Quantcast
Channel: Café Arcadia
Viewing all articles
Browse latest Browse all 705

El arte de quedarse solo: La mayor de las mentiras

$
0
0

Viernes, 18 de septiembre
UNA CONFESIÓN

Nunca me he emborrachado, nunca me he enamorado, pero lo segundo he tenido ocasión de fingirlo bastantes veces y creo que lo hago bastante bien.


Sábado, 19 de septiembre
CRÍMENES DE ANTOLOGÍA

–-¡Cuántas tonterías escriben a veces los grandes autores!, digo en la tertulia..
            –-¿Vas a contarnos otra vez lo de aquel poema de Claudio Rodríguez que comienza “Me la están refregando” o lo de aquel otro en que lamenta no poder ser hostia para darse?
            ––No, no, esta vez se trata de un cuento de Charles Dickens.
            ––¿También vas a meterte con Dickens?
            ––No voy a meterme con Dickens, que a veces dormitaba y roncaba como dormitaba Homero, sino con Juan Antonio Molina Foix, el antólogo y traductor de El cuerpo del delito, una antología de relatos policíacos clásicos publicada por Siruela.. En la contraportada –donde, como en los programas políticos, es lícito exagerar, pero no mentir– se afirma haberse tenido “siempre presente la máxima exigencia literaria”. Vamos a ver si es así. El inspector Wield cuenta la historia de “Un par de guantes”. Una hermosa joven aparece con el cuello cortado en su dormitorio. Debajo de la almohada encuentra un par de guantes de caballero marcados con unas iniciales. Al olerlos  descubre que han sido limpiados en seco. Son pocos los lugares de Londres que al parecer se dedican a ello. Al inspector le resulta fácil encontrar el lugar en que han sido limpiados y localizar al propietario. Pero tras “un interrogatorio a puertas cerradas” se descubrió que aquel joven conocía a una prima de la víctima, había ido a verla pocos días antes y se dejó los guantes encima de la mesa. Poco después llegó la joven que sería asesinada. El final no tiene desperdicio. Os lo leo: “¿De quién son estos guantes?, dijo. Son de Mr. Trinkle, dijo su prima. ¡Vaya!, están muy sucios y no creo que le sirvan. Me los llevaré para que mi criada limpie las estufas. Y se los guardó en el bolsillo. La criada los había usado para limpiar las estufas y, no me cabe la menor duda, los había dejado en el dormitorio, encima de la repisa, o en la gaveta, o en algún sitio; y su señora, cuando inspeccionó la habitación para ver si estaba en orden, los había cogido y guardado debajo de la almohada, donde yo los encontré”. Y ahí termina la historia de este crimen sin resolver. El crimen literario me parece aún mayor que la degollación de una joven inocente. Alguien se olvida unos guantes en una casa ajena y otra visita se los lleva “para que la criada limpie las estufas” y cuando están bien cochambrosos, llenos de pringue y hollín, no se le ocurre otra cosa que guardarlos bajo la almohada de su dormitorio. Qué cosas.
            ––Y además parece que esos guantes tan sucios conservaban el olor de los productos que se utilizan para limpiarlos en seco. Persistente olor, sin duda.
            ––¿No será una parodia de los relatos policíacos? Una burla como aquella anécdota apócrifa que se contaba de Conan Doyle y que él mismo refirió en sus memorias. Resulta que, al llegar a París, tomó un taxi para dirigirse al hotel. “Doctor Doyle –le dijo el taxista en cuanto subió al vehículo–, por su aspecto veo que ha estado usted recientemente en Constantinopla. Tengo motivos para pensar que también en Budapest y me atrevería también a afirmar que no ha andado lejos de Milán”. “Exacto –respondió el escritor–.. Le doy cinco francos si me dice cómo lo ha adivinado”. “Me he fijado en las etiquetas de su equipaje”, respondió el taxista.
            ––No parece una parodia, sino un ejemplo de la torpeza de Dickens para el relato policial –disculpable, él se dedicaba a otras cosas, eso lo dejaba para su amigo Wilkie Collins– y de lo poco fiable, y eso no resulta disculpable, que resulta Molina Foix como antólogo. Es frecuente que un estudioso, o un traductor, pierda el gusto literario y le sepa lo mismo una obra maestra que una olvidable nadería.

Domingo, 20 de septiembre
MI EVOLUCIÓN POLÍTICA

Antes era radicalmente moderado, ahora soy moderadamente radical. Creo que he ganado en moderación.


Lunes, 21 de septiembre
LENGUA SIN MANOS

Esconder el cadáver es la primera preocupación del asesino. Sin cadáver no hay delito. Pero esconder millón y medio de cadáveres resulta imposible. El gobierno turco sigue empeñado en hacerlo. Hace cien años, por estas fechas, el exterminio del pueblo armenio estaba en su apogeo. Las matanzas indiscriminadas durarían aún hasta septiembre de 1916. Todo el mundo lo sabía. Nadie hizo nada por impedirlo. Unos porque no pudieron, otros porque no quisieron. Me encuentro hoy con ese episodio atroz, ¿quién lo iba a decir?, en el libro de un humorista, Julio Camba.
            Se acaban de recopilar en libros los artículos que escribió desde Constantinopla, su primer destino como corresponsal. La espléndida edición, a cargo de José Miguel González Soriano, incluye también otros artículos posteriores de tema turca, entre ellos dos, publicados en 1915 en el conservador y germanófilo ABC, dedicados a las matanzas de Armenia.
            Comienzan con una frase del sultán Abdul Hamid; “Para acabar con la cuestión Armenia, lo mejor es acabar con los armenios”. También hay lugar para el humor negro en esta escueta enumeración de barbaries que hace Camba: “En Bitlis, los armenios fueron obligados a cavarse ellos mismos sus sepulturas. Hay quien dice que los turcos les impusieron esa obligación como un suplicio más; pero tal vez se tratase, únicamente, de una medida higiénica. Higiénica para los turcos, claro está, y no para los armenios… Así no hay ahora en la Armenia turca tantos cadáveres infestando el aire”.
            Ha pasado un siglo y para Turquia el genocidio nunca existió, incluso es un delito hablar de él. Si la Alemania nazi hubiera ganado la guerra, tampoco habría existido el holocausto: sería solo un insidioso rumor propalado por los judíos. Para que sea posible la barbarie de unos, siempre es necesario que los demás miren hacia otro lado.
            Espléndido Camba. Sus dos artículos de ABC nos estremecen todavía hoy. Pero no sirvieron de nada.
            Miseria del periodismo, inutilidad de la literatura: lengua sin manos.

Martes, 22 de septiembre
COSAS DE LAS QUE NUNCA ME CANSO

De mí, de ti, del resto del mundo.


Miércoles, 23 de septiembre
MATEMÁTICO  FRUSTRADO

Hace más de cuarenta años, en 1973, publiqué un artículo en la revista Cuadernos Hispanoamericanosen el que trataba de demostrar “la imposibilidad de la biblioteca de Babel”, esto es, que no es posible una biblioteca que contenga todos los libros porque, al contrario de lo que Borges afirma “todas las posibles combinaciones de los veinticinco símbolos ortográficos” no constituyen “un número, aunque vastísimo, no infinito”. Pero no hay biblioteca, por vastísima que sea, capaz de contener todo lo que se ha escrito y todo lo que es posible escribir.
            Esta tarde he tenido ocasión de discutirlo, en el salón de actos de la Facultad de Ciencias, con un joven matemático que opinaba como Borges. Y entre el público, al contrario que cuando lo hicimos en la tertulia, había personas que sabían de qué hablábamos.
            Disfruté como un niño en un parque de atracciones. La verdad es que mi deporte favorito es eso que tan antipático resulta a todo el mundo: demostrar que tengo razón. Que la tengo, no que creo que la tengo.
            En los debates, parece que no escucho porque tiendo a empezar mi réplica antes de que el contrario termine de hablar. Pero eso es solo porque ya he captado su argumento. Y si es razonable en seguida lo asumo como mío.
            Siempre he sentido alergia al pensamiento algodonoso de poetas y estudiosos de la literatura; nada soporto menos que las vaguedades sobre la posmodernidad o el pensamiento líquido, que las divagaciones sobre el fin de la historia, la muerte de Dios o de la novela o de la literatura (“los muertos que vos matáis / gozan de buena salud”, habría que decirles a algunos).
            Una de mis frustraciones es no haber estudiado física o matemáticas. Me interesa poco ese mundo en el que cada uno tiene su verdad y en el que todas las opiniones, incluso las mayores tonterías, son respetables. A mí me gusta repetir con Antonio Machado: “¿Tu verdad? No. La verdad. / Y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”.
            Me refiero claro a las verdades con minúscula, y siempre sujetas a posible refutación, de la ciencia; no a la Verdad con mayúscula, que suele ser la mayor de las mentiras.


Jueves, 24 de septiembre
HOMBRES SOLO

Abro el libro de poemas que acabo de recibir y tropiezo con la primera frase del prólogo: “Un poema es un camino de soledad que recorren dos hombres: el autor, cuando lo escribe, y el lector cuando lo reinventa y hace suyo”.
            ¿Y nunca lo recorren dos mujeres? ¿O un hombre y una mujer? Digan lo que digan las gramáticas, amigo Alejandro Duque Amusco, en el español de hoy un hombre es un hombre, nunca una mujer (dejemos a un lado travestismos varios) y dos hombres son dos hombres, nunca un hombre y una mujer.

Viernes, 25 de septiembre
MI PARADOJA FAVORITA

No sería tan listo como me creo si no supiera que no soy tan listo como me creo.





Viewing all articles
Browse latest Browse all 705

Trending Articles