Sábado. 3 de marzo
ÓLIVER PUNK
El primer libro en el que aparezco como personaje se publicó en París hace más de cuarenta años: Testimonios de lucha y resistencia. Aparezco poco, la verdad. Solo se me oye gritar en las celdas de la Dirección General de Seguridad, según cuenta una de las presas entrevistadas. En nota se añade suspense: “No sabemos qué habrá sido de él”.
El más reciente se titula Óliver Punk y está escrito por los Patarrealistas Salvajes, un grupo de millennials que de vez en cuando aparecen por la tertulia de los viernes. Yo intento llevarles por el buen camino literario y ellos se vengan de mis tabarras convirtiéndome en víctima de un androide asesino en una novela –por llamarla de algún modo– que es un cóctel de inteligencia y disparate (uno a chorros, otra con cuentagotas, todo hay que decirlo). No conformes con ello también me han metido en un documental que se estrena el día 17, durante la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACOpara los amigos); habrá que verlo.
Gil de Biedma no quería ser poeta, quería ser poema. A mí lo que me gustaría es ser personaje de ficción: un blade runner en el sombrío mundo de mañana o un Sherlock Holmes en un luminoso ayer que no ha existido nunca.
Domingo, 4 de marzo
YO, ROBOT
Antes de venir al mercadillo del Fontán, he escrito una reseña, bastante demoledora, sobre el más reciente libro de Jorge Wagensberg, Solo se puede tener fe en la duda. Al hojear el periódico mientras saboreo un café, me encuentro con la noticia de su muerte.
No le conocía personalmente, pero la coincidencia me nubla el día y me hace sentir culpable. ¿Soy demasiado cruel cuando hablo de la obra de los demás? Hay quienes opinan que sí y quizá no les falte razón, pero yo cuando comento un libro solo pienso en los lectores.
Soy como esos tiburones que se excitan al olor de la sangre y de inmediato se lanzan sobre la presa. Lo que en mí despierta los peores instintos son las tonterías dichas con tono sapiencial.
Comienza Solo se puede tener fe en la duda con una “Brevísima teoría del aforismo”. Se afirma en ella que “es el género literario más científico”, ya que se ajusta como ningún otro a los tres principios que fundamentan el método científico: objetividad, inteligibilidad y dialéctica. Abierto al azar, nos encontramos con el siguiente aforismo: “No conozco a ningún fascista que hable más de tres idiomas”.
¿Eso es objetividad? Eso solo quiere decir que nunca le han presentado, por ejemplo, a ningún diplomático franquista.
Pero los aforismos no hay que entenderlos al pie de la letra. Lo que quiere decir Wagensberg lo aclara otro aforismo: “La escuela como fábrica de fanáticos: enseñar dogmas en un solo idioma equivale a inocular un virus de por vida; crear el hábito del espíritu crítico en tres idiomas equivale a una vacuna permanente”.
¿Y no se puede enseñar el espíritu crítico en un solo idioma o en dos? ¿Y no es posible enseñar dogmas en tres idiomas o en cuatro? Conviene recordar aquella frase atribuida a Unamuno a propósito de cierto prócer: “Es tonto en cuatro idiomas”.
Otras afirmaciones de la introducción confirman que este divulgador científico no siempre practica el rigor de la ciencia: “Una novela puede extenderse hasta mil páginas, quinientas o doscientas, pero atendiendo solo a su peso, diríamos que la más científica es la última”.
Nos frotamos los ojos, volvemos a leer. No, no nos hemos equivocado: lo que menos pesa es lo más científico y como “un cuento pesa menos que una novela, un poema menos que un cuento y un aforismo menos que un poema” pues de ahí se deduce que el aforismo es el género más científico.
Sin salir de la introducción “teórica”, encontramos otras perlas: “El humor se lleva francamente mal con la poesía y se dosifica con prudencia en los demás géneros literarios. Pero un aforismo, por serio que sea, necesita cierta dosis de humor para sobrevivir”.
¿Y qué pasa con Jon Juaristi, con Miguel d’Ors, con los autores de epigramas o con El Quijote, sin ir más lejos?
No es ciencia todo lo que reluce, bien se ve, pero no es hoy el momento de hablar de estas cosas. Vuelvo a casa con mala conciencia. A veces me comporto como un robot incapaz de sentir empatía por los seres humanos, esa rara especie que es también la mía, aunque haya quien lo dude.
Lunes, 5 de marzo
DOS EJEMPLOS
El burro flautista de Iriarte (“Cerca de unos prados / que hay en mi lugar / he visto un poetilla / por casualidad”) seguro que escribe haikus o aforismos.
No hay mal libro de haikus que no contenga alguno que no se pueda salvar; no hay centón de aforismos en que el burro aforista no acierte por casualidad: “Dispersa el viento / un montón de hojas secas / mi juventud”.
Entre una tontería y una genialidad solo media el canto de un aforismo.
Martes, 6 de marzo
SOBREVIVIR
Mientras presento un libro de poemas me vienen a la memoria los versos de Manrique:
“No se os haga tan amarga / la batalla temerosa / que esperáis, / pues otra vida más larga / de fama tan gloriosa / acá dejáis”.
Yo no necesito, ni en vida ni en muerte, una “fama tan gloriosa”. Pero me gusta pensar que “non omnis moriar”, que no moriré del todo, que mis poemas seguirán hablando por mí. Para eso los escribo.
Miércoles, 7 de marzo
OTRO PREMIO
“Como he leído en tu diario y varias anécdotas sobre los premios, te cuento una más, por si te sirve para futuras entregas. En noviembre envié desde París un manuscrito al Premio de Crítica Literaria Amado Alonso. Hace dos años ya había enviado un manuscrito que no obtuvo el premio. Este año mandé otro, no sé si mejor o peor que aquel, pero más ajustado a las bases del premio. Albergaba cierta esperanza porque el tema era atractivo y porque pensé que el jurado podía valorar mi esfuerzo. Sin embargo, ayer vi la noticia: había resultado ganadora Miriam Moreno Aguirre, esposa de Andrés Trapiello, con su tesis doctoral sobre Ramón Gaya. En el jurado está Manuel Borrás y el libro ganador se publica en Pre-Textos... No lo quiero denunciar públicamente porque sé que no voy a sacar nada y porque, encima, se me van a echar encima y me van a decir que es envidia, pataleo, etc. Te lo cuento, simplemente, porque creo que conoces a todos los protagonistas de la historia. No es difícil suponer que es Borrás quien habrá"invitado" a Miriam a presentar un manuscrito que, por otra parte, le hubiese publicado de todas formas. Y deduzco que será él quien habrá convencido al resto del jurado. Como podrás imaginar, no me molesta que le hayan dado el premio e incluso, sin haberlo leído, acepto que su texto pueda ser mejor que el mío; lo que me crea la sensación de impotencia es haber participado en esto. En fin, que si seguimos así va a haber un momento en que no tener premios va a ser un aval de honradez intelectual”.
Me pide que no diga su nombre, aunque no desvele ninguna ilegalidad. Solo se me ocurre responderle con un aforismo (“Todos los concursos están amañados, salvo los que ganamos”) y una observación: no tener premios en el currículum resulta elegante –la elegancia es una actitud-- cuando no te presentas a ellos.
Jueves, 8 de marzo
SER MUJER
Al solicitar permiso para incluir a Ángela Figuera en una antología, el editor recibe la siguiente respuesta: “Siento decirle que el último poema que incluye en su petición, ‘Ser mujer’, que no pertenece a ningún libro publicado por Ángela Figuera Aymerich, no tendrá nunca autorización para ser publicado. Se trata de un poema que decidió que no se debía publicar nunca. Por ello la familia solo ha dejado que sea consultado de forma confidencial y con fines académicos. Así pues, le rogamos que destruya cualquier copia del mismo que posea en papel, en ficheros electrónicos o en cualquier otro formato”.
Pero ese poema se incluye en sus Obras completas, publicadas en 1986, a dos años de la muerte de la autora, y en la segunda edición revisada de 1999. En ambos casos, la nota preliminar es de Julio Figuera Andú, su marido.
¿No sabían los herederos entonces que ese poema no se debía publicar nunca? ¿Y cómo puede destruirse cualquier copia del mismo, en cualquier formato, si el volumen en que se incluye está en las bibliotecas públicas y puede adquirirse por Internet?
Una de mis pesadillas favoritas es el heredero que, con la ley en la mano, decide que no autoriza la publicación de esta o aquella obra literaria, unas veces porque el editor no le cae simpático, otras porque el contenido le parece inmoral (la hija de Gregorio Martínez Sierra, fervorosa católica, no autorizó la publicación de una obra suya, que en realidad había escrito su primera mujer, María Martínez Sierra, por su contenido presuntamente homosexual) o sencillamente porque no le da la gana.
¿Y qué terribles secretos nos cuenta Ángela Figuera en “Ser mujer” para que solo pueda ser consultado “de forma confidencial y con fines académicos”? Ninguno. Pero la concepción de la mujer que ese poema expresa es la tradicional (“Ser la paz; ser remanso; / ser alivio y descanso; / ser impulso en el vuelo, / y en la rauda caída, / consuelo”) y choca un poco hoy día.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, tiene razón la representante de los herederos: ese poema sobra en una antología actual, aunque no en la obra completa de una autora que nació en 1902. Lo de pedir que se elimine de todas partes y ocultarlo como si fuera una vergüenza es pasarse un poco.
Viernes, 9 de marzo
CULPABLE, SEÑORÍA
Leo con sorpresa que Europa no está a salvo del problema de las minas. En Croacia, Kosovo y Serbia hay más de ciento cincuenta mil sin explotar. La mayoría son bombas de racimo que lanzó la OTAN contra escondites serbios.¿Por qué no se desactivan? Porque desactivar cada una cuesta mil euros y la Alianza Atlántica tiene otras prioridades.
Recuerdo lo que me dijo Carlos Sahagún la última vez que nos vimos: “Os tengo apuntados a todos los que defendisteis el sí en el referéndum sobre la OTAN”. Yo lo había hecho en un artículo de El Ciervo.
Me reí un poco entonces de sus palabras, que me parecieron resabios de viejo comunista. Ahora no me reiría tanto.
Cada vez que una de esas bombas estalla y se lleva por delante la vida o la pierna de un inocente algo de su sangre me salpica.