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Sin trampa ni cartón: Un gol en propia puerta

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Sábado, 8 de octubre
BÉCQUER EN PUMARÍN

Nunca recibo a nadie en casa; tampoco trabajo, si puedo evitarlo, en el despacho de la Facultad. Tengo salones y despachos dispersos por todas partes. Unos son más adecuados para recibir a los amigos, otros para hojear los libros recién llegados, escribir poemas, corregir ejercicios de los alumnos.
            Es lo que hacía esta tarde en Granier, una panadería-cafetería de la avenida de Pumarín, cuando un desconocido (estoy acostumbrado) se acercó a mi mesa. “
            ––Perdone que le interrumpa. Le he visto por aquí varias veces, siempre leyendo o escribiendo, y quería hacerle una consulta. Soy el dueño del local. Verá usted, resulta que yo tengo el original de las Rimas de Bécquer, el manuscrito que se perdió cuando asaltaron el palacio de Gonzáles Bravo, y no sé muy bien qué hacer con él. Lo compré por muy poco dinero. No sabía mucho del asunto, tampoco el que me lo vendió. Procedía de una biblioteca de Segovia. No se lo va usted a creer, lo compré por diez euros y creo que vale millones.
            Como en los tebeos y en las novelas populares, me froté los ojos para comprobar que no estaba soñando. Ese manuscrito perdido es una de mis obsesiones. Incluso escribí un cuento en que se me acercaba alguien que lo había comprado en el mercadillo del Fontán. Y ahora esa fantasía se hacía realidad.
            –-Ni el que me lo vendió ni yo sabíamos mucho de Bécquer, ya le dije. Pero yo soy una persona curiosa y me dediqué a investigar por Internet. Descubrí entonces la importancia de este manuscrito, siempre que fuera el manuscrito perdido. Busqué especialistas que pudieran confírmármelo. Hablé con un catedrático de La Coruña, que se mostró entusiasmado. Sería un bombazo, quería editarlo él. Se lo ofrecí a la Biblioteca Nacional, les envié varias páginas escaneadas. Me dijeron que no tenían presupuesto para nuevas adquisiciones. Se lo enviamos a un grafólogo para comprobar que la letra era de Bécquer. Dijo que se le parecía mucho, pero que ciertos rasgos en las mayúsculas hacían pensar en una falsificación. El catedrático de La Coruña se echó entonces atrás. Yo me enfadé de que me consideraran un estafador y no quise saber más del asunto. Esto ocurrió hace tres años. Pero sigo pensando que quizá en esos papeles tenga una fortuna. Se me ocurrió que usted podría echarles un vistazo y decirme qué hacer. No están todas las rimas, es un manuscrito incompleto. Algunas tienen variantes con las publicadas, lo he comprobado. En la de las golondrinas hay un verso tachado y luego sustituido por otro.
            ––¿Cuándo puedo verlo, cuándo puedo verlo?, pregunté impaciente.
            Quedamos mañana domingo a las ocho y media de la tarde.  Al llegar a casa, volví a leer, en el libro de Rafael Montesinos sobre Bécquer, las palabras que confirman que ese manuescrito perdido existe, que él lo tuvo en sus manos, que no le permitieron fotografiarlo, que contenía rimas inéditas, que en una de ellas el poeta se llamaba a sí mismo “águila del dolor”, que ignora su actual paradero.
            ¿Será posible que reaparezca aquí, en el barrio de Pumarín, que mañana mismo sea yo quien lo tenga en mis manos? No sé si esta noche podré dormir. Hago mías unas líneas becquerianas de la introducción al Libro de los gorriones: “ Me cuesta saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido; mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales”.


Domingo, 9 de octubre
DESENGÁÑATE, MARTÍN

Hacía tiempo que no me ocurría nada semejante. Media docena de desconocidos me paran en la calle para felicitarme por la página que publico hoy en El Comercio. Sentiría halagada mi vanidad, si no fuera porque estoy seguro que habrá irritado a bastantes lectores más. Ya me imagino la carta de Rosa Navarro Durán: “Deja de meterte en política, José Luis, que vas a acabar enfadando a todos los poderosos, y eso no te conviene. Habla de literatura y Nueva York o Venecia, que es lo tuyo”.
            La verdad es que no me gusta hablar de politica: cuanto más entusiasma a unos lo que escribes, más indigna a los que votan al partido contrario. En política, se aplica el precepto evangélico: vemos la brizna en el ojo ajeno, no la viga en el propio.
            No me gusta meterme en política, no es lo mío, pero cuando uno le dan un puñetazo o una patada en su masculinidad (iba a decir “en los cojones”, pero hay que cuidar el lenguaje), no seria humano si no protestara y tratara de devolver el golpe.
            ––Desengáñate, Martín –me dice mi amigo José Havel–, lo que a ti te irrita tanto ha entusiasmado al resto del mundo. Javier Fernández es como un jugador que mete un gol en el último minuto y desempata el partido o desbloquea la situación. Comprende que para muchos sea un héroe.
            ––Has dado con la imagen perfecta. Javier Fernández ha metido un gol en el último minuto y medio estadio se ha puesto en pie vitoreándole mientras el otro medio se lamenta, se tira de los pelos y se acuerda de su madre, por decirlo finamente. Lo que ocurre es que quienes le piropeaan son los del equipo contrario y los que le insultan los seguidores de su equipo. Javier Fernández ha metido un esplendido gol, un gol no de los que deciden un partido, sino muchos años de competición, en su propia portería.


Lunes, 10 de octubre
MI DEPORTE FAVORITO

El único deporte que practico, en esto soy muy español, es el del mando a distancia después de cenar. Todos los días me doy una vuelta por los canales de televisión para ver cómo está el patio. No suelo detenerme en los informativos, más o menos manipulados, sino en todo lo demás: granjeros que buscan esposa, subastas a lo bestia, alienígenas antiguos y modernos, sálvames, masterchefs y cosas así. Cinco o diez minutos en cada uno de esos programas enseñan más que un máster en sociología.
            A veces me detengo un poco más. Ocurrió con la entrevista que en CCTV, el canal chino en español, le hicieron a Roberto Gilabert Cuenca, actor español que práctica las artes marciales y que vive en aquel país. Una historia ejemplar la suya, y muy bien contada, como de milagro de Fátima en el que la virgen fuera sustituida por Bruce Lee. Me lo encuentro luego en Facebook y me divierte leer sus desahogos sentimentales junto a sus poses de tipo duro.
            Ocurre también con “Catfish”, de la MTV. Me entretienen esos engaños en la red que tanto dicen sobre el funcionamiento del corazón humano. Casi siempre se traga de versiones virtuales del Cyrano de Bergerac. Un chico o una chica acomplejados por su físico piratean las fotos de alguien más agraciado y luego establecen una relación. Su pareja, cansado de que siempre pongan pretextos para no encontrarse personalmente o siquiera charlar por Skipe, se dirigen a los presentadores del programa para que aclaren la situación. “Lo que te dije era verdad, te mostré mi corazón al desnudo”, dicen el chico grimoso o la chica obesa cogidos en falta.
            Todos nos enamoramos de una ficción, como sabía muy bien Stendhal. ¿Cuántas estupideces he cometido yo sin necesidad de utiliza Internet? Todavía me avergüenzo cuando vuelven a mi memoria en las noches de insomnio.
            Del mundo y de mí mismo aprendo más en los malos programas de televisión que en la gran literatura.  



Martes, 11 de octubre
LA FÓRMULA INFALIBLE

Me han contado, pero me imagino que será un bulo, que Susana Díaz le ha dado a Javier Fernández un arma secreta para conseguir que los diputados del PSOE se decidan cuando llegue la hora de traicionar al electorado.
            –-Tú les hablas primero de todo por la patria, de la presión de Europa, de que abstenerse no es apoyar, de la oposición responsable, de todas esas mentiras bonitas que han escrito Rubalcaba y otros plumillas en los editoriales de El País. Con eso bastará, no te preocupes. Los tenemos muy domesticados, salvo algún catalán montaraz, descastados a los que hay que darles de comer aparte. Y si no basta, abres este sobre. Ahí encontrarás la fórmula infalible, mano de santo para que todos hagan lo que mandes sin rechistar.
            Cuentan (pero, por muy verosímil que resulte, yo creo que es un bulo) que la fórmula mágica guardada en el sobre dice así: “Como haya elecciones en diciembre, os vais todos a la puta calle”.



Miércoles, 12 de octubre
UN ROJILLO ANTISISTEMA

“¡Cómo os jode esta fiesta a vosotros los rojillos!”, dice un mensaje anónimo que alguien cuelga en mi perfil de Facebool junto a una foto de la cabra de la legión.
            A mí la antigua fiesta de la Raza la verdad es que no me despierta una emoción especial, pero no cambiaría mi nacionalidad por ninguna otra (ni siquiera por la de Andorra o el mejor paraíso fiscal) y jamás se me ocurriría, como a tantos presuntos patriotas, que ser español es un castigo que hay que imponer a punta de pistola o de tribunal constitucional.
            “Cada día eres más radical –me dice una compañera de la Facultad–, vas a acabar convirtiéndote en un antisistema”.
            Sonrío. ¡Menudo radical y antisistema estoy yo hecho! Resulta que el único político (aparte del defenestrado Pedro Sánchez) que en estos últimos años no me ha decepcionado ha sido Felipe VI. Si eso es ser un antisistema, que venga Dios y lo vea.



Jueves, 13 de octubre
FORMAS DE TORTURA

Si dejamos a un lado a los votantes del PSOE, nadie más masoquista que los abonados a la temporada de Ópera de Oviedo. Por no parecer antiguos, son capaces de soportar las más estúpidas puestas en escena. Darían para un libro las agresivas o simplemente idiotas majaderías que hemos aguantado. Pero todo tiene un límite. En la segunda parte del Faust, de Gounod, a un tal Curro Carreres no se le ocurre otra cosas que llenar el fondo del escenario de focos o chillones tubos de neón que apuntan directamente a los ojos de los espectadores. ¿Cómo disfrutar de la música si te sientes como en un interrogatorio policial? Mañana escribiré para anular mi abono y pediré hora en el oculista.



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