Sábado, 27 de abril
TAMPOCO HAY QUE PASARSE
Me escribieron del periódico en el que colaboro habitualmente para pedirme que evitara hoy sábado, jornada de reflexión, y mañana, día de elecciones, cualquier elogio a un partido y cualquier ataque a otro, que querían ser rigurosos en lo que a la neutralidad política se refiere. “Ningún problema”, respondí, “hace tiempo que evito los asuntos políticos. Me he dado cuenta de que mi opinión no tiene ninguna eficacia y que solo sirve para que se enfaden algunos lectores”.
Hoy, sin embargo, recibo un correo indignado de un contertulio ocasional que milita en Podemos. “¡Ya empiezas con tu propaganda subliminal! ¡Ya estás preparando el camino para que los socialistas, si ganan, que parece que van a ganar, traicionen de nuevo a su electorado pactando con la derecha!”
No entendí nada. Me quedé tan estupefacto como con la famosa cartita en la que un poeta, amigo en remotos tiempos, me acusaba de miseria moral casi insuperable. Telefoneé a ver si me aclaraba el asunto.
––No te hagas el inocente, que nos conocemos. ¿Cómo se titula el libro de Antonio Manilla que reseñas hoy? Nunca has reseñado ningún libro suyo, ¿por qué se te ocurre hablar de este libro precisamente hoy? Pues porque querías comenzar a poner en circulación un mensaje, el mensaje de la traición y la alevosía, preparar la colaboración con el enemigo.
––Sigo sin entender nada.
––¿Cómo se titula el libro que reseñas? Suavemente Ribera. Más claro, agua. Suavemente nos queréis ir colando la colaboración futura con Ciudadanos.
Yo sonreí ante la sutil hermenéutica de mi amigo. Tampoco me fiaría demasiado de que, si se diera el caso de su victoria, que parece muy probable, Pedro Sánchez fuera capaz de resistir la presión de los poderes fácticos a favor de un gobierno que garantizara, según ellos, la estabilidad. Pero, afortunadamente, Ciudadanos se ha atado de pies y manos durante la campaña para evitar que eso ocurra. No sé si lo lamentarán después. Quizá no. Parece que solo aspiran a ser el primer partido de la oposición.
Domingo, 28 de abril
ALIVIO
Pasadas las once de la noche, empiezo a recibir llamadas de mis amigos.
––¿Qué? ¿Qué te ha parecido el resultado de las elecciones?
––Respiro aliviado. La España que piensa ha ganado a la España que embiste.
––Y la España que piensa, es la España que piensa como tú, ¿no es cierto?
––No te creas. A mí pensar se me da bien, pero hay quien dice que embestir se me da mejor.
Lunes, 29 de abril
LLANTO POR TONY STARK
He ido dejando de una semana para otra Dolor y gloria de Almodóvar, una obra maestra, o eso dicen, que no me apetece nada y que probablemente desaparecerá de la cartelera antes de que yo encuentre un momento para admirarla, pero me he apresurado a ver Vengadores: Endgame.
Como quienes me leen detestan este tipo de cine (por americano y por comercial), puedo incurrir en algún spoiler sin que nadie me lo reproche. En ella muere Tony Stark, Iron Man, mi superhéroe favorito: multimillonario, genial, filántropo, playboy, cínico, brillante e ingeniero. Todo lo que a mí me gustaría ser. Y los ojos se me llenan de lágrimas en las escenas finales.
Con las películas de la Marvel disfruto como cualquier adolescente. O como cualquier contemporáneo de Sócrates con las enrevesadas peripecias de los dioses, los héroes y los semidioses. Suspendo mi incredulidad, abro los ojos asombrado, y me creo que media humanidad desaparezca con un chasquido de dedos del Titán dueño de las Joyas del Universo y que luego, gracias a la mecánica cuántica, podamos volver atrás y hacer regresar a los que desaparecieron.
Sigo siendo el niño que fui. Tengo todas las edades que he tenido.
Martes, 30 de abril
MEDIO SIGLO DESPUÉS
“Un paso insignificante para la humanidad, un paso grande para un hombre”, pienso al entrar en el colegio de San Pedro de los Arcos. En él realicé mis prácticas de Magisterio durante el curso 1970-1971, hace ahora medio siglo. No lo había vuelto a visitar desde entonces.
Asisto a una clase de asturiano. Toca hablar de la música tradicional asturiana y resulta que la alumna en prácticas es toda una profesional, Paula Amieva, hija del gaitero Xuacu Amieva, y nos da una espléndida lección a la vez que interpreta los más diversos instrumentos. A mí me sorprende uno que no había visto nunca, aunque sí me parece haberlo oído en alguna película del oeste, el arpa de boca, que en principio da un poco de miedo porque parece un corrector dental (la lengua ha de ponerse hacia atrás, la caja de resonancia es la misma boca).
En una de las paredes, hay enmarcado un poema escrito por Amalia, de ocho años, nacida en Medellín, Colombia. “A veces llueve / y a veces non. / A veces canten los sapos / y a veces non”, dice el estriblillo. “Un día tantu y tantu llovió / que l’agua con too arrampló: / cola nevera y les pites, / cola silla de la güela, / cola mesa la cocina, / cola ropa los armarios, / colos cuadernos d’escuela, / colos tiestos y les rises”.
El arpa de boca se toca solo en algún remoto lugar de Asturias, pero también en Turquía y en la India y en Mongolia y en la cultura mapuche. ¿Hubo viajeros que lo llevaron de un sitio a otro o se inventó en todos esos lugares? En algunas partes se hace de bambú, con lo que resulta menos amenazante.
Pocos alumnos se atreven con el arpa de boca, pero todos quieren probar el tambor y, sobre todo, la botella de anís, que se toca con una cuchara.
Mientras asisto a esta clase de músicas varias, me vienen a la memoria las anécdotas de hace cincuenta años. Siempre cuento que un día, en el recreo, un alumno se me acercó gritando: “Maestro, maestro, Luis está jugando al fútbol con una calavera”. Y resulta que era verdad, jugaba a darle patadas a una calavera como la de Yorick en Hamlet. Resulta que el patio del colegio estaba construido sobre lo que había sido el cementerio de la iglesia. Lo habían derribado poco antes y todavía, a los lados de aquel patio aún sin vallar, quedaban montones de tierra con algún que otro hueso olvidado.
Eran otros tiempos. Lo primero que nos dije la directora fue: “Tenéis que saber mantener la disciplina cuando os quedéis solos a cargo de una clase. El año pasado, el primer día, a un maestro en prácticas se le escaparon varios niños por la ventana”.
Eran otros tiempos. Franco todavía parecía eterno. Recuerdo las charlas con Mariluz Fernández mientras paseábamos, después de la comida (comíamos en el comedor escolar) hasta santa María del Naranco. Por allí estaba también la poeta Esther García López, tan joven e hiperactiva ahora como entonces.
No había vuelto a San Pedro de los Arcos desde entonces. Me alegra volver. Una zancada de medio siglo, un paso grande para un hombre, pero pequeño para la humanidad. O no tan pequeño. Si bien se mira, el mundo en ese tiempo ha cambiado más que yo. Y no digamos España. La España de entonces no se reconocería en la de hoy, pero aquel joven de veinte años que daba sus primeras clases y escribía sus primeros versos, si apareciera ahora, seguro que no me extrañaría: “Te pareces bastante a lo que siempre quise ser”. Y es que nunca fuimos muy ambiciosos, ni él ni yo.
Miércoles, 1 de mayo
SOY UN HIPÓCRITA
––¿Cuándo dices que se presenta tu próximo libro? ¿El día 16? Vaya, lo siento mucho, ese día no puedo acercarme a Asturias, estoy en Moscú –me dice Martín López-Vega mientras tomamos café en el Dos de Azúcar–. Y antes tengo que ir a Turín, donde he que hablar en la Feria del Libro, que se celebra en el Lingotto, un lugar que si no conoces, te gustará mucho, y luego he de pasar por Venecia, donde inauguramos el Pabellón de España en la Biennale.
––Uf, qué ajetreo –le respondo con la más hipócrita de mis sonrisas–. Yo no soportaría llevar una vida así. A mí me cuesta cada vez más recuperar las costumbres después de un viaje, y también adaptarme a un nuevo lugar. Pero ya descansarás cuando te vayas como director al Cervantes de Pekín. Allí, todo lo más, algún paseíto por la muralla china el fin de semana.
––Pues parece que finalmente no voy a ir a Pekín. El lunes, tras conocer el resultado electoral (ya sabes que, si ganaba la derecha, iba a dimitir inmediatamente del cargo), me pidió Luis que reconsiderara mi petición, que él sabía que soy un enamorado de la cultura china, pero que teníamos muchos proyectos en marcha y que le gustaría que siguiera como director de Cultura.
––Eso quiere decir que está muy contento con tu trabajo.
––A Pekín iré, pero en viaje de ida y vuelta, no a quedarme allí cinco años, cuando vuelva de Moscú, a inaugurar una exposición de Picasso.
––O sea que vas a seguir viviendo en Madrid, trabajando en Cibeles, frente al Banco de España, y viajando en businnes hoy a Berlín, mañana a Buenos Aires, pasado a Roma…
––Así seguiré todavía algún tiempo. Dos semanas después de volver de Moscú, me voy a Praga.
¡Y yo aquí, “atado a un escalafón y a un horario”! Digo “qué fatiga”, pero lo que pienso es “qué envidia”. La vida que lleva mi amigo Martín López-Vega es exactamente la que a mí me gustaría llevar, aunque –soy un hipócrita– jamás lo reconocería delante de él ni de nadie.
Jueves, 2 de mayo
MEJOR NO
El ser humano es una criatura paradójica. “Un animal absurdo que necesita lógica”, como escribió Antonio Machado. Y yo me temo que soy más paradójico que nadie. Veinte años lamentando que se enfadara conmigo un poeta al que siempre he admirado, Miguel d’Ors, y cuando por fin consigo que acepte mis disculpas, o eso parece, resulta que una frase de su carta me hace perder todas las ganas de ser amigo suyo. Ni siquiera terminé de leer esa carta. Llegué a la frase en que afirma que mi conducta le pareció –y le sigue pareciendo– “de una miseria moral casi insuperable” y dejé de seguir leyendo. ¿Me sentí ofendido? En absoluto. Pero eso es como lo de “felón” aplicado por Pablo Casado a Pedro Sánchez, que dice mucho del que lo dice, demasiado.
Viernes, 3 de mayo
UNO DE ELLOS
Hay amigos que, cuando se enfadan contigo, te quitas un peso de encima.
Me temo que yo soy uno de ellos.