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Sin propósito de enmienda: Una profecía

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Sábado, 7 de septiembre
SIGO DANDO LECCIONES

––Martín, eres de lo que no hay. Tú hasta serías capaz de ir al Parlamento Británico a explicarles el Brexit y cómo salir del embrollo en que están metidos.
            –-Por supuesto, pero antes se lo explicaría a los españoles, que parecen estar convencidos de que el referéndum salió adelante por las ambiciones de cuatro políticos que engañaron a los votantes con un autobús en el que se les prometía el oro y el moro si abandonaban la Unión Europea.
            ––Caricaturizas.
            ––Caricaturizo poco. Eso es lo que se deduce no solo de las charlas de café, también de los editoriales de los periódicos.
            ––Y algo de eso ahí.
            ––Sí, como cuando una mujer se quiere separar y los amigos del marido tratan de convencerla de que se vuelva atrás porque en el fondo es bueno y la quiere mucho.
            ––¡Tú estás loco, Martín! ¿Es que crees que la Unión Europea es como un marido maltratador?
            ––En un matrimonio. basta que un conyuge quiera divorciarse para que comience a tramitarse el divorcio; en un acuerdo firmado libremente entre países libres basta que uno quiera romperlo para que eso ocurra.
            ––¡Y eso es lo que está ocurriendo! Pero los ingleses no se aclaran.
            ––Para llegar a un buen acuerdo hace falta que las dos partes actúen de buena fe. Si una de ellas quiere dejar a la otra tuerta, aunque ella se quede ciega, mal vamos. La respuesta de la Unión Europea al resultado afirmativo del referéndum, que no se esperaba, fue un “¡Os vais a enterar!”. Y en esas estamos.
            ––Te olvidas del parlamento británico, una jaula de grillos.
            ––Ahí te doy toda la razón. Primero se niegan varias veces a aceptar la salida acordada que había negociado Theresa May y luego le exigen, con triquiñuelas legales, a Boris Johnson que no salga a las bravas, que negocie un acuerdo.
            ––¿Y cómo explicas eso?
            ––A los parlamentarios de Londres, como a los de Madrid, antes les interesan los intereses de su partido que los de su país. Unos quieren desgastar al gobierno conservador para ganarle en las próximas elecciones y otras desgastar al líder del partido conservador para ponerse en su lugar.
            ––¿Y tú, claro, apoyas a Boris Johnson, a esa especie de Donald Trump, solo por llevar la contraria, como es tu costumbre?
            ––Apoyo su manera de razonar en esta cuestión. Si queremos que la Unión Europea vuelva a negociar la salida, lo mejor es dejarles claro que esta se producirá, con acuerdo o sin acuerdo, el 31 de octubre. Si hay otra prórroga, ¿para qué van a negociar? Tienen en su mano no negociar nunca y, prórroga tras prórroga, impedir la salida.
            ––Lo que habría que hacer es otro referéndum. La mayoría reconoce que se equivocó en el anterior.
            ––¿Seguro? Sospecho que esa mayoría es tan virtual como la que se opone a la independencia en un territorio más cercano que prefiero no mencionar. Pero vamos a suponer que es así. Se disuelve el parlamento, se convocan elecciones y si los partidarios de un nuevo referéndum ganan nada impide convocarlo. Lo curioso es que quienes por todos los medios tratan de retrasar esas elecciones son precisamente los contrarios al Brexit duro. A lo mejor temen (como los que impiden un referéndum en ese país de cuyo nombre no quiero acordarme) que la realidad desmienta su elucubraciones.
            ––¡Eres incorregible, Martín! ¡Siempre empeñado en tener razón frente a todos!
            ––Ya me gustaría corregirme. Me paso la vida dando lecciones y nada fastidia más a la gente que el que le den lecciones. Por eso caigo tan mal a todo el mundo.
            ––¡Qué hipócrita eres! Tú con nada disfrutas más que tocando las narices.
            ––Yo lo que no puedo es no pensar y creerme todos los cuentos que me cuentan. Tengo ese defectos, se me atragantan las ruedas de molino, qué se le va a hacer. No tengo enmienda.
            ––Ni ganas de enmendarte.


Domingo, 8 de septiembre
VIEJAS MANÍAS

Durante un tiempo, bastante tiempo, tenía la manía de apuntarlo todo, como si no me fiara de mi memoria. Y en algún caso hacía bien en no fiarme.
            Encuentro hoy un cuaderno de hace algunos años en el que apuntaba los nombres de todas las personas a las que debía algún favor. Nunca eran monetarios y casi nunca de ese otro tipo al que a mí me gusta aludir eufemísticamente, como un caballero de otro tiempo. A menudo era solo una sonrisa en un mal día. O ese libro que llevaba años buscando.  Cuando devolvía el favor, tachaba el nombre.
            Cuento los que quedan sin tachar: noventa y tres. ¡Sigo cargado de deudas!      


Lunes, 9 de septiembre
MEJOR NO PASAR

No conozco nada más del escritor Max Beerbohm que un relato,“Enoch Soames”, que leí por primera vez en la Antología de literatura fantástica, de Borges y Bioy Casares, cuando yo andaba por los veinte años y que no he podido olvidar desde entonces.
            Ahora lo reedita Acantilado en un pequeño volumen y yo lo releo tratando de encontrar las razones de mi fascinación. Enoch Soames es un escritor sin talento, al que el narrador ridiculiza. Convencido de que la posteridad le pondrá en su sitio, hace un pacto con el diablo para poder visitar cien años después la biblioteca del Museo Británico y comprobar si la posteridad le ha hecho justicia. Ni se le menciona, por supuesto, en ningún manual de historia de la literatura.
            Yo no haría un pacto con el diablo por tal cosa, pero me divertiría darme una vuelta por el año 2109, entrar en una biblioteca, tomar un grueso tomo dedicado a la historia de la literatura española en los siglos XX y XXI y ver si se me menciona, aunque sea en una nota a pie de página.
            Me sentiría tan frustrado como Enoch Soames si no ocurriera así porque yo –ya sé que resulta algo ridículo reconocerlo– siempre he querido formar parte de la historia de la literatura.
            No sé si lo conseguiré –empiezo a temer que no, la posteridad suele ser tímida a la hora de desmentir a los contemporáneos–, pero siempre he tenido buen ojo para descubrir, casi antes que nadie, a los que forman parte de ella.
            Bastante mejor ojo que la llamada “crítica académica”. Qué horror, qué tedioso horror, la “aproximación filológica” a la poesía de Antonio Cabrera que ha recopilado Sergio Arlandis. Solo se salvan del volumen Contraluz del pensamiento los poemas del propio Cabrera y la semblanza que le dedica Carlos Marzal. El resto, prosa mazorral, ilegible basura curricular.
            Si pasar a la historia de la literatura es que en la Universidad se dediquen a estudiarte “científicamente”, mejor no pasar.



Martes, 10 de septiembre
DE UN EVANGELIO APÓCRIFO

Dios no se hizo hombre para salvarnos, sino para pedirnos perdón.


Miércoles, 11 de septiembre
OTRA EFEMÉRIDES

Hay días que se amontonan las efemérides. Hoy, el asalto al palacio de la Moneda y la muerte de Allende, el atentado contra las Torres Gemelas, las frustrantes manifestaciones a favor de la independencia. A partir de ahora, también mi última primera clase de un nuevo curso.
            Me he sentido feliz, como de costumbre, no vino a visitarme la melancolía. Amo tanto la rutina que cada vez me cuesta menos sustituir una rutina por otra.
            Echaré un poco de menos las clases (el resto de la vida universitaria nunca me ha interesado), pero seguiré dando lecciones, me temo.


Jueves, 12 de septiembre
SOLO AGRADECER

Acompaño a Martín al nuevo colegio, el Novo Mier, a lado del Milán. Va de la mano tan seriecito, tan consciente de que se está haciendo mayor.
            Algunos niños lloran, él no. En cuanto aparece Inés, su profesora, corre a darle un abrazo. Forman luego un tren, agarrándose unos a otros del mandilón, para entrar en clase. Martín se apresura para entrar el primero en el aula.
            De pocas personas he aprendido tanto como de Martín, que el próximo jueves cumplirá tres años.
             “Enseñar es mi manera de aprender”, afirma Enrique Baltanás en un aforismo que yo he hecho mío.
            Martín le da la vuelta: “Aprender es mi manera de enseñar”. ¡Y cuántas cosas nos enseña en cada minuto que pasamos con él!
            Soy un hombre afortunado: no he tenido hijos, pero tengo hijos y tengo nietos y tengo el privilegio –no lo cambiaría por nada– de ver crecer día a día a Martín.
            Si todavía siguiera con la costumbre de apuntar en una libreta los nombres de las personas a las que debo un favor, debería escribir en ella tres nombres. Pero no es necesario que los apunte. Hay favores que no se olvidan ni se pueden devolver, solo agradecer.
           

Viernes, 13 de septiembre
UNA SENTENCIA POLÍTICA

Me bastó leer la información sobre cómo se había producido la muerte del fiscal argentino Nismán para saber que se había suicidado, que las elucubraciones sobre su asesinato no tenían fundamento. Los hechos me han dado la razón, aunque todavía hay quien piensa que los alienígenas construyeron las pirámides, los atentados del 11-M fueron obra de ETA y a Nismán lo asesinaron por orden de Cristina Fernández de Kirchner.
            Ahora el Alto Tribunal de Escocia ha decretado que el cierra del Parlamento por parte de Boris Johnson fue un acto ilegal porque “la verdadera intención” era bloquearlo. Me atrevo a profetizar que esa sentencia será revocada el martes por el Tribunal Supremo del Reino Unido.
            ¡Menudos jueces! ¿Desde cuándo la ilegalidad o legalidad de una decisión política depende de la “intención” del gobernante y no de si entra o no en sus atribuciones?



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