Domingo, 17 de abril
QUIZÁ EN BERTÍN OSBORNE
––¿Así que los domingos tomas ahora aquí el café de la mañana, en Dos de azúcar? No dos, sino media docena de cucharadas de azúcar es lo que echas tú a tu prosa cuando hablas del rey. Das un poco de grima de lo dulzón que te pones, amigo Martín.
––¿Tú crees?
––Hoy mismo en El Comercio, sin ir más lejos. ¿No te da un poco de vergüenza ser tan cortesano? ¡Quién te ha visto y quién te ve! Acabarás sin más lectores que Letizia Ortiz y Graciano García.
––Tienen cosas más interesantes que hacer que leerme a mí. Lo único que he dicho es que la jefatura del Estado no es hoy un problema, que está en buenas manos.
––Pero no ha habido votación popular, algo imprescindible para tener legitimidad en una democracia.
––Bueno, en España nunca el jefe del Estado ha sido elegido por votación popular.
––¿Ah, no? ¿Ya te olvidas de que alguna vez tuvimos una república?
––Dos, para ser más exactos. Pero ya me dirás cuándo se celebraron elecciones para elegir a Salmerón, Pi y Margall, Figueras, Castelar, Alcalá Zamora o Manuel Azaña. Siempre los eligió el parlamento. Fueron elecciones indirectas.
––Las de tu admirado Felipe ni indirectas han sido.
––Ya volveremos a eso. Por cierto, ¿has leído la constitución de la segunda República? Yo creo que pocos de los que la añoran lo han hecho.
––¡Ahora vas a meterte con la República! ¡Qué bajo has caído! Te vendes por un plato de lentejas.
––Cierto, si me vendo es por un plato de lentejas, o mejor, por una fabada que es lo que nos dan de comer cuando nos reunimos los jurados del Príncipe de Asturias. Es uno de los pocos premios en los que no se paga a los miembros del jurado.
––Peor me lo pones. Te vendes por nada.
––Yo no me vendo: me regalo. Pero no cambiemos de tema. Vayamos a la constitución republicana. Por si no te fías de mi memoria, la busco en el teléfono. Título V, artículo 67: “El Presidente de la República será elegido conjuntamente por las Cortes y un número de compromisarios igual al de Diputados. Los compromisarios serán elegidos por sufragio universal, igual, directo y secreto, conforme al procedimiento que determine la ley”. Ya me dirás cuándo hubo esa elección de compromisarios. Ni en el 31 con Alcalá Zamora ni el 36 con Azaña. En ambos casos, bastó un acuerdo entre partidos. También resulta curiosa la manera cómo se destituyó a Alcalá Zamora. Se le aplicó el Artículo 81: “El Presidente podrá disolver las Cortes hasta dos veces como máximo durante su mandato cuando lo estime necesario, sujetándose a las siguientes condiciones: a) Por decreto motivado. b) Acompañando al decreto de disolución la convocatoria de las nuevas elecciones para el plazo máximo de sesenta días. En el caso de segunda disolución, el primer acto de las nuevas Cortes será examinar y resolver sobre la necesidad del decreto de disolución de las anteriores. El voto desfavorable de la mayoría absoluta de las Cortes llevará aneja la destitución del Presidente”. Los mismos que pedían la disolución de las Cortes y la convocatoria de las elecciones que llevaron al poder al Frente Popular votaron luego que no estaban justificadas, para así poder destituir a un presidente que no les gustaba. Es lo mismo que está ocurriendo ahora en Brasil con Dilma Rousseff. Se utiliza un pretexto jurídico para plantear una cuestión de confianza no prevista en la constitución y destituirla. En el caso de Alcalá Zamora, no estaba nada claro que fuera su segunda disolución de las cortes ya que la anterior no se debía a su voluntad sino a que habían concluido su labor las cortes constituyentes.
––Para defender la monarquía eres capaz de cualquier cosa. Hasta de enmendarles la plana a los historiadores.
––No le enmiendo la plana a nadie. Solo digo que no conviene contraponer a la jefatura del Estado actual (que está cumpliendo escrupulosamente su papel) con una república idealizada. Habría que ver qué tipo de república queremos, ponerse de acuerdo, y eso lleva su tiempo, no se cambia de régimen de un día para otro, es como dejar una casa en buen uso por otra que hay que construir. Y si los parlamentarios no se ponen de acuerdo para investir un presidente del gobierno, ¿cómo iban a hacerlo para elegir jefe del Estado, algo que requeriría aún mayor número de votos? Por cierto, y con esto termino, no quiero aburrirte más, ¿has leído en la constitución republicana cuáles eran las atribuciones del jefe del Estado? Artículo 75: “El Presidente de la República nombrará y separará libremente al Presidente del Gobierno y, a propuesta de este, a los Ministros”. Sus atribuciones estaban más cerca de las de Alfonso XIII que de las de Felipe VI. Y Alcalá Zamora las aprovechó para enredar lo suyo. O sea que no resulta muy aventurado afirmar que el régimen democrático que tenemos hoy, a pesar de todas sus imperfecciones, no tiene nada que envidiar al de la segunda República, sino más bien todo lo contrario.
––¡Pero los españoles no eligen a su jefe del Estado, te pongas como te pongas!
––Pues si tuviéramos una constitución como aquella tampoco lo elegirían los españoles sino Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez. ¿Y en quién podrían ponerse de acuerdo al menos tres de ellos? Quizá en Bertín Osborne.
Lunes, 18 de abril
BIBLIOTECA ILUSTRADA
Resulta curioso que siempre está hablando mal de la novela cuando para mí el arte supremo es el arte de contar historias, de contarlas o de contármelas. La música, cualquier música, no me interesa si no se convierte en la banda sonora de la película que se desarrolla en mi imaginación mientras la escucho. Tampoco soy demasiado sensible a los matices del color y a las sutilezas de la composición. Entro en el Prado y lo que me fascina son las historias que escucho con los ojos. Visito esta tarde el estudio de Federico Granell, una especie de cueva de Montesinos al final de la calle larga y ferroviaria de la Argañosa, y me encuentro con mil y una historias que he vivido, que me gustaría vivir. Aquel paisaje de Capri, frente a los Farallones, entre la villa de Malaparte y los jardines de Augusto; el beso en la Piazza del Popolo, que continúa por toda la eternidad; la lectora que avanza por las sombras del bosque iluminada solo por un libro; el álbum alemán, de 1936, con todas las fotos cuidadosamente arrancadas y minuciosamente reconstruidas por el pintor; la multitud de solitarios que cruzan una plaza o esperan en el aeropuerto… Decía el príncipe Hamlet que a él le bastaba una cáscara de nuez para sentirse el rey del universo. A mí me basta esa silueta oscura que avanza por un camino arbolado, en Cintra o cerca de Las Caldas, para comenzar una historia llena de enredos, magia y fantasmagorías. Los pintores que prefiero no hacen otra cosa que ilustrar, sin saberlo, la biblioteca de mi imaginación.
Martes, 19 de abril
DESFAZIENDO ENTUERTOS
––¿No vas a decir nada de Shakespeare o de Cervantes, amigo Martín? Serás la única persona que no lo hace en este año en que vamos a acabar hartos de uno y de otro.
–-No me parece. Ambos resisten bien tanto manoseo. A mí me gustaría aclarar un equívoco en relación con Cervantes, con el Quijote precisamente, pero no soy yo nadie para enmendarle la plana a los especialistas.
––Yo creo que con nada disfrutas más. Ya demostraste que los catedráticos de derecho constitucional estaban equivocados cuando decían, y quizá dicen, que el rey estaba al margen del código penal en sus actividades privadas. Veremos a ver por dónde sales ahora.
––Pues que no hay un Quijote, sino dos.
––Claro, el de Cervantes y el de Avellaneda.
––Entonces serían tres. Cervantes no escribió una novela en dos partes, sino dos novelas protagonizadas por don Quijote y Sancho, de la misma manera que Conan Doyle no escribió una novela sobre Sherlock Holmes sino varias.
––¡Pero si él mismo habla de primera y segunda parte!
-–-El término “parte” en la época es ambiguo. Puede referirse a las “partes” de un libro (como ocurre en el primer Quijote) o a la continuación, hoy diríamos a la secuela, de una obra famosa. Se podrían citar infinidad de ejemplos. Baste uno. Poco después de publicarse en Amberes el Lazarillo apareció una Segunda parte de Lazarillo de Tormes, igualmente anónima. Pero se trata solo de una continuación, no de la segunda parte, en el sentido actual, de aquella novela. Lo mismo pasa con el segundo Quijote. Deben ser leídos y juzgados por separado, cada uno de ellos es una obra de arte independiente (aunque relacionadas), de ahí las diferencias de estilo y de concepción. Editarse pueden editarse juntos, eso no importa, como también pueden editarse en un tomo cada una de las series de los episodios nacionales galdosianos, o todos los libros de Alatriste, pero eso no impide que se trate de novelas diversas. Lo mismo que son dos novelas, y no una, Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, de Emilia Pardo Bazán, aunque la segunda continúe la historia de la primera. Cervantes escribió dos novelas sobre don Quijote, la primera, titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, fue la que tuvo más éxito en su tiempo; la segunda, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha es quizá la preferida por los lectores actuales.
Miércoles, 20 de abril
UN ADIÓS
Silban las balas a mi alrededor y yo silbo también una vieja canción mientras sigo mi camino y hago como si no me enterara. Esta mañana, traspapelado en un montón de libros que derribé sin darme cuenta, apareció la Antologia pessoal de Eduardo García. un admirado poeta del que hacía tiempo que no tenía noticias. Había nacido en Brasil y en la capital de aquel país se edita esta antología bilingüe. Vivía en Córdoba y alguna vez me sirvió de guía en esa ciudad.
"Escribir poesía es tratar de romper fugazmente, en algunos instantes privilegiados, la muralla de piedra de la rutina", escribe en el prólogo. Para mí no es de piedra, sino del más frágil y precioso cristal la muralla de la rutina.
º Esta mañana releía los versos de Eduardo García, que tenía un tanto olvidados: "Al fondo de mí mismo hay cuatro puertas: / la puerta del jardín de los deseos, / la puerta del instante prodigioso, / la puerta de la infancia recobrada".
Esta tarde me entero de que acaba de cruzar la cuarta puerta, "la puerta de la nada imponderable". Lo hizo ayer, 19 de abril, exactamente cuatrocientos años después de que Cervantes se despidiera de nosotros en el prólogo del Persiles: "Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida”.