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Sin propósito de enmienda: Por qué soy tan antipático

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Sábado, 19 de octubre
YO, ROBOT

Como siempre, soy el último en enterarme. Acabo de descubrir que lo mío es la inteligencia artificial. No estoy hecho para tratar con personas, sino con robots.
            Hay máquinas con las que se puede jugar al ajedrez. ¿Hay robots, sofisticados cerebros electrónicos, con los que se pueda debatir de cualquier tema sin miedo a herir sus sentimientos?
            Este viernes Ángel Alonso dijo que se había encontrado con un antiguo contertulio.
            ––¿Por qué no vuelves por la tertulia?, le preguntó.
            ––¿Y volver a ver a Martín? No, gracias.
            “¿Qué le has hecho?”, quiso saber Ángel. Naturalmente le respondí que nada y que siempre le había creído un buen amigo.
            Pero luego me quedé pensando y recordé que no había día en que apareciera por la tertulia y no acabara yo hablándole de sus brillantes inicios –ganó el premio Asturias Joven de poesía y narrativa el mismo año, publicó una espléndida novela sobre la marginalia urbana, colaboró tres o cuatro veces en Clarin– y no le reprochara sus extravagantes proyectos posteriores hasta llegar al abandono de la literatura.
            Lo hacía con la mejor intención, trataba de espolearle para que volviera al cultivo de la inteligencia, pero me temo que lo único que hacía era subrayar su presente en contraste con los éxitos iniciales.
            También Silvia Ugidos, otro gran talento malogrado, se enfadó conmigo por razones semejantes. Aunque ella, como vive lejos y no tiene que soportarme día a día, ya me ha perdonado. Es tan escaso el talento, que no soporto ver como alguien lo desperdicia.
            ¿Pero quién sabe lo que pasa por la cabeza de cada uno? Nuestro peor enemigo lo llevamos dentro. No todo el mundo es como yo, esclavo de la lógica, insensible al halago o a la indiferencia, cada mañana ante el ordenador, luego en la cafetería habitual, en las clases, llueva o truene, como una máquina incapaz de hacer otra cosa.
            Sueño con una tertulia solo de robots, de inteligentísimos robots, con los que poder discutir de cualquier tema sin miedo a herir sus sentimientos.


Domingo, 20 de octubre
MALA CONCIENCIA

Me temo que no tengo enmienda. El viernes compré el libro Ángel González en la poesía española contemporánea, de un viejo amigo, Ricardo Labra.
            Entre el viernes y el sábado lo leí y anoté y decidí que no iba a escribir sobre él porque, aunque muestra un trabajo ímprobo y está lleno de aciertos, también incurre en algún que otro error conceptual y de detalle. Como me conozco, sabía que si lo reseñaba iba a despachar en tres líneas los elogios y dedicar los dos o tres folios restantes a pormenorizar implacablemente los reparos.
            Esa era mi intención. No quería hablar del libro además porque está basado en una tesis doctoral dirigida por Areceli Iravedra y parecería que quería vengarme de ella por haberme vetado –o eso me parece a mí– en la cátedra Ángel González.
            No quería escribir una reseña, pero el hombre propone y Dios dispone. Las tardes de los domingos voy al cine, pero hoy no encontré ninguna película que me apeteciera. ¿Y qué hago yo ahora en estas dos horas?, me pregunté angustiado. ¿Escribir haikus o aforismos que es lo que suelo hacer cuando me aburro?
            Lo que hice fue volverme a casa y, aprovechando las numerosas notas que había tomado, escribir la reseña del libro de Ricardo Labra. La verdad es que disfruté señalando sus insuficiencias y, al terminar, como no quería mandarlo al periódico para no molestar al autor, lo subí a mi blog. “Ahí no lo ve nadie, o casi nadie”, pensé.
            No tengo enmienda, la verdad. De sobra sé que, si no eres capaz de escribir cuatro vaguedades elogiosas cuando comentas el libro de algún amigo o de alguien con alguna influencia (Javier Rodríguez Marcos dejó de mencionarme en su periódico tras mi reseña de Frágil), deberías dedicarte a otra cosa, no a la crítica literaria.
            Pero yo soy más amigo de la verdad que de Platón y, aunque el éxito me gusta, puedo pasarme perfectamente sin él.


Lunes, 21 de octubre
EL BREXIT, POR EJEMPLO

Para quererme mucho, hace falta conocerme poco, pero que para odiarme mucho basta con conocerme un poco.
            Lo cierto es que hay quien me odia con buenas razones, pero también quien me ama sin razón ninguna.
            Lo que no puedo negar es que juego a ser esforzadamente antipático, que me gusta repetirles a mis conciudadanos que se dejan pastorear pacíficamente por los diarios y telediarios, que les están engañando y no especialmente, o no solo, a través de las fake news de Facebook. Que en el caso del Brexit, por no mencionar otros asuntos que nos tocan más de cerca, quien está haciendo el ridículo es el parlamento británico –incapaz de tomar una decisión y muy capaz para bloquear cualquier decisión–, no Boris Johnson que se limita a tratar de hacer cumplir el mandato de los ciudadanos.
            ––¡Eso lo dices solo porque nada te gusta más que llevar la contraria!, protestan mis amigos.
            ––¿Por llevar la contraria o porque me resulta imposible no razonar por mi cuenta? Vamos a ver: el parlamento quiere evitar un Brexit salvaje, lo quiere pactado con Bruselas, pero cada vez que se llega a un acuerdo –ya van cuatro– lo rechaza. ¿Hay alguna explicación para eso? ¿Pedir más y más prórrogas hasta ver si logran convocar otro referéndum que impida la salida? Algunos sueñan con ello, pero mi impresión es que la mayoría del primer referéndum se mantiene, aunque todos los periódicos españoles quieran darnos la impresión contraria. Lo veremos en cuanto haya elecciones.
            ––¡Siempre quieres tener razón contra todo el mundo!
            ––Cierto, pero eso no es lo que me hace más antipático, sino el que con cierta frecuencia la tengo.


Martes, 22 de octubre
ÉTICA PERIODÍSTICA

“Tan importante como recuperar el orden es analizar las causas del descontento”, leo en un editorial de El País.
            Tras una semana de disturbios que han causado cerca de una veintena de muertos, centenares de heridos, saqueos generalizados, incontables pérdidas,las instituciones están obligadas a reaccionar “con proporcionalidad y serenamente”, como corresponde a una democracia asentada capaz de hacer frente a este tipo de situaciones. “Pero también –añade El País– es necesario analizar las causas de esta explosión de auténtica rabia social, sería errado ignorarlas y pensar que lo que ocurre no tiene su trasfondo en un gran descontento”.
            ¿Soy yo la única persona que ve una cierta contradicción entre cómo ese periódico trata los disturbios de Chile –pide comprensión para quienes utilizan la violencia extrema como medio de protesta, aunque sea en democracia– y los de Barcelona?
            Supongo que no soy el único, pero leyendo la prensa a veces tengo la impresión de que sí. Y es que la coherencia y la ética periodística están bien, pero solo cuando no entran en colisión con la defensa de intereses superiores.
            A veces tengo la impresión de ser un pulpo en un garaje lleno de patriotas de izquierda y de derecha.  

       
Miércoles, 23 de octubre
TRATO DE SER PRUDENTE

En el libro de Paco Abril Reflexiones de bebés anónimos que se presentó ayer en Cervantes, aparece una cita mía que no recuerdo haber escrito: “Cuéntame cuentos, pero no me engañes”. Quizá la escribió el propio Paco Abril –yo me he inventado docenas de aforismos de Oscar Wilde, y no solo–, pero con gusto me la apropio.
            Los cuentos no engañan. Engañan los titulares de los periódicos. Se aprovechan de que a la mayoría de los lectores les basta con ellos para formarse una opinión.
            Pero a quien no quiera dejarse engañar le basta con leer con alguna atención los artículos, separando el grano informativo de la paja opinativa. Solo se engaña quien quiere dejarse engañar.
            Yo no leo ni escucho ni veo ningún medio de comunicación afín al independentismo catalán. Me basta con prestar atención a los medios contrarios –todos los diarios españoles impresos, todas las cadenas de televisión– para saber, en el actual conflicto (y dejando a un lado posibles errores de procedimiento), quién tiene la razón y quién la fuerza, quien es solo parte interesada y quién es juez y parte. Pero, por elemental prudencia –juego en campo contrario–, no daré nombres, no entraré en detalles.


Jueves, 24 de octubre
DÍAS FELICES

Recuerdo bien aquel día en que sonó el teléfono, ya levantado yo para ir al trabajo y un amigo me dijo: “Puedes volverte a acostar y dormir un poco más. Hoy no hay clase. Ha muerto Franco”.
            Cuarenta y cuatro años después, el ilustre general vuelve a darme una alegría. La verdad es que llegué a dudar que el gobierno fuera capaz de desatar todas las ataduras y complicidades que le mantenían presidiendo simbólicamente el reino de España, que él había, tan eficazmente, no restaurado, sino instaurado.
            Otro día feliz el de hoy. Ahora solo falta que una investigación independiente libre a su heredero de todas las sospechas de corrupción que se han ido acumulando en estos años para que pueda pasar a la historia de España limpio de polvo y paja o, si confirman, pueda ser enviado a dónde corresponde con los Roldán, los Rato, los Pujol y los príncipes de Arabia.


Viernes, 25 de octubre
AFORTUNADAMENTE

Me creo distinto a todos, pero soy como todo el mundo: experto en hacer daño sin querer a las personas que quiero.
            A veces sueño con un mundo feliz en el que debatir con robots, en el que convivir con algún perro, en el que no enamorarme más que de mí mismo.
            Pero no siempre los sueños se cumplen. Afortunadamente.



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