, pero resulta que no había sangre, sino solo un gran hematoma en el vientre: la bala había sido detenida por la hebilla del cinturón.

            ¿Cuántos ofendidos he dejado yo atrás en casi cinco décadas de comentar libros y casi otras tantas de escribir y publicar diarios? Seguro que, de vivir en aquel tiempo, sería ya el más experto espadachín y un campeón de tiro o estaría en el otro mundo.

            La hipocresía de las leyes –los mismos magistrados que debían aplicarlas recurrían al duelo para reparar ofensas-- no fue capaz de acabar con esa costumbre. Hizo falta un cambio de mentalidad. Todavía en la posguerra, Millán Astray se sintió ofendido por Santiago Bernabéu que, al parecer, le hizo un mal gesto mientras asistían a un partido de fútbol, y quiso retarle a duelo.  Desde el Pardo le llegó la advertencia de que se dejara de tonterías.

Domingo, 14 de marzo
SOY COMO SOY

----Eres arrogante, despectivo, te empeñas en que la razón está siempre de tu parte…

            Algo bueno tienen las riñas de pareja (o similar), que te enteras de lo que hubieras preferido no enterarte: lo que de verdad piensan de ti quienes creías que te querían bien.

 

Lunes, 15 de marzo
GIRO DE GUION

La noticia me la da Jose, el camarero de Los Porches: “¿Se ha enterado? Dimite Pablo Iglesias para presentarse como candidato en Madrid”. “Primera victoria de Isabel Díaz Ayuso. Como esto siga así, antes de que nos demos cuenta la vamos a ver en la Moncloa”. “¿Y por qué dimitiría? Aunque ganara la izquierda, él no pasaría de ser vicepresidente de la Comunidad; es raro que aspire a un puesto menor que el que tiene, y si no gana la izquierda ¿qué hace de diputado en una comunidad autónoma?”, “Parece que la pandemia nos ha vuelto tontos a todos, amigo Jose, pero algo bueno tiene este ‘bombazo informativo’, por unos días nos quitarán las estadísticas de fallecidos y contagiados de la portada de diarios y telediarios”.

Martes, 16 de marzo
MEA CULPA

“Soy despectivo, arrogante, me empeño en tener siempre razón… ¿Qué tendría que hacer para ser mejor?”, le digo a mi psicoanalista.

            “¿Para ser mejor o para ser el mejor? No es lo mismo, sino más bien todo lo contrario”, me responde desde el confesionario.

Miércoles, 17 de marzo
LAS RAZONES OCULTAS

Como cada vez entiendo menos lo que pasa en el mundo (cosas de la edad, aunque yo llevo no entendiendo ciertas cosas desde los veinte años), pues voy a acabar creyéndome las más disparatadas teorías conspiratorias. Adolfo Suárez dimitió para tratar de evitar un golpe de Estado. ¿Para qué dimite Pablo Iglesias? ¿Para mortificar su vanidad convirtiéndose en un diputado al frente de una minoría inoperante en la comunidad de Madrid? ¿Para darle una alegría a su principal rival política? “España, me debes una”, tuiteó Ayuso ante el aplauso de media España (o de cuarto y mitad). Parece que a Pedro Sánchez le mandó un mensaje privado similar: “Pedro, me debes una; te he quitado una piedra del zapato”. La explicación más inverosímil va a acabar siendo la única posible: un chantaje en el que intervienen la mafia rusa, cuatro o cinco banqueros y un inviolable.

Jueves, 18 de marzo
GRACIAS, MARQUÉS

En el prólogo a Lances de caballeros, el libro del marqués de Cabriñana que he estado leyendo estos días, cuenta su sobrino nieto Juan de Urbina una anécdota que pone una nota de humanidad en la guerra civil. Julio de Urbina, marqués de Cabriñana, fue un personaje fascinante que destacó en todos los deportes de su tiempo: “gimnasia, equitación, esgrima y ciclismo”. Teórico del duelo, al que intentó regular con un Código de Honor, también fue un activo participante: “Cuando la efervescencia de los procesos municipales, allá por los años 1895 y 96, salía a dos o tres mensuales”. Esos “procesos municipales” se refieren a su denuncia, como activo periodista que también era, “de que en el Ayuntamiento de Madrid se estaban realizando por algunos concejales graves actos inmorales e injustos, con terrenos y calificaciones urbanísticas, en beneficio propio y serio perjuicio de madrileños de condición económica modesta”. Los artículos del marqués denunciando la corrupción llevaron finalmente a la dimisión del alcalde, pero él se vio retado por algunos ofendidos e incluso sufrió atentados personales. En julio de 1936, viudo y con dos hijas, se encontraba enfermo en su casa de la Carrera de San Jerónimo. Un día llamó a la puerta una patrulla anarquista que pretendía hacer un registro. Les abrió su hija Josefina. Quien llevaba la voz cantante se fijó en un retrato enmarcado. “¿Por qué está esa fotografía ahí?”, preguntó. “Porque es la del dueño de esta casa, que no ha salido a saludarles a ustedes porque no puede; está enfermo en la cama”. El jefe del destacamento cambió de actitud al oírla: “Perdone, señora, no lo sabía. Mi padre me dijo muchas veces, cuando yo era niño, enseñándome la fotografía del suyo: ‘si alguna vez te encuentras con este hombre, ponte a sus órdenes y ayúdale en lo que te pida. Porque él fue el único que en un asunto muy grave defendió al pueblo de Madrid, jugándose incluso el pellejo”. Dio inmediatamente la orden de retirarse y durante toda la guerra –o eso se contaba en la familia-- una pareja de anarquistas vigiló la casa del marques de Cabriñana para que nada le ocurriera a él ni a sus hijas.

Viernes, 19 de marzo
PARA UN MANUAL DEL RESISTENTE

            Dóblate como un junco cuando sople el vendaval, pero recobra tu postura en cuanto pase de largo.

Finge sumisión.

            No presentes batalla hasta que no estés seguro de que vas a ganarla.


 

Después y todavía: Una adivinanza

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Sábado, 20 de marzo
LA OFENSA

Rosa Navarro Durán me envía un número de la revista El ciervo, de marzo de 1983,con un homenaje a Jorge Guillén, que por entonces cumplía noventa años, en el que participo. No conservaba yo esa revista ni recordaba mi texto, pero sí lo mal que le sentó al homenajeado. Escribió a todos los participantes agradeciéndoles su colaboración, menos a mí. Como era un caballero a la antigua, le pareció que esa era la manera más contundente de mostrarme su indignación. A Jorge Guillén le había admirado mucho y le seguía admirando, pero menos. Entre los colaboradores –José Manuel Blecua, Carlos Bousoño, Francisco Brines, Ricardo Gullón--, me encuentro con Gerardo Diego, todavía vivo y activo. ¿Había razón para que Guillén se enfadara conmigo o era solo un caso, como en Miguel d’Ors, de exceso de susceptibilidad? Sospecho que la había. Mi colaboración consta de tres párrafos. En el primero, doy cuenta de mi deslumbramiento adolescente al descubrir el inicial Cántico, el de 1928, en la biblioteca de Avilés, y selecciono el poema que comienza “Oh luna, cuánto abril” (el homenaje consiste en una breve antología comentada); en el tercero, reproduzco un poema dedicado a la muerte de Marco Aurelio. El párrafo central podía habérmelo ahorrado. Lo leo ahora con rubor y cierta sonrisa. Soy yo de cuerpo entero, aunque los años creo que me han enseñado a ser un poco menos sincero. Tras las muestras de admiración, añado: “Pero el amor es exigente. Mi adoración no le podía permitir a Guillén las frecuentes caídas que él se permitía a sí mismo. La calderilla manuscrita dispersa en tantas revistas, los obesos volúmenes que no desdeñaban recoger los ripios circunstanciales (“Asomante”, “El abanico de Solita”, toda esa profusa contribución guilleniana a las mil peores poesías de la lengua española) fueron recibidos por mí como inesperadas e incomprensibles traiciones. El resentimiento del amante engañado explica mis frecuentes referencias desdeñosas a la poesía de Guillén”.

            Ahí queda eso. Le digo en un homenaje que es el autor de algunas de las mil peores poesías de la lengua española y, por si alguien lo duda, pongo ejemplos. Unos años antes, un caballero no se habría limitado a mostrarme su desprecio con el silencio; me habría enviado a sus padrinos y a un representante (ya no estaba en edad de hacerlo por sí mismo) para lavar la ofensa con un duelo a primera sangre.

Domingo, 21 de marzo
MONK

Debo de ser la única persona del mundo, entre los que más o menos se las dan de intelectuales, que nunca ha hablado mal de la televisión. En sus desganadas y disparatadas Notas para unas memorias que nunca escribiré, Juan Marsé no se priva de hacerlo reiteradamente: “El problema de la televisión es que los diversos canales compiten no para ser mejores, sino para ofrecer más y mejor basura, pues sabe que la audiencia quiere eso, basura”. No ofrecerán más que basura, tosco Marsé, pero hay tantas infinitas formas de basura que uno acaba encontrando siempre la de su gusto, como en la basura informativa de cada día.

Yo solo veo la televisión, después de cenar, como distracción que me ayuda a desconectar y a dormir luego como un bebé, que es como suelo dormir a pesar de que ya no soy precisamente un bebé. Prefiero las viejas series, capítulo a capítulo, como quien escucha una reiterada nana. Ahora le toca el turno a Monk, que repesco en una rara cadena de la que no había oído hablar. Cuando la vi por primera vez, hace más de una década, el protagonista, que padece un trastorno obsesivo-compulsivo, era un enfermo con muchas dificultades para la relación social que podía resolver los crímenes más intrincados gracias a su prodigiosa inteligencia. Ahora le veo pedir una toallita húmeda cada vez que no puede evitar que alguien le dé la mano y compruebo que se ha convertido en una persona de lo más normal. Los raros, los extraterrestres, son el resto de los personajes de la serie, esas personas que se abrazan cuando se encuentran, que se dan un beso de despedida, que se cruzan por la calle sin apartarse unos de otros, que no se pringan las manos con gel antes, durante y después de tocar cualquier cosa. Ahora todos somos Adrian Monk (sin su inteligencia, claro está).

Lunes, 22 de marzo
OTRO HOMENAJE

Me llega hoy un nuevo número de El Ciervo, correspondiente también a marzo, como el dedicado a Guillén, pero de 38 años después, y en él se homenajea a otro poeta, Francisco Brines, en este caso no con motivo de los noventa años, cerca le anda, sino del Cervantes. Colaboran buenos poetas y buenos amigos míos, como Susana Benet y Abelardo Linares, pero naturalmente yo, que fui uno de sus grandes admiradores, no fui invitado. Seguro que Brines insistió especialmente ello, quizá no había olvidado –él también participaba-- lo que dije de Guillén. Se lo comentó horrorizado a Fernando Ortiz, muy amigo mío por entonces. Pero no tenía nada que temer. Yo ahora he aprendido a ser más diplomático. Podría redactar vacuas vaguedades elogiosas, de esas que no interesan a nadie, tan bien como cualquiera. Y además Brines, muy elegantemente, con la edad ha decidido escribir cada vez menos, no cada vez más, al contrario que Guillén.

Martes, 23 de marzo
EN LA CIUDAD PROHIBIDA

Gijón lo tengo al lado, a media hora de autobús, pero como unas veces no me dejaban salir de Oviedo y otras no me dejaban entrar en él, hacía tiempo que no me acercaba hasta allí. Esta mañana soleada, anticipándome a los futuros cierres con motivo de la Semana Santa, he recorrido el paseo del Muro y luego he seguido por la Providencia. No hay mal que por bien no venga, dice la sabiduría popular. Y estos días lejos del familiar Gijón, estos días raros que serán tan difíciles de entender dentro de unos años, estos días en que para “proteger” nuestra salud se nos prohibía pasear a solas a la orilla del mar (resulta increíble, lectores del futuro, pero es rigurosamente exacto, una inverosímil verdad, no una fábula kafkiana), me hacen redescubrirlo. Primero me siento como en la Promenade des Anglais, luego en Biarritz o en Arcachon. Toda la mañana, todo el mar y todo el sol para mi solo.

Por las noches, antes de dormirme, sueño con viajar lejos mientras veo la cadena Viajar. “San Diego es como un Los Ángeles más compacto, sin autopistas de por medio”, le escucho decir a Michael Portillo, Y yo la añado de inmediato a las ciudades en las que me gustaría vivir. Tampoco está mal Gijón, pienso esta mañana de un tiempo raro en que la ciudad de al lado puede convertirse de pronto en otra Ciudad Prohibida, como la de Pekín, y en el más exótico de los destinos, si el Adrian Monk que hace y deshace en Asturias se levanta con el pie cambiado. Habrá que estar atento a sus próximos coletazos porque a principios de mayo parece que se le acaban los superpoderes y querrá disfrutar de ellos hasta el último minuto.

Miércoles, 24 de marzo
DESTRUIR REJUVENECE

“No hay mal que por bien no venga”, me repito. Cada día me gustan más las tertulias digitales a las que hemos tenido que recurrir obligados por las circunstancias. Desde las siete hasta las diez y media, me lo paso pontificando, interrumpiendo, debatiendo, comentando, destrozando poemas propios y ajenos. Y de momento –llevamos ya unos cuantos meses-- los contertulios no se han cansado de mí y son capaces de llevarme razonadamente la contraria, o de intentarlo, que no siempre resulta fácil. Sometemos a los poemas a una prueba de resistencia, les buscamos todos sus fallos, no les perdonamos una. Ese es mi deporte favorito –no solo con los poemas-- y creo que no se me da nada mal. Pero tengo que contenerme un poco, que aprender diplomacia, sobre todo si el autor está presente, para que no se aceleren las deserciones y acabe convirtiéndose en un juego solitario.

Jueves, 25 de marzo
UNA Y NO MÁS

 Soñé que acababa el mundo y que Dios suspiraba aliviado. “Una y no más, Santo Tomás”, dijo santiguándose.

Viernes, 26 de marzo
NI CUBA NI VENEZUELA

¿En qué país fue posible que un jefe del Estado, que había jurado “cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes”, se dedicara durante cuarenta años a incumplir la Constitución y las leyes, no ya sin que nadie le llamara al orden, sino con la complicidad del gobierno, la fiscalía, la prensa? Doy una pista: no se trata de Venezuela, tampoco de Cuba.

            Si ya ha adivinado el nombre del país (tampoco es tan difícil), pero no se explica cómo pudo ser posible, le aconsejo que vaya a la librería más próxima y compre el libro de Ana Pardo, Albert Calatrava y Eider Hurtado La armadura del rey. La justicia española, espoleada y avergonzada por la Suiza, ha comenzado a indagar, muy poquito a poco para no enfadarle, en las andanzas del gran trapisondista, pero con sus cómplices por acción u omisión todavía no se atreve. Y no se atreverá nunca, me temo, pero este libro ayudará a sacarles a muchos, no solo a los compinches, los colores. A mí el primero, que voté una y otra vez al peor de todos.



 

Después y todavía: Me rindo

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Sábado, 27 de marzo
NUBES NEGRAS

¿De dónde vienen esas nubes negras que de pronto me nublan la felicidad de la tarde? Las conozco bien, son viejas amigas, las tengo encerradas en el sótano y en cuanto me descuido se escapan para hacer de las suyas.

Domingo, 28 de marzo
NOS VEMOS EN EL CAMINO
 

Nadie menos nómada que yo, pero Nomadland también habla de mí. Salgo del cine, esa costumbre recuperada (¿hasta cuándo?), con los ojos húmedos, lleno de gratitud y dolorida felicidad.

Hay un momento de la película en que la protagonista, para ayudar a un joven que no sabe cómo escribirle a su novia, le recita un poema, el que ella recitó el día de su boda: “¿Deberé compararte a un día de verano? / Tú eres más deleitoso y apacible”. Lo reconozco de inmediato. Se trata de un soneto de Shakespeare. Y qué bien suenan siempre los poemas en la pantalla. Pero a Shakespeare le ganan las palabras de una mujer de 75 años, que sabe que le quedan pocos meses de vida y dice que no le importa. Ha vivido una vida larga y plena y no le preocupa decir pronto adiós, sino que la atormenten antes en un hospital. Enumera unos cuantos momentos de plenitud y yo pocas veces he escuchado palabras más hermosas.

Fern, la protagonista, una maravillosa Frances McDormand, lo ha perdido todo, pero por ella sentimos envidia, no compasión. Cuando flota desnuda sobre aguas transparentes, cuando pasea en soledad por un laberinto de rocas, cuando recuerda a su marido y a su vida feliz en Empire, la ciudad destruida por la crisis del 2008, cuando sostiene a un bebé y siente su diminuta mano en la suya, es difícil no admirarla, no querer ser como ella: fuerte y vulnerable, dueña de su destino.

¿Seguirá habiendo salas de cine dentro de unos años? En las grandes ciudades, sí, como las salas de teatro, pero en las pequeñas me temo que solo habrá ciclos en las Casas de cultura patrocinados por los Ayuntamientos. Tendremos, como ahora, todas las películas que queramos en el salón de casa, pero la emoción no será la misma. Yo ni siquiera habría sido capaz de ver Nomadland de esa manera. Es una película lenta, casi un documental a ratos, con momentos demasiado heridoramente emotivos, que yo trato de eludir: a los diez minutos, habría cambiado de canal. Ante la gran pantalla, en la gran sala casi vacía (ahora todas las salas están casi vacías), no tenía escapatoria: la vida es amor y dolor, belleza y pérdida, y durante un tiempo sin tiempo yo también fui el tímido Dave y la fuerte Fern y recorrí el Oeste americano como los antiguos pioneros, perdiendo y encontrando, encontrando y perdiendo, sabiendo que nada se pierde porque nada se tiene.

Lunes, 29 de marzo
EN QUÉ MARES

La errabundia de este lunes me lleva, ya atardecido, hasta la Concha de Artedo, desaparecida la playa a esas horas bajo la marea alta. Camino por la senda de madera, sobre los cantos rodados que la cercan, hasta el puente sobre el río Uncín, No se puede acceder a él. Un golpe de mar ha arrancado los tablones de madera. A la memoria me vienen viejas historias de naufragios y unos versos de José del Río Sainz “Ante las rocas grises, cenicientas, / el corazón sobrecogido late; / parecen unas grises osamentas / tendidas en un campo de combate. / Se oye el rumor de la resaca sorda / que en nuestras almas temerosa zumba, / mientras pensamos en silencio todos / en qué mares tendremos nuestra tumba.”

 

Martes, 30 de marzo
NOTICIA Y PROFECÍA
 

La noticia: “Apalean a un burro por andar de noche por lugares solitarios sin una de las albardas obligatorias”.

            La profecía: “Van a acabar con toda la población asnal bajo el peso de tantas alforjas”.

Miércoles, 31 de marzo
ADÁN

----¿Qué te parece, Martín, que el gobierno de España haya decidido copiar al presidente del Principado, tan ridiculizado por ti, y declare obligatorio el uso de mascarilla en cualquier espacio al aire libre aunque no haya ni una persona en cien kilómetros a la redonda? ¿Qué te parece que haya que bañarse con mascarilla o llevarla en una bolsita impermeable y ponérsela en cuando uno asoma la nariz fuera del agua, aunque nade solo lejos de la costa?

            ----¡Qué me va a parecer! Repito una vez más los versos de Echegaray: “Contra las olas del mar / lucho con brazos viriles. / Contra idioteces serviles, / no hay manera de luchar”. O sea que me rindo. Que hagan lo que quieran, que maltraten todo lo que quieran a la ciudadanía --o a lo que antes era ciudadanía, ahora temeroso rebaño--  y cuiden bien al virus para que siga muchos años más con nosotros. Yo me rindo.

            ----¿Y qué te parece eso de que la policía persiga, y con el menor pretexto apalee, a quienes andan solos por la noche? ¿Qué te parece que pueda entrar, previa patada en la puerta, si sospecha que en ella más de seis, o quizá solo más de cuatro, personas están pasándolo agradablemente?

            ----Me rindo, me rindo, ya te digo. Yo no tengo más arma que la razón. ¿Y cómo se puede razonar con quien a las razones contrapone la policía y, si no lo considera suficiente, el ejército? A rendirse tocan –a la fuerza ahorcan--  y a aguantar los años que nos queden de tontemia, que no serán pocos, con vacunas o sin ellas. Y no tengo mala conciencia por dejar de luchar. Creo que ya he hecho lo suficiente. Si la gente está de acuerdo (creo que España es el único país del llamado primer mundo donde no ha habido protestas en la calle, aunque sí manifestaciones para pedir “una ayudita, por favor”), pues con su pan y su mascarilla (se baja un poquito y un bocadito, se baja otro poquito y otro bocadito) se lo coman. Yo no quiero ser como don Quijote apaleado por los galeotes a los que intenta liberar. Me rindo, ya te dije.

            ----No te acabo de creer.

            ----Me rindo y veo el lado bueno de la situación. Antes casi no me atrevía a pisar una playa nudista porque me daba vergüenza encontrarme con un vecino o una compañera de la Facultad. Ahora, como tendré que estar con la cara tapada, no hay problema. Me pongo las gafas de sol y el incógnito es total. ¡Cómo voy a disfrutar haciendo el Adán entre las olas o sobre la arena!  

Jueves, 1 de abril
LA CLAVE DE LA FELICIDAD 

Tener un gran amor imposible y muchos pequeños amores posibles, esa es la clave de la felicidad. A mí ya solo me queda, como cuando era menos joven, tener un gran amor imposible.

 

Viernes, 2 de abril
V
IVA LA CONSTITUCIÓN

Lee un amigo la reseña que dedico hoy en el periódico al libro La armadura del rey y me llama burlón: “O sea, que todo el mundo –políticos, periodistas, jueces, catedráticos—han entendido mal lo de la inviolabilidad del rey, todo el mundo menos tú.”

----Eso parece.

----¿Y no resulta más lógico pensar que eres tú el equivocado?

----Pero es que no lo digo yo, sino la Constitución. Lee el artículo 56.3 completo, algo que nadie suele hacer.  El rey es inviolable en todos aquellos actos que no puede realizar sin el refrendo del gobierno, que asume la responsabilidad de los mismos. Esos actos, ante el menor indicio de criminalidad, deben ser investigados para poder exigir a quien corresponda –el presidente del gobierno o uno de los ministros-- la responsabilidad de los mismos. A los actos del rey que no necesitan refrendo del gobierno no les afecta la inviolabilidad.

----Esa es tu opinión.

----Eso lo que dice la Constitución, salvo interpretación contraria del tribunal constitucional que, por lo que yo sé, hasta la fecha no se ha pronunciado al respecto. Si ese tribunal interpreta que la Constitución permite al rey robar o matar, sin refrendo del gobierno, amparado en su inviolabilidad, pues yo lo acataré, pero hasta entonces me fío más de lo que afirma textualmente la Constitución que de Adriana Lastra o de cualquier catedrático de derecho constitucional.



Después y todavía: Sumisión vacuna

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Sábado, 3 de abril
TALISMÁN

El pequeño Martín, que ha pasado la semana en Arnedo acompañando a su padre --le ha tocado estrenarse como profesor por aquellas tierras--, me trae como regalo una moneda que se ha encontrado cerca de la iglesia de San Pedro, en Enciso, el pueblo famoso por estar lleno de huellas de dinosaurios. Está muy gastada, se nota que ha ido durante años de mano en mano, pero se lee claramente una fecha: 1870. Y con más esfuerzo: “Cinco gramos”. En el reverso: “Doscientas piezas en kilog.”  y “Cinco céntimos”, en torno a un león que sujeta un escudo.

            ¡1870! El año en que las cortes votan un nuevo rey, un rey decente (casi un oxímoron en este país), el año en que Galdós publica su primera novela, el año en que muere Bécquer, el año en que asesinan a Prim, el año en que Amadeo de Saboya llega a España. ¡Qué bien me conoce Martín! No podía haberme hecho un regalo mejor.

            Parece que al león los guasones españoles lo confundieron con una perra y de ahí que a esta moneda la llamaran “perra chica”, frente a la de diez céntimos, que era “la perra gorda”. ¿Cuántas veces me habrán dicho a mí, cansados de discutir conmigo (yo no me canso nunca) “para ti la perra gorda”? En Asturias, la perra gorda era una perrona. Y yo todavía manejé perrinas y perronas, perras chichas y perras gordas, porque cuando era niño me daban de paga una peseta y con ella se podían comprar muchas cosas.

            En 1870, la peseta era una recién nacida, solo tenía dos años. Y en las primeras pesetas, como en las primeras perras chicas y perras gordas, no figuraba el nombre de España. Un olvido del gobierno provisional que nada tuvo que ver (contra lo que pudiera pensar la carcundia) conque esas monedas se acuñaran en Barcelona.

            El 22 de diciembre murió Bécquer, al parecer a consecuencia de un enfriamiento por regresar a casa viajando en la parte alta del tranvía. Es curioso que también Isabel II falleciera a consecuencia de unas corrientes de aire en su palacio de Castilla: hoy las corrientes de aire –si hacemos caso a nuestras autoridades “sanitarias”, son lo más saludable del mundo. Unos días después de la muerte de Bécquer asesinaron a Prim en la calle del Turco (papeles recientes, de cuya autenticidad algunos dudan, presentan al poeta involucrado con Montpensier en el magnicidio) y el mismo día que matan a Prim desembarca en Cartagena Amadeo de Saboya, que pronto tendría como amante a una de las hijas de Larra. La novela de la historia. Y la otra novela, la de la intrahistoria. ¿Por cuántas manos pasaría esta perra chica que Martín se encuentra a la entrada de una iglesia, escondida entre las piedras? ¿A quién se le caería? Creo que estuvo en circulación hasta 1939, así que yo me imagino que alguien la perdería en los días de la guerra civil. Y ahí estuvo escondida hasta que la encontró el pequeño Martín, que no sale de casa sin volver con algún tesoro del que me hace partícipe. Nunca perdonaré a la mala gente que le tuvo encerrado en casa durante largos meses, a sabiendas –lo sabían todos los que sabían algo de la propagación del virus-- de que no había ninguna razón sanitaria para ello, de que era solo un sacrificio, como el de los pueblos primitivos para propiciar a los dioses. Pagarán por ello, Martín, yo me encargaré de que esa barbarie no se olvide.

Lunes, 5 de abril
MÁS VALE

----¿Es cierto eso de que en los centros de vacunación han colocado un cartel que dice: “Más vale morir con arreglo a las normas sanitarias que vivir con vilipendio de ellas”?

            ----¡Qué va ser cierto! Infundios de los negacionistas. Lo que dice el cartel que se está pensando enviar a todos los vacunódromos es muy distinto: “Más vale enfermar con arreglo a las normas sanitarias que estar sanos con vilipendio de ellas”. Y es hay gente muy irresponsable, incapaz de comprender que la salud pública y los sacrosantos intereses políticos y farmacéuticas están muy por encima de la salud particular de cada uno de nosotros.

Martes, 6 de abril
EN VOS CONFÍO

“¡Santa Isabel Ayuso! Tengo más esperanza en ella que en las vacunas”, me dice medio en broma un amigo madrileño.

----Pues a mí me pasa lo mismo, aunque políticamente siga estando en el extremo opuesto. Lo primero es que nos devuelvan la libertad y la dignidad, que luego ya arreglaremos todo lo demás. Y les arreglaremos las cuentas no solo a los políticos, sino a los expertos sanitarios que avalaron los extremos más pintorescos de la barbarie, como poner el ejército y la policía a vigilar los parques y los bosques para comprobar que nadie paseaba por ellos sin ir acompañado de un perro.

----¡El famoso perro espanta Covid!

----Ahora quien espanta al virus es el humo del cigarrillo. Cómo envidio a los fumadores cuando voy por la calle y veo que son los únicos que pueden quitarse las mascarillas y respirar libremente.

----Vas a acabar repitiendo conmigo: Santa Isabel Ayuso, en vos confío. ¡Quién lo iba a decir! Tú, que estuviste siempre en la izquierda del PSOE; tú, el partidario del derecho a decidir de los catalanes; tú, el primero en no tragarse que la Constitución amparara las corruptelas de ningún coronado…

            ----No será santa, pero ha hecho ya dos milagros. El primero, lograr la salida del gobierno de Pablo Iglesias, que no dijo ni mú cuando encerraron a los españoles en sus casas y cerraron los parques y el campo abierto, que era (no podía no saberlo) lo más saludable que había. El segundo, conseguir que Pedro Sánchez anuncie, un mes antes de que termine, que no va a prolongar el estado de Alarma, poniendo así en ridículo a todos los jefecillos autonómicos (que se amparaban en él para sus palos de ciego) y poniéndose en ridículo a sí mismo porque deja ver a las claras que la permanencia o no del estado de Alarma se debe a razones de conveniencia política, no a la evolución de la pandemia.

            ----O sea, que tú crees que es solo una medida política –no sanitaria-- para contrarrestar el efecto Ayuso.

            ---Exacto.

Miércoles, 7 de abril
EL VENTUROSO ANTIDOTO

“Cada día se nota más que estás en contra de las vacunas. No lo dices claramente, pero se nota, se nota”, me repite una y otra vez en la tertulia digital mi amigo Enrique Bueres.

            ---En contra de las vacunas, no. Uno de mis poemas favoritos del siglo XVIII es la oda de Manuel José Quintana a la expedición americana de don Francisco Balmis para oponer “de la vacuna hidrópica al estrago / el venturoso antídoto”. Estar en contra de estas vacunas exprés, aprobadas deprisa y corriendo por razones económicas y políticas, no es estar en contra de las vacunas en general, como estar en contra de la nefasta Talidomina (que tardó en prohibirse) no es estar en contra de los medicamentos. Estas vacunas, que compiten unas con otras como los yogures en el supermercado, no se aprueban o desaprueban por razones sanitarias, sino políticas y económicas. Por eso se le ponen reparos a la vacuna rusa y no se suspende de una vez por todas la AstraZeneca aunque cuando está en juego la vida de las personas toda cautela debería ser poca.

Jueves, 8 de abril
A FIN DE CUENTAS

¡También Calígula tiene su corazoncito! Ahora nos permite estar una hora más en la calle y tumbarnos en la playa sin mascarilla y no sé cuántas regalías más. Deberíamos besarle la mano generosa.

            La verdad es que me da un poco de pena ese buen hombre. Le espera el terapéutico olvido o el ridículo ante la historia. A fin de cuentas, si ha hecho tanto daño ha sido con la mejor intención y tampoco parece el peor de los burócratas de la política sobrepasados por la situación. Mi amiga Susana Benet me cuenta que se estaba tomando una cerveza al sol tan ricamente y a las seis de la tarde le dijeron que tenían que cerrar la terraza, que si quería seguir bebiendo que se sentara en el bordillo de la acera. A todo hay quien gane.  

Viernes, 9 de abril
SUGERENCIA

Toda vida debería llevar al final una fe de erratas.



 

 


Después y todavía: Aún no

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Sábado, 10 de abril
HISTORIAS DE ESPAÑA

En el mismo hotel Minerva, al lado del Panteón y frente al elefante de Bernini, en que una placa recuerda que se alojó Stendhal, residió durante un tiempo Emilio Castelar. Un día se abre de pronto la puerta de su cuarto y aparece uno de los camareros. “Acabo de impedir que la policía le encuentre. Usted es un hombre célebre y peligroso al que andan buscando”, “Ni una cosa ni otra. ¿Y le han dicho por qué me buscaban?”, “No, solo que tenían la orden de expulsarle inmediatamente de Roma. Dicen que sus libros se hallan en el Índice”, “Es verdad, pero si todos los autores cuyos libros están en el Índice no pueden visitar esta literaria Roma, pocos podrían hacerlo”, “Dicen que usted es amigo de Garibaldi”, “Es verdad”, “Tiene usted mucho valor al venir a Roma con esos antecedentes. Y aún dicen más. Dicen que está usted condenado a muerte”, “Lo estoy. Y en garrote vil, pero no por otro delito que ser liberal y demócrata”, “Ya sabe usted las buenas relaciones que hay entre el gobierno de aquí y los Borbones de España. Los policías me dijeron que querían expulsarle, pero yo me temo que lo que querían era apresarlo, llevarlo a Civitavecchia y entregarlo a la fragata militar que hay anclada en el puerto, donde le ahorcarían de inmediato. Debe usted escapar en el primer tren”, “¿A qué hora parte?”, “A las diez”, “¿Qué hora es?”, “Las nueve y media”.

            Llama Castelar a sus compañeros de viaje –dos jóvenes estudiantes del colegio de Bolonia que recorrían Italia durante las vacaciones de Pascua--, encargándoles que le envien el equipaje a la dirección que más adelante les indicaría y antes de media hora estaba en un tren camino de Nápoles. Abre el periódico que acaba de comprar y lee: “El Papa ha ofrecido Roma al rey de Hannover, destronado y proscrito, porque Roma es un asilo, un refugio eterno para todos los desgraciados”. No pudo por menos de sonreír.

            Un camarero acababa de salvarle la vida. Pocos meses antes lo había hecho una reina, la misma a la que él combatía y a la que había puesto en la picota con su artículo “Un gesto”. Para ayudar al erario público, que estaba en bancarrota, el gobierno de Narváez había decidido vender parte de los bienes de la corona, donar un setenta y cinco por ciento y que la reina se quedara solo con el veinticinco restante. Hubo un clamor unánime alabando la generosidad de Isabel II. Solo Castelar se atrevía a decir que esos bienes que se venderían no eran propiedad de la reina, sino patrimonio nacional, y que su supuesta generosidad encubría un fabuloso negocio. A Castelar, por decir lo que dijo, le expulsaron de su cátedra. Protestaron los estudiantes y se produjo la noche de San Daniel: los soldados tirotearon a pacíficos manifestantes y ocasionaron varias muertes. Un Galdós recién llegado a Madrid fue testigo de ello. Luego se produjo la sublevación del cuartel de San Gil. Fracasada, se fusiló a más de sesenta de los rebeldes, casi todos sargentos. A la reina le parecieron pocos y le pidió a O’Donnell que ejecutara a todos los detenidos, más de mil. El jefe de gobierno se opuso y cuentan que comentó indignado: “¿Pero no ve esa señora que si se derrama tanta sangre llegará hasta su alcoba y se ahogará en ella?”

Castelar, al que se le acusó de estar en trato con los rebeldes, fue condenado a muerte. Se refugió en casa de la poeta Carolina Coronado. Dicen que la reina, sabiendo que la policía había averiguado su escondite, le pidió a otro poeta, Campoamor, que le avisara del peligro. Así pudo Castelar huir a París.

            ¿La reina que quería dar un feroz escarmiento a los sublevados es la misma que permitió escapar a uno de sus presuntos cabecillas, al escritor que un año antes la había avergonzado en la prensa?

            Seguramente una de esas dos anécdotas es falsa, o quizá las dos.

            Cierro el libro, los Recuerdos de Italia de Castelar, cierro los ojos y siento el traqueteo del tren camino del luminoso Nápoles, recién liberado por Garibaldi, “donde la vida es como continua fiesta”.

Domingo, 11 de abril
QUÉ HORROR

Nunca creí que un pretencioso bodrio me iba a divertir tanto. La curiosidad –la película transcurre en Oviedo-- me hace entrar a ver Tristesse, de Emilio Ruiz Barrachina, y desde que un caballo blanco cruza la plaza de la catedral mientras suena Chopin hasta la escena última no hallé cosa en que poner los ojos que no fuera tanto más ridícula cuanto más pretendidamente sublime. No sabe uno que admirar más en esta versión involuntariamente paródica del Ocho y medio felliniano: si las reflexiones del protagonista, si las bandas de gaiteros, si la procesión de Semana Santa, si la ronda por las esculturas, si la historia de la suicida que se cita todos los días a las diez con el protagonista, si el paseo por el Museo de Bellas Artes mientras una voz en off nos dice que visitar museos es muy bueno para los cineastas, si el desfile de moda onírica en el Campoamor…

            “Tú lo habrías hecho mejor, ¿no es cierto?”, se burla un amigo al que le comento la película a la salida de Los Prados. “Cierto, si yo hubiera sido el productor, el que pone el dinero, lo habría hecho mejor: habría mandado reescribir de arriba abajo el guion, habría despedido al director de fotografía, a la mayoría de los actores y al director de la película. ¿No podría el Ayuntamiento de Oviedo pedir que le devuelvan el dinero invertido en este engendro? Ni siquiera vale como reclamo turístico, aquí Oviedo parece más Puerto Hurraco --según la feliz denominación de Silvia Ugidos-- que nunca”.

Lunes, 12 de abril
MÁS QUE DE SOBRA

Aunque nunca he sido precisamente un don Juan, sino más bien todo lo contrario, algo he aprendido de las artes de seducción: no se trata de pavonearte ante quien te gusta mostrando lo importante que eres, sino de hacerle sentir lo importante que es.

            Nunca he tenido nada de don Juan, siempre he preferido dejarme seducir. Y mis necesidades, en ese como en cualquier otro aspecto, siempre fueron más bien parcas. A mí lo del “mille e tre, mille e tre” de don Giovanni siempre me ha parecido excesivo; yo con solo mil tengo más que de sobra.

Martes, 13 de abril
A MEDIO CAMINO

Qué caprichosa es la historia de la literatura. A José García Nieto se le recuerda, no por sus repeinados poemas, sino porque en los años cuarenta dirigió una revista, Garcilaso, que representaba a la poesía oficial. Debería recordársele porque durante un cuarto de siglo dirigió otra revista, Poesía española, que sirvió de punto de encuentro a todos los poetas, principiantes y consagrados, españoles y americanos, que escribían en español. Gracias a ella entré yo en contacto con la poesía de mis contemporáneos y pude publicar mis primeros poemas. Entre sus reseñistas, estaba Francisco Umbral. Era el mejor de todos. En el número de febrero de 1971, comentando un libro de Carlos Murciano, escribe: “Unos poetas se realizan humanamente en la poesía y otros solo se realizan poéticamente. Unos cantan desde las zonas trágicas del ser y otros desde las zonas líricas. Parece lógico que el lirismo debe arrancar del estrato lírico de una personalidad, pero si arranca de un poco más adentro, tanto mejor. Puesto que la poesía es una alquimia transformadora del barro en oro, conviene ponerle mucho barro. La poesía es hacer oro a partir del barro, no a partir del oro. A partir del oro se acaba haciendo, quizá, oropel”.

            Hay poetas que del oro hacen oropel, pero otros el barro lo convierten en fango. Yo creo que me quedo a medio camino.

Miércoles, 14 de abril
VIVA QUIEN MANDA

¡Cuántas veces habré oído aquellos de que los españoles no eran monárquicos, que eran juancarlistas! ¿Y qué pasa ahora que ese señor al que tanto decían admirar anda por ahí más o menos escondido en un resort de lujo, más o menos perseguido por la justicia, más o menos echado de casa por su propio hijo? Pues que siguen sin ser monárquicos, pero ahora son felipistas.

            ¿Por qué los españoles y las españolas que cuando se les trata de uno en uno suelen ser tan sensatos, cuando se les adoctrina como a un rebaño se comportan como un rebaño bien adoctrinado? Ese es para mí uno de los grandes misterios de la naturaleza humana.

 

Jueves, 15 de abril
DECIR ADIÓS

No sé si debería decirlo, pero a veces prefiero un entretenido bodrio a una obra de arte mayor. Voy leyendo poco a poco, y con una mezcla de congoja y consuelo, el libro de Pia Pera Aún no se lo he dicho a mi jardín (el título procede de un poema de Emily Dickinson). La autora –que enseñaba literatura rusa en la Universidad de Trento-- se retiró del mundo para cultivar su jardín y una insidiosa enfermedad, que la va encarcelando en su cuerpo, se lo va volviendo cada vez más inmenso e inalcanzable. ¿Qué es preferible, morir de un solo hachazo o lentamente, con tiempo para ir despidiéndose de todas las cosas hermosas del mundo? Yo prefiero no tener que decidir. La vida es soportable porque caminamos siempre al borde de un abismo y nos olvidamos de ello. Pero a veces algo nos obliga a mirar. Pia Pera tenía 55 años cuando oyó llamar a su puerta. Hasta el último momento siguió encontrando razones para amar la vida. Y qué difícil resulta en tantas ocasiones.

Viernes, 16 de abril
TODAVÍA

El hombre más afortunado del mundo puede, de un instante para otro, dejar de serlo. Llega el final del día, llega el final de la semana y suspiro aliviado y digo gracias. Gracias porque todavía puedo trotar incansable por las calles y los montes, porque todavía soy capaz de encontrar cada día un libro que me apasione, porque puedo defender mi razón con buenas razones durante horas y horas, porque la historia de la literatura (y la historia de España) es como la historia de mi familia, porque todavía escribo poemas, porque vivo muchas vidas, porque todavía me quedan amigos que no se han cansado de mí (yo no me canso, canso), porque he logrado ser abuelo sin tener hijos, porque todavía no me he cansado de combatir la estupidez de los especialistas, porque todavía me gusto.



 

Después y todavía: Yo, delincuente

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Sábado, 17 de abril
LA QUEMA DE CONVENTOS
 

Me gusta dividir el día, como cuando daba clases, en franjas de más o menos una hora de duración. Poco antes de las nueve me pongo a escribir, a las diez ya me he cansado de escribir. Tranquilamente, atravesando el parque de Santullano, me voy hasta la cafetería de Abbás. Allí leo durante una hora y luego me dirijo a Los Porches, pasando antes por el despacho del Milán. El libro que leo en una cafetería no puede ser el mismo que en la otra, yo necesito cambiar de ocupación. Y no siempre es fácil encontrar tres o cuatro lecturas apasionantes cada día. Pero el azar suele venir en mi ayuda y unas veces es el cartero que me entrega unos envíos al salir de casa, otras el paquete de alguna editorial que me aguarda en el despacho. En la fotocopiadora de la Facultad, me encontré con Gran Bretaña y los Estados Unidos en la vida de Ramón Pérez de Ayala. Se trata de la tesis doctoral de Agustín Coletes Blanco, autor de una espléndida recopilación de los escritos viajeros de Lord Byron. Lo hojeo antes de llevármelo y con lo primero que me encuentro es nada menos que con una defensa, o al menos una justificación, de la quema de conventos que siguió a la proclamación de la República. Pérez de Ayala ha sido nombrado embajador en Londres. En el momento de presentar las Cartas Credenciales, el rey Jorge V se detiene a charlar con él más de lo habitual en estos casos. Lo que ocurrió entonces lo cuenta Ayala en una carta al ministro de Estado, Alejandro Lerroux, que yo desconocía. El rey le expresó su contrariedad “por la quema de los conventos, lamentándolo singularmente por el mal efecto que podría hacer fuera de España la aniquilación de esos edificios históricos y de varias obras de arte a poco de proclamarse la República”. El embajador pidió permiso para responder al rey y este se lo concedió sonriente: “En cuanto a los edificios históricos le dije que, en Madrid, el más viejo databa del año 1892; que eran todos caserones sin mérito artístico ninguno, y que –aunque los incendios hayan sido lamentabilísimos y reprobables--  si nos colocábamos en el punto de vista de la belleza monumental lejos de haber padecido la arquitectura civil se había desembarazado de no mezquinos estorbos para la estética de la futura capital de España. En cuanto a los tesoros artísticos, le dije que aquella misma mañana había yo leído en El Debate, periódico de los jesuitas, la enumeración trágica de los tesoros desaparecidos en la calle de la Flor, y era: una falanje (sic) de un dedo de San Francisco Javier, una mascarilla en escayola de San Ignacio (como hay doscientas), un trozo de Lignum Crucis (como hay varios millones en el mundo), y por ahí adelante. En cuanto a la relación de causa a efecto entre República y quema de conventos, le dije que en todo el siglo XIX se habían quemado conventos con monarquía, y le recordé la semana de Barcelona, bajo Alfonso XIII y con Maura y Cierva; y añadí que quizá uno de los motivos que empujaban periódicamente a los españoles hacia esos actos de violencia anticlerical obedecía a que los españoles vienen oyendo hace siglos a los extranjeros que hasta que no se libren del yugo teocrático se hallarán en las afueras de la civilización moderna y de la libertad política”.

            ¡Menuda lección de historia que le dio el embajador de España al rey de Inglaterra si las cosas ocurrieron así! Más bien parece que está justificando ante el anticlerical Lerroux lo acertado de su nombramiento. Luego pasaría a adular a Franco, que no le hizo ningún caso (e hizo bien) a este republicano que dejó de ser fiel republicano cuando tuvo que abandonar el botín que la república –a la vez que embajador era director del Prado y no se cuántas cosas más--  le había proporcionado.

Domingo, 18 de abril
DUDO DE TODO

Era costumbre en las casas tradicionales españolas hacer de vez en cuando limpieza general y ponerlo todo patas arriba. Lo cuenta Moreno Villa en su libro sobre Nueva York, en el que contrapone la manera de hacer limpieza en Estados Unidos, de habitación en habitación, manteniendo la comodidad del resto del hogar, con la propia de la España de su tiempo en que la casa se volvía inhabitable, toda voces y golpes y arrastrar de muebles, mientras durara el higiénico zafarrancho.

            Yo también hago limpieza general al menos una vez al mes. Lo pongo todo en cuestión, incluso mis creencias más firmes, para ver qué se sostiene y qué es un arraigado prejuicio. Y cuando digo todo, digo todo, incluso aquello de lo que tengo menos dudas. “Hay mucha gente inteligente, algunos buenos amigos tuyos, que creen en Dios. ¿Por qué no admites al menos la posibilidad de que exista un ser superior que ha creado el universo?”,  me pregunto. “Admito que existen exactamente la mismas posibilidades de que exista Dios que de que, en este mismo momento, unos seres invisibles, recién llegados de alguna remota galaxia, anden brujuleando entre los puestos del Fontán”.

Yo lo pongo en duda todo, incluso si la democracia (esa entelequia) es el menos malo de los regímenes políticos posibles, incluso si yo soy tan inteligente como me creo, incluso la conveniencia del matrimonio.

Todo, todo, pero lo que más me cuesta poner en duda es el grado de estupidez colectiva que cierta epidemia viral ha traído consigo. Ya se sabe que a la mayoría de la gente le metes concienzudamente el miedo en el cuerpo y dejan de pensar y puedes hacer con ellos lo que quieras. Pero sin duda hay algo más, de otra manera no se explica el comportamiento de Macron, Draghi y otros líderes políticos. Algún día habrá que estudiar cómo afecta el coronavirus no a los pulmones sino a la función cerebral.

Lunes, 19 de abril
ELOGIO DE LA SOMBRA

No tengo nada de bibliófilo ni de coleccionista de primeras ediciones, pero qué alegría me llevé al encontrarme el borgiano Elogio de la sombra en la librería de viejo del Centro Reto. Los libros de poesía se encuentran un tanto incómodos en las recopilaciones de poesías completas, que es donde yo había leído esa obra de Borges (una de mis favoritas), quieren que los tengamos en las manos exentos, que les prestemos toda nuestra atención. Yo disfruto con esta nueva lectura, en Los Porches, de poemas que me sé de memoria y de otros que había olvidado, o que no había leído nunca. Este libro se escribió en los años en que Borges estaba casado con Elsa Astete y a ella está dedicado uno de los primeros poemas, titulado escuetamente con su nombre: “Noches de largo insomnio y de castigo / que anhelaban el alba y la temían, / días de aquel ayer que repetían / otro inútil ayer. Hoy los bendigo”. Pronto maldeciría esos días de un matrimonio del que tuvo que huir –lo ha contado con detalle Norman Thomas di Giovanni, su eficaz cómplice-- como quien escapa de una cárcel de alta seguridad. El soneto “Elsa” desaparecería pronto de su obra, lo mismo que uno de los versículos –“Es una alta casa del Sur en la que mi mujer y yo traducíamos a Whitman, cuyo gran eco ojalá reverbere en esta página”-- del poema que comienza con “¿Qué será Buenos Aires?”

            Borges es una de las pocas devociones juveniles que conservo; cualquier minucia referida a él me sigue apasionando. Por el colofón compruebo que Elogio de la sombra se terminó de imprimir el 24 de agosto de 1969, el día en que cumplía 70 años, los mismos que yo tengo ahora. Aún tuvo tiempo de escribir muchos libros admirables. El interés por su obra seguiría creciendo. La tirada de Elogio de la sombra fue de seis mil ejemplares; la de El oro de los tigres, de 1972, de ocho mil; la de Historia de la noche, del 77, de doce mil. Unas líneas del prólogo que no tienen sentido en la Poesía completa (“En estas páginas conviven, creo que sin discordia, las formas de la prosa y la del verso”), adquieren su sentido al leer la primera edición, en la que también se incluyen breves relatos –“El etnógrafo”, “Pedro Salvadores”-- que luego pasaron a otros volúmenes. No se entiende muy bien que elimine “Una oración”, poema en prosa de muy borgiano final: “Quiero morir del todo; quiero morir con este compañero, mi cuerpo”. 

Martes, 20 de abril
NO EXACTAMENTE

Me cuenta la directora de la Cátedra Alarcos que ha estado hablando con Jon Juaristi, a quien presento el jueves en el Aula Magna, y que le ha dado un recado para mí: “Dile a García Martín que es un cabronazo. Se ha pasado la vida machacándome por facha y ahora quiere que Ayuso arrase en mayo en Madrid y pronto en toda España”.

Miércoles, 21 de abril
EL CAMINO DEL ÉXITO

¡A cuántas humillaciones tiene que someterse un triunfador para llegar a serlo! Sin arrastrarse no se alcanza ninguna cumbre. Claro que no basta con humillarse y arrastrase para conseguir el éxito, pero si no compras al menos un billete ten por seguro que nunca te va tocar la lotería.

Viernes, 23 de abril
TOQUE DE QUEDA

“Os juro, señor, que si he incumplido las normas de nuestras sabias autoridades, si he puesto en grave riesgo mi salud y la del resto de la ciudadanía, ha sido por causas ajenas a mi voluntad. Verá usted, señor agente, a las ocho de la tarde tuve que participar en un acto académico presidido por el rector de la Universidad. Terminó cerca de las diez y a esa hora nos dirigimos, con el conferenciante invitado, a la terraza del Club de Tenis, donde estaba prevista la cena. A las once en punto, de acuerdo con las acertadas disposiciones de nuestras autoridades, abandonamos el local. Tuvimos que acompañar a la directora de la Cátedra Alarcos hasta su casa y luego tuve yo que llevar  al invitado, Jon Juaristi, hasta el hotel en que se alojaba. Le juro, señor, que yo quería que aceleraran el paso todo lo posible, que quería poner en riesgo mi salud y la de mis conciudadanos el menor tiempo posible, pero la directora de la Cátedra es persona de cierta edad y con dificultades para caminar y además ha de pararse de vez en cuando para recuperar el aliento (cosas de las mascarillas que .—razones tiene la Sanidad que la salud no entiende-- se nos obligan a usar tanto si son necesarias como si no). Cuando la dejamos en su casa, pudimos caminar con mayor rapidez, pero antes de llegar al hotel Principado, a la altura de la calle Uría, vimos que se nos acercaba un coche de la policía. ¿Qué hacemos, Jon? ¿Echamos a correr cada uno por su lado, como en tiempos de Franco, y si nos alcanzan a alguno nos comprometemos a no delatar al otro?, le pregunté a mi acompañante. Pero el coche pasó de largo y yo pude dejarle en su hotel y continuar hasta mi casa en la calle Murillo. Si no fuera por los vehículos del servicio de limpieza y el trasiego de los cubos de basura, el silencio de las calles sería aterradoramente acusador. ¡Llegué a casa cerca de las doce de la noche! Mea culpa, mea culpa, mea grandísima culpa, señor agente. Pero sea piadoso conmigo y que este gravísimo incumplimiento de las sabias normas de nuestro amado líder, que tan eficaces están siendo,  no conste en mi expediente”.



Después y todavía: Tres huevos fritos

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Sábado, 24 de abril
EL DEDO SOBRE EL MAPA

Como en la adolescencia, vuelvo a viajar con el dedo sobre el mapa o con una de esas invitaciones que me salen al paso en las librerías de viejo. En 1940, mal año para andar por esos mundos, Antonio Pérez de Olaguer da su segunda vuelta al mundo. Yo entretengo mis melancolías acompañándole. “¿Qué nos reserva el porvenir?”, se pregunta. “Realmente, después de viajar en uno de estos enormes Savoias, todo puede esperarse. Dentro de cincuenta años se navegará por el aire como hoy se surca el mar. Habrá grandes trasatlánticos aéreos capaces para unos cuantos miles de personas. Este Savoia en que viajo transporta cómodamente a treinta pasajeros. Cada uno de ellos tiene, aparte de un holgado espacio para moverse, su mesita de escritorio para que, durante el viaje, si es financiero, pueda trazar sus números, y si es poeta pueda tejer sus versos. El ancho pasillo permite pasearse y los amplios ventanales asomarse al exterior, como a un balcón, y contemplar el paisaje sin par de las nubes y del sol y del azul, y, allí abajo, el contorno en dilatada perspectiva de la tierra y el mundo, tan pequeños”. Tras una hora de vuelo desde Roma, el avión desciende en la ciudad marítima de Ancona, donde ha de tomar un hidroavión que lo lleve a Trieste: “Al contrario del Savoia  este ‘Hidrovolanti Bimotore Machi MC 94’ es menudo y entrometido. Parece, todavía en el puerto, juguete de las olas revueltas; y en el aire da la impresión de un gorrión, joven y audaz, que gusta de aventuras de vuelo con inconsciencia de adolescente”.

            Con inconsciencia de adolescente, me subiría yo a ese hidroavión que revolotea sobre las olas, me asomaría a esos amplios ventanales del soñado Savoia para contemplar desde lo alto las tempestades de un mundo en guerra.

Domingo, 25 de abril
PUDIERA SER

Los listos, los triunfadores --no digo las grandes farmacéuticas para que no me apedreen por negacionista-- encuentran primero la solución y luego crean el problema.

Lunes, 26 de abril
UN GUION ORIGINAL

Me entero de que Una joven prometedora, la impactante película de Emeral Fennell que ayer vi en el cine, ha ganado el Oscar al mejor guion original y sonrío al recordar una pequeña pifia en la que nadie parece haber reparado. Una compañera en la universidad de la protagonista, arrepentida, le entrega el vídeo que se grabó durante una etílica fiesta, con violación incluida, y que anduvo circulando entre los participantes. El hecho ocurrió hace siete años y ella se lo pasa en su teléfono de entonces. “Guardo todos mis teléfonos viejos –le dice--, para conservar las fotos”. Nos parece que no hemos oído bien. ¿No se le ocurre que el vídeo puede enviarlo por correo o por Whatsapp? ¿Cómo lo recibió ella? ¿Le entregaron también un teléfono? ¿Y no ha oído hablar de la obsolescencia de la tecnología? ¿Sigue funcionando un teléfono que dejamos de usar hace años? ¿Alguien usa los teléfonos viejos como álbum de fotos? ¿Ha oído hablar de la nube Emeral Fennell, directora y guionista? ¿Nadie más que yo se fija en esos pequeños detalles que dan verosimilitud a una historia?

Martes, 27 de abril
COSAS DE LA EDAD 

“No hay monumento de civilización que no sea un monumento de barbarie”, escribió Walter Benjamin. En la reciente edición facsímil de Tobogán, revista de las postrimerías del ultraísmo en la que la vanguardia apenas si se limita a la estética de la cubierta, tropiezo con unas “Nuevas notas sobre don Juan”, de Gregorio Marañón, puro disparate, como casi todo lo que escribió este benemérito sabio sobre las diferencias entre hombre y mujer (baste un ejemplo: la mujer se caracterizaría por “su simplicidad amorosa y su ideal monogámico”) y me golpea en la cara uno de los aforismos que firma Antonio de Hoyos y Vinent: “Cuando para una entrevista de amor hacemos muchos preparativos, no es que deseemos, es que aspiramos a que nos deseen a nosotros. Cuando un hombre desea realmente a una mujer, la tumba sin preparativo ninguno”.

            Esto se escribía en 1924, pero hace solo cinco o seis la protagonista de Una joven prometedora sería una loca vengativa dispuesta a amargar el futuro de unos buenos chicos que se habían pasado un poco –cosas de la edad-- en una fiesta universitaria.

Miércoles, 28 de abril
MENUDA EMPANADA

En la tertulia virtual de los miércoles, tenemos una sección que se titula “La trituradora”, Llevamos un poema de un autor conocido, no decimos su nombre, y lo leemos con una mínima exigencia crítica. Algunos, pocos, resisten; la mayoría se desmoronan y no nos queda en las manos ni un verso indemne. ¿Qué ocurriría si aplicáramos el mismo criterio al trato que los diarios serios dan a la actual situación sanitaria? Se me ocurre hacer la prueba con uno que firma hoy Antonia Laborde, corresponsal el Washington de El País. “Estados Unidos permite a los vacunados no llevar mascarilla al aire libre”, dice el titular. La noticia se amplia en la primera frase: “Estados Unidos anunció ayer que las personas completamente vacunadas –es decir, transcurridas dos semanas del último pinchazo--  no están obligadas a llevar mascarilla al aire libre, salvo en aglomeraciones”. Se nos indica a continuación que esas restricciones ya había sido levantadas a principios de marzo por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. Y continúa: “los que no han recibido el primer pinchazo” también pueden ir con el rostro descubierto “cuando salgan a andar, correr o montar en bicicleta”. Señala luego las diferencias entre vacunados y no: los primeros pueden liberarse de la mascarilla cuando hagan deporte en el exterior solos o con convivientes y también en las terrazas de los restaurantes. O sea, exactamente lo mismo que los no vacunados. Señala que los CentroS para al Control de Enfermedades “advierten que las actividades multitudinarias al aire libre siguen representando un riesgo e instan a los ciudadanos, independientemente de si han recibido o no la vacuna, a usar la mascarilla en eventos deportivos y espectáculos en vivo”. Las actividades de mayor riesgo siguen siendo “encuentros en espacios cerrados donde la gente cante, grite, no pueda mantener la distancia física o que no que no estén bien ventilados”. Y continúa para enredarlo más: “Por ahora, la evidencia sugiere que las personas vacunadas completamente tienen menos posibilidades de contagiarse o transmitir el coronavirus a otras personas. Lo que aún se desconoce es cuánto dura la protección de las vacunas y cuánto protegen contra las variantes de virus emergentes”. O sea, que no se sabe cuánto protegen ni por cuánto tiempo. Y no se vayan porque aún hay más. Copio el párrafo final del artículo: “Cada vez más científicos cuestionan el uso de las mascarillas al aire libre, ya que las brisas dispersan las partículas que pueden transportar el virus. La agencia europea dedicada al control de las enfermedades infecciosas, por ejemplo, solo recomienda llevar el cubrebocas en el interior de los locales públicos y sugiere que se puede considerar su uso en entornos al aire libre con mucha gente”.

            Antes ha indicado que “según apunta la guía” (una guía que no menciona) “relajar ciertas medidas para las personas vacunadas puede ayudar a mejorar la aceptación de los fármacos contra el coronavirus” (muy poca confianza tienen en esos fármacos quienes nos los promocionan si necesitan sobornar con un regalito al paciente)..

            ¡Menuda empanada mental la de Antonia Laborde! El artículo pretende ser un alegado en favor de las vacunas y lo único favorable que dice que ellas es que, si nos vacunamos, a lo mejor nos dejan no usar mascarilla en los lugares en que la mascarilla no sirve para nada. Y lo más aterrador es que esa empanada parece ser la doctrina oficial de los medios de comunicación.

Jueves, 29 de abril
CONFUSIONES

Leo las memorias londinenses de un José Pla que no es el José Pla que todos conocemos. Muchos de los artículos del primero aparecen en las bibliografías del segundo, más famoso, y aún hoy es difícil decidir la autoría de alguno. Félix Grande me contó una vez que, a poco de comenzar él a darse a conocer, cuando ya había publicado Blanco Spirituals y se hacía un nombre como autor comprometido, empezaron a aparecer en las revistas de la época poemas religiosos firmados por Félix Grande. Sus amigos se asustaron pensando en una conversión repentina. El autor de esos textos era otro Félix Grande, un sacerdote que tuvo cierto relieve en el franquismo. El primer Félix Grande lo demandó y logró que la justicia le obligara a firmar como Félix Grande García. Lo malo es que el siguiente apellido del José Pla menos famoso, profesor primero en Londres y luego funcionario de la Sociedad de Naciones en Ginebra, era Cárceles. Al escritor Miguel Rojo le salió en el mismo diario en que colabora habitualmente otro Miguel Rojo, que no está dispuesto a añadir a ese eufónico Rojo ningún Martínez. Yo he tenido suerte. Mi nombre está entre los más vulgares del mundo. Hay docenas de personas que se llaman como yo, pero milagrosamente ninguna se dedica a lo mismo que yo. Recuerdo que una vez me invitaron a una conferencia en Zaragoza y que el taxista que enviaron a buscarme me indicaba una y otra vez lo mucho que le había alegrado el encargo. Ni que decir tiene cómo halagaba eso mi vanidad. 

             ----Tiene usted que recoger a José Luis García Martín, me dijeron. ¡A José Luis García Martín!, me repetía yo sin acabar de creérmelo. 

             A mí ya me estaba pareciendo un poco raro tanto entusiasmo. Por fin se aclaró el enigma: “Figúrese usted que yo también me llamo José Luis García Martín”.

 

Viernes, 30 de abril
DESAYUNO EN MANILA

Como en la adolescencia, los libros se han convertido en mi vehículo favorito para viajar en el espacio y en el tiempo. Sigo dando la vuelta al mundo con el carlista Antonio Pérez de Olaguer. En Trieste, me emociono ante la tumba de Carlos V, “in prosperis modestus in adversis constans”, modesto en la prosperidad y en la adversidad constante, y sonrío luego ante el paraíso gastronómico de Filipinas: “Verdaderamente, en Manila se comía bien. Su solo recuerdo produce ciertos mareos íntimos. ¡Ah, amigos míos! En el Casino Español, por ejemplo, ustedes no podían pedir nunca un par de huevos fritos. No. Eso no se estilaba. Tres huevos, como mínimo, nadando en aceite entre diques de jamón, era lo normal. Yo, desde luego, sufro al evocarlo. Había en Manila cierto hidalgo –filipino de pura cepa—que tuvo la osadía de desafiarme --¡a mí!—a ver quién de los dos comía más en un desayuno. Nos citamos a las diez de la mañana en Tom’s Divie Kitche. Luché desaforadamente en tan original concurso. Lo hice –pueden ustedes creerme—por puro patriotismo y a fin de dejar bien sentado el pabellón nacional. Y gané… Gané por un muslo de pollo, una lata de hígado condensado y cinco plátanos. Le saqué esta ventaja, que les dará a ustedes idea de lo que fui capaz en aquel desayuno, del que tardé cinco días en reponerme…”



 

Después y todavía: Porros, donuts y vacunas

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Sábado, 1 de mayo
EN COLUNGA

Después de pasar la mañana en Lastres, comemos en una fonda de Colunga. En una mesa cercana, toma sidra gente de la localidad (debemos ser los únicos turistas, esa denostada plaga ahora convertida en exótica rareza), y del murmullo de la conversación me llega el comentario de un anciano: “El teléfono acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca”. ¿Lo habrá leído en algún sitio o es una muestra de esa sabiduría popular que siempre acostumbra a dar en el clavo?

Domingo, 2 de mayo
UNA NACIÓN INFERIOR
 

La historia que se enseña en las escuelas y la que conmemoran los periódicos suele ser un cuento basado en hechos reales. Conmemorar el motín del 2 de mayo como un hecho glorioso siempre me ha parecido una barbaridad. La llamada Guerra de la Independencia fue un episodio de la guerra entre franceses e ingleses librado en suelo peninsular, con aliados españoles en ambos bandos.

Conmemoro el día, que antes era fiesta nacional y ahora solo es fiesta madrileña, leyendo un libro de Alicia Laspra, Intervencionismo y revolución. Asturias y Gran Bretaña durante la Guerra de la Independencia, que aclara algunas cosas. Fue la Junta de Asturias la primera en pedir ayuda a Gran Bretaña, que se la concedió de inmediato con la condición –primero implícita, luego cada vez más explícita-- de que les dejaran a ellos el mando de las operaciones. “Hasta entonces –escribe Alicia Laspra--, Napoleón había sido más o menos capaz de presentar su expansión imperialista bajo el velo de la ‘modernidad’, heredada de la Revolución: el ‘liberador’ de los pueblos de Europa, sojuzgados por monarquías absolutas, impopulares y ancladas en el pasado. Pero la fórmula falla estrepitosamente cuando sobreviene el caso de España, y el Reino Unido se encontró con que se le servía en bandeja el insólito papel de ‘liberador de Europa’, un papel que habría sido impensable unos años antes”.

            La gloriosa Guerra de la Independencia (“Oigo, patria, tu aflicción / y escucho el triste concierto / que forman, tocando a muerto, / la campaña y el cañón”) en buena medida no fue sino un choque entre dos imperios y un caso claro “de intervencionismo en los asuntos de una nación inferior”. El calificativo de “nación inferior” aplicado a España no es mío, sino de Raymond Carr en el prólogo al libro de Adriana Laspra.

Lunes, 3 de mayo
TODO EL MUNDO

De vez en cuando –pero cada vez menos, sé que he perdido la partida--, discuto con los amigos que todavía me aguantan unos presuntos remedios contra la enfermedad de moda, unos remedios a menudo absurdamente ineficaces y de vez en cuando peores que la enfermedad, y siempre, cuando se les acaban las razones, tratan de cerrarme la boca con la siguiente afirmación: “Pues en todo el mundo hacen lo mismo, Martín. ¿Todo el mundo está equivocado menos tú?”

            Y eso me ha llevado a hacer colección de casos en que, si no todo el mundo, sí al menos la mentalidad colectiva, estaba equivocada. Algunos son bastante pintorescos. Por el libro Así fue mi Londres, de José Pla Cárceles, que he leído en estos días, me entero de que, a principios del siglo XX, era una acción subversiva enseñar español tal como se habla y no tal como se escribe. Se le echaron encima todos los otros profesores, quisieron denunciarle a la Real Academia, cuando comenzó a explicarle a sus alumnos ingleses que en español no se diferenciaba la “b” de la “v”. Nadie la distinguía, nadie la distinguió nunca (salvo en ciertas zonas por influjo de la lengua autóctona), pero todos preferían reconocer su mala pronunciación, la de todos los millones de españoles, “antes de reconocer el prejuicio anclado en la escritura”. Todavía en los años cincuenta había maestros empeñados en que sus alumnos distinguieran en la pronunciación la “b” de la “v” , ya que así “mejoraría mucho la ortografía”.

            ¿Una estupidez? Pues de esa estupidez participaban, hasta las primeras décadas del XX la mayoría de los expertos y era doctrina oficial de la Academia de la Lengua. Había quienes discrepaban, como hay quienes se ríen hoy de las autoridades político-sanitarias que tratan de contener una epidemia a golpes de toques de queda –que la gente se meta en su casa a las diez o a las once--, abre-cierre de bares según confusas estadísticas y mascarillas a troche y moche, pero somos los menos.

Martes, 4 de mayo
GRACIAS, PABLO, GRACIAS, PEDRO

----¿Estarás contento, Martín? Todo ha ocurrido a medida de tus deseos.

----Mentiría si dijera que el resultado de las elecciones madrileñas me disgusta.

----¡Y pensar que tú eras de izquierda!

----De la izquierda descerebrada que encierra a los niños y que saca el ejército a la calle para mantener a los ciudadanos en sus casas, ni lo he sido ni espero serlo nunca.

----¡No hagas demagogia! Fue por razones sanitarias.

-----Se sabe ahora, y se sabía entonces (las epidemias víricas no nacieron ayer), que el contagio es mayor en los lugares cerrados que al aire libre, donde resulta prácticamente imposible si no te metes en una aglomeración. Menos mal que luego, el mismo Pedro Sánchez que mandó a los soldados a impedir que ningún anciano, al ir o venir a la compra (eso por lo menos se podía hacer) se sentara ni un segundo en un banco (yo vi en directo una de esas brillantes actuaciones militares), impidió que Barbón nos volviera a encerrar a los asturianos, como era su más ardiente deseo.

----¿Y por eso te alegras de que la derecha fascista arrase en Madrid?

-----Fascista, fascista… Eso es como decir que la bien intencionada gente de Podemos son estalinistas. A mí lo que más me gustó de estas elecciones es lo que tuvieron de cuento tradicional o de recreación de una milenaria fábula. Un patito feo, una cenicienta, una metepatas profesional se enfrenta a la más brillante estrella de la nueva política, al que llegó de la nada, de las aulas universitarias, a vicepresidente capaz de opacar con su brillo político al presidente, y lo noquea de un derechazo –nunca mejor dicho-- y lo lanza por los aires lejos del cuadrilátero. ¡Cuánto nos habremos reído de Isabel Díaz Ayuso cuando Pablo Casado se la sacó de la manga, o de entre las faldas de Esperanza Aguirre, para encabezar la lista de Madrid! Los momentos más hilarantes del Intermedio –yo entonces veía el Intermedio, ahora no veo ninguna cadena generalista española-- a ella se deben; nos lo hacía pasar mejor que Bárcenas, era como Esperanza Aguirre ministra de cultura que decía admirar a una escritora llamada Sara Mago. Quisieron convertirla en la tonta del bote, la de la película de Lina Morgan, y ella demostró ser más lista que nadie. Fue capaz de convertir a Pablo Iglesias en su mejor aliado político. Su discurso de ganadora debería haber terminado con estas palabras: “Y agradezco a Pablo Iglesias que tuviera la delicadeza de dejar la vicepresidencia del gobierno para venir a enfrentarse conmigo; gracias a él, lo que eran solo unas elecciones regionales, se convirtieron en una contienda que a nadie dejó indiferente. Gracias a él soy un referente de libertad en toda España; gracias a él, y al presidente del Gobierno (gracias, Pedro) que vino en mi ayuda saltando al ruedo para echarle una mano (al cuello) al soso de Ángel Gabilondo”.

Miércoles, 5 de mayo
MANTERNER LAS DISTANCIAS

No te tomes demasiadas confianzas con nadie, ni siquiera contigo mismo.

Jueves, 6 de mayo
UN MUNDO MEJOR

Cuentan –no sé hasta qué punto será verdad—que el desarrollo de la industria relojera en la ciudad de Ginebra tiene motivos religiosos. El puritanismo calvinista prohibió los adornos suntuarios y los joyeros de la ciudad acabaron convirtiéndose en fabricantes de las únicas joyas que estaban permitidas: los relojes.

Besullo es un pequeño pueblo del concejo de Cangas del Narcea que ha dado más cantidad de nombres importantes  –Alejandro Casona es el más conocido-- que ningún otro. Y ello se debe a que allí, tras la revolución del 68, se estableció la primera iglesia evangélica de Asturias, que lo primero que hizo fue abrir una escuela para niños y niñas. Y daban apoyo a los alumnos más aventajados para que pudieran cursar estudios superiores. El obispado de Oviedo, allá por 1880, dio dinero para que se creara otra escuela con el fin de conseguir que se “extinguiera esa secta herética”.

La religión no solo son unas creencias más o menos irracionales, más o menos ridículas (todas lo son para los que creen en una religión distinta), sino una forma de estar en el mundo que puede mantenerse incluso cuando se abandonan esas creencias: es el caso de los cristianos nuevos en la España del Siglo de Oro, cristianos de verdad, pero con hábitos –como el de la lectura o el amor al trabajo intelectual—que los distinguían de los cristianos viejos.

Un amigo me pasa el libro de fotografías que Andrea Ramos ha dedicado a Besullo, Lleva  unas palabras preliminares, precisas y sabias, de Juaco López y yo pienso, al leerlas y al admirar rostros y lugares trabajados por el tiempo, que no hay lugar en el mundo, por pequeño que sea, que no pueda convertirse en una de las capitales del mundo y en punto de partida para un mundo mejor.

Viernes, 7 de mayo
REÍR POR NO LLORAR
 

----¡Anímese caballero, anímese señora, hay regalos para todos, para el nene y la nena! ¿Qué le parecería tener gratis, durante un año, un tierno donut a la hora del desayuno? ¿Que a usted no le gusta el dulce? Pues, si demuestra tener más de 21 años, cambiamos el donut por una cervecita. Y no se vayan, no se vayan, que aún hay más. Un porrito de vez en cuando relaja y a nadie viene mal. Nosotros se lo regalamos, gratis total. Y también hay bonos de cien dólares y hasta de quinientos si usted trabaja en un banco. ¡Tiramos la casa por la ventana! ¡La América de Joe Biden tira la casa por la ventana! ¿Y que tiene que hacer usted a cambio! Nada, prácticamente nada, solo alargar el bracito para que le pongamos una vacunita. Con todas las garantías, oiga, con todas las garantías. Si la vacuna tiene efectos secundarios, le garantizamos ante notario que su viuda seguirá recibiendo el donut, o el regalo que usted haya elegido, completamente gratis durante todo un año.

            (Leo la crónica de la corresponsal en Estados Unidos de El País, “Cervezas y porros para incentivar la vacunación”, y no sé si reír o llorar.)



Después y todavía: Elogio de la censura

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Sábado, 8 de mayo
FUEGO AMIGO

El daño que pueden hacernos los enemigos es insignificante comparado con el que puede hacernos la gente que amamos. Yo no sé si tengo muchos o pocos enemigos, pero sí todos son de la misma clase: poetillas de cuyos versos me he burlado o, peor aún, a los que nunca he tenido en cuenta y colegas a los que he puesto algún reparo a esas publicaciones propias de nuestra profesión que nadie, salvo quizá yo, tiene la costumbre de leer. Su venganza no es precisamente terrible: que preparan unas lecturas poéticas financiadas por esta o aquella institución oficial, pues tienen la costumbre de no invitarte, cosa que por lo general agradezco; que organizan un congreso sobre Ángel González, o algún otro tema de tu conocimiento, pues no te invitan para que brilles por tu ausencia.

            El daño, el daño de verdad, nos lo hace siempre la gente que queremos. Yo siempre estoy en guardia contra las debilidades del corazón, o eso creo. Pero soy un sentimental, de esos que lloran en el cine, y enseguida me encariño con cosas y personas. Y luego pasa lo que pasa.

            El odio de los enemigos no deja cicatrices. El fuego amigo me ha hundido estos días en la miseria y cualquier día puede llevarme por delante.

Domingo, 9 de mayo
UN MAESTRO DESCONOCIDO

Leí emocionado, a poco de su aparición, el homenaje que Héctor Abad Faciolince dedicó a su padre, asesinado por sicarios en el Medellín de los años ochenta. Veo ahora con la misma emoción El olvido que seremos, la película de Fernando Trueba que adapta ese libro. Me parece un acierto utilizar un blanco y negro que le da un aire de documental para los años finales, los del crimen, y rodar en un color algo irreal el tiempo de la infancia, cuando el padre aparece mitificado ante los ojos del niño.

            Termina la película con el soneto que el doctor Héctor Abad Gómez llevaba en el bolsillo de su chaqueta en el momento de su muerte. Son unos versos que se publicaron firmados por Jorge Luis Borges, aunque no están incluidos en su poesía completa: “Ya somos el olvido que seremos. / El polvo elemental que nos ignora / y que fue el rojo Adán y que es ahora / todos los hombres, y que no veremos. / Ya somos en la tumba las dos fechas / del principio y el término. La caja, / la obscena corrupción y la mortaja, / los ritos de la muerte, y las endechas. / No soy el insensato que se aferra / al mágico sonido de su nombre. / Pienso con esperanza en aquel hombre / que no sabrá que fui sobre la tierra. / Bajo el indiferente azul del cielo / esta meditación es un consuelo”.

            Al llegar a casa, con el eco de ese soneto en la memoria, leo “Un poema en el bolsillo”, la fascinante indagación erudita de Héctor Abad Faciolince sobre los enigmas que ese soneto plantea. La pista de esos versos misteriosos le lleva de Nueva York a París, de Buenos Aires a la provinciana Mendoza, donde se publicaron por primera vez en un folleto titulado 5 poemas que lleva prólogo de Jaime Correas. Esos poemas, se lee en el prólogo, “aparecieron casi mágicamente” a principios de 1986. Después de su investigación minuciosa y novelera, Héctor Abad concluye que son de Borges, quien se los habría entregado, en septiembre del 85, a un escritor francés que fue a entrevistarle. ¿Pero cómo iba a Borges a entregar unos poemas inéditos sin guardar copia? ¿Y quién hizo esas copias mecanografiadas? Si no fue a María Kodama, ¿a quién dictó Borges esos poemas inéditos que al parecer guardaba en un cajón de su dormitorio?

            Ni “Ya somos el olvido que seremos”, el soneto que el doctor Abad leyó en una emisora de radio poco antes de ser asesinado, ni los otros espléndidos sonetos que se reprodujeron en varias revistas y suplementos literarios a lo largo de 1987 firmados por Borges, pueden considerarse obra póstuma del autor de Los conjurados. Pero alguien tuvo que escribirlos. La investigación, casi una novela corta de Henry James, que Héctor Abad Faciolince publicó en Traiciones de la memora debería haber continuado, sin cerrarse inverosímilmente en falso, hasta dar con el nombre de ese maestro desconocido.

Lunes, 10 de mayo
MEDALLA DE ORO

Cuando Ramón Gómez de la Serna volvió a Madrid, en los años cuarenta, entre otros homenajes, recibió la Medalla de Oro del Ayuntamiento. Ya de regreso a Buenos Aires, y apurado de dinero, decidió llevarla a una joyería de su confianza para venderla. Allí le dijeron que de oro aquella pesada medalla solo tenía un ligero baño. Por los mentideros de la ciudad se contaba –lo cuenta José Manuel Castañón en su libro Mi padre y Ramon Gómez de la Serna-- que el escritor había decidido colocar aquel galardón municipal en el lugar de honor que se merecía: como empuñadura en la cadena de la cisterna del baño de su casa.

Martes, 11 de mayo
UN DESEO

Que los días tengan velocidad de crucero, pero que los años avancen lentamente.

Miércoles, 12 de mayo
IMPIADOSA TRITURADORA

Leemos y comentamos en la tertulia virtual de los miércoles algunos poemas de José Manuel Caballero Bonald y la verdad es que no sale muy bien parado: retórica rimbombante que no resiste el mínimo análisis crítico. “¿Y te parece bien –me pregunta Enrique Bueres-- hacerle pasar por la Trituradora con el cadáver aún caliente?”

            Pero en los últimos años publicó poesía con más frecuencia que nunca y sus libros fueron recibidos y promocionados como obras maestras por los suplementos literarios. Que alguien diga la verdad, más o menos en privado, no creo que pueda hacerle daño. José Manuel Benítez Ariza trata de disculparle: “Cierto que la media docena de libros que publicó después de Diario de Argónida, que es de 1997 --y que yo reseñé, por cierto, en Clarín--, quizá no valgan mucho, pero no me negarás que tenía derecho a escribirlos y a publicarlos. En 1997 tenía la edad que tú tienes ahora, Martín, y vivió cerca de un cuarto de siglo más. ¿Te parecería adecuado que se le prohibiera publicar con el pretexto de que ya había dicho todo lo que tenía que decir y que solo le quedaba repetirse? ¿Tomarás tú la decisión de no publicar ya más para evitar ese riesgo?”

            No tuve tiempo de contestar. Otro de los contertulios compartió en pantalla un hermoso y desolado poema de Caballero Bonald –“La botella vacía se parece a mi alma”-- que ha resistido la usura del tiempo, luego fueron apareciendo otros y se nos quitó el mal sabor de boca de tanta retórica vacua aplaudida por babelias y culturales, pero al cerrar el ordenador, al quedarme solo en casa, recordé la pregunta de Benítez Ariza y ya no fui capaz de quitármela de la cabeza.

            Por supuesto que no tomaré esa decisión, no será necesaria. La “fermosa cobertura”, el estilo sonajero, nunca ha sido lo mío. Yo nunca he hecho virtuosismos de estilo, a lo Fray Gerundio de Campazas, ni rebusco palabras en el diccionario, ni tengo turiferarios que –sin necesidad de leerlo--  lancen las campanas al vuelo cada vez que publico algo. No soy, ni seré nunca, lectura obligatoria, momia ilustre, a los lectores tengo que seguir seduciéndolos para que sigan leyéndome.

Jueves, 13 de mayo
GIDE EN LA PICOTA

En el modélico prólogo a la edición completa de los diarios de Gide, de la que han aparecido los dos primeros tomos, afirma Ignacio Echevarría que han resistido mejor el paso del tiempo que el resto de su obra literaria, ya algo apolillada y abandonada en ese desván al que solo entran los eruditos. Suele ser frecuente. Las obras mayores acostumbran a envejecer peor que las escritas sin grandes pretensiones. Pero el diario de Gide, al que añaden interés documental pero no literario, las incorporaciones póstumas, resulta a menudo tedioso y con frecuencia indignante. El comportamiento sexual de Gide hoy habría tenido como consecuencia el repudio público y, muy probablemente, largos años de cárcel. ¿Vivimos en un tiempo más puritano que el suyo? En absoluto, solo con más sensibilidad moral para ciertos abusos, que si fueran de carácter heterosexual ya habrían sido denunciados y el ilustre prohombre de las letras puesto en la picota.

Viernes, 14 de mayo
PEZ GLOBO

¿Tiene que haber llevado una vida ejemplar el escritor que admiramos para que sigamos admirándole? Que Borges era un racista queda claro en diversas entrevistas y en el libro que le dedicó Bioy Casares. ¿Debemos repudiarle por eso? Eduardo Zamacois nos cuenta que Rubén Darío, cuando llegaba borracho a casa, más de una vez golpeó a Francisca Sánchez. ¿Debemos dejar de admirar sus versos por eso? Muchos escritores, muchos seres humanos, se parecen al pez globo, en parte delicia gastronómica y en parte mortal veneno. Borges tuvo buen cuidado de no dejar que sus discutibles opiniones contaminaran su obra literaria; Gide quiso dejar constancia de sus abusos en notas que poco a poco se fueron incorporando a su diario como una confesión sin propósito de enmienda. Una mala persona puede ser un gran artista, pero sus obras de arte no justifican sus malas acciones. El tiempo es el gran censor: de los autores de ayer solo debe rescatarse y homenajearse lo que no ofende a nuestra sensibilidad de hoy, el resto debe quedar en los archivos como testimonio de barbarie.



Después y todavía: Aún no

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Sábado, 15 de mayo
ORACIÓN EN LA GUÍA
 

Subo hasta la ermita de la Guía, en la desembocadura del Sella –a un lado el monte Corberu y los acantilados con cicatrices de las iras marinas, al otro la placidez de la ría y la villa--, y pienso que hay lugares sagrados en los que se está más cerca del cielo o más cerca de nosotros mismos. Siempre estuvieron dedicados a alguna divinidad, a algún dios o a alguna diosa de cambiante nombre, pero de idéntico poder.

Es un día vagamente lluvioso,  con una luz que difumina los colores y acentúa la soledad. ¿Qué puedo ofrecerle yo al dios o a la diosa del lugar para que me sean propicios los días que se avecinan? Solo somos el tiempo que nos queda tituló Caballero Bonald sus poesías completas. Soy el que soy ahora, no los que fui. Y el tiempo que me importa es el que me queda por vivir, no el que he vivido.

Doy las gracias por todos los errores que me han traído hasta aquí. Si hubiera hecho en todo momento lo adecuado, ahora quizá tendría más dinero, vendería más libros, no viviría solo, me habría jubilado en lo más alto del escalafón.

            Pero tengo todo el dinero que necesito, publico todos los libros que escribo, nunca he vivido solo, aunque lleve medio siglo viviendo solo, y lo de escalar escalafones es un deporte que tiene mucho de humillante y que a mí nunca me ha tentado.

            Los malos ratos de mi vida, de cualquier vida, ya es como si le hubieran pasado a otro, como imágenes de una vieja película. Ahora estoy aquí, soy todo lo feliz que se puede ser en un mundo donde se mata y se muere por las mejores causas, o sin causa ninguna, donde el resbalón acecha a cada paso que damos. Ahora estoy aquí y nunca volveré a ser tan joven ni tan dueño de mí como lo soy ahora.

            No sé el tiempo que me queda y ojalá no lo sepa nunca. Cierro lo ojos y formulo un deseo: Que pase de este tiempo a otro tiempo sin tiempo sin que nadie me avise del tiempo que me queda.

            Un cuervo, hasta ahora inmóvil sobre la más alta peña, alza el vuelo de pronto y planea sobre mí. ¿Eres tú, negro cuervo, el dios o la diosa de este lugar? Defiéndeme de todo mal y, sobre todo, defiéndeme de mí.

Domingo, 16 de mayo
LO DIFÍCIL

 Lo difícil no es hacer lo que se debe, sino saber lo que se debe hacer.

Lunes, 17 de mayo
ACERCA DEL ÉXITO

Nos seguimos esforzando, libro a libro, por llegar a la cima, sin darnos cuenta de que hace tiempo que hemos llegado a nuestra pequeña cumbre y nos deslizamos cuesta abajo.

Martes, 18 de mayo
NO ME CITA

El diario es un género literario que parece escribirse solo. Por eso tienta tanto a tantos, por eso está tan de moda como el aforismo y el haiku y otros chispazos más o menos ocurrentes. Leo Tiempo ordinario, de Eduardo Laporte, y sonrío ante alguna ingenuidad: “Ya no me invitan a la comida en el Ritz en la que se reunía lo más granado del ámbito literario para dar un premio de postín, en una editorial a la que he dedicado bastantes entrevistas y reseñas en un periódico que ningún interés económico tiene en dicho sello”. Ese premio me imagino que sería el Loewe y yo recuerdo, de cuando se lo dieron a algún amigo, que no sé si asistía lo más granado del gremio literario, pero sí que aquella selecta reunión la presidía Ana Botella, alcaldesa de Madrid.

El diario es un género menor, pero yo, que no leería ninguna novela de Eduardo Laporte, periodista cultural del Diario de Navarra (tampoco ninguna de sus admirados Sergio del Molino o Alberto Olmos, a quienes cita con frecuencia), me entretengo con el suyo mientras tomo el primer café de la mañana. Más ingenuidades: “Viajo por el último tomo de Trapiello, Mundo es, por la curiosidad de ver si salgo. Habla de un verano en los cursos de El Escorial, el año que lo entrevisté, pero no me cita”. ¡Cómo nos gusta ver nuestro nombre en los libros de los demás! Por eso ningún castigo mayor que la conspiración del silencio, por eso los escritores más o menos famosillos, cuando responden a algún detractor, se cuidan mucho de escribir su nombre.

Miércoles, 19 de mayo
SENTAR CÁTEDRA

¿De dónde me viene este antipático elitismo, este mirar por encima del hombro a tantos escritores, sobre todo si han sido muy premiados? Siempre he tenido muy claro el sentido de las jerarquías. Hay jugadores de primera, de segunda y de tercera y luego la legión de los que no dan ni darán nunca la talla y que suelen asociarse a la caza de recitales y subvenciones.

Claro que estas cosas pueden pensarse, casi todos las pensamos, pero no deben decirse. Y no se trata de que unos autores sean de mi grupo o de mi gusto y otros no. Yo distingo –siempre he distinguido--  entre un poeta que me interesa poco, su estética no es la mía ni su mundo tiene que ver con mi mundo,  y un escribidor de versos que no interesa nada, ni a mí ni a nadie, aunque acumule esos premios que tienen más de baldón que de galardón.

            Tengo mi propia escala de valores, qué le vamos a hacer. No soy de los que se dejan guiar por el renombre periodístico. Con Nobel o sin Nobel, la poesía de Louise Glück no vale mucho y su último libro, Noche fiel y virtuosa, no vale nada. Pero reconozco que puedo estar equivocado, faltaría más.

Jueves, 20 de mayo
TÓPICAS FRASES

Por el Facebook de Xuan Bello me entero de que ha muerto Xosé Bolado, el gentleman del asturianismo, y que también ha muerto Francisco Brines, a quien tanto admiré. A la memoria me viene su “Epitafio romano”, un poema de Aún no que, como tantos de ese libro, me sé de memoria desde que lo leí por primera vez a poco de su aparición, allá por 1971 o 1972. Los primeros versos traducen una inscripción latina: “No fui nada, y ahora nada soy. / Pero tú, que aún existes, bebe, goza / de la vida…, y luego ven”. A continuación, la glosa: “Eres un buen amigo. / Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra / la dictaste con vida; No es tuyo el privilegio, / ni de nadie, / poder decir si es bueno o malo / llegar ahí. / Quien lea debe saber que el tuyo / también es mi epitafio. / Valgan tópicas frases / por tópicas cenizas”.

Viernes, 21 de mayo
LA VENGANZA DE CALIGULÍN

Todos los días me pregunta algún amigo si me he vacunado. En cuanto les digo que no, comienzan las descalificaciones: “¡Eres un negacionista!”, “¡Eres un irresponsable!”, “¡Eres un terraplanista!”, “¡Eres un Miguel Bosé!”. Y las amenazas: “¡No te van a dejar salir de España!”,” ¡No te van a dejar salir de Asturias!”,  “¡No te van a dejar salir de casa!”, “¡Te van a obligar a andar con una campanilla, como a los leprosos, para que la gente decente se aparte de ti!"

            ----Calma, calma, borreguinos míos, que si aún no me he vacunado es porque todavía no me han llamado, a pesar de que, como a mí me gusta repetir, para ser un anciano venerable ya solo me falta ser venerable.

            ----¿No te han llamado? Qué raro.

            ----Un conocido, bien relacionado con las altas instancias, me dice que se debe a una orden directa de cierto mandamás: “A ese perro, que no ha perdido ocasión de ridiculizarme llamándome Calígula, monaguillo de Sánchez y cosas peores, lo dejáis para cuando no quede más que una dosis de AstraZeneca y, si es posible, ya caducada”.



Después y todavía: Cómo leer la prensa

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Sábado, 22 de mayo
EL CRIMEN DE PLAZA BOLÍVAR
 

Al hojear un número de Nuevo Mundo correspondiente a abril de 1913 –ya se sabe que las viejas revistas son mi lectura favorita, mi máquina de viajar en el tiempo--, me tropiezo de pronto con un pelotón de soldados que fusila a tres hombres; se inclinan a uno y otro lado como peleles. La imagen tiene la fuerza del famoso cuadro de Goya, pero un patetismo mayor. En la mitad superior de la página, hay otra foto no menos impactante contemplada después de la anterior. Un militar está leyendo unos papeles; detrás de él, hay otros militares en actitud distendida (uno  cruza las manos en la espalda, otro se acerca caminando) y un grupo de civiles que miran distraídos hacia fuera de cámara. Detrás y a un lado, en la mitad derecha de la fotografía, tres campesinos esperan tranquilamente sentados, con el sombrero puesto; tienen las manos juntas sobre las piernas. Nadie imaginaría que son los reos ejecutados un instante después. Lo que se está leyendo es su sentencia de muerte, pero ellos no parecen enterarse.

            Esos tres hombres que escuchan impasibles su sentencia de muerte y luego se inclinan a uno y otro lado, sin levantarse del asiento, como muñecos, tras recibir los disparos, son Fabián Graciano, Fermín Pérez y Virgilio Mulatillo, que habían agredido a machetazos, pocos días antes, a Manuel Enrique Araujo, presidente de la República de San Salvador.

            Araujo había sido elegido presidente en 1911, el año en que se conmemoraba el centenario de la independencia, y fue un personaje carismático. Cambió la bandera y el escudo del país, se enfrentó a Estados Unidos y a las grandes empresas cafeteras, creó la primera ley de accidentes laborales, se preocupó de mejorar la salud pública y la educación. Por las mañanas, de nueve a once, concedía audiencia; recibía a todo el que quisiera hablarle, a todos escuchaba. Cuando ejerció la medicina, asistía gratuitamente a la gente pobre y su sueldo de presidente lo donaba íntegro y en secreto al Hospital Rosales. ¿Qué interés podrían tener esos tres indígenas en asesinarle? Una hermosa tarde de verano austral –la del 4 de febrero de 1913-- el presidente salió a pasear con unos amigos, sin escolta ninguna, según costumbre, y se sentó en un banco de la plaza Bolívar, un lugar a esas horas muy animado, ya que tocaba la banda municipal. Los jóvenes solteros paseaban en una dirección mientras las solteras, luciendo sus mejores galas, paseaban en la dirección contraria con el fin de intercambiar miradas y sonrisas al cruzarse. Los progenitores de las damiselas ocupaban el fondo de la plaza; un poco apartados del resto, estaba la gente del pueblo, que gustaba de asistir al doble espectáculo, el de la música y el del paseo de la gente elegante. A las ocho y media, tres hombres se abalanzaron machete en mano contra el presidente; también se oyeron disparos. Se produjo de inmediato una gran confusión, la gente corría, chocaban unos con otros tratando de escapar. El presidente había recibido cinco heridas de arma blanca y un balazo en un hombro  Aún así, se alejó de allí caminando; sus amigos le subieron a un carruaje. Le trataron primero en una casa cercana, donde perdió el conocimiento. Lo recuperó después, ya en su residencia particular. Durante unos días parecía que podría sobrevivir. Incluso dicen que se levantó del lecho y que dictó algunas órdenes ministeriales. La más importante de ellas fue nombrar como sucesor a Carlos Meléndez, por renuncia del vicepresidente. Lo hizo la mañana del 9 de febrero. Poco después le operaron en el Hospital Rosales y murió como consecuencia de la operación. Apenas una semana después, tras un proceso sumario, se fusiló a los tres atacantes. Un militar, Fernando Carmona, fue detenido como autor de los disparos, uno de los cuales impactó sobre el presidente; murió tres días más tardes, al parecer suicidado. Nunca se supo quien estaba detrás de aquel asesinato; lo que parece cierto es que hubo mucho interés en que desaparecieran pronto, antes de que hablaran demasiado, los autores materiales. Hay muchas hipótesis sobre el magnicidio, como en el caso de la muerte de Kennedy; las menos verosímiles aluden a líos de faldas, ya que el elegante Araujo era un pertinaz don Juan. Se habló también de la implicación de Estrada Cabrera, el presidente de Guatemala, el Señor Presidente de la novela de Miguel Ángel Asturias, pero sin negar del todo ese hecho, parece que su propio sucesor, Carlos Meléndez, tuvo algo o mucho que ver. Con él se inaugura la dinastía de los Meléndez-Quiñones, en el poder hasta 1927. A mí el asesinato de Araujo me recuerda, más que al de Kennedy, al de Prim.

            ¿Habrá escrito alguien la historia de estas otras víctimas, Fabián Graciano, Fermín Pérez, Virgilio Mulatillo? ¿Quién les puso el machete en las manos, quién los lanzó contra el presidente? Ni siquiera parece que entendieran muy bien el castellano. A mí, viendo la fotografía de Nuevo Mundo me vienen a la memoria los versos finales de “Los fusilamientos de la Moncloa”, el soneto de Manuel Machado: “Y en confuso montón agonizante, / a medio rematar, por tandas viene / la eterna carne de cañón al suelo”.      

Lunes, 24 de mayo
HABLO CON EL DIABLO
 

¿A quién escogerías, hombre o mujer (o ni una cosa ni otra), para acompañarte el resto de tu vida?

----Yo soy más de acompañantes para el fin de semana. Y no me gusta repetir más de dos veces seguidas.

¿Qué gran premio literario te parecería mejor para coronar tu trayectoria, el Cervantes o el Nobel?

----El Cervantes no, que tiene muy graves efectos secundarios. Hoy va a tu casa a entregártelo el rey y mañana te mueres. Y el Nobel tampoco: soy tan vanidoso que no podría resistir la tentación de rechazarlo.

Imagínate que eres rey de un país en cuya constitución se indica –como dicen que dice la de España-- que puedes hacer lo que te dé la gana sin tener que responder ante ningún tribunal. ¿Qué harías?

----Abdicaría de inmediato. Me avergonzaría ser jefe del Estado de un país que tuviera una constitución así.

Se descubre una pócima que garantiza la inmortalidad. ¿La beberías?

----Me enteraría antes de lo efectos secundarios. Recuerdo el caso de aquella sibila a la que Apolo prometió la vida eterna, pero no la juventud, y llegó a un momento en que lo único que deseaba es morir. A mí la inmortalidad me parece demasiado. Me conformaría con vivir otros setenta años en las condiciones en que vivo ahora. Aunque no te aseguro que no volviera a pedir otros setenta años allá por 2091.

Y si fueras Dios, ¿qué es lo primero que harías?

-----Detendría el mundo, me dedicaría el tiempo que hiciera falta a arreglar los desperfectos y luego lo pondría de nuevo en marcha.

Miércoles, 26 de mayo
MENTIR CON LA VERDAD

Para razonar correctamente, ese deporte tan poco practicado por mis contertulios habituales, hacen falta dos cosas, las mismas que para que un coche funcione correctamente: un buen motor y gasolina. El motor son las reglas de la lógica y la gasolina la información adecuada.

            Yo no tengo otras fuentes de información que la prensa oficial, la prensa endeudada y subvencionada, y sin embargo las conclusiones que saco de ella sobre la actual situación de emergencia, y sobre sus causas y responsables  son muy distintas a las de la doctrina oficial. A menudo basta con leer hasta el final un  artículo para desmentir lo que da a entender su titular. 

Jueves, 27 de mayo
 LA PRIMERA OBLIGACIÓN

----“La primera obligación de un político es hacer todo lo posible para mantenerse en el poder” afirmaba Maquiavelo. No sé si Pedro Sánchez ha leído a Maquiavelo, pero seguro que sus asesores sí.

----¿Todo lo posible? ¿Incluso al margen de la ley?

----La ley es interpretable y maleable, como saben bien los buenos juristas.  En España tenemos experiencia en pasar de un régimen dictatorial a otro democrático sin quebrantar, al menos formalmente, ninguna ley y conservando en sus puestos a todos los jerarcas del antiguo régimen, comenzando por el jefe del Estado.

----Pero lo que quiere hacer Pedro Sánchez, indultar a los presos del procés, es pan para hoy y hambre para mañana. Así puede sostenerse hasta el 23, pero entonces arrasará la derecha con el apoyo de la izquierda nacionalista española, mucha de ella en el PSOE.

----Dos años en estos tiempos líquidos y calamitosos es una eternidad. Lo que pase entonces ya se verá, quizá cuente Sánchez con el espantajo de Vox para mantener agrupado el rebaño de la izquierda.

----Tú estás contento porque crees que ese indulto es un paso más hacia la República Catalana, que es lo que a ti te gusta.

----Que es lo que parece que le gusta a la mayoría de los catalanes. A mí ni me gusta ni deja de gustarme. A mí lo que me gusta es Cataluña, forme parte del Estado español (que de España, tal como yo la entiendo, formará parte siempre) o no.

Viernes, 28 de mayo
LA ETERNIDAD Y YO

“Escribo, no para la siguiente generación, para dentro de dos generaciones”, leo en el Diario de Gide. Yo, en cambio, siempre he escrito para ahora mismo, además de para toda la eternidad. ¿Para toda la eternidad? Mucho tiempo es ese. A la mayoría de los escritores, si viven lo suficiente, se les deja de leer bastantes años antes de su muerte. Y a bastantes no se les lee nunca más allá de las lecturas obligatorias o piadosas de amigos y familiares.

            Yo, que a la falsa modestia prefiero la falsa vanidad, alardeo siempre de que se me seguirá leyendo cuando nadie sepa –algún erudito lo indicará en nota-- quién  fue el hipocondríaco Caligulín que tanto nos hacía reír por no llorar. Si me equivoco, tampoco pasa nada. Lo que interesará a los lectores de dentro de cien o doscientos años no lo sabe nadie. Leerán, sobre todo, como siempre ocurre, a sus contemporáneos por placer y a un puñado de clásicos por obligación. De lo que estoy seguro es que, de vez en cuando, rebuscando en una librería de viejo, algún curioso descubrirá un libro mío –quizá Enigmas con jardín o Sin propósito de enmienda--, comenzará a hojearlo y seguirá leyéndolo con asombro y felicidad. Y si eso no ocurre, como para entonces es casi seguro que ya estaré muerto, pues tampoco me voy a llevar un gran disgusto.

 

 


Después y todavía: Puertas abiertas

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Domingo, 30 de mayo
LA FE SALVA
 

Como San Pablo, yo también me he caído del caballo. Al hombre viejo sustituye el hombre nuevo. Antes me guiaba por la razón, ahora sé que solo la fe salva. ¿Cuándo ocurrió el milagro? Iba yo en el avión, durante un obligado viaje de trabajo, y me pareció de pronto que no sería capaz de resistir las pocas horas de vuelo. A un lado, por el lado de la ventanilla, tenía a un señor doble ancho; al otro, por el del pasillo, a una señora mórbidamente obesa. “¿Podría cambiar de sitio?”, le dije a la azafata. “Es que materialmente no quepo”. “Pues tendrá que acomodarse como pueda, vamos completos”, respondió ante lo que le pareció un capricho. Y allí me acomodé, casi con calzador. Efectivamente, íbamos completos. ¿Doscientos, trescientos pasajeros? Tocábamos a poco más de un metro cúbico de aire por cabeza en la estrecha cabina. El avión tardó en salir, hasta que no se puso en marcha no comenzó a funcionar el aire acondicionado. ¿Era yo el único que estaba a punto de desmayarse? Pensé que muy pronto el pasaje empezaría a protestar, pero todos callaban y bajaban los ojos resignados, salvo tres o cuatro bebés que no dejaban de patalear y llorar. Una voz monótona repetía: “Señores pasajeros, les rogamos que respeten la distancia de seguridad en el pasillo”. Ganas me dieron de levantarme y gritar: “¿Y por qué solo en el pasillo? ¿Por qué no nos permiten mantenerla en nuestro asiento? ¿Cómo es que, si los bares, los cines, las tiendas y hasta los espectáculos deportivos al aire libre tienen limitaciones de aforo, no las tienen los aviones? A poco estuve de organizar un motín. Pero entonces me vino la iluminación. Recordé primero los versos de Bartrina: “Si quieres ser feliz como me dices, / no analices, muchacho, no analices”. Y yo quiero ser feliz, no que la cabeza me estalle de incomprensión cuando viajo en ALSAde Oviedo a Madrid con el pasaje completo o cuando veo que en los asientos de las estaciones del metro marcan los lugares en que uno no puede sentarse para mantener la distancia de seguridad mientras que el interior del vagón los viajeros se sientan unos al lado de otros, sin limitación ninguna. ¡En qué manos estamos, Dios mío, desde hace ya más de un año! Mejor no pensar, limitarme a obedecer, ser uno más del sumiso rebaño que acata sin rechistar lo que le echen y repetir los versos, no sé si de Juan Ramón o de Pemán, o quizá de José María Jiménez, que diría Cernuda: “Bendito seas, Señor, / por tu infinita bondad, / porque pones con amor, / sobre espinas de dolor, / rosas de conformidad. / Gracias si queréis que viva, / gracias si queréis matarme. / Gracias por todo y por nada / y sea lo que queráis”. (Donde dice “Señor”, debe leerse, por supuesto, “autoridades político-sanitarias”.)

Lunes, 31 de mayo
CRÍTICA ACRÍTICA

Hablo en Ca´ Foscari, la laberíntica universidad de Venecia que juega a asomarse y esconderse junto al Gran Canal, de las relaciones entre la crítica académica y la crítica valorativa o crítica policíaca o crítica higiénica, para utilizar la terminología de Clarín. Cuento que hasta hace no muchos años en la universidad no se estudiaba la literatura actual, que al catedrático Martínez Cachero no le dejaron dedicar su tesis doctoral a las novelas de Azorín y que tuvo que hacerla sobre un poeta segundón del XIX. Fue Bousoño, con su tesis sobre Aleixandre, el primero el estudiar en la universidad española a un poeta contemporáneo, y eso gracias a que el director, Dámaso Alonso, era amigo del poeta estudiado. Algo de razón había en ello. Aplicar a una edición de Luis Alberto de Cuenca los mismos métodos que a las de Garcilaso no es hacerla más rigurosa, sino solo más ridícula y Juan José Lanz no me dejará mentir. La minuciosa enumeración de borradores y variantes tiene sentido –si se hace bien-- cuando se trata de un clásico, no de un contemporáneo del que contamos con una edición fiable preparada por el propio autor.

            Es necesaria una cierta distancia temporal, para que sepamos qué autor forma parte de la historia de la literatura y cuál de la efímera actualidad. Y eso no se decide –o no solo o no principalmente-- en los departamentos universitarios. La crítica universitaria suele ser acrítica. Allí los autores deben llegar acreditados en otra parte.

 

Martes, 1 de junio
TENGO LA SOSPECHA

Ningún lugar mejor para comenzar mi mes favorito que esta Venecia que hoy estalla de luz y júbilo. Vuelve a abrir el interior de los bares y restaurantes, puede uno acomodarse de nuevo en la barra y contarle sus cuitas al camarero. Las terrazas están llenas de felicidad. Comemos en el  restaurante kosher que está frente al canal del Cannaregio, a la entrada del gueto. Un amigo se niega a acompañarnos. “No es que yo tenga nada contra los judíos, por supuesto que no, pero estos de Venecia son ultraortodoxos y no me gustan nada. Hace poco hubo un gran escándalo que salió en los periódicos. Despidieron en ese restaurante a un camarero, que no era judío, porque se enamoró de una camarera judía. Los denunció por despido improcedente y el caso aún está en los juzgados. Además he oído que jóvenes judíos de vez en cuando se juntan para apalear a algún musulmán”. Yo no me creo nada, por supuesto, pero luego, mientras disfruto de nuevos sabores, me entretengo en tratar de adivinar cuál de las dos camareras que deambulan por el local, las dos muy reina de Saba, es la que despertó esa pasión prohibida.

            En el conflicto entre el gobierno de Israel y los palestinos, nunca tuve dudas de en qué parte estaban la razón y la justicia, y nunca dejaré de denunciar el terrorismo de Estado, pero eso no afecta en nada a mi pasión por la cultura judía. Me gusta imaginar que entre mis antepasados hubo algún criptojudío de los que se quedaron por tierras de Extremadura tras la expulsión.

Miércoles, 2 de junio
MOLO AUDACE

Hay ciudades que he pisado infinitas veces antes de pisarlas por primera vez. Trieste es una de ellas. Con el placer del reencuentro, del primer abrazo después de tantos años, toda una vida, abandono la estación central e impaciente camino hacia los lugares que primero fueron de tinta y de papel y ahora se alzan en tres dimensiones en una historia ilustrada de la literatura. Corso Cavour adelante, en seguida me encuentro con el Canal Grande, la neoclásica iglesia de san Antonio Taumaturgo al fondo y James Joyce caminando junto a uno de los puentes. Admiro, desde fuera, la iglesia ortodoxa serbia, pero sin detenerme. Tengo prisa por saludar a uno de mis más queridos amigos de esta ciudad. Paso por delante de su librería –hoy está cerrada, es el día de la República--, pero me lo encuentro en el cruce de Dante Alighieri con San Nicoló, sin duda va a trabajar al local, aunque no esté abierto. Recuerdo sus: “Trieste tiene una hosca / gracia. Si gusta, / es como un áspero y voraz granuja, / de ojos azules y manos ya muy grandes / para dar una flor, / como un amor / con celos. / En torno a cada cosa / circula / un aire extraño, un aire tormentoso: / es el aire nativo”.

            Ningún aire extraño, amigo Umberto Saba, ningún aire tormentoso encuentro yo en esta ciudad que acaricio hoy por primera vez. Me dejo sorprender por la fastuosidad de la Piazza della Unità d`Italia, con uno de sus lados abierto al mar y al mundo, y luego voy hasta un pequeño parque, el Giardino Hortis, a cuya entrada, entre puestos de libros, me espera Ettore Schmitz, discreto comerciante en la fábrica de pintura de sus suegros, amigo de Joyce y autor de una novela, La conciencia de Zeno, que hizo famoso a partir de los años veinte, no su nombre, sino el pseudónimo tras el que quiso esconderse. La antivida de Italo Svevo tituló Maurizio Serra la biografía que le dedicó. Pocas vidas más aparentemente anodinas e insignificantes que la suya. Todas sus tormentas fueron interiores. En eso creo que nos parecemos.

El libro que compro en uno de los puestos es la crónica de un viaje a la Rusia soviética cuando asombraba y espantaba al mundo. Nella terra dei Soviet, de Mario Nordio,se publicó en Trieste en el año 1932, el año X de la era fascista (y así se indica en el colofón), pero no tiene nada del panfleto antisoviético que podría esperarse. Todo lo contrario. Son tantos los puntos de contacto que encuentra que concluye afirmando que “Roma y Moscú son  los únicos centros que construyen el porvenir en un mundo que cruje bajo el peso del pasado”. Faltaba un año, pero por entonces nadie pensaba que Hitler pudiera llegar al poder.

            Hojeo el libro en un banco del parque (me sorprende que los árboles estén dedicados a distintas personas, como los bancos del Central Park) y luego asciendo hasta la catedral y el castillo de San Giusto. Desde allí diviso toda la ciudad y el inmenso azul. Juego a ir reconociendo los lugares. Lo que más me llama la atención es una especie de pista de aterrizaje llena de gente que se adentra en el mar. De pronto la reconozco. ¡Es el Molo Audace, el antiguo Molo de San Carlo!

            Termino la tarde, la hermosa tarde en la que no me canso de acariciar la ciudad, paseando yo también por él, emborrachándome de infinito. En el siglo XVIII aquí se hundió un barco, el San Carlo, y en lugar de retirar los restos se decidió construir un nuevo muelle. Se fue ampliando varias veces y en los años veinte, como homenaje a otro navío, el torpedero Audace, que fue el primero en entrar en el puerto tras la Gran Guerra, cambió su nombre por el que ahora tiene, que parece propio de una aventura de Corto Maltese. Aquí atracaron durante años los barcos de pasajeros, pero ahora lo hacen en otra parte y sirve solo como fantástico paseo sobre las aguas. Al final hay una rosa de los vientos y junto a ella puede uno soñar con lugares que están fuera del mapa y del calendario..

Jueves, 3 de junio
VILLA MARAVEGE

El rio San Trovaso une el canal de la Giudecca con el Gran Canal. Al comienzo, junto a a Fondamenta  Zattere, está el squero de San Trovaso, el más hermoso de los talleres de góndolas. Aquí tuvo lugar una famosa representación al aire libre de El mercader de Venecia a la que asistió Eugenio d’Ors, quien la comentó en sus glosas. La tarde en la que yo paso por allí está lleno de estudiantes que celebran su graduación. Lo que no sabía es el secreto que el río encierra al final. Siempre lo cruzaba por el ponte de le Maravegie, el puente de las Maravillas, pero hoy he avanzado un poco más por la acera sin salida y he descubierto la Pensione Accademia, que ocupa Villa Maravege, una mansión del siglo XVIII que fue embajada rusa durante la República Veneciana y consulado después durante mucho años. Aquí se alojaba Josif  Brodsky y aquí escribió buena parte del libro que en español se titula Marcas de agua y en el original lleva el nombre de la cercana Fondamenta degli Incurabili. Con un jardín de verano y otro de invierno y dos columnas supervivientes del campanile original (el que se derrumbó en 1902) ningún lugar mejor para esconderse del mundo y estar en el centro del mundo.


Después y todavía: Café de los espejos

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Sábado, 5 de junio
SOGA Y CUCHILLO

El crimen ocurrió en esta misma plaza. Por entonces no estaba abierta al mar y en el lado junto al puerto se encontraba la Gran Fonda, el mejor alojamiento de la ciudad. Allí, en el cuarto número diez, se alojó un estudioso alemán que vivía en Roma y que ya era famoso en toda Europa por sus estudios sobre el arte clásico, que por entonces –tras el asombroso descubrimiento de Pompeya y Herculano-- se había vuelto a poner de moda. Se llamaba Johann Joachim Winckelmann. Venía de Viena, de entrevistarse con la emperatriz y volvía a Roma, donde ocupaba un alto cargo como encargado de las antigüedades.

Antonio Arcangeli, que había llegado a Trieste el mismo día que Winckelmann, se alojaba en el cuarto de al lado. En seguida, se hicieron amigos, aunque poco parecían tener en común. Uno era un célebre erudito que viajaba de incógnito; el otro, un aventurero veneciano, que había llegado a pie, sin equipaje, pero que se daba aires de gran señor. Winckelmann buscaba un barco que estuviera a punto de partir para regresar a Roma; Arcangeli se ofreció a proporcionárselo. Ese fue el comienzo de su insólita amistad. Paseaban juntos, tomaban café juntos, cenaban en la habitación de Arcangeli. A Winckelmann le gustaba jugar a intrigar a su compañero: no le dijo quién era, pero sí que era una persona de importancia que se había entrevistado con la emperatriz y que esta le había regalado unas monedas de oro y plata. Arcangeli quiso verlas, Winckelmann se las enseñó y le pregunto que cuánto creía que valían.

La tarde antes de la partida, Arcangeli compró un cuchillo y una cuerda. Cenaron juntos como siempre, como los mejores amigos. Al día siguiente, Arcangeli entró en el cuarto de Winckelmann. Una criada estaba terminando de arreglarlo. Los oyó charlar amigablemente. Luego Winckelmann se despidió de su amigo y se sentó en la mesa que estaba entre las dos ventanas que daban al puerto. Tenía que terminar unas anotaciones para la nueva edición de su historia del arte clásico. Pero Arcangeli no abandonó el cuarto. Se abalanzó sobre su amigo y le colocó la soga al cuello. Winckelmann, más fuerte que él, se puso en pie, lucharon, cayeron al suelo con tal mala suerte que quedó bajo Arcangeli, que le sujetó con sus rodillas y le apuñaló repetidas veces.

Un criado oyó el ruido de la pelea. Se acercó a la puerta y escuchó durante un rato, luego entró. El agresor estaba de rodillas junto a su víctima. Al ver al camarero salió huyendo. Todo lo que ocurrió después tiene la absurda lógica de los sueños. El camarero, en lugar de atender al herido, marcha en busca de un médico. Winckelmann baja las escaleras tras él. Una criada lo ve ensangrentado y en lugar de socorrerle sale corriendo aterrada. Winckelmann tiene todavía al cuello la soga con la que han intentado estrangularle. Va hasta la habitación del posadero. Está cerrada. Todos los que le ven se quedan espantados, sin atreverse a acercarse a él. Un hombre corre en busca de un cura. Por fin a alguien se le ocurre ayudarle y lo primero que hace es quitarle la soga que todavía lleva al cuello.

Cuando llegó el médico, Winckelmann, que podía haberse salvado, solo tuvo tiempo de dictar su testamento. Murió a las cuatro de la tarde. Llevaba consigo un reloj de oro, una lupa enmarcada en plata, dos bolsitas de seda verde con 81 ducados del emperador y 27 monedas de oro.

            ¿Quién era Antonio Arcangeli? Tenía 38 años, el rostro picado de viruela, había sido pinche de cocina, había cometido muchos pequeños hurtos, había estado en la cárcel, tenía cierta labia y la utilizaba para engatusar a quienes después estafaba.

            Sentado en el Caffè degli Specchi, en la Piazza Unitá d’Italia, antes plaza de San Pedro, me parece escuchar todavía los gritos de Johann Joachim Winckelmann que baja las escaleras con la soga al cuello, ensangrentado y espantando a todos los que deberían ayudarle. Nunca había estado en Trieste, no tenía ninguna razón para acercarse a esa ciudad, no era el mejor camino para regresar a Roma, pero allí le esperaba el ángel de la muerte, Antonio Arcangeli, que ni siquiera tenía la hermosura adolescente que a él tanto le había fascinado, en el arte y en la vida.

Domingo, 6 de junio
AMIGO FEITO

“De la vida, en los libros, / solo queda la ceniza” escribió Xuan Bello en un poema que a mí me gusta citar añadiéndole unos versos: “Y fuera de los libros / ni la ceniza queda”.

            De la vida de José Manuel Feito, el cura de Miranda, quedan poemas, infinidad de papeles eruditos y el recuerdo agradecido de todos los que le conocieron. Y ahora queda algo más: una vida rescatada del olvido en sus propias palabras. Hoy me llegan los primeros ejemplares de Hecho y dicho, su autobiografía hablada, contada a Saúl Fernández.

            Para mí, José Manuel Feito, con quien comía regularmente todos los sábados en Avilés, era el interlocutor ideal. No había nada que no le interesara, en eso coincidíamos, y no estábamos de acuerdo en casi nada. Recuerdo que muchas veces me pasaba las cuartillas con el sermón que iba a pronunciar el domingo. No se limitaba a la rutina consabida, buscaba siempre un enfoque original, le gustaban las anécdotas históricas y citar a escritores. Yo discrepaba a veces en algún punto, pero no de las referencias literarias, sino de las afirmaciones teológicas. Así soy yo, me gusta cuestionar lo que parece evidente, detectar la imprecisión, poner en apuros a un especialista.

            José Manuel Feito tuvo mucha paciencia conmigo (como con todo el mundo). Ahora abro este libro y vuelvo a escuchar su voz, como en tantas sobremesas. De la vida, en los libros, amigo Xuan, algo más que la ceniza queda. La muerte, que todo lo puede, contra tu voz, amigo Feito, no puede.

Lunes, 7 de junio
MINÚSCULA MONEDA

Me envía Rosa Navarro Durán un libro de título poco prometedor, Ensayos hispano-ingleses, editado en 1948 como homenaje a Walter Starkie. Cree que me puede interesar. Lo abro y con lo primero que me encuentro es con un soneto de Manuel Machado que no está en sus poesías completas, que ha escapado a la perspicacia de estudiosos como Fernández Ferrer o Miguel d’Ors. Y muy probablemente son los últimos versos que escribió. Aluden al propio volumen en que se insertan: “En este libro, suma de señores / del Arte puro y la sublime Ciencia, / es mi pobre presencia la presencia / de un humilde juglar entre doctores”,

            El soneto no añade nada a la gloria del poeta, pero no deja de ser un hallazgo que me alegra el día, como una minúscula moneda de hace siglos que brilla de pronto entre las piedras del camino.

Martes, 8 de junio
TAL DÍA COMO HOY
 

Tal día como hoy, un ocho de junio de 1768, fue asesinado Winckelmann por el hombre que le acompañó de la mañana a la noche en sus últimos días. Pero yo prefiero no pensar en la absurda e inexplicable tragedia de la Gran Fonda, en la plaza de San Pedro (¿por qué se encaprichó el asesino con las medallas que le había regalado la emperatriz y no se limitó a hurtarle alguna de las monedas de oro que el sabio llevaba consigo?), y volver a pasear por el Giardino del Capitano, junto a la catedral y el castillo de San Giusto, donde está su tumba, donde se le conmemora de la más hermosa manera posible.

Entre el verdor y las rosas, en esta tarde de finales de primavera, parecen dorarse al sol de la historia capiteles, columnas, restos de lápidas conmemorativas. Al fondo, el templete neoclásico donde se guarda el cenotafio de Winckelmann. Sobre él, un ángel melancólico que apoya una mano en la frente y otra sobre un medallón con el rostro del sabio. Le rodean hermosos fragmentos escultóricos, el mejor homenaje a quien nos descubrió la hermosura del arte antiguo.

Quiero no pensar en ella, pero una vitrina me trae de nuevo a la memoria la tragedia de la Gran Fonda: en ella se reproducen las actas del proceso y el cuchillo que dio muerte al incógnito viajero.

            Antonio Arcangeli era un pillo de poca monta. Condenado por pequeños hurtos, nunca se había mostrado violento. Durante el juicio, no fue capaz de explicar por qué había hecho lo que había hecho. Dijo que perdió la cabeza. Pero su acción no tuvo nada de arrebato. Había comprado el cuchillo y la soga el día antes.

Quizá él también se ilusionó con Winckelmann, le propuso convertirse en su sirviente, que le llevara a Roma, soñó con ser el Crispín –recordemos Los intereses creados-- de este Leandro. Pero Winckelmann no aceptó la oferta. Se había cansado de este acompañante de los días tristes de Trieste, ya solo quería regresar a Roma, reanudar su vida de antes junto al cardenal Albani. Y la desilusión de Arcangeli, un pobre hombre que nunca había tenido suerte en la vida, al que la amistad de Winckelmann llenaba de orgullo, lo convirtió en el ángel de la muerte.

Miércoles, 9 de junio
UNA ESPOSA EJEMPLAR

Compro, en la librería Don Quijote, por cincuenta céntimos (dos libros, un euro), el André Maurois de Jacques Suffel. Maurois compartió la fama, en los años veinte y treinta, con Stefan Zweig, pero su vida sin misterio y sin tragedia no ha facilitado, al contrario de lo ocurrido con el escritor austriaco, su rescate del purgatorio. Del libro de Suffel, lo que más me interesa son las notas con que Maurois comenta cada capítulo de la hagiografía.  Y lo que más me sorprende, una líneas sobre Simone Maurois, que trabaja largas horas en la habitación contigua a la de su marido: “También allí los libros cubren las paredes hasta el techo. Pero, cerca de la ventana, puede verse una gran mesa dotada de un mecanismo que hace surgir o desaparecer una máquina de escribir. La que el escritor llama ‘mi otro yo’ permanece en esta austera mesa siete u ocho horas al día. Copia a máquina la fina escritura de André Maurois y sigue, día tras día, la creación de su obra”. Y esa imagen de colaboración “ejemplar” es precisamente la que el editor ha querido llevar a la cubierta del volumen, aparecido en una colección muy popular en los sesenta y setenta.

            Ya no quedan mujeres así. Ahora el bueno de Maurois, si no sabía escribir a máquina, no tendría más remedio que contratar a un mecanógrafo o mecanógrafa, con sueldo y derecho a vacaciones pagadas.



Después y todavía: Sesión continua

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Sábado, 12 de junio
NIHIL OBSTAT 

“La mejor manera de vencer a la tentación es caer en ella” decía Oscar Wilde. Y hay tentaciones que yo nunca he sido capaz de resistir. La de viajar en el tiempo, por ejemplo. 114 horas de vuelo alrededor del mundo se titula el vehículo al que me subo esta tarde. El piloto es Enrique Aguilar, de quien no sé nada más que lo que él me cuenta: que estudió con los jesuitas, que fue marino, que sigue siendo un buen católico y por eso su libro lleva el “Nihil obstat” de un canónigo y el “Imprimase” de un arzobispo.

Se publicó en Barcelona en 1957. “Sinfonía en negro” se titula uno de los capítulos: “Recuerdo que apenas tenía yo 18 años sostuve una polémica con un americano sobre la raza negra. Los negros, decía el americano, son una raza inferior y no pueden ni deben convivir con los blancos. Yo sostenía que Dios no distinguía de colores y que todos éramos hermanos”.

Han pasado los años, ha pasado Enrique casi un mes en Estados Unidos (en una foto del libro se le ve junto a Cornel Borchers y Rock Hudson), y ya no puede ser tan categórico: “Como cristiano, sigo opinando que merece los mismos respetos un blanco que un negro, pero comprendo, no obstante, que la vecindad de un negro en la butaca de un teatro es molesta”. Y sigue: “Por otra parte, pese a sus estudios, el negro no tiene aún solera suficiente para reprimir sus instintos y cuando abusa del alcohol su primitivismo se pone inmediatamente de manifiesto”. Por eso los americanos, para librarse de los negros, inventaron la República de Liberia, pero el experimento fracasó: “La tragedia del negro consiste en haberse habituado al coche y a la nevera. ¿Cómo quieren ustedes que ahora se despoje de todo y vuelva a la jungla con su simple taparrabos?”. Antes que eso, prefieren seguir en Estados Unidos y ser objeto de vejaciones.

            Nos frotamos los ojos, no acabamos de creérnoslo. Enrique Aguilar, como buen cristiano, siente un poco de pena por el sufrimiento ajeno, pero enseguida se consuela: “Claro que su epidermis no es tan sensible como la nuestra y posiblemente cosas que a nosotros nos parecerían terribles ellos apenas llegan a percibirlas”.

            “Nihil obstat”, nada que objetar, por parte del doctor Cipriano Monserrat, canónico prelado doméstico de Su Santidad; “imprímase” ordena el arzobispo de Barcelona.

            Eran tiempos en que uno podía decir lo que pensaba sin miedo a la dictadura de lo “políticamente correcto”. Así comienza el capítulo dedicado al Japón: “Esto es un paraíso para los hombres. La mujer se educa desde que es niña para respetar y servir al hombre, de forma que cuando se casa considera como la cosa más normal el quitarle los zapatos al marido cuando llega cansado a su casa, el levantarse antes que este para que cuando despierte encuentre ya su desayuno preparado y el quedarse en la casa por la noche levantada esperando a que regrese su marido si este salió con unos amigos”.

Domingo, 13 de junio
EL AMOR Y UN VIEJO

Soy un espectador ingenuo. Cuando leo un libro, sobre todo si es un libro de poemas, siempre le miro las costuras y los zurcidos y no hay puntada mal dada que se me escape. Cuando entro en una sala de cine, entro dispuesto a dejarme engatusar. Hoy, gracias a Gaza mon amour, visito un  territorio que solo asoma a las noticias para traernos malas noticias. Voy al mercado, salgo a pescar en la estrecha zona permitida –apenas cinco kilómetros--, sueño con escapar a Europa, aunque sea arriesgando mi vida, maldigo a la policía político-religiosa que encuentra en el cerco israelí la mejor excusa para negarme todos los derechos, y me enamoro como un adolescente, que es como yo suelo enamorarme. Issa, el protagonista, tiene sesenta años en la ficción, pero Salin Dau, el actor que lo interpreta, nació el mismo año que yo. Con él bailo ilusionado mientras preparo la cena y suena una canción de Julio Iglesias: “que no se rompa la noche, que no se rompa”.

            Pero mi fascinación por este vivir otra vida, tan distinta a la mía y tan semejante, no impide que la otra parte del cerebro considere un disparate toda la historia de la estatua encontrada. Los hermanos gemelos Tarzán y Arab Nasser (lo de Tarzán es pseudónimo, por supuesto) habrían necesitado la ayuda de un buen guionista. Y yo, que soy de las personas que pueden hacer más de una cosa a la vez, me enamoro cándidamente con Issa y me entretengo preparando dos versiones alternativas, una en que no hay tal encuentro de la estatua de Apolo y otra en que el dios ejerce su papel y detiene misiles en el aire y convierte en perros a los fieles burócratas de Hamás..

Lunes, 14 de junio
ME ALEGRA COINCIDIR

¡Cómo me alegra coincidir cada vez más en lo esencial con mi admirado Andrés Trapiello! Pienso, como él, que si Pedro Sánchez para completar la mayoría hubiera necesitado los votos de Ciudadanos, en lugar de los de Esquerra, ahora competiría con Rosa Díez a la hora de encontrar contundentes argumentos con los que rechazar los inminentes indultos.

Solo discrepo de mi exitoso amigo en un pequeño detalle: para él, las exigencias de la aritmética parlamentaria son un atentando a la Constitución y a no sé cuántas cosas más; para mí, contribuyen a aliviar una monstruosa injusticia, la privación de libertad a unos hombres de bien.

Ahora solo falta que al Príncipe de Maquiavelo, quiero decir a nuestro presidente del Gobierno, la misma necesidad de aglutinar votos para impedir la convocatoria anticipada de elecciones le lleve a pactar con elgovern un referéndum a la escocesa.  Y que sea lo que los votantes quieran.

“Si hubiera muchos españoles como tú, habría menos independentistas” me dijo una vez un anónimo lector catalán, no sé si en tono de elogio o de reproche. Si era lo segundo, que no se preocupe: mis compatriotas, en este punto, se parecen más a mi querido Andrés Trapiello que a mí, con lo que los independentistas tienen garantizado ser abrumadora mayoría en muy pocos años.

Martes, 15 de junio
PREDICAR EN EL DESIERTO
 

----Siempre te estás quejando, Martín. Pero no tienes motivo. Pocas personas tan libres como tú para decir lo que piensan. Has escrito lo que creías conveniente, sin cortapisa alguna, de los últimos cercas y gimferreres y otros bodrios muy promocionados; has llamado presos políticos a los presos políticos; te has burlado de los jefecillos autonómicos que perdieron la cabeza durante la pandemia y todo se les volvía abrir y cerrar bares según las últimas estadísticas; has levantado la cabeza cuando todos la bajaban y decían amén, amén. Y no te han censurado, multado ni encarcelado, como sí creo que hicieron en el franquismo. No sé de qué te quejas.

            ----Sí, me han dejado el derecho al pataleo y lo he ejercido abundantemente. Pero porque no soy nadie, porque soy un escritor sin lectores y sin influencia alguna. Puedo decir lo que quiera en mi rincón provinciano, pero a cambio de que nadie me entreviste jamás en un medio de difusión nacional (¡hasta a Miguel Bosé le dan más cancha que a mí!), de que mis libros no se reseñen, de que nunca se me pregunte mi opinión. El hombre más libre es también el más ninguneado. Puede decir lo que piensa porque quienes manejan los altavoces ya se encargan de que nadie le escuche.

            Juan Bonilla escribió una vez que mis reseñas a favor de sus libros no le habían hecho vender ni un ejemplar más y mis reseñas en contra no le había hecho perder ni un solo comprador. No sé si será verdad. Pero si me leyeran, que no me leen, el presidente del Gobierno y el del Principado pensarían lo mismo: “Lo que diga ese señor me la suda. Será muy sensato, será muy razonable, pero no me hace ganar ni perder un solo voto”.

Jueves, 17 de junio
SOÑANDO Y ESPERANDO
 

Cumplir años es una costumbre que suele tener la gente y a la que es fiel hasta la muerte. Yo no acabo de creerme que tenga ya 71 años, la edad que tenía Azorín en 1944 y Unamuno a comienzos de 1936. ¿De verdad soy tan viejo como ellos? Me parece inverosímil, debe ser que la falta de éxito, el no convertirse en una momia ilustre, es un buen conservante.

            Tengo además la suerte de haber disfrutado toda la vida de una excelente mala memoria: olvido pronto, en cuanto acaban, los malos ratos. Y duermo bien y gasto todo lo que gano, alguna parte incluso en mí.

            “Somos el tiempo que nos queda” afirmó Caballero Bonald. Pero mientras no sepamos el tiempo que nos queda siempre podemos pensar que tenemos todo el tiempo del mundo por delante. Es lo que yo pienso, como cuando era niño, como cuando era adolescente. Todavía creo que lo mejor, en la vida y en la literatura, está por llegar. Y lo que importa no es que llegue o no, sino que yo pase mi tiempo soñando y esperando, nunca desesperando.


 

 

Después y todavía: Dime de qué presumes

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Sábado, 19 de junio
DEL AMOR

“La confianza es una necesidad del amor y de la amistad; pero las almas grandes gustan poco de la confidencias”.

            Prefiero contar historias en lugar de contar mi vida. La historia de amor entre Guillermo de Humboldt y Carlota Diede, por ejemplo. El gran filólogo, el ilustre diplomático, el prócer prusiano, el hombre ejemplar, casado felizmente, tuvo un amor secreto, tan secreto que ni los más íntimos amigos llegaron a sospechar nada.

En 1788, recién cumplidos los veintiún años, se acercó hasta la estación balnearia de Pyrmont, entonces muy de moda. Allí, en la mesa redonda de la fonda en que se hospedaba, quedó deslumbrado por una joven, hija del pastor de un pueblo cercano. La atracción fue mutua. Los tres días siguientes apenas si se separaron uno del otro. Cuando llegó el momento de la despedida, Guillermo prometió a Carlota que no tardaría en acercarse a Luderhausen, donde ella residía, para pedir su mano. No lo hizo, no volvió a dar señales de vida. Muchos años después, ya un hombre ilustre, recibió una carta de aquella mujer desdeñada. Le contaba una historia triste, en la que había matrimonio, maltrato y pobreza, y le pedía su ayuda. Humboldt respondió de inmediato –no la había olvidado, dijo-- y continuó con esa correspondencia hasta su muerte. Tomó todas las precauciones para mantenerla en secreto, incluso la dirección en los sobres las escribía siempre otra persona.

Confiaba en que Carlota destruyera sus cartas una vez leídas, como él destruía las de la mujer. Solo se volvieron a ver dos veces: un día en Frankfort, en 1817, y otro en Cassel, en 1828. Esas cartas de amor son las más raras cartas de amor que se hayan escrito nunca y solo por ellas se leyó y se sigue leyendo al sabio Humboldt fuera del círculo de los especialistas. “Los verdaderos placeres son aquellos de los que podemos prescindir porque toda necesidad es un dolor que empieza”, escribió en este tratado de la renuncia y desasimiento, escrito por alguien que no renunció a nada, salvo a lo que más le importaba.

            “¿Qué necesito hacer para sufrir menos?”, le pregunta Carlota. “Necesita hacer lo que yo: mirar con indiferencia muchas cosas; convencerse de que todo lo que nos ayuda a madurar es bueno; tener cuidadosamente equilibrado el espíritu; adquirir este reposo del corazón que he poseído desde joven y que es preferible a la alegría”.

Domingo, 20 de junio
EN BIARRITZ

Qué difícil es ayudar sin ofender, cuánta inteligencia se necesita. Fernández Flórez contó la historia de aquel elegante caballero que, en Biarritz, a poco de su llegada, en cuanto algún conocido iba al casino, le pedía que apostara en su nombre cien francos.

Pero nadie apostaba ese dinero, sino que se lo devolvía añadiendo cien o doscientos francos más, como si hubiera ganado. Aquel caballero no aceptaría una limosna ni pediría prestado lo que no sería capaz de devolver. Necesitaba Biarritz para vivir como otros necesitan el aire. Era el primero en llegar y el último en marcharse. En París vive en casa de un hermano gruñón que le recuerda cada día que es él quien le mantiene.

Hace años yo fui aquel menesteroso de Biarritz y ahora no sé devolver sin ofender la ayuda que en otro tiempo recibí.

Martes, 22 de junio
QUÉ PERSONAJE

Lo mejor del libro de Ernesto Ekaizer El rey al desnudo es el subtítulo, “Historia de un fraude”, y el apéndice documental. Qué personaje, Dios mío, qué personaje, entre el esperpento y la novela negra, hemos tenido en España durante cuarenta años, cuarenta, como jefe del Estado. De él se rumoreaban muchas cosas, pero solo la justicia suiza, mientras la justicia española miraba para otro lado o se dedicaba a poner piedrecitas en las ruedas, ha cumplido con su deber iniciando una investigación criminal que hará pasar a la historia universal de la infamia al principal protagonista.

            Ekaizer reproduce el escrito, de fecha 5 de marzo de 2019 (un año antes de que los españoles tuviéramos conciencia de él al anunciar Felipe VI que renunciaba a la “herencia” de su padre que pudiera corresponderle), en el que los abogados londinenses de Corinna zu Sayn-Wittgenstein cuentan el acoso al que el llamado rey emérito y ciertos cuerpos de la seguridad nacional están sometiendo a su clienta.

Los hechos: “En 2012, nuestra clienta recibió del rey emérito una cartera bancaria, plenamente invertida, depositada en una cuenta del banco Mirabaud de Ginebra a nombre de una fundación llamada Lucum. Los beneficiarios de esta fundación son el rey emérito, su majestad Felipe VI y la infanta Leonor. Este regalo no fue solicitado y se presentó como irrevocable”. Dos años después, el rey emérito le solicitó a Corinna que le devolviera esos fondos. Como ella dijo que legalmente no podía hacerlo, la acusó de haberlos robado. Y esa acusación se hizo no solo en privado, sino “ante jefes de Estado extranjeros y ante los clientes y socios comerciales de nuestra clienta, así como ante su familia y sus hijos, que se han visto afectados de manera muy especial por esta campaña de desprestigio”. Y no se vayan porque aún hay más: “El rey emérito también ha atacado a los dos hijos de nuestra clienta, incluyéndolos como miembros en varios chats online de grupos privados en los que ha publicado reiteradamente comentarios falsos, peyorativos y ofensivos acerca de su madre”.

            Por supuesto, en el libro se incluye el contrato de donación entre S. M. Juan Carlos I, rey de España (Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón), en adelante “el donante”, por un lado, y Dña. Corinna zu Sayn-Wittgenstein, en adelante “la donataria”, por otro, de los famosos 65 millones de euros. Al exigir la devolución, el donante está admitiendo que era un contrato simulado para ocultar una fortuna no declarada al fisco y de origen oscuro, que le comprometía. Está admitiendo que es un delincuente. La fiscalía debería intervenir de oficio. Y es lo que hizo el fiscal Yves Bertossa. En Suiza, por supuesto.

Miércoles, 23 de junio
EL HONOR DE ESPAÑA

Leo a Schopenhauer: “El orgullo más barato es el orgullo nacional. Este orgullo denuncia en quien lo siente la carencia de buenas cualidades individuales de las que pudiera estar orgulloso, porque de tenerlas no recurriría a otras que ha de compartir con tantos millones de individuos. Cualquiera que tenga distinguidos méritos personales reconocerá, por el contrario, con mayor exactitud, los defectos de su país, porque los tiene constantemente a la vista. Pero todos esos imbéciles, dignos de lástima, que nada tienen en el mundo de que puedan enorgullecerse, se acogen a ese último recurso de sentirse orgullosos de la nación a la que, por casualidad, pertenecen; a ella se adhieren y en su gratitud se hallan prontos a defender, con el pie y con el puño, todas las majaderías propias de su patria”.

            Pues yo, admirado filósofo, a pesar de eso, me siento orgulloso de ser español, y profundamente avergonzado del anterior jefe del Estado, de quienes se enriquecieron con él y de quienes permitieron que eso ocurriera y de quienes le rieron las gracias y también, puestos a ello, de buena parte de mis compatriotas que lo consintieron y consienten, como agachando sumisamente la testuz consienten tantas otras cosas..

Jueves, 23 de junio
LA FAMOSA INVIOLABILIDAD

La famosa inviolabilidad que tantos usan como justificación para mirar para otro lado cuando se habla de delitos cometidos antes de 2014 (o de los de después, hasta que se vieron obligados por la justicia europea) es una mala excusa. Basta leer la Constitución –léanla, jueces y fiscales y catedráticos de Derecho Constitucional-- para enterarse de que los actos de los que el rey no es responsable, debido a su inviolabilidad, son responsables quienes los refrendan. Por lo tanto, deben ser investigados ante cualquier indicio de delito para enjuiciar a quien corresponda. Por ejemplo, si los famosos indultos del pasado martes fueran delictivos, como pretenden algunos, el responsable no sería Felipe VI, aunque los haya firmado, pero habría un responsable, el presidente del gobierno, y no solo político, sino también penal si ese fuera el caso.

Da un poco de reparo repetir estas verdades elementales. Pero todavía la inviolabilidad sigue utilizándose no para eximir al jefe del Estado por sus actividades como jefe del Estado, de las que sería responsable el gobierno, sino como particular, cosa que, desde Calígula para acá, no admite ninguna constitución del mundo. Ni siquiera Pinochet pudo acogerse a ella cuando, ente 1998 y 2000, se planteó en Londres su juicio de extradición, como muy bien recuerda Ekaizer en la página 316 de su libro, aunque en otras parece seguir aceptando el cuento de la inviolabilidad tal y como nos lo han habitualmente contado. 

Viernes 25 de junio
DE QUÉ PRESUMO

“Dime de qué presumes y te diré de que careces” afirma la sabiduría popular. Y nadie presume más de racionalidad y sentido común que yo.

Y nadie más torpe en las cosas que de verdad importan.





 

Intermedio en el Fontán

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La acción transcurre la mañana del pasado domingo en una terraza del Fontán. En la mesa de al lado, un conocido –me saluda cuando nos cruzamos, pero no recuerdo su nombre si alguna vez lo supe-- alza la cabeza del periódico y me interpela sin mediar saludo.

----¿Así que esta es la última entrega de su diario? ¿No se va a despedir ni a hacer un resumen del año?

----No tengo esa costumbre. El próximo domingo –si al director de El Comercio le parece bien—comenzaré otra serie. Llevo haciendo ese cambio desde hace algunos años, exactamente desde 2005. Y no creo haber fallado ningún domingo.

----Pero el diario lo comenzó a publicar antes. Yo he leído algún tomito muy anterior.

----Comenzó con Días de 1989 que lleva en el colofón la fecha del 17 de octubre de ese año. Las anotaciones abarcan desde el 30 de abril hasta el 13 de agosto. Me gustaba la idea de publicar unos pocos días que valieran como muestra de un conjunto más amplio. Esos diarios de una vida, con miles de páginas, no se leen, solo se hojean. Yo no quería ser autor de un tocho de esos. Tampoco me hacía gracia escribir borradores para la manipulación póstuma o por mí mismo años después de escritos. Y no tenía intención de continuarlo. Pero luego, un poco azarosamente, fueron apareciendo otras entregas, siempre –complicidad de los editores mediante-- en el mismo año de la escritura. Ahora la inmediatez, al ir apareciendo en la prensa, es absoluta.

----Pero luego aparecen en libro, ¿no?

----Sí, con un cierto retraso. El diario que concluye hoy en la entrega número 24. Llevo publicados 20 tomos y para el otoño estamos preparando otro, el que lleva el título de Sin propósito de enmienda. Pero lo importante es que, aunque no reunidos en volumen, mis diarios ya están publicados en vivo y en directo.

----Y también aparece en su blog, ¿no es cierto? Yo lo leo a veces y me divierte mucho cómo trata a algunos comentaristas.

----Soy un poco impulsivo, lo reconozco. Y cuando alguien escribe alguna tontería, cosa bastante frecuente, no dejo de decirle “eso es una tontería”. La verdad es que por uno o dos comentaristas que diceb alguna cosa interesante, hay un montón de gente que no se entera de nada. Pero eso es lo que hay. Lo que más agradezco es que me señalen erratas, ya que uno es un poco descuidado y a veces no hay tiempo para revisar. Claro que hay algunos que se limitan a decir que hay muchas erratas, sin decir cuáles, y otros que las señalan, pero no indican en qué lugar están, con lo que dan más trabajo que quitan. Y no faltan los que hacen aspavientos como si una errata fuera un grave pecado moral. Y no digamos si tiene que ver con las llamadas faltas de ortografía (un “echo” al que el corrector automático le pone la hache o se la quita cuando no debe), entonces la indignación de algunos supera a la de los buenos alemanes cuando el holocausto.

----¿Y va a seguir publicando diarios? ¿No teme aburrir contando lo mismo año tras año?

-----Mientras haya quien los quiera publicar, yo seguiré escribiendo y publicando.

----Y seguro que guarda para publicar póstumamente las páginas más jugosas.

----En absoluto. Lo que de mí no quiero que se sepa ahora, me gustaría que no se supiera nunca. Pero en realidad hablo menos de mí de lo que parece, hablo más de los alrededores.

----¿Y nunca ha tenido problemas por ser tan indiscreto?

----Bueno, yo creo que soy bastante discreto. A ciertas intimidades, mías o ajenas, no me refiero nunca. Mis indiscreciones, si las hay, son puramente literarias. Si en este concurso o en aquel otro, de los que fui jurado, hubo tales o cuales chanchullos. Cosas así. Si no quieren que cuente yo esas cosas, que no las hagan, o que no me llamen más para participar. No creo que sea una indiscreción cuando un Gimferrer publica un bodrio decir en voz alta lo que todos dicen en voz baja, que es un bodrio. Para decir que es una maravilla ya está Luis María Anson en El Cultural o Prieto de Paula en Babelia.

            ----¿Y de qué va la serie que comienza a publicar el próximo domingo si se puede saber?

            ----Solo puedo decir el título: Mil y un fantasmas.

            ----Pues no sé si me va a interesar, porque esas historias de fantasmas que publicaba antes en el diario, mujeres misteriosas que se presentaban de noche en su casa es lo que menos me interesaba del diario. Yo prefiero cuando le da sartenazos al anterior jefe del Estado, como usted llama a nuestro entrañable Al Capone.

            ----Una ocasión excelente entonces para dejar de leerme durante el verano. Escribo tanto, o más bien soy tan regular escribiendo, que corro el riesgo de fatigar a mis lectores habituales. Yo les aconsejo que se tomen un descanso de vez en cuando. Y que entre un tomo y otro del diario, si les da por leerlo, dejen pasar un tiempo prudencial. Y que no se les ocurra tratar de leerlos todos. ¡Hay tantas maravillosas lecturas en el mundo!

            ----Una sabia recomendación, aunque sospecho que innecesaria. No se preocupe que pocos dejarán de seguirla.



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