Sábado, 4 de mayo
CALLO, PERO NO OTORGO
––Pues a mí las personas antipáticas me caen simpáticas por lo mucho que se me parecen.
––¡Siempre con tus paradojas! ¿No te das cuenta de que ya cansas? Sobre todo cuando afirmas que no vas a hablar de aquello de lo que precisamente estás hablando.
––¿Y tú crees que en España se puede hablar libremente de Cataluña, por ejemplo? Si eres un político, basta que trates de poner un poco de racionalidad en el asunto para que pierdas votos a chorros. Mira lo que le pasó a Podemos, aunque su cuesta abajo tenga también otros motivos.
––Tú no eres un político.
––Yo pierdo lectores. Y no tengo tantos como para poder permitirme ese lujo. Y si hablo en una cafetería, como ahora, tengo que bajar la voz. En caso contrario, corro el riesgo de que me interpelen desde una mesa vecina. Ha ocurrido en el caso de Venezuela y solo porque se me ocurrió decir que la terrible dictadura de Maduro era la dictadura más rara del mundo: permitía lo que, no ya ninguna dictadura ha permitido jamás, sino ninguna democracia: que se alentara al golpismo desde la puerta misma de los cuarteles.
––Sobre eso había mucho que hablar...
––Pues conmigo no cuentes. Es uno de los temas tabú entre nuestros políticos si quieren tener opciones de gobierno, aunque no tanto como propugnar una solución democrática para Cataluña.
––¡A saber lo que calificas tú de democrático!
––Pues lo que todo el mundo: resolver las cuestiones políticas debatiendo y votando y no apaleando y encarcelando.
––Eres un demagogo, ¿lo sabías?
––Un terrible demagogo, lo sé. Por eso callo. El nacionalismo español es transversal y afecta lo mismo al electorado de izquierdas que al de derechas, exactamente igual que el nacionalismo catalán o el francés. Pero hablemos de otra cosa.
––Sí, de los premios literarios. No respetas ni uno. ¡Vaya palo que le das hoy al Cervantes con el pretexto de una reseña de un bodrio de Ida Vitale!
––¿Lo has leído?
––Lo he hojeado, no soy tan masoquista como tú, que lees incluso esos libros que no leen los que los financian y ni siquiera quienes los editan. Pero seguro que, si te dieran el Cervantes, harías lo que el bueno de Juan Goytisolo: agacharías la cabeza, te tragarías tus críticas y te irías corriendo a Alcalá a recibir tu cheque y hacer el paripé delante de los reyes.
––Muy probablemente, Y ni siquiera tendría la disculpa, como él, de que necesitaba el dinero. Yo lo aceptaría solo por la vanidad. Afortunadamente, he tomado todas las precauciones para que eso no ocurra. No me gustaría pasar a la posteridad con esa mancha en mi currículum.
Domingo, 5 de mayo
MADRE E HIJO
Entre otras cosas menos recomendables, en Dolor y gloria Almodóvar homenajea a su madre y el azar ha querido que yo vea esa película –que no me apetecía demasiado– precisamente el día de la madre, tan propicio a la melancolía.
Una de las razones que me habían retraído de Dolor y gloria era la fatigosa promoción y la insistencia en que Almodóvar se desnudaba más que en ninguna otra de sus películas. ¿Pero quién tiene el menor interés en ver a Almodóvar desnudo, aunque sea metafóricamente? ¿Quién no está al tanto de sus obsesiones y de su exquisito gusto para la decoración de interiores?
Pues con lo primero que me encuentro es con su careto vendiéndome una vez más un producto que ya he comprado al comprar la entrada: “Dicen que es la más autobiográfica de mis películas; yo no diré ni que sí ni que no”. Luego viene una escena, en plan el cuadro de las lavanderas en Yerma, que se pasa de bucólica y de bonita y que me hace temer lo peor. Si estuviera viendo Dolor y gloria en casa, en ese momento cambiaría de canal o me pondría a leer un libro.
“Esto es lo que hay”, me digo. “No le busques tres pies al gato y no empieces con la falta de verosimilitud”.
Yo procuro disfrutar y paso algunos buenos momentos, pero qué tabarra la del protagonista con sus enfermedades. Y qué absurda –como de preciosista fantasía gay– el baño del albañil. “Hombre, don Pedro, un albañil o un pintor que hace una chapuza, se lava las manos cuando termina, pero no se desnuda en medio de la cocina de una casa que no es la suya y en la que puede entrar cualquiera en cualquier momento y no se echa morosamente el agua por encima. ¡Bueno dejaría el suelo!”. De lo de la acuarela del susodicho albañil con la carta de agradecimiento escrita por detrás, ya es que ni hablo.
Pero me gustó el piso del protagonista (que, al parecer, es el del propio Almodóvar) y también el cuento de fantasmas que cuenta la madre y me apretó el corazón aquella frase suya, “No has sido un buen hijo”, que todos hemos temido merecer alguna vez.
Lunes, 6 de mayo
UN DÍA
“La familia de Borbón en nuestro país es una familia extranjera, poco castiza. Cuando tiene algo de español es en lo malo y en lo bajo. Los Borbones de España fueron reyes ratoneros, cazadores, melancólicos, medio tontos, sin iniciativas. Don Carlos, titulado Quinto, el pretendiente primero, era por el estilo: hombre egoísta, estúpido y sin gracia, casado con dos mujeres antipáticas: una portuguesa y vanidosa y una brasileña perruna y herpética”.
Hojeo un número, perdido y reencontrado, del diario Ahora, el periódico de Chaves Nogales, y en una de sus páginas doy con el artículo “Romanticismo y carlismo”, de Pío Baroja, y más adelante con una evocación de Joaquín Dicenta, abundante en anécdotas autobiográficas, a cargo de Antonio de Hoyos y Vinent, y un reportaje de Luisa Carnés titulado “Seis días en un teatro de revistas”. También se habla ampliamente de la feria del libro, que por esas fechas se celebra en Madrid. Sonrío al leer la opinión de los libreros: “La mujer casada es el mayor enemigo del libro”.
Pero las noticias –las noticias de un día cualquiera, por ejemplo este 18 de mayo de 1935– interesan más que las colaboraciones de firmas prestigiosas. Siempre he creído que el periodismo, el simple periodismo, envejece mejor que la mayor parte de la literatura. “Hoy se celebró en la Audiencia –leo en un suelto de la página 11– la vista de la causa instruida por el error judicial de Osa de la Vega, a consecuencia del cual fueron condenados a diecisiete años de presidio Gregorio Valero y Tomás Sánchez, que cumplieron la condena. Cuando ya estaban en libertad, apareció la supuesta víctima del crimen, José María Grimaldos. Fueron procesados, en vista de ello, el teniente de la guardia civil Gregorio Regidor, el sargento Juan Taboada, el guardia Telesforo Díaz, los tres acusados de malos tratos y coacciones; los médicos José Jáuregui y Baldomero Labarga, por falsedad en documento público, y el actuario Manuel Rodríguez de Vera”.
Se trata del famoso crimen de Cuenca, el de la novela de Sender y la película de Pilar Miró, secuestrada y prohibida porque mostraba las prácticas utilizadas por la guardia civil para obtener confesiones. En los años veinte y en los democráticos setenta y ochenta del pasado siglo.
En una esquina de la misma página leemos que “Luisa Cabero, de treinta años, cansada de vivir, según dejó escrito en una carta, ingirió medio litro de ácido clorhídrico y después se arrojó al paso de un automóvil en la calle de Córcega”, pero “a pesar de todo, no consiguió sus propósitos”.
Los anuncios tampoco tienen desperdicio: “Enviamos discretamente”, dice el titular de uno, y luego continúa: “espléndido lote, compuesto de cinco novelas sugestivísimas con láminas muy artísticas, contra reembolso de pesetas 6,50” .
En las páginas de huecograbado dos fotografías, una al lado de otra, nos muestran un montón de pistolas y fusiles y una procesión de monjas con grandes togas. El primer pie de foto dice: “Armas descubiertas en Sabadell por los Mozos de Escuadra, que se encontraban en poder de elementos extremistas, los cuales han sido detenidos”, “En el hospital civil de Bilbao se ha celebrado por primera vez, después de la proclamación de la República, la comunión pascual de los enfermos”.
Los pasos del tiempo en ninguna parte quedan recogidos con tanta fidelidad como en los viejos periódicos.
Martes, 7 de mayo
TOP TEN
Un amigo ha tenido la paciencia de anotar las frases que con más frecuencia aparecen en mis escritos y en mi conversación. Procuraré evitarlas a partir de ahora, aunque no me molesta repetirme porque sin repetición no hay ritmo y sin ritmo no hay poesía, ni en la literatura ni en la vida.
1. Para ser un anciano venerable ya solo me falta ser venerable.
2. No sería tan listo como me creo si no supiera que no soy tan listo como me creo.
3. El amor, como la gripe, es una enfermedad que hay que sufrir con paciencia y, a ser posible, pasarla en la cama.
4. Más que ser feliz, estar a punto de serlo.
5. Nunca cuentes a nadie lo que no quieres que nadie sepa.
6. Las pompas, fúnebres. Y los homenajes, póstumos.
7. Los premios darlos, no recibirlos.
8. El éxito es una vulgaridad.
9. Procura ser el mejor, pero que no se note.
10. Lo bueno de ser mal pensado es que rara vez te defraudan.
Miércoles, 8 de mayo
MIENTO MUCHO
De todo se cansa uno. Yo me cansé de practicar la falsa modestia, en la que me había convertido en un maestro, y ahora prefiero la falsa vanidad.
La verdad es que, aunque no me desagrada, necesito poco el aplauso ajeno: soy orgulloso y terco, no vanidoso y veleta. Si me aplauden, bien; y si no, mejor: me basta con saber que estoy en lo cierto.
El vanidoso necesita el elogio ajeno y por eso se esfuerza por gustar; el orgulloso hace lo que debe hacer y no se preocupa de si gusta o no.
El vanidoso cae bien a todo el mundo; el orgulloso, a nadie. Por eso yo trato de fingir vanidad, aunque me temo que con escaso provecho.
Jueves, 9 de mayo
AUSENCIA
“¡Menudo Iron Man estás tú hecho!”, se burla un amigo cuando le cuento lo mucho que echo de menos a Martín junior, que anda estos días por América descubriendo la patria de sus padres.
Ya no piso la yerba, ya no saludo a las lagartijas ni a los caracoles, ya no descubro grutas misteriosas, ya no alzo la cabeza cuando pasa un avión, ya no juego con los perros, ya no escucho el distante sonido de las campanas, ya no encuentro tréboles de cuatro hojas, ya no me detengo absorto ante cualquier mínima maravilla: una telaraña, una hoja caída, una hormiga solitaria, un trozo de papel, un charco de agua, irisadas pompas de jabón.
Gracias a Martín casi me había convertido en un ser humano. Basta que me abandone unos días para que vuelva a mis rígidas rutinas y a ser el insensible robot que siempre he sido.