Quantcast
Channel: Café Arcadia
Viewing all articles
Browse latest Browse all 705

Nadie lo diría: Diatribas y homenajes

$
0
0

Domingo, 1 de marzo
TODAVÍA

Todavía me levanto cada mañana como si fuera el primer día de la creación. ¿Por cuánto tiempo?

Lunes, 2 de marzo
TONTERÍAS VIRALES

Abro al azar el nuevo tomo de la poesía de José Emilio Pacheco y lo primero que me encuentro es su "Defensa de la eñe". Recuerdo bien el momento en que la eñe se convirtió en símbolo de las esencias patrias, como el toro de Osborne. Fue hace no muchos años. Resulta que la Unión Europea decidió que la prohibición que existía en España de vender ordenadores en cuyo teclado no figurara la letra eñe no se ajustaba a la legislación comunitaria. Esa noticia desencadenó casi un nuevo Dos de Mayo. "¡Europa nos quiere quitar la eñe!", gritaron al unísono todos los periódicos. "A partir de ahora vamos a tener que decir Espana y cono", proclamaron ingeniosos columnistas. Todavía no estaba generalizado Internet, pero ninguna tontería viral se difundió con tanta rapidez. En los programas de radio o televisión se preguntaba a gente de la calle o ilustres catedráticos: "¿Qué opina usted de que Europa nos prohíba usar la eñe?". Y todos respondían llenos de indignación sin pararse a averiguar lo que podía haber de verdad en esa disparatada noticia. A nadie se le ocurrió explicar que –dejando aparte de que lo que se pedía era que en España pudieran venderse ordenadores con el teclado inglés-- una cosa es la grafía "ñ" y otra el sonido o fonema correspondiente, que aunque se escribiera "nh" como en portugués, "gn" como en italiano o "ny" como en catalán, España seguiría diciéndose España y coño seguiría sonando igual de rotundo. Compruebo ahora que José Emilio Pacheco, un poeta al que admiré más que admiro, sigue confundiendo la casual grafía (una abreviatura de la doble ene) que el español adoptó para representar un sonido que no existía en latín con el propio sonido. Su poema dice: "Este animal que gruñe con eñe de uña / es por completo intraducible. / Perdería la ferocidad de su voz / y la elocuencia de sus garras / en cualquier lengua extranjera". Pues no, estimado poeta (ser poeta, diga lo que diga Gamoneda, no deber ser nunca una licencia para no pensar), ese animal gruñiría igual en multitud de lenguas extranjeras, lo único que cambiaría es que su gruñido no lo representaría una ene con sombrero que gracias a esta polémica (quién se lo iba a decir a los apresurados copistas que abreviaban así la doble ene) se convirtió nada menos que en símbolo del Cervantes y de la lengua española.


Martes, 3 de marzo
MÁS DE LO MISMO

Hacía veinte o treinta años que no nos veíamos. Tras contarme su vida en ese tiempo (dos matrimonios, la quiebra de un negocio, una enfermedad grave de la que salió con bien), se interesa por la mía.
            ----¿Sigues tomando café cada mañana en los Porches? ¿Sigues yendo los sábados a Avilés? ¿Sigues peleándote de vez en cuando con tus amigos Trapiello y Abelardo? ¿Sigues con tus clases? ¿Sigues recibiendo media docena de libros al día y reseñando uno cada semana? ¿Sigues con la tertulia de Oliver?
            ----Sigo. Y así me hago la ilusión de que no pasa el tiempo.
            ----Pues no debes escribir tu biografía, sería el libro más aburrido del mundo. Ni mucho menos llevar un diario; cada página parecería fotocopia de la anterior.


Miércoles, 4 de marzo
BREVIARIO POLÍTICO

(Mientras tomo un café, en la mesa del fondo un grupo de jóvenes discuten lo que parece el programa que van a llevar a las próximas elecciones. Yo hojeo el libro que acabo de encontrar en Valdés, el Breviario de política experimental del conde de Romanones, y anoto en el iPad algunas de las frases del viejo cacique. Creo que les vendría bien conocerlas a estos ilusos que confunden queremos y podemos. Hay cosas que nunca cambian, como bien sabía Maquiavelo.)
            El gobernante que no cree equivocarse nunca es el más funesto y peligroso.
            No digas a nadie a dónde te encaminas si quieres llegar a dónde te has propuesto.
            Economiza cuanto puedas consejos y amenazas; si te ves obligado a darlos, procura que no lo parezcan.
            No abras tu corazón a nadie.
            No prometas nada que no puedas cumplir y no olvides jamás una promesa; pero ten en cuenta que hay promesas que no deben cumplirse.
            Para un gobernante, como para un conductor, es necesario conocer la marcha atrás.
            En politica, quien carece de ambiciones no pasa de jefe de Negociado.
            No hay poder sin fuerza que lo sostenga.
            El camino más corto no siempre es el mejor, y casi nunca en política; con frecuencia hace falta dar rodeos para llegar a dónde se quiere ir.
            Los grandes hombres le deben más al odio del adversario que al afecto del amigo.
            A veces se debe perdonar y olvidar; otras, perdonar sin olvidar; algunas, ni perdonar ni olvidar.
            Quien es incapaz de odiar es incapaz de amar.
            No se puede gobernar contra la opinión pública, pero a menudo hay que hacerlo contra la opinión de la calle, mera y fácilmente cambiante vocinglería.
            Un hombre elocuente con inteligencia mediocre es una gran calamidad.
            Los viejos de hoy no son más que los jóvenes de ayer.
            No hay enemistad tan feroz como la de los enemigos íntimos que dejan de serlo.
            En política, todos los hombres son aprovechables; unos, por sus méritos; otros, por sus defectos.
            Para un político, mejor parecer honrado que serlo sin parecerlo.
            Hace falta conocer muy bien la ley para poder saltársela cuando sea necesario.
            En política, solo es fácil hacer profecías cuando se refieren al pasado.
            En política, tener razón no basta para tener razón.

   
Jueves, 5 de marzo
PESSOA Y YO

Han pasado un año y un siglo desde aquel día glorioso de marzo en que nació Alberto Caeiro, para quien ser poeta no era una ambición, sino su manera de estar solo. Nació ya adulto y de un tirón: en una sola tarde escribió treinta poemas de su primer libro. Eso es al menos lo que cuenta quien le sirvió de amanuense, un joven de veinticinco años que había recibido una educación bilingüe en Durban, coqueteaba con el espiritismo y con el futurismo y gustaba de perder su tiempo en los cafés de Lisboa. ¿Hemos de creerle? ¿Fueron así las cosas? Mixtificar, falsificar, crear personajes que se hacen pasar por verdaderos no lo inventó Pessoa. Se dio antes, se seguiría dando después, incluso en quienes nunca lo han leído. En 1975 --tenía yo la misma edad que Pessoa cuando Caeiro--, apareció el primer número de Jugar con fuego, una revista redactada íntegramente por diversos heterónimos: Bernardo Delgado, Alfonso Sanz Echevarría y otros cuyos nombres no recuerdo. Por entonces no había oído hablar de Fernando Pessoa (lo descubriría al año siguiente en el tomo de las poesías de Álvaro de Campos publicado por Ática) y me parecía una gran originalidad que esas ficciones mías escribieran no solo poemas, sino también crítica. Recuerdo que en el primer número Bernardo Delgado, que yo me había imaginado como un dogmático crítico marxista, reseñaba la poesía completa de Francisco Brines y le reprochaba su despreocupación burguesa ante la opresión franquista y la situación de los trabajadores. Mi intención era caricaturizar cierta crítica, pero Brines se tomó muy en serio esos reproches y nunca acabó de perdonármelos, como tampoco que en otro número de Jugar con fuego aparecieran dos presuntos poemas suyos, uno de los cuales, según me contó Bousoño, le había gustado mucho a Aleixandre. Hace tiempo que he abandonado juegos y fingimientos y ahora me irrito mucho cuando, en las redes sociales, me encuentro con quienes se escudan, no siempre para insultar, tras de uno o de varios avatares. A Bernardo Delgado, por cierto, todavía me lo encuentro en alguna erudita bibliografía. Cuando leí a Pessoa, lo que me sorprendió no fue lo que asombró a tantos, su desdoblamiento heteronímico, la convivencia en él de personajes contradictorios. Eso era común y estaba a mi alcance y al de cualquier cantamañanas que bravuconea en la red. Lo peculiar en Pessoa no era el juego de la identidad, tan común, sino el talento. Alberto Caeiro era un gran poeta, lo mismo que Ricardo Reis o Álvaro de Campos. Poetas distintos e igualmente verdaderos. Aunque fueran producto de una superchería eso no les restaba validez. Cuando descubrí a Pessoa me asombraron las muchas cosas que teníamos en común; al escribir su biografía, trazaba en realidad mi autorretrato. O eso pensaba. A los veinte años, incluso me creía un genio como él. Ahora en este día de marzo recuerdo al joven que fui y sonrío. Tampoco es que me avergüence mucho de mis ingenuidades y vanidades de entonces. Quien a los veinte años no se ha creído un genio capaz de cambiar la historia del mundo es que no ha tenido nunca veinte años.


Viernes, 6 de marzo
¿SABÉIS DE QUIÉN HABLO?

Antes de escuchar a María Payeras su conferencia sobre Ángel González, comento con Leopoldo Sánchez Torre no sé aspecto del cartel anunciador. “¿Ahora también das lecciones de diseño? –replica irritado--. ¡Tú es que sabes de todo!”. Ricardo Labra, que está a mi lado, se sorprende de la intemperancia. “Sus motivos tiene”, le respondo. Y luego recito el epigrama que, un poco en broma, un poco en serio, yo siempre digo –se lo dije incluso al autor—que Ángel González escribió pensando en mí: “No le juzguéis torcidamente. / De él se podrá decir lo que se quiera; puede equivocarse, puede incluso acertar. / Pero de lo que no hay duda es de sus intenciones: son siempre malas”.





Viewing all articles
Browse latest Browse all 705

Trending Articles