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El arte de quedarse solo: Permítanme que insista

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Sábado, 12 de septiembre
SERENDIPIA

Paso el viernes pasado, como cada mañana, por delante de la librería Cervantes y en el centro del escaparate encuentro un libro que estaba buscando para mi edición de La guerra en Sudáfrica. Acaba de aparecer, acaba de llegar a la librería un único ejemplar, acaban de ponerlo en el escaparate.
            Sabía yo que el título, que siempre me ha fascinado, El arte de quedarse solo lo utilizó por primera vez Guillermo Díaz-Plaja, pero no recordaba dónde. Entro hoy en una librería de viejo y lo primero que encuentro es un número de Cruz y Raya(enero de 1934) que incluye un ensayo suyo con ese título y en él una cita de fray Jerónimo Gracián: “La soledad es un fuego que se enciende en la leña del amor, es ausencia, deseo, ímpetu, impaciencia, ternura, esperanza y temor. De todas esas navajas se fabrica la rueda que, con una sola vuelta, hace mil pedazos el corazón”.


Domingo, 13 de septiembre
TRES CASAS

Me avisan de que se ha muerto Juan Benito y recuerdo los versos de Jorge Guillén que hablan del “muro cano” que impone su ley, no su accidente, y los tres escenarios en que le vi ejerciendo de perfecto anfitrión..
            Cuando Ángel González venía a Oviedo, Juan Benito organizaba una cena en su piso de la calle Independencia a la que yo solía acudir con algún joven poeta amigo. Recuerdo aquella vez en que yo me fui a la hora moderada de costumbre y el encuentro continuó luego por los bares del Oviedo antiguo. Al día siguiente, a la hora de la tertulia, me llamó Lola Lucio para preguntarme si sabía algo de Ángel González. José Luis Piquero, que solía ser su más resistente acompañante, me dijo que había estado con él hasta la madrugada y que, cuando le dejó, Ángel todavía buscaba un lugar para tomar la última copa. Quedamos todos muy preocupados. Por fin había aparecido el poeta. Él mismo nos contaría luego su peripecia. Por la mañana, después de la larga noche, aún no sabe por qué razón, quizá por un repentino recuerdo clariniano, entró en la catedral. Allí se quedó profundamente dormido sobre uno de los bancos últimos. Nadie reparó en él. Le despertaron unos cánticos extraños: estaban diciendo misa. Por un instante pensó que se había muerto y que aquel era su funeral.
            La otra casa que ahora me viene a la memoria estaba encaramada en una de las laderas de Valdediós. Desde su terraza se veía el prodigioso valle, el monasterio y el conventín, y también un cementerio. Me gustaba especialmente ese memento mori en medio de tanta belleza. Allí recuerdo haber coincidido con José Agustín Goytisolo y escuchado recitar los poemas de Jaime Gil de Biedma: “Amor más poderoso que la vida: / perdido y encontrado. / Encontrado, perdido”.
            La tercera casa, la última que visité, está en Lastres. Desde las ventanas altas se veía el mar sobre los tejados. Lo que más recuerdo de aquella visita es un jardín que descendía sobre la ladera hasta el puerto y que parecía sacado de La invención de Morel, la novela de Bioy Casares. La costa, desde lo alto, tenía un aire italiano (¿Capri, Sorrento?), un aura de indolencia y felicidad. Al ático de aquella casa, con entrada independiente, a Juan Benito le gustaba invitar a escritores amigos. Los dejaba a su aire, para que pudieran escribir y soñar con tranquilidad.
            Juan Benito estaba siempre allí como un dios tutelar, pero apenas hablaba. Le conocí por su sobrino, Juan Manuel Pendás, compañero en el instituto Carreño Miranda, mi más pertinaz admirador y detractor.
            Se ha muerto Juan Benito y yo pienso en sus alrededores. El piso de la calle Independencia, la villa saltimbanqui de Valdediós, la casona italiana, y tan asturiana, de Lastres, todas ellas rebosantes de poesía y cordialidad, se han quedado sin alma. Eso pienso, pero pronto rectifico.  Han perdido solo la mitad de su alma. La otra mitad –o las otras dos mitades, que el alma no sabe de matemáticas–, sigue ahí y se llama Lola Lucio.


Lunes, 14 de septiembre
UN SILOGISMO

“¡No me hables de Cataluña, estoy harto de Cataluña!”, me dice un amigo. Y yo cambio de tema y no menciono un curioso silogismo que se me ocurrió mientras ayer escuchaba a Ana Pastor tratando de hacer mella en un blindado Artur Mas. Para que Cataluña quede fuera de la Unión Europea, no basta con que declare bilateralmente su independencia: hace falta además que esta sea reconocida oficialmente por España. Si España no la reconoce, los catalanes, aunque se declaren independientes, sigues siendo oficialmente españoles, y por tanto ciudadanos de la Unión Europea. Solo cuando sean un nuevo Estado reconocido como tal por la comunidad internacional es cuando podrán pedir el reingreso, el ingreso más bien, no solo en la Unión Europea sino también en la ONU. Lo que se plantea como una amenaza –quedar fuera de la Unión Europea– es en realidad la condición previa, aunque solo dure días, para poder formar parte de ella como un nuevo Estado.


Martes, 15 de septiembre
NO ME VOY A ENTERAR

Siempre he estado obsesionado con la posteridad. Mientras comento un poema con los alumnos (“No sé de quién recuerdo mi pasado…”), se me ocurre pensar que, cuando ellos tengan la edad que tengo ahora, yo andaré por los ciento diez años, si es que sigo vivo, que no lo creo. Me divierte imaginar que uno de ellos se encuentra en una librería de viejo un apolillado libro firmado por mí, le suena vagamente el nombre y se queda pensando si no se tratará de aquel oscuro profesor que a veces daba la impresión de creerse un genio y del que ya nadie se acuerda
            Me gusta tomarme a broma mi vanidad, una de las pocas cosas que tengo en común con el resto del mundo. De sobra sé que la regla general es que a un escritor, después de muerto, le harán todavía menos caso que cuando estaba vivo.
            Pero toda regla tiene sus excepciones. Y yo confío en ser una de ellas. Aunque si me equivoco, tampoco pasa nada. No me voy ni a enterar.


Miércoles, 16 de septiembre
CÓMO ME IMAGINO YO EL PARAÍSO

Nadie es capaz de ser sublime sin interrupción. Y Wagner menos que nadie, como diría mi amigo Almuzara. En los intervalos en que me desentiendo de Siegmund y de Sieglinde, de Wotan y de Fricke o del alboroto de las valkirias –cinco horas dan para mucho– me entretengo respondiendo al cuestionario de Auden.
            “Paisaje”. Los tejados de una vieja ciudad con secretas terrazas, campanarios, cúpulas doradas y el manchón verde de algún jardín.
            “Clima”. Otoño en primavera y primavera en otoño.
            “Religión”. Un ateísmo que da gran  importancia a la pompa litúrgica.
            “Dimensiones de la capital”. Las del centro histórico de cualquier ciudad europea.
            “Forma de gobierno”. Monarquía electiva. El rey y la reina se eligen cada año entre los mayores de veinte años y los menores de treinta.
            “Actividades económicas”. Agricultura, pesca, lectura y escritura.
            “Medios de transporte”. Caballo, tren, veleros, bicicletas.
            “Arquitectura”. O muy antigua o muy moderna. Penumbrosos palacios y catedrales en ruinas alternando con deslumbrantes centros comerciales. Un mezcla de París y Palermo, de Nueva York y Venecia.
            “Diversiones públicas”. Bailar, contar historias, no hacer ruido, hacerse fotos.
            “Centros de enseñanza”. En los gimnasios y al aire libre. Profesores y alumnos intercambian su papel cada año.
            “Literatura”. Las novelas están prohibidas, pero no los cuentos de hadas. 
            “Bibliotecas”. No hay. Los libros brotan de los árboles de manera natural, entre las manzanas, las granadas y los albaricoques.
            “Enfermedades”. No se aceptan, pero sí largos períodos de convalecencia.
            “Muerte”. Voluntaria, pero no antes de los noventa años
            “Amor”.  Se admite la promiscuidad, pero los amores eternos han de ser sucesivos.
            “Infancia”. No se termina nunca.
            “Adolescencia”. Dura toda la vida
            “Madurez”. Nunca se alcanza
            “Tiempo”. Pasa muy deprisa, pero sin ninguna prisa.
            “Amigos”. Desaparecen cuando no los necesitas.
            “Amigas”. Nunca aspiran a casarse con uno.
            “Poetas”. Todos son grandes y todos están muertos.
            “Trabajo”. Sano, abundante y variado, Se cobra en especie
            “Resurrección”. Está permitida, pero conviene no abusar.
            “Dioses”. Varios, todos el único verdadero. A veces se pelean y la gente se arremolina en torno a ellos, divertida.


Jueves, 17 de septiembre
EXPERTOS QUE METEN MIEDO

El amigo que está harto de oírme hablar de Cataluña me restriega hoy la portada de El País con su llamativo titular: “Informe sobre los efectos de la independencia: Cataluña dejaría todos los organismos internacionales”. Y luego me muestra otro amenazador titularr: “Cataluña no podría volver a ingresar en la UE tras una decisión unilateral”.
            Me froto las manos. Nada me gusta más que contradecir a presuntos expertos, como Diego López Garrido y no sé cuántos catedráticos más. Repito mi tesis para que quede constancia de que, al menos un español no consideraba incompatible el amor a su país con el respeto a la verdad: la proclamación unilateral de independencia carece de efecto en el derecho internacional; mientras España no acepte esa independencia, los catalanes siguen siendo formalmente españoles y Cataluña sigue formando parte de la UE y de la ONU; cuando España la acepte (y con ella el resto de los países), aparece un nuevo Estado que, al no existir antes, no podía formar parte de la UE ni de la ONU y que por tanto deberá solicitar el ingreso. Eso es todo.





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