Domingo, 8 de
octubre
CON QUIEN ESTOY
Hay
días en que todo sale como estaba previsto, son pocos (¿media docena a lo largo
de mi vida?), pero este es uno de ellos. Un día feliz si uno viviera en lo alto
de un monte, sin cobertura, ajeno a lo que pasa en el mundo.
Doblemente cautivos los palestinos
de Gaza, doblemente víctimas, de Hamas y de Israel. ¿Cómo ser feliz si uno lee
el periódico, si escucha las noticias?
--¿Y tú con quién estás? ¿Con los
judíos o con los terroristas?, me interpela un tal Sámper.
--Yo estoy con las víctimas. Al
ciento por ciento.
Lunes, 9 de
octubre
MALA NOTICIA
--¿Has
visto ya Golpe de suerte, la película de Woody Allen? ¿No te entraron
ganas de pedirle disculpas al bueno de Carabante? ¡Vaya idea que tiene de un
crimen perfecto! El elegante financiero llama a su sicario de cabecera (que ya
ha hecho desaparecer a un rival en los negocios y al amante de su mujer) y le
encarga otro crimen, esta vez fingiendo que se trata de un accidente de caza.
Pero resulta que el sicario –vaya sicario, rumano por más señas-- le dice que
no ha disparado un rifle en su vida. “No importa. Mato yo a mi suegra y luego te
paso el rifle y dices que has sido tú, que la confundiste con una cierva”. ¿Y
no le va a preguntar la policía por su licencia de caza y no le va a preguntar
quién le había invitado a aquella cacería? El bueno de Woody, que sale al
principio haciendo de abuelete y diciendo que a esta película le tiene un
cariño especial porque hace el número cincuenta de su filmografía, da un poco
de pena. ¡Quién te ha visto y quién te ve! ¿Ha cambiado él o hemos cambiado los
que le admirábamos tanto hace unas décadas?
--A mí me ha gustado mucho la parte
inicial, ese reencuentro en París con la compañera de la que estuviste
enamorado en el Instituto y a la que no te atreviste a decir nada. Me gusta
cómo ella, a pesar de estar felizmente casada (o eso cree) se va dejando enredar
en el encanto del joven escritor que vive en una buhardilla. Me gusta ese
París, ese palacete de la casa de subastas, esa buhardilla, los bocadillos
felices en el jardín de Luxemburgo. Yo sueño a veces con cosas así- ¿Y quién
no? Luego la comedia se vuelve comedia negra y va perdiendo pie y acaba con un
final Deus ex machina que parece una broma de tebeo. Qué triste. Si de
la edad no se salva nadie, ni Woody Allen, ¿cómo voy a salvarme yo?
Martes, 10 de
octubre
LA ILUSIÓN PERDIDA
Todos
mis viajes han sido siempre de trabajo, nunca he tenido vacaciones. Pero
quienes me conocen saben que no soy precisamente un estajanovista. Me paso la
vida trabajando, pero en cosas que la gente común no consideraría trabajo
porque no se hacen a cambio de dinero. Yo, una vez que tengo lo suficiente para
vivir, que es poco, no hago el más mínimo esfuerzo para ganar un euro más.
Mis viajes son todos de trabajo, repito.
Debo confesar, sin embargo, que a veces hago trampa. Tenia ganas de volver a
Nueva York –por razones que no son del caso, tuve prohibida la entrada-- y unos
amigos me ofrecieron la ocasión perfecta: no habían estado nunca en Nueva York
y me pidieron que fuera su guía. Ya antes lo había sido en Estambul, y parece
que quedaron contentos con mi desempeño profesional. Se acercaba la fecha y yo
ya tenía hecho un plan que entremezclaba lo viejo y lo nuevo, mi Nueva York y
el Nueva York de todos: aquellas placitas, con ardillas y silencio, al final de
la calle 42, el paseo por la High Line; el Pier 17 con su tumbonas frente al
East River, a un lado el puente de Brooklyn
y el de Manhattan entremezclados y enfrente la Promenade, tantas veces paseada;
la Torre de la Libertad; aquel rincón del Central Park con versos en los bancos;
el rincón juanramoniano de Columbia
University, frente al Morning Park; la librería de Union Square y el
mercadillo; el arco de mármol al comienzo de la Quinta Avenida; el atrio del Citicorp
donde suena al atardecer un piano y cada mesa la ocupa un solitario…Tantas
cosas, tantas.
Pero hoy me entero de que un
incidente sanitario obliga a posponer el viaje. Yo tengo casa y el avión
pagado, pero qué hago yo allí solo sin nada que hacer más que disfrutar de la
ciudad.
Creo que voy a desistir del viaje. ¿Qué
haría yo solo en los lugares que siempre compartí con amigos? Por Nueva York me
ha acompañado –en distintos viajes, el primero es de 1990-- media tertulia
Óliver: Martín López-Vega, Xuan Bello, Javier Almuzara, Marcos Tramón, Silvia
Ugidos, Pablo Núñez, Rocío Acebal y tantos otros. Allí tengo, ciertamente, al
anfitrión perfecto, Hilario Barrero, el cónsul de la poesía española, con el
que hemos recorrido a pie media ciudad. Pero el tiempo pasa e Hilario ya no es
el maraton man que era. Acabo de hablar con él por zoom y me he llenado
de melancolía. Ahora camina con dificultad, se cansa pronto. Me acompañaría a
dar algún paseo por los alrededores de su casa --que está por cierto en el
mejor rincón de Brooklyn: junto al jardín botánico, el museo, la biblioteca art
Nouveau, el Prospect Park--, pero Manhattan tendría que recorrerlo solo. No es
que tema perderme, no. Le temo a los fantasmas. Pospondré el viaje para cuando
sea posible mi labor de guía.
Qué de prisa corre el tiempo tras
nosotros, amigo Hilario. Silvia todavía recuerda –con horror por su parte-- aquel
día en que fuimos a pie hasta tu casa y cuando nos dimos cuenta habíamos
recorrido más de doce kilómetros.
Miércoles, 11 de
octubre
NUEVO TRABAJO
Nueva
York solitario, aunque de sobra sepa dónde buscar compañía, se me caería
encima. Dejo a un lado la ilusión del volver dentro de unos días. Pero de
pronto me llega otra propuesta para hacer de guía, sin esperas en aeropuertos
ni jet lag: pasar, a comienzos de diciembre, unos días en Bayona y desde
allí hacer una excursión de un día a Burdeos, que mis amigos no conocen, y otra
a Arcachon, en donde tampoco han estado nunca. Tomar chocolate bajo los
soportales de la barojiana Rue del Port Neuf es uno de mis placeres favoritos. Y
cruzar en barco la bahía de Arcachon hasta el faro de Cap Ferret.
Se aleja Nueva York, pero ya tengo
en la agenda otro viaje de trabajo. Por vacaciones o para tomarme una temporada
de descanso nunca viajo. Para eso, como en casa en ninguna parte.
Jueves, 12 de
octubre
UNIR ESPAÑAS
--Siempre
me ha sorprendido –me dice un amigo norteamericano-- que haya españoles que no
estén orgullosos de su país. Eso no ocurre en el mío, donde ponemos la bandera
hasta en el cuarto de baño.
--Yo estoy orgulloso de media España
y avergonzado de la otra media. Unos salen a la calle, enfervorizados, a
insultar a diestro y siniestro (a siniestro más que a diestro) para evitar que
se rompa España. Pero España ya está rota, ahora se trata de coser los trozos
sueltos. La rompieron los que mandaron apalear votantes y los que aconsejaron
al rey el discursito en que se comprometía a defender a los catalanes buenos y
castigar a los malos, renunciando a ser rey de todos, de los monárquicos y de
los republicanos, de los españolistas y de los independistas. Ahora se trata de
recomponer los trastos rotos. Pedro Sánchez lo está haciendo con habilidad y
paciencia. Los que quieren irse de España –y están en su legítimo derecho, el
independentismo sigue siendo legal-- pasan a formar parte (directa o
indirectamente) del gobierno de España. ¿Qué mejor manera de traerlos de nuevo
al redil?
--O sea que a ti no te parece que es
capaz de cualquier cosa para mantenerse en el poder.
---Hacer todo lo posible para mantenerse
en el poder (legalmente, claro está) es la primera obligación de cualquier gobernante.
Solo de esa manera puede aplicar su programa de gobierno para mejorar el país.
---Pues va a tener que aplicar el de
Puigdemont.
---Que es el representante en el
parlamento europeo de muchos españoles, por cierto, entre los que me cuento.
Habría que sentar en un aula a los políticos españoles que ahora alientan la
rebelión en las calles. Explicarles que cuando un partido gana con mayoría
absoluta aplica su programa, pero que cuando ha de pactar con otros no lo puede
aplicar entero, sino que ha de aceptar propuestas de sus aliados. Lo que no
suele ser malo, sino todo lo contrario. El servicio militar obligatorio, la
nefasta mili, desapareció porque Aznar tuvo que pactar con Pujol, que era quien
llevaba su desaparición en el programa electoral.