Sábado, 30 de abril
COMIDA EN AVILÉS
“Es tu opinión, es tu opinión”, me dicen cuando trato de afirmar algo con mi vehemencia de costumbre, tan española. “No, no es mi opinión”, respondo. “Cuando afirmo que dos y dos son cuatro o que París es la capital de Francia, no estoy dando mi opinión; enuncio algo que es verdadero o falso al margen de mi opinión”.
(Los sábados suelo comer en Avilés con José Manuel Feito y con Marian Suárez, que soportan con resignación mi afán por llevar la contraria siempre que me parece que los demás están equivocados.)
“Pero que son inequívocamente verdaderas o falsas, se puede decir de algunas cosas, no de otras; no en el caso de la política, que es de lo que estamos hablando”.
“A mí la opinión de la mayoría de la gente me interesa muy poco, solo la opinión de los especialistas”.
“Eres un dogmático”.
“Creo que hay una verdad objetiva, verificable, y esa es la que me interesa”.
“¿Y tú crees que sería posible, en esta legislatura fracasada, decidir objetivamente quién lo ha hecho bien y quién mal? Todos piensan que el partido que ha actuado con mayor responsabilidad ha sido el propio, que los demás son unos irresponsables”.
“Me parece que está claro quién apostó desde el principio por repetir elecciones, por ir a una segunda vuelta, como cuando Esperanza Aguirre perdió en Madrid”.
“El PP. desde luego”.
“Y Podemos”.
“No, Podemos no. Podemos quería un gobierno de izquierdas”.
“Un gobierno de izquierdas que solo era posible con el apoyo de la derecha y la izquierda independentistas. Yo he defendido por activa y por pasiva el derecho a decidir, pero no me parece muy viable un gobierno de España que dependa de los que no quieren seguir siendo parte de España”.
“Era posible, era posible ese gobierno de izquierdas. Pablo Iglesias tendió la mano una y otra vez, pero Sánchez estaba preso del pacto con Ciudadanos”.
“Deduzco que tú votaste a Podemos. Los votantes del PP le echan la culpa a Pedro Sánchez porque no quiso la Gran Coalición, esto es, apoyar a Rajoy. Las gafas ideológicas impiden ver la realidad”.
“Claro, la realidad tal como es solo puedes verla tú”.
“Empiezo a tener mis dudas. Por eso prefiero no hablar de política, seguir cultivando mi jardín. Estoy perdiendo la fe en la capacidad del ser humano para el pensamiento racional. No utilizamos el razonamiento para encontrar la verdad, sino para defender nuestros intereses. Estoy descubriendo que, en la mayor parte de las cuestiones, encogerse de hombros es la mayor sabiduría. Los versos de Machado (¿Tu verdad? No. La verdad. / Y ven conmigo a buscarla / la tuya guárdatela) ya los veo como un ideal inalcanzable”.
“No te importan las verdades de los demás. Hablas como un fanático”.
Domingo, 1 de mayo
FILÁNTROPO, PLAYBOY Y GENIO
Uno ve las complicadas peripecias de los superhéroes de la Marvel como los antiguos griegos las desventuras de los Atridas y las tribulaciones de Edipo.
Más que con el pluscuamperfecto Capitán América, yo me he sentido identificado con Iron Man, el cínico Tony Stark. “Sin tu armadura, ¿qué eres?”, le preguntó una vez el capitán sin tacha, el patriota ejemplar. “¿Sin mi armadura? Nada, aparte de millonario, filántropo, playboy y un genio", le responde el cínico Stark, al que no me importaría parecerme.
Pero, contra lo que pudiera pensarse, cuando las Naciones Unidas pretenden controlar las andanzas de los Vengadores, demasiado propensos a tomarse la justicia por su mano, sin importarle las consecuencias (un poco como los servicios secretos de cualquier país en lucha contra el terrorismo), es el ácrata Stark el que se muestra partidario de ese control, del sometimiento a la legalidad internacional, mientras que el Capitán América decide seguir con las manos libres para actuar como crea conveniente en cada momento.
Me gustan las películas para niños de cualquier edad, como me gustan la Ilíada, la Odisea y Las mil y una noches. Y me gusta que el capitán América defienda a su amigo, Bucky Barnes, el Caballero del Invierno, a pesar de que un extraño maleficio le haya convertido en el más sanguinario de los hombres. Y me río como un niño (lo sigo siendo) con la ingenuidad de Spider-Man por fin reincorporado a la saga tras no sé qué conflictos de derechos entre la Fox y la Marvel.
Lunes, 2 de mayo
EL CAMINO DEL SABER
En un libro cuyo título no recuerdo, y que quizá no existe, leí hace tiempo la receta que nos permite avanzar en el camino del saber: un poco de poesía, algo de inteligencia y mucha paciencia.
Poesía para soñar hipótesis audaces que expliquen los enigmas del mundo, inteligencia para encontrar el modo de validarlas o refutarlas, paciencia para seguir todos los pasos, atenerse escrupulosamente a los datos, desconfiar de las ocurrencias ingeniosas, no atajar dando saltos en el vacío.
Martes, 3 de mayo
ENTRENADOR
El habitual café con amigos a última hora de la tarde en Vetusta. Vuelvo a casa con algo de mala conciencia. Una llamada de Marcos Tramón, que fue uno de los interlocutores, la acentúa después: “¡Cómo te gusta discutir, Martín! ¡Que mal tratas a los poetas más jóvenes empeñándote en demostrar que son unos ingenuos que no tiene razón en nada! No sé cómo te aguantan Mario Vega, Miguel Floriano, Luis Acebal. A ratos pareces un matón de colegio. Un matón que no usa los puños, sino la dialéctica. Deberías meterte con gente de tu edad”.
Tiene razón Marcos, pero se equivoca en una cosa. Yo no me meto con cualquiera, sino con quien creo que vale la pena. Soy un entrenador, todo lo duro que se quiera, pero no un abusón.
Miércoles, 4 de mayo
CUMPLEAÑOS
Cuarenta años cumple hoy El País, cuarenta años cumple también mi matrimonio con ese diario, al que le he sido infiel muy pocas veces.
Desde hace algún tiempo, las riñas son cada vez más frecuentes, pero nunca llega la sangre al río; seguimos pasando muy buenos ratos juntos.
“¿Cuál fue su primera vez en El País?”, le preguntan a una serie de famosos en el número especial que publican hoy.
La primera vez que habló de mí (y una de las pocas) fue allá por 1980 en el suplemento de libros (todavía no se llamaba Babelia). Daban noticia de Las voces y los ecos, recién aparecida: "Basta hojear el índice para darse cuenta de que es la peor de las antologías posibles".
Unos días después, sin que yo le preguntara, Juan Cueto me dijo que esa nota la había escrito José-Miguel Ullán. No cambio en nada mi opinión sobre la poesía de Ullán el saber que era el autor ni influyó en mi aprecio por el periódico el que sus críticos me ignoraran minuciosamente, con alguna excepción que podían haberse ahorrado: "La estupidez de la inteligencia" titularon la reseña de una de mis libros.
Leo el último diario de Ignacio Carrión, tan lleno de gratuitos ataques contra las grandes firmas de El País (Muñoz Molina, Millás, Cercas), y me reafirmo en que, para odiar de verdad un periódico, hace falta haber sido colaborador habitual y luego haber dejado de serlo y no por voluntad propia, como para odiar de verdad a una persona hace falta haber estado casado previamente con ella. Hablando de El País no puedo ser objetivo, la verdad: ha sido parte de mi día a día durante cuarenta años. Con decir que le he cogido cariño incluso a Juan Cruz, ya está dicho todo.
Jueves, 5 de mayo
EPIGRAMAS
Como los hipocondríacos que en cuanto hojean un manual de medicina creer descubrir en sí mismo todos los síntomas de las enfermedades, yo encuentro en cualquier antología de epigramas nada velados ataques contra mí: “Perdona si no te escucho; / es que, aunque hablas bien, hablas mucho”.
El más cruel de los que se me dedican en este libro, Pasquinadas y epigramas italianos, los escribió Hugo Foscolo hace doscientos años: “A ti, que eres también medio algebrista, / yo te pregunto: Si eres medio crítico, / medio poeta, medio silogista, / medio monje y también medio político, / ¿cómo en tanta mitad no hay nada entero / y todas las mitades suman cero?”
Viernes, 6 de mayo
BORRAR LAS HUELLAS
Es curioso cómo la vida nos va marcando sus tiempos. Por una parte, llevo la misma que llevaba cuando tenía veinte o treinta años, pero por otra me ha dado por revisar y romper viejos papeles, aligerar el equipaje, preparar el gran viaje hacia ninguna parte.
Me divierte romper amarillentos manuscritos, esos poemas de adolescencia que lastran la obra de cualquier autor, esos borradores que luego sirven para estropear un poema con variantes a pie de página.
Ya sé que mucho de vanidad en este hacer limpieza. Soy como esos poetastros que en cuanto perpetran algún engendro lo primero que hacen es ir al registro de la propiedad intelectual para impedir que se lo plagien.
Lo más probable es que nadie se interesara nunca por estos papeles que cuidadosamente destruyo (incluso un diario de adolescencia), pero por si acaso mejor hacerlos desaparecer. Bastantes borradores hay entre lo ya publicado. No resisto, sin embargo, la tentación de fotografiar la última página del quejumbroso diarios y guardarla como recuerdo. “Los días de París –dice la última anotación–, un solo día ahora en tu memoria, inhóspitas las calles, más fría y más húmeda la solitaria habitación del hotel”. Treinta años después, añoro aquellos días. Qué mentirosa es la memoria.
Hay un poema de Alberto Caeiro en el que le pide a un ave que le enseñe a desaparecer sin dejar huella: “Ser como el ave que pasa / y no deja rastro en el cielo, / como la oscura nave cuya blanca estela / se borra de inmediato / en la inmensidad del mar”.