Sábado, 2 de noviembre
LA HUIDA EN EL TIEMPO
Cuando negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte, a mi me gusta viajar a otro tiempo. Wells inventó una máquina complicada e imposible para ello, la ciencia ficción nos habla de agujeros de gusano, yo lo tengo más fácil. Me basta con abrir una vieja revista literaria. Este número de Poesía Española (enero de 1957), por ejemplo, que encuentro en la casa de Avilés, donde viví tantos años, donde sigo viviendo todavía.
José María Martínez Cachero reseña Áspero mundo: “Ángel González (que no es un profesional de la poesía, que solo escribe cuando siente viva necesidad de hacerlo) reúne en este libro treinta y ocho poemas, muestra antológica de su obra a lo largo de varios años”.
En 1984, se pensaba conceder el premio Príncipe de Asturias a Ángel González: sus amigos en el jurado eran mayoría. Falló un voto y el premio fue para otro poeta, Pablo García Baena.
Se produjo una cierta frustración, todo estaba previsto para celebrarlo. Un miembro del jurado, Juan Cueto, llegó a decir que habían premiado a un poeta del que nadie había oído a hablar, que solo sabía cantar el crepúsculo. Jaime Gil de Biedma escribió una carta en El País aclarando que, en contra de lo que se rumoreaba, no era su voto el que había fallado e insinuaba –o afirmaba claramente, ya no recuerdo bien– que había sido el de Martínez Cachero. A las preguntas de los periodistas, respondió el catedrático, que fue director de mi tesis doctoral, que había comenzado escribiendo poemas, que el voto era secreto.
A Ángel González le conocí en 1976 o 1977, en uno de los cursos de verano de la Universidad de Oviedo. Hablaba de la poesía de posguerra y, como pasó por alto el postismo, yo se lo reproché. Discutimos sobre la importancia del movimiento y el valor poético de Carlos Edmundo de Ory, que a él no le parecían gran cosa, y a mí –influido entonces por la estética novísima– lo más significativo de los años cuarenta. Al salir de clase, se me acercó y me dijo: “¿Usted no será José Luis García Martín?”
Resulta que yo le había enviado a su domicilio americano los primeros números de la revista Jugar con fuego y él relacionó las reseñas poco convencionales que allí publicaba con mi empecinamiento polémico.
Cuando se habló de que Ángel González viniera como profesor a la Universidad de Oviedo, le escuché a Martínez Cachero decir: “¡Que haga una oposición como todos!”
También participaba en aquellos cursos de los años setenta Carlos Bousoño. En este número de Poesía Española encuentro un soneto suyo, “La niña”, sin mayor interés. El tiempo ha sido inclemente con la poesía de Bousoño. Y con sus teorías, que parten de intuiciones felices, pero que se fueron volviendo cada vez más artificiosamente disparatadas. Se casó tarde y mal, pero eso no tuvo nada que ver con el asunto.
Aparecen también cuatro poemas en homenaje a Pío Baroja, que había muerto el año anterior. Tres ya los conocía, pero no la “Canción del suburbio, adrede”, pastiche de Salvador Pérez Valiente: “Es en el margen del Sena; / es en Amberes o en Brujas. / Se titula la taberna / ‘Al calamar que dibuja’. / Hay un perro –¿cómo no?-- / y acaso un niño que llora. / Se escucha el acordeón / lentísimo de las horas”.
Para olvidar estos días confusos de 2019, en que los que no hacemos más que dar un paso tras otro hacia el abismo, yo leo en el Atrio una vieja revista literaria de 1957. Reproduce un soneto de Antonio Machado que el Heraldo de Aragón publicó el 12 de octubre con motivo de la festividad de la Virgen de Pilar. Se lo había enviado Eulalia Cáceres, viuda de Manuel Machado, creyendo que estaba dedicado a la virgen, pero la “madonna del Pilar” del primer verso era Pilar de Valderrama, su amor prohibido: “con qué divino acento / me llega a mi rincón de sombra y frío / tu nombre, al acercarme el tibio aliento / de otoño el hondo resonar del río. / Adiós: cerrada mi ventana siento / junto a mí un corazón… ¿Oyes el mío?”
Yo no escucho a ningún corazón latir por mí en estos días de otoño en que negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte.
Domingo, 3 de noviembre
ME LO TEMÍA
––¿Has leído esto? –me dice un amigo que ha comenzado a hojear el XL Semanal mientras yo termino mi café y El Comercio–. Escucha, escucha: “Frente a Otegui, Santi Abascal es Thomas Jefferson. No hay nada más de derechas ni sectario que el independentismo”.
––¡Pero ese tío es tonto! –exclamo yo– ¿No sabe que Thomas Jefferson fue precisamente el redactor de la Declaración de Independencia de su país? ¿No sabe que luchó, con las armas en la mano, contraviniendo las leyes, en contra del rey de Inglaterra, que era su rey?
––Pero es que entonces Estados Unidos era una colonia.
––Cierto, pero una colonia en la que no se sublevaron –como en Argelia o en otros países– los nativos colonizados, sino los colonizadores contra su legítimo gobierno y, en principio, por un quítame allá esos impuestos. Pero hablemos de otra cosa. Ya hemos dedicado demasiado tiempo a la afirmación de un tonto.
––Pues no es ningún tonto. Es Fernando Savater.
––Me lo temía.
Martes, 5 de noviembre
LA MUSA ES EL ENCARGO
“Es usted el primero en comprar el Planeta”, me dice la librera cuando voy a pagar un ejemplar de Terra alta, la novela de Cercas..
Sonrío. ¡Quién me lo iba a decir! Tantos años despotricando contra el amañado galadón y ahora resulta que soy el primero en adquirirlo.
Lo cierto es que tenía curiosidad. Malsana curiosidad, por cierto. Un amigo me había contado la propuesta que le hicieron a Cercas en agradecimiento a su combatividad contra el procés. “En Planeta están muy entusiasmados contigo, creen que eres el mejor para desmontar las falacias del independentismo”, le dijo su agente, acariciando ya el porcentaje que le correspondía del más de medio millón de euros. “Ahora, eso sí, me han puesto una condición: que escribas una novela-novela, no una investigación histórica o un reportaje disfrazados de novela. Dicen que un libro de esos tuyos estaría bien para finalista, pero que a ti quieren darte el premio grande”.
Javier Cercas, al parecer, se hizo el remolón, pero finalmente aceptó y yo estaba impaciente por saber cómo había resuelto el encargo, aunque por supuesto no me creyera a pie juntillas el relato de mi amigo.
Pero comencé a leer la novela –voy por la mitad– y la verdad es que me sorprende la profesionalidad e inteligencia con que está hecha. Comienza como un telefilme, con su crimen inusitadamente cruel y la llegada de la policía, en este caso, los mossos d’esquadra. El estilo no es realista, sino hiperrealista. No solo no se perdone prenda de ropa con la que van vestidos los personajes, sino que incluso cuando uno de ellos tira una lata de Coca-Cola al recipiente de reciclaje se no informa que en él hay ya “un tetrabrik y un par de botellas de plástico”.
Pero el tono cambia cuando pasamos al capítulo siguiente. Ahora la inspiración son los novelistas del XIX: Víctor Hugo, Balzac, Dickens. Yo tengo una especial predilección por ese realismo fantasioso de bajos fondos con prostitutas buenas, de malhechores que se redimen en la cárcel, de turbios protectores paternales a la manera del Vautrin de Las ilusiones perdidas. Claro que a ratos da la impresión de que Cercas se pasa un poco con los ingredientes de la serie B: su protagonista, en cuanto llega una denuncia de malos tratos a la comisaría, busca por su cuenta al maltratador y le da una buena paliza.
Ya veremos qué opino al terminar el libro. De momento, lo estoy pasando bien, aunque eso en mi, que detesto las novelas “literarias” (pero me gustan las series y devoré todas las grandes novelas del XIX), no sé si es buena señal.
“La musa es el encargo”, decía Umbral. Quizá Cercas ha recibido el encargo adecuado para salir del artificioso manierismo de sus últimos libros.
Miércoles, 6 de noviembre
LA LITERATURA Y YO
––¿No tienes la sensación de que has perdido tu vida dedicándola a algo, la literatura, que cada vez interesa a menos gente y que pronto no interesará a nadie?
––Pues no, ni he perdido la vida, ni la literatura interesa cada vez a menos gente.
La conversación tuvo lugar por la mañana en Los Porches. Allí hojeo los periódicos, los libros del día, corrijo trabajos de los alumnos, charlo con quien quiera acercarse a saludar.
Luego, de noche, mientras llega el sueño, no estoy tan seguro de no haber perdido mi vida. De que la literatura sigue hoy tan viva como en tiempos de Virgilio, pero interesando a mucha más gente, de eso no tengo ninguna duda.
Jueves, 7 de noviembre
BANDERAS AL VIENTO
Soñé que íbamos en un tren derechitos al abismo y que todos los pasajeros discutían acaloradamente sobre si había que aumentar o no la velocidad, cambiar o no al maquinista. Yo dije que lo que había que hacer era frenar y dar marcha atrás. Como nadie me hacía caso, fui a quejarme al maquinista.
––No se preocupe usted. Catástrofe con gusto, no pica.
Viernes, 8 de noviembre
POR QUÉ
Es el poema más breve de Rudyard Kipling, solo doce palabras: “If any question why we died, / tell them, because our fathers lies”. Jon Juaristi lo parafraseó así: “¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes / y por qué hemos matado, tan estúpidamente? / Nuestros padres mintieron: eso es todo”.
¿Nos mienten quienes nos llevan al precipicio? Les dicen a sus potenciales votantes lo que quieren oír. Eso es todo.