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Sin propósito de enmienda: Perder y ganar

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Sábado, 26 de octubre
CANDÁS EN PRAVIA

A la una, tenía que concluir mi charla sobre la poesía culta y la tradición oral en la Edad de Plata; me tocó hablar a la una menos cinco.
            Las autoridades que había inaugurado el encuentro de la Asociación de Escritores Asturianos –Antón García, director de Política Llingüística, y Pepe Monteserín, cronista municipal– se tomaron su tiempo y dejaron a los demás sin tiempo.        No me importó. Yo sé adaptarme a las circunstancias. Resumí lo que pensaba decir exactamente en cinco minutos y cuarenta y siete segundos. A la una había una lectura de poemas al aire libre, frente al Teatrillo, quizá el café más hermoso de Asturias. Y conozco bien la impaciencia de los poetas.
            Esther García López, presidenta de la asociación, me dijo que podía tomarme media hora más de tiempo, pero recordé lo que me había ocurrido una vez que me invitaron a dar una conferencia en las jornadas literarias sobre Candás y el mar.
            Hablé durante el tiempo previsto –no acostumbro a alargar mis intervenciones– ante un público que me pareció atento. Al final, el moderador inició el coloquio. De inmediato se alzó un brazo y un hombre se puso de pie. Yo estaba encantado, lo que más me gusta de las conferencias es el diálogo final con los asistentes. Pero mi gozo en un pozo.
            ––¡Yo quiero saber –bramó aquel individuo– cuándo puedo leer mi poema! Porque yo he venido –ya no sé si dijo que de Contrueces o de Salobreña– para leer mi poema.
            ––Ahora mismo –le respondí con una sonrisa más falsa que Judas–, estaremos encantados de escucharle.
            ––No, no –dijo el moderador–, los poemas se van a leer en el puerto, al aire libre, en cuanto terminemos. ¿Alguna pregunta más?
            No había ninguna pregunta más, por supuesto. Todos los asistentes se levantaron de golpe y se fueron trotando a leerle sus versos al mar, que seguro que estaba impaciente por escucharlos.
            Gracias al director y al cronista no tuve ocasión de aburrir a nadie en Pravia, pero sí de pasear a solas por la villa una maravillosa mañana de otoño. Cuando uno habla –y yo hablo demasiado, todo el mundo me lo dice–, la ciudad se calla; cuando uno calla, la ciudad le habla. Por eso yo creo que solo conozco de verdad los lugares que he recorrido a solas, a veces durante interminables días, como aquel invierno en Catania; otras unas pocas horas, escapado de los compañero de viaje, como Bucarest y los turbios alrededores de la Gara de  Nord.
            Para mí, que estoy de paso, Pravia conserva el aire apacible de las decimonónicas capitales de provincia; me da una impresión –seguramente falsa– de tiempo detenido, con su teatro ruinoso, sus ajados caserones, su palacio con jardín entre altas tapias, sus calles estrechas, su estatua del rey Silo, sus confortables cafés –mi favorito es el Teatrillo– donde abrir un libro, escribir un haiku (“Tarde de otoño. / Lentamente del árbol / las horas caen”) y dejar pasar la vida.
            Dos o tres veces he estado en Pravia y siempre he tenido la sensación de que allí podría ser feliz.
            Una falsa impresión, supongo. Si a mí me dan a elegir entre el palacio de la marquesa de Casa Valdés y un pequeño apartamento –cocina, salón y dormitorio–, seguro que elegiría el apartamento. Soy así de modesto.
            Un palacio me queda demasiado grande, prefiero el diminuto apartamento. Siempre, claro está, que tenga terraza sobre Central Park y que el cronista municipal sea Woody Allen y no Pepe Monteserín.


Domingo, 27 de octubre
FLORES DE PAPEL

Toda biblioteca personal es un autorretrato. Qué espléndido autorretrato el que se expone este domingo en un puesto del Fontán, frente al Arco de los Zapatos. Libros en francés y en español, creación y crítica, una biblioteca iniciada en los años setenta y que llega casi hasta hoy.
            Su propietario, profesor de literatura según me indica el vendedor, se me parecía bastante. Hay muchos libros que yo compré, ilusionado, en cuanto aparecieron. Mi amigo Francisco Alba se lleva Vida y poesía de Li Po, de Arthur Waley, traducido por Marià Manent. Yo encuentro un cuaderno mío de traducciones poéticas, Trasluz, publicado en Mérida allá por 1987, que no conservaba. Es uno de los cien ejemplares numerados y firmados por el autor. Lo abro al azar y lo primero que leo es un poemilla de Yao Hsin Hsien: “Después de tu partida, ¿siguen / abriendo su corola / las flores del jardín? / ¡Qué imposible parece / sin ti la primavera!”
            Después de la partida siguen abriendo sus páginas nuestros libros para deslumbramiento de los lectores. No me resulta triste, sino todo lo contrario, que sigan ahí, convirtiendo en un colorista jardín este rincón del mercadillo, cuando nosotros nos vamos.
            Un abrazo, desconocido amigo (aunque seguro que más de una vez nos cruzamos en las calles de Oviedo), que leías lo que yo leía y que te me has adelantado.



Lunes, 28 de octubre
CRIMINALES TODOS

Siempre me ha interesado lo que piensa la gente que no piensa como yo. En el último número de Nueva Revista, una publicación de política, cultura y arte, próxima –o eso me parece– al Opus Dei y al catolicismo más tradicional, se publica una entrevista con Rémi Brague, que ha sido profesor –ya está jubilado– de Filosofía Medieval en la Universidad de la Sorbona.
            Lo que leo en ella me deja estupefacto: “Un ateo que sea padre de familia es un criminal”. Me froto los ojos, vuelvo a leer el párrafo completo: “Un ateo, alguien que no cree en ninguna clase de trascendencia, un ateo que fuera padre de familia, es un criminal, según sus propias normas, según su sistema propio, puesto que los seres que llama a la vida, y a los que podría haber dejado muy tranquilos  –en la nada podría haberlos dejado dormir, si se me permite decirlo–, los lanza a la vida, como decía Chateaubriand, ‘les infligimos la vida’, y en cualquier caso con la seguridad de que morirán”.
            Y no acaba aquí la cosa. Cuando formuló en un libro esta idea, “un crítico de un periódico de referencia francés contestó que conocía ateos felices”. Bueno, también existen “idiotas felices”, respondo el docto profesor. Y continúa: “La cuestión no es saber si las personas que ya existen son felices o no, la cuestión es saber si los que ya existen tienen derecho a endosar, si se me permite decir, la existencia a alguien al que no se le puede pedir su opinión”.
            Comencemos por el final. Si la cuestión es esa, el que una persona sea atea o no carece de importancia: tampoco los creyentes pueden preguntar al no nacido si quiere venir o no al mundo.
            Sigamos disparate arriba. ¿Qué crítico es ese al que la única réplica que se le ocurre cuando lee “un ateo que sea padre de familia es un criminal” consiste en decir que hay ateos felices? ¡Qué tendrá que ver la felicidad en este mundo con la creencia en Dios! ¿No eran creyentes, y muy creyentes, los que durante siglos definieron la vida humana como un valle de lágrimas?
            Y puestos ya a disparatar, ¿no sería más criminal el que saca a los seres humanos de su tranquila nada y los deja al albur de una condenación eterna, de una perpetua sala de tortura denominada infierno?
            Me gusta leer a los que no piensan como yo, pero sospecho que debo tomar previamente la precaución de comprobar que, efectivamente, piensan. No parece el caso de Rémi Brague.
            Nació en 1947, es más o menos de mi edad. ¿Acabaré yo como él dentro de poco? Hubo un tiempo en que me obsesionaba llegar a los sesenta años porque había leído que entonces se dejaba de aprender. Era falso, puedo atestiguarlo. Ahora ando obsesionado con el momento en que las neuronas empiezan a patinar. Voy detectando esa catástrofe en las personas que me preceden. No falla. Lo que pasa es que a unos les ocurre más pronto y a otros más tarde. Yo me conformaría con no incurrir en lesa majadería hasta los noventa y ocho o noventa y nueve años.



Martes, 29 de octubre
YO PECADOR

Qué hipócrita soy. Tiro la piedra y escondo la mano. Un compañero de aventuras literarias publica un libro de investigación al que ha dedicado muchos años de esfuerzo y yo me apresuro a señalar sus puntos débiles. Luego, cuando el autor replica airado, con muchas descalificaciones personales y pocos argumentos, no entro al trapo, pongo cara de bueno, de quien nunca ha roto un plato, y respondo educadamente.
            Ya sé, benemérito Ricardo Labra, que yo debería haber subrayado todo valioso que hay en tu Ángel González y mirar para otro lado cuando me topaba con sus estrepitosos fallos estructurales. Pero dejaría de ser quién soy si hiciera eso.
            Tampoco puedo evitar echar de vez en cuando el anzuelo para comprobar si sigue por ahí en alerta máxima Susana Rivera. Siempre pica.
            Soy con ella un poco cruel dándole algún pretexto (basta la más mínima alusión) para que una vez más haga el ridículo. Es mi manera de vengar al poeta, a quien ha puesto al servicio de sus resentimientos particulares en lugar de ponerse ella, como era su obligación, al servicio de su obra.
           

Miércoles, 30 de octubre
ALERTA SANITARIA

El odio, en pequeñas dosis, tonifica; el amor elimina nuestras defensas y abre la puerta a todas las enfermedades.

Jueves, 31 de octubre
PIERDE

Cuando uno pierde la amistad de un tonto malicioso, ¿pierde o gana?
            Yo no soy tonto, compro en Media Markt, pero sí algo malicioso. Cuando un amigo deja de ser mi amigo, ¿pierde o gana?

Viernes, 1 de noviembre
DÍA DE DIFUNTOS

Ni le tengo miedo a los muertos –solo amor a unos cuantos– ni le tengo miedo a morir. Le tengo miedo a los vivos y a seguir vivo cuando ya esté muerto.



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