Sábado,22 de octubre
ANÉCDOTAS REALES
Cuando llego a la Plaza del Ayuntamiento, camino del Atrio como cada sábado avilesino, me la encuentro llena de curiosos y corredores que aplauden a Javier Gómez Noya. Me detengo un rato y le escucho agradecer el homenaje y recordar emocionado el día de ayer en que le entregaron el premio Princesa de Asturias de los Deportes.
Habla con sencillez, no parece que los honores se le hayan subido a la cabeza, y a mí me alegra ver la plaza llena de gente de todas las edades con la camiseta amarilla que conmemora la carrera en su honor. Debería estar aquí Rubén Rosón, concejal de economía del Ayuntamiento de Oviedo, que acaba de declarar que le van a retirar la subvención municipal a la Fundación porque los dineros del Ayuntamiento no están para financiar las comilonas de nadie.
A mí me dieron ganas de enviarle de inmediato el importe de mi menú de ayer en el Reconquista: agua, un poco de ensalada, una cazuelita de fabada y una ración de arroz con leche (mínima: la Fundación cuida la dieta de los invitados). Cierto que se podía repetir, pero yo creo que con veinte euros sería más que suficiente. Se podría sugerir que cada invitado (salvo los premiados) enviara esa cantidad al Ayuntamiento para evitar cualquier motivo de queja.
Después del parco condumio y la grata charla con Rosa Navarro Durán, Sonia Fidalgo, el director del Marca y otros compañeros de mesa, mi amiga Ana Vega y yo dimos una vuelta para saludar a los conocidos. Nos detuvimos un momento a charlar con Alfredo Martínez –que era agregado cultural en Bulgaria cuando se celebró en Sofía un homenaje a Víctor Botas–, junto a una de las mesas de los postres. Casi chocamos con uno de los invitados, que dudaba entre el arroz con leche y los carbayones. Al alzarse y volverse vimos que era el rey. con un plato en unaa mano y un dulce en la otra. No se lo pudo llevar a la boca porque en ese momento se acercaron varios obsequiosos señores de negro a saludarle. Dejó resignado el carbayón en el plato y el plato en la mesa y les tendió la mano sonriente. Si a él también le hacen pagar por lo que le dejan comer en estos banquetes de Epulón que el ayuntamiento de Oviedo no quiere contribuir a financiar, seguro que le basta con un billete de cinco euros.
Domingo, 23 de octubre
OTRA VERSIÓN DE LA ZORRA Y LAS UVAS
“¿Qué es para ti el éxito? ¿Qué sería para ti, como escritor, haber triunfado? ¿Ser académico de la Lengua como Pérez-Reverte, ganar el Nobel como Dylan, decidir quien gana los premios de poesía y quién no, como García Montero?”
La pregunta me la hace, medio en broma, un joven poeta que aspira a todas esas cosas. Yo le contesté también en broma, pero luego me quedo pensativo.
¿Qué es para mí el éxito? Lo primero y principal, seguir vivo, de verdad vivo, con capacidad para indigmarme con lo que está pasando y para enamorarme de vez en cuando de la manera más atolondrada del mundo.
En segundo lugar, seguir escribiendo con el mismo afán y las mismas dudas sobre lo que hago que cuando publicaba Jugar con fuego o, antes, a los catorce años, cuando descubrí la poesía con Antonio Machado.
¿Premios? Eso queda para bajos de autoestima o padres de familia que necesitan dinero. Para mí el mejor premio sería no tener ninguno, pero ser leído, conocido y admirado como si los tuviera todos. ¿Qué premios tuvo Cervantes, sin ir más lejos? ¿Y qué premios Lorca, Cernuda, Gil de Biedma? Bueno, Cernuda no es quizá un buen ejemplo: no tuvo premios, pero se presentó a uno que ganó Vicente Aleixandre y no le hizo maldita gracia.
¿Ser académico? No, gracias, aunque las intrigas entre unos y otros darían para una novela más divertida que Dos hombres buenos, del admirado folletinista que calificó a sus colegas de ciruelos y talibanas.
Mientras esperaba a que comenzara la última entrega de los premios Princesa de Asturias, fui testigo de una maravillosa escena muda que lo dice todo sobre la vida académica. A la derecha del escenario estaba ya sentado Darío Villanueva, el actual director, con su barba blanca de sabio antiguo. Subió Víctor de la Concha, anterior director de la Academia y actual director del Cervantes, saludó al que se sentaba a un lado de Darío, a quien estaba detrás, hizo como que no veía a su antecesor. Les tocó sentarse juntos, pero cada uno se puso a charlar con el otro compañero, sin mirarse ni una vez; luego, cuando comenzó la ceremonia, les fue menos violento ignorarse. ¿Qué les había llevado a ese odio que no dudaban en escenificar en público? Pues parece ser que lo de siempre: uno había prometido votar al otro en no sé que elección y no cumplió su promesa.
¿Ser como García Montero? ¿Tener capacidad de influencia para conseguir que a este amigo le den tal premio de los que publica Visor y tal otro a aquella amiga, según dicen las malas lenguas? Si yo tuviera poder, dejaría de tener amigos porque no me permito con ellos ningún favoritismo, más bien todo lo contrario (a Javier Almuzra, cuando ganó el Emilio Alarcos, ni siquiera le voté) para mantener intacta mi fama de justiciero incorruptible.
Da un poco de vergüenza decirlo, pero tengo todo el éxito que necesito. La ambición no es lo mío. Soy de buen conformar.
Lunes, 24 de octubre
UN ANIVERSARIO
Me recuerda hoy Mario Vega que ayer hizo veintidos años que murió Víctor Botas. Algunos de los jóvenes poetas que ahora pasan por la tertulia ni siquiera habían nacido. A mí no me gusta recordar estas fechas luctuosas. Prefiero la del nacimiento: ese 24 de agosto que comparte con Borges y con la erupción del Vesubio. Pero su poesía sigue viva, al contrario que la de tantos otros poetas de su generación que todavía siguen escribiendo y publicando libro tras libro.
––¿Eso no lo dirás por Pere Gimferrer?
––Puede que sí, puede que no. Cuando leas mi reseña de No en mis días, su más reciente libro de poemas, lo sabrás.
Martes, 25 de octubre
AL PAN PAN Y AL MEMO MEMO
Me paso el día discutiendo con amigos y desconocidos sobre la situación política. A veces aprovecho la espera en un semáforo para replicar a una réplica. ¿Una pérdida de tiempo? Puede. Nunca he conseguido que nadie se moviera ni un centímetro de sus posiciones previas (tampoco yo). Pero siempre que escribo, aunque sea en la respuesta a un comentario de Facebook, lo hago pensando que no hablo solo para mi interlocutor, que hay otros lectores, un público interesado e imparcial, y es a ellos a los que trato de convencer. También me gusta dejar constancia para la posteridad, por muy improbable que sea. “Cuanto tantos claudicaron, él no” se imagina mi vanidad que dirán mis nietos o los nietos de mis nietos.
Ya sé que debería hacer como mi sabio amigo Xuan Bello, ocuparme solo de los negocios, la familia y los arbejos que crecen la huerta. Pero yo no soy un sabio, solo un fidelísimo votante humillado públicamente por sus representantes políticos. Y ellos podrán mangonear la cosa pública, hacer mangas y capirotes con los votos de los ciudadanos, pero a mí no me pueden quitar el derecho al pataleo y a llamar una y otra vez al pan pan y al Fernández Fernández.
Miércoles, 26 de octubre
QUIEN LO PROBÓ LO SABE
¿Se puede perder la cabeza pasados los sesenta años igual que a los veinte? Se puede. Quien lo probó lo sabe.
Y se tarda más en encontrarla porque también se va perdiendo la memoria.
Pero la vida solo merece la pena si tropezamos dos o doscientas veces, todas las que hagan falta, con esa misma piedra.
Jueves, 27 de octubre
EL DÍA DE LA VERGÚENZA
Trato de no salir de casa, de no encontrarme con nadie, de leer a Montaigne, de no mirar las noticias, de pasar como pueda el mal trago de estos días. Pero bajo a tomar un café y ahí está Antonio Hernando, con cara de ajusticiado, tratando de justificar lo injustificable diciendo que no es la primera vez que el PSOE falla a sus votantes, que antes abandonaron el marxismo, les engañaron sobre la OTAN, que a qué tanto escándalo en esta ocasión. Me froto los ojos. No, no es eso lo que está diciendo literalmente, pero es eso lo que todos entendemos. Y a mí me dan ganas de gritarle que, si con la OTAN se hizo un referéndum y si cuando se pactó con Ciudadanos se consultó a la militancia, ¿por qué ahora se recurrió al ordeno y mando con un tal Fernández de chusquero mayo?
Sé que es inútil, que debo volver a Montaigne, cuidar mi jardín, armarme de paciencia y barajar, pero de lo que tengo ganas es de subirme al tren, plantarme a las puertas del Congreso y gritar a los diputados del partido al que voté el calificativo que merecen.
Por la noche, ni siquiera quiero ver El intermedio, para no exasperarme de nuevo, pero no puedo resistir la tentación, y me asquea Eduardo Madina tanto como parece asquearse a sí mismo mientras repite que se abstiene para evitar que haya elecciones, que los españoles no se merecen unas elecciones (el mundo al revés: ahora resulta que lo peor que puede ocurrir en democracia son unas elecciones), que sus familiares y allegados se lo han pedido así, casi se lo han suplicado. “Te lo pedirían los familiares a tu cargo”, pienso yo, “porque si hay elecciones tú y un montón de timadores como tú os iríais inmediatamente al paro”.
Menos mal que luego aparece Margarita Robles y me consuela un poco. “¿Va usted a seguir las directrices de la actual dirección de su partido?”, le pregunta Gonzo. “Yo votaré no”, “¿Y no cree que debería entonces dejar el escaño al romper la disciplina?”, “¿Dejar el escaño por hacer lo que he prometido hacer a los electores? ¡Otros son los que deberían dejarlo!”
Respiro algo más tranquilo. No todo está perdido. El edificio que unos han demolido de golpe para vender el solar al mejor postor todavía puede ser reconstruido si el sábado algunos hombres y mujeres de bien son capaces de mantener el respeto a sí mismos y a quienes les han votado.