Quantcast
Channel: Café Arcadia
Viewing all articles
Browse latest Browse all 705

A buen entendedor: Yo pecador

$
0
0

Domingo, 8 de diciembre
ENCANTADO DE HABERME CONOCIDO

“Se nota que estás encantado de haberte conocido”. me dicen con frecuencia. No estoy yo tan seguro.
            Ahora que, eso sí, como los matrimonios tradicionales, me esfuerzo por guardar las apariencias. Dentro de casa podrá haber sus más y sus menos, pero ante lo vecinos siempre hay que mostrar buena cara.

Lunes, 9 de diciembre
LA MUJER DE NEGRO

Llamaron a la puerta. Todas las historias, para quien vive solo y pasa casi todo el día encerrado en casa, comienzan con una llamada a la puerta. Siempre tengo la intención de no abrir, de no contestar, pero acaba pudiéndome la curiosidad. Y siempre, en la realidad y en el sueño, es una mujer alta, vestida de negro, muy maquillada, como si dispusiera a ir a una fiesta, que me mira muy seria, como reprochándome algo. No dice nada, solo me mira con insistencia hasta que yo bajo los ojos.
            “Creo que se ha equivocado usted de piso” dijo finalmente. Y ella: “¿De verdad lo crees?”. Y entonces sonríe y es como si yo cayera hacia atrás y empezara a rodar por un precipicio, golpeándome con las piedras, haciéndome sangre, tratando de agarrarme a los arbustos.
            Por fin alzo la vista. magullado: “¿De verdad eres tú? Fue hace tanto tiempo…”             Entra, sin que yo la invite a pasar, hace sitio en el sofá colocando un montón de libros en el suelo, y se sienta respetando el sitio donde yo suelo sentarme, como si conociera mis costumbres.
            “No has cambiado nada”, digo por decir algo. Pero me fijo bien y noto las arrugas del cuello, el rostro envejecido por detrás del maquillaje. “Tú tampoco”, miente ella. “No estoy muy orgulloso de lo que hice”, digo yo. Y ella: “Ya lo he olvidado”. “Yo tampoco”, le respondo tratando de sonreír.
            Muchas veces he soñado con que volvíamos a vernos y ahora me parece que estoy otra vez soñando ese repetido sueño. De pronto, se levanta y con voz distinta, como si hasta entonces hubiera estado interpretando un papel, dice: “Voy a preparar algo de cena. Espero que no tengas vacía la nevera, según tu mala costumbre”. Y va hacia la cocina como si estuviera en su casa, aunque nunca haya estado en ella (cuando nos conocimos, yo vivía en un apartamento de la calle Melquíades Álvarez).
            Hojeo un libro, trato de ver la televisión, pero no puedo concentrarme en nada. “Ya puedes venir”, dice de pronto. “Huele muy bien”, le respondo. Me sorprende ver sobre la mesa un solo cubierto: “¿Es que no vas a cenar conmigo?”
            Ella sonríe, alarga la mano y me acaricia la barbilla como si yo fuera un niño: “No, cariño, no; de sobra sabes que estoy muerta”.


Martes, 10 de diciembre
EL CIELO CON LAS MANOS

Creemos vivir en un mundo sólido y nos movemos en una telaraña. Hay que ser muy ágil para, en cuanto se rompe el hilo al que nos sujetamos, aferrarse rápidamente a otro.
            Yo todavía conservo esa agilidad. ¿Por cuánto tiempo? Mejor pensar en otra cosa mientras toco una vez más el cielo con las manos.

Miércoles, 11 de diciembre
LA VIDA DE LOS OTROS

“A mí no me interesa nada la vida de los demás”, dicen muchos con un gesto de desdén. Pues a mí me interesa bastante más que la propia. Sobre todo si la veo en el papel o en la pantalla, desde no puedan salpicarme ni las lágrimas ni la mugre.


Jueves, 12 de diciembre
PALINODIA

No soy yo un hombre muy dado a cambiar de opinión o a dejarse convencer. Como buen español, como español “a machamartillo”, que diría Menéndez Pelayo, soy más bien partidario del “sostenella y no enmendalla”, del “o conmigo o contra mí”. Pero nadie es perfecto. Ni siquiera yo. Y por eso no tengo más remedio que reconocer mi error.
            El domingo asistí al estreno en Oviedo, con un público distante y un tanto frío, de la ópera Aidanamar, de Olvaldo Golijov. Aunque con pasajes emocionantes y con una puesta en escena minuciosamente brillante, me pareció desigual y con un libreto que algo tenía de simplista españolada.
            Pero ayer participé en una mesa redonda en la universidad, junto con la soprano que interpreta a Margarita Xirgu, María Hinojosa, la mezzo que hace de Lorca, Marina Pardo, y el director de escena, Luis de Tavira. Yo comencé mi intervención recordando la frase de Octavio Paz (“Los poetas no tienen biografía; su obra es su biografía”) y dije que no era cierta, que la biografía de un poeta es parte de su obra y ahí están los casos del propio Pessoa (que le sirvió a Paz para enunciarla), de Oscar Wilde, quien dijo aquello de que había puesto el genio en su vida y el talento en su obra, o de Federico García Lorca. Hablé luego del esquematismo del libreto, obra de un norteamericano de origen chino, David Henry Hwang, premiado dramaturgo y autor de guiones para series televisivas. Y dije la palabra “españolada”, que molestó un poco a Luis de Tavira, mexicano con aspecto de antiguo hidalgo español, aunque lo disimuló con la proverbial cortesía de la Nueva España.
            Y hoy he asistido de nuevo a la representación de Aidanamar con la intención, naturalmente, de reafirmarme en mi opinión. Pero esta vez, desde el primer instante, desde que se escucha el sonido del agua en la fuente, me he visto seducido por la magia del espectáculo. Y no me ocurrió a mi solo. El silencio de la sala tenía esa calidez especial de las grandes ocasiones. Qué diferencia con la otra función, la del domingo, con su displicente atención llena de toses y algún que otro murmullo, y las muestras de enojo que escuché a un anciano que se sentaba detrás de mí (simpatizante, sin duda, del bando de los sublevados). Esta vez la hora y media pasó sin sentir, de emoción en emoción, de deslumbramiento en deslumbramiento. Todo me pareció mejor que en la primera función: el puzzle de la música, con sus armonías y sus asperezas y continuos contrastes; la elegancia de María Hinojosa, la voz grave de Marina Pardo; los bailarines de la compañía de Antonio Gades, y los innumerables detalles felices de la puesta en escena. Solo una cosa me pareció que tenía la misma fuerza en una función que en otra: la intervención de Alfredo Tejada, un Ruiz Alonso cuya denuncia flamenca en como un cuchillo que se nos clava de golpe en el corazón.
            Y qué acierto no terminar la obra con el momento estremecedor del fusilamiento. La tercera “imagen” (obra en un acto y tres imágenes se subtitula Aidanamar) aleja la obra del efectista melodrama y la convierte en una reflexión lírica sobre la fragilidad del artista y la perennidad del arte.
            Marina Pardo, muy expresiva y ocurrente, se quejaba en la mesa redonda de que algunos trataran de descalificar Aidanamarafirmando que no era una ópera, sino un musical, como si esas clasificaciones tuvieran algún valor estético. Yo recordé a Unamuno: “¿Que mis novelas no son novelas? ¡Pues serán nivolas!” Lo que no es Aidanamar es reiterada arqueología, como tantas otras producciones operísticas.


Viernes, 13 de diciembre
MEA CULPA

Son las nueve de la mañana y en el mismo momento en que me pongo a escribir, como todas las mañanas, suena el teléfono. “¿Has leído el periódico? ¿No? Pues ya verás, ya verás lo que dicen del acto de ayer”.
            Nada bueno, me imagino. Porque ningún amigo se toma la molestia de llamar para darte una buena noticia o para decirte que le ha gustado mucho el artículo tuyo que acaba de leer.
            Pero yo sé contener mi impaciencia hasta las doce de la mañana que es cuando paso por Las Salesas y, en la cafetería Los Porches, leo los periódicos regionales (los nacionales quedan para después de comer). Y entonces vuelvo a recibir otra llamada del mismo amigo. “¿Ya has leído lo que dicen de la lectura poética de ayer? ¡Josefina te va a matar!”. Y como ya he leído la noticia, le respondo: “Y con toda razón”.
            Comento luego el asunto en la tertulia y nadie entiende que esté tan preocupado. “¿Pero por qué se va a enfadar Josefina? Siempre habla muy bien de ti, se ve que te aprecia”, me dice mi amigo Cristian. Y yo le cuento aquellas viejas guerras, a principios de los ochenta, cuando Emilio Alarcos y Jesús Neira quisieron poner un punto de sensatez a unas reivindicaciones lingüísticas quizá más atentas a mimetismos políticos con otras comunidades que a la realidad asturiana y fueron descalificados, denigrados, acosados. Incluso llegaron a recibir amenazas anónimas por teléfono. Y Josefina puede olvidar el daño que le hicieron a ella, pero jamás el que hicieron, o intentaron hacer, a Alarcos. Bien es cierto que, en cuanto a descalificaciones públicas, los amigos de los bables y enemigos de la llingua, tampoco fueron parcos. Esas guerras nunca tuvieron eco en esta tertulia. Aquí los jóvenes poetas que escribían en castellano, como José Luis Piquero, Pelayo Fueyo, Javier Almuzara, y los que escribían en asturiano como Xuan Bello, Antón García, Berta Piñán o Marín Estrada se leían y se corregían mutuamente y compartían admiración por autores como Eugénio de Andrade, Gabriel Ferrater o el padre Galo. Yo puedo decir que vi nacer a la nueva poesía en asturiano y casi, casi, que ayudé al parto. Por eso me alegré tanto de que por fin, en un acto organizado por la cátedra Alarcos, se escuchara con toda naturalidad, olvidadas viejas rencillas, a poetas que escriben en una lengua y en otra. Pero el asturiano solo apareció de manera testimonial y en parte por casualidad, porque un poeta tuvo que ser sustituido en el último momento por otro. Titular la noticia del acto como “El asturiano entra en la Cátedra Alarcos” me parece falsificar las cosas. Con razón se va a enfadar Josefina.
            “Pero la culpa es de la periodista, no tuya”, me replican. Y yo: “No, la culpa es mí, porque fui yo, tan contento por ese hecho del que solo yo me había percatado, quien se lo subrayó de paso”. Concluye Almuzara: “Creo que, como siempre, subestimas a Josefina. Es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que ese intento de avivar un viejo fuego no es ni siquiera un ejemplo de periodismo malintencionado, sino solo de mal periodismo, como podrá comprobar cualquiera cuando el vídeo del acto, maravilloso homenaje a la poesía viva, se cuelgue en la página web de la Universidad”.

          
Sábado, 14 de diciembre
LA FUNCIÓN CONTINÚA

“Solo no estaba solo cuando estaba contigo” escribí una vez. Y sigue siendo verdad.
            Mi vida sentimental se parece a La ratonera, esa obra de Agatha Christie que desde hace más de medio siglo se viene representado en un teatro de Londres.
            La trama es siempre la misma, pero los actores van cambiando a lo largo del tiempo.
            Y yo comienzo cada función con la misma emoción que el día del estreno.



Viewing all articles
Browse latest Browse all 705

Trending Articles