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Sin propósito de enmienda: Madrid reconquistado

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Jueves, 28 de noviembre
UNA RARA EMOCIÓN

Siempre he dicho que para mí Antonio Machado es algo más que un poeta, alguien de la familia. Suyo era el primer libro que compré, ahorrando céntimo a céntimo, cuando tenía trece o catorce años. Y lo leí con tanta pasión –aunque muchas páginas de elucubraciones metafísicas no las entendiera– que me llegué a saber docenas y docenas de poemas suyos de memoria. Todavía puedo empezar con los primeros versos (“Está en la sala familiar, sombría, / y entre nosotros el querido hermano / que en la tarde infantil de un claro día / vimos partir hacia un país lejano…) y seguir y seguir.
            Esta inverniza tarde madrileña he tenido el raro privilegio de hablar de él en el Instituto Cervantes ante su otra familia: sobrinos nietos y sobrinos biznietos, los descendientes de su hermano Francisco (ni él ni Manuel Machado tuvieron hijos), también escritor.
            Sentí una rara emoción, la verdad. Como si se cerrara un círculo.



Viernes, 29 de noviembre
TANTOS AÑOS DESPUÉS

Saludo a Manuel Neila en el homenaje a los Machado y al poco se me acerca Jesús Munárriz. Hace ya más de cuarenta años de mi primer viaje literario a Madrid. Vine a presentar la revista Jugar con fuego y el libro Clamor de lo incesante.
            Me acompañaba Víctor Botas, el presentador era Luis Antonio de Villena, entonces el poeta joven al que más admiraba. Asistieron al acto, y después nos acompañaron a cenar, Francisco Brines, Jesús Munárriz, Jaime Siles, Rosa Pereda, Marcos Ricardo Barnatán, entre otros que no recuerdo. Eduardo Haro Ibars, armó una pequeña performancedurante la presentación. A todos los había leído en mi rincón provinciano, pero a ninguno conocía personalmente.
            El reencuentro con Neila y Munárriz me hace volver la vista atrás. De la mayoría de esos escritores, no tardaría en distanciarme. La razón siempre la misma: o una reseña que no les gustaba demasiado o alguna indiscreción en mis diarios.
            “Eres la única persona con la que se ha enfadado Brines”, me dijo una vez Vicente Gallego. En este caso la terrible indiscreción que le hizo montar en cólera una mañana avilesina (había ido a Asturias a varias lecturas) apareció en Los Cuadernos del Norte. Comentaba yo los Poemas a D. K. y dije que algunos de ellos aparecían en Palabras a la oscuridad con el nombre completo de a quien estaban dedicados, Detlef Klugkist. ¡Buena la hice! Creo que aún no me lo ha perdonado.
            El enfado de otros tiene mayor motivo. A Semáforos, semáforos le dediqué una reseña tan feroz como divertida, “Soma y sema de Jaime Siles”. Muchos años después, cenando con Dionisia García –me lo contó ella– y hablando de otras cosas, de pronto aludió Siles a mi reseña: “La tengo clavada aquí”, dijo señalando no sé si la cabeza o el corazón. ¡Pobre! Hoy no sería tan maleducadamente sincero.
            Jesús Munárriz me encargó y editó un libro, Poesía española 1982-1983, que iba a ser el primero de una serie y que tuvo cierto eco polémico. Cuando terminé el segundo tomo al año siguiente y se lo pasé, decidió no publicarlo, después de haberme ido animando a escribirlo. No me explicó la razón, pero parece que algo tuvo que ver uno de sus colaboradores de entonces, Ramón Buenaventura, que no salía muy bien parado.
            Yo, que no practico el intercambio de favores, le incluí luego en mi antología Treinta años de poesía española, a pesar de la resistencia del editor, Abelardo Linares.  Y recuerdo de memoria versos suyos, como los dedicados a la tumba del soldado desconocido: “Soldado nunca fui. Me uniformaron / para la degollina. / Apaguen ese fuego, por favor; / arranquen de mi polvo esas letras de bronce. / Más leve es de civil la eternidad”.
            Nunca me he aspirado, y menos me he peleado, por un cargo, un premio, la publicación en esta o aquella editorial de prestigio, nunca he vetado a nadie. Creo que en la carrera literaria soy un rival cómodo. Siempre me hago a un lado y dejo que sean otros quienes se enfrenten por los primeros puestos.
            La razón de que algunos escritores, poetas sobre todo, me honren con su odio, en lugar de con su indiferencia, resulta inexplicable. ¿Qué le podrá importar a un poeta al que le dan todos los premios y le jalean en los Babelias que le ponga yo ciertos reparos en alguna reseña perdida?
            Una vez, al bajar a desayunar al comedor del hotel, me encontré a Antonio Gamoneda, que acababa de recibir el Cervantes. Como se sentó muy cerca, y habíamos tenido alguna relación en otros tiempos, me sentí obligado a saludarle: “Buenos días, señor Gamoneda, no sé si acordará usted de mí…”
            Saltó de inmediato, como si tuviera preparada la réplica: “Sé perfectamente quién es usted, pero no tengo ningún interés en hablar con usted”.


Sábado, 30 de noviembre
MADRID RECONQUISTADO

Encuentro Madrid más antipático que de costumbre, o al menos el centro de Madrid, con sus aceras levantadas, las apretujadas multitudes, las banderas rojigualdas que parecen marcar un territorio recién reconquistado.
            ––¡No comprendo cómo te puede molestar la bandera de tu país!, me dice el amigo facha que me acompaña.
            ––Perdona, pero creo que deberías estudiar un poco de semiótica. Dos significantes idénticos (un rectángulo con determinados colores, por ejemplo) pueden tener significados distintos según el contexto y por lo tanto son signos diferentes. Esa presunta bandera de España que algunos ponen en la correa de su reloj, en el collar de su malencarado perro o tamaño XL en determinados lugares públicos representa solo una amenaza.
            ––Pero no contra los buenos españoles, contra los antiespañoles.
            ––¿Y pensando así te extraña que muchos nos tentemos la ropa cuando vemos esgrimir la bandera de España en ciertas manifestaciones? Haría falta una ley para proteger del mal uso los símbolos nacionales.
            Huyendo del frío y del vulgo municipal y espeso, acabamos refugiándonos en el Palace. No había vuelto a sentarme en su famosa rotonda desde los tiempos de Víctor Botas. Él se alojaba allí porque ya lo visitaba con su abuelo cuando era niño y le hacían una rebaja. Yo buscaba un hotel más modesto.
            Recuerdo una vez que, con no sé qué pretexto, varios contertulios hicimos un viaje a Madrid. Botas, que viajaba sin la imprescindible Paulina, nos tuvo charlando bajo la modernista cúpula hasta cerca de la una. No se decidía a subir a su habitación. Nosotros, muertos de sueño, sobre todo yo, queríamos marchar, pero él siempre encontraba un pretexto para retenernos. Al final nos confesó que le asustaba dormir solo.
            ––Pues no duermas solo –dije yo, y señalé a una elegante señorita que fumaba distraída al otro lado del salón.
            Botas se volvió a mirarla y ella sonrió. Nosotros aprovechamos la ocasión para despedirnos y no sé cómo acabaría el asunto.


Domingo, 1 de diciembre
ME GUSTA PASARLO BIEN

Llevan tiempo dándome la tabarra con esa obra maestra, El irlandés, la nueva película de Martin Scorsese. Pero yo no acabo de animarme a verla. No tengo paciencia para estar tres horas y media ante el televisor.
            Desdeño una presunta obra maestra y no me pierdo, sin embargo, una confesa nadería como Puñales por la espalda, de Rian Johnson. Desde la primera imagen del gran caserón, ya sé que lo voy a pasar bien.
            Me arrellano en la butaca como el niño que espera un cuento. Vuelvo a la adolescencia y a los crímenes en una habitación cerrada y a los cadáveres en la biblioteca y a las minucias que acaban resolviendo el enigma.
            Un cuento de hadas, una bocanada de felicidad en este día gris.


Lunes, 2 de diciembre
PIENSO, PERO NO DIGO

––Me siento como un hombre del siglo XX desterrado en el XXI –me dice un amigo más o menos de mi edad.
            ––Pues yo me siento como un hombre del siglo XXI que ha tenido la desdicha de vivir la mayor parte de su vida desterrado en el XX. No sé cómo pude soportar aquellos lugares llenos de humo, la burla y el desprecio a los diferentes, la paciencia como única solución para el maltrato en el matrimonio, el correo caracol, los teléfonos que unían lugares con lugares, no personas con personas, y que solo servían para hablar, la falta de redes sociales…
            ––Las redes sociales no son más que un quita tiempos y un comecocos.
            ––O una maravillosa manera de estar menos solos, depende de cómo se usen.
            ––¡Yo soy de los que hablan con la gente cara a cara, de los que invitan al amigo a tomar una cerveza!
            ––Tú, lo que eres es tonto –pienso, pero no digo– o quizá solo lees demasiado a Juan Manuel de Prada. ¿Cómo vas a quedar a tomar cerveza con un amigo que vive a cientos o miles de kilómetros de distancia? ¿Me impiden a mí las redes sociales tomar café y debatir con mis amigos todos los días? Las redes sociales añaden, no restan. Ser del siglo pasado no debería impediros, ni a ti ni a Prada o Marías, el uso del razonamiento lógico. Ten en cuenta que Aristóteles era muy anterior.


Martes, 3 de diciembre
UN TEST

Ando algo afónico y el médico me ha recomendado que pida la baja y hable lo menos posible durante cuatro días. Hablo lo menos posible. En clase, bajito, y procurando que intervengan mucho los alumnos; en la tertulia del Vetusta, permanezco casi todo el tiempo en silencio.
            Al final, cuando voy como cada día a comprar al Mercadona, sonrío y digo: “Me ha gustado esto de callar y escuchar por una vez a los demás. Así he podido darme cuenta de lo poco que pierdo cuando solo me escucho a mí mismo”.
            La mayoría se ríe; unos pocos se enfadan. No diré en qué grupo están mis amigos más inteligentes.


Miércoles, 4 de diciembre
MI FAKE NEWSFAVORITA

En España no hay presos políticos.



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