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En la retaguardia: Con lengua de serpiente

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Sábado, 20 de mayo
TEORÍA DE LA CANCELACIÓN

¡Qué mal lo pasé viendo en el cine de mi barrio el Don Giovanni que ahora se está representando en Nueva York! Si amas a Mozart —le diría a mi amigo neoyorquino—, no se te ocurra ir a verlo. Y no porque Peter Mattei, Federica Lombardi y los demás cantantes lo hagan mal. Todo lo contrario. pero es difícil recrearse con la música cuando la puesta en escena de Ivo van Hove se esfuerza en subrayar todo lo que rechina en el cuento que se nos cuenta. ¿Fueron alguna vez tan estúpidas las mujeres como en Don Giovanni? Pues bien merecidos tendrían en ese caso todos los engaños que les hace ese tarambana. A Ivo van Hove, un modernillo del siglo pasado, no se le ocurre otra que traer la obra a nuestro tiempo vistiendo a los personajes con ropa contemporánea. Da grima escuchar a Zerlina pedirle a su prometido que la golpee todo lo que quiera para castigarla por sus devaneos: "Batti, batti, o bel Masetto, / la tua povera Zerlina: / starò quie come agnellina / le tue bòtte ad aspettar". Como una mansa corderina recibirá ella la paliza que le corresponde por su mal comportamiento. ¿Cómo va uno a disfrutar de las bellas melodías escuchando tales palabras? Y luego eso de que a don Giovanni le baste quitarse la corbata y a Leoporello ponérsela para que una ardiente enamorada —tonta de capirote— confunda al uno con el otro. Esas inverosimilitudes las aceptamos en una fábula que pasa en otro tiempo, no cuando se trasladan al nuestro. ¿Y eso de plantar una flor en medio de la calle y luego colocar un papelito delante de ella y entonces se convierte en la tumba del comendador? ¿Y lo de que varios de los personajes, sin razón ninguna, aparezcan de pronto en traje de época? ¿Para qué seguir? Los pacientes aficionados a la ópera están acostumbrados a que en la puesta en escena se sustituya el rigor por el capricho, la creatividad por las ocurrencias. Y tan contentos, que los que protestan son unos antiguos.

O sea que, según tú, habría que cambiar el argumento para que fuera más respetuosos con las mujeres o, mejor aún, prohibir volver a representar esa ópera tan machista, de acuerdo con la teoría de la cancelación.

            —Qué tontería. Bastaría con situarla en su época, un siglo XVI imaginado desde el XVIII, y en unas convenciones teatrales que no son las nuestras. Bastaría buscar un director de escena que no fuera tan tontorrón como para creer que, para modernizar una obra, basta con poner a los personajes trajes de hoy (aunque lo cierto es que así se ahorra mucho en vestuario).

Domingo, 21 de mayo
MIENTRAS TENGAS VIDA

No sé por qué, o quizá lo sé demasiado, a menudo me viene a la cabeza un poema de Seifert, o al menos atribuido a él en uno de mis libros. "Eres viejo, / lo peor ha quedado atrás", se repite como estribillo. Y al final, Dios, o el demonio, opina lo contrario: "No. Mientras tengas vida, / lo peor está por venir". 

Lunes, 22 de mayo
DE MEMORIA

Como los gatos, soporto mal estar mucho tiempo fuera de casa. Debo de ser la persona más sedentaria del mundo. Tres noches en Europa, una semana en América: ese suele ser el límite de mis viajes. Pero como vuelvo con cierta frecuencia a los mismos sitios conozco bien ciertos barrios de ciertas ciudades y cuando una novela pasa en alguna de ellas me gusta acompañar a los personajes en su itinerario. Si el autor mete la pata y pone una plaza o una iglesia donde no debe estar, ya no puedo seguir leyendo. Manías mías. Restitución, de Mario Martín Gijón comienza en Venecia: "Había estado sesteando en Campo San Polo, mirando a los alemanes tomarse sus Aperol Spritz y sus cervezas, con cierta envidia, no voy a negarlo". Me preparo para un confortable ir y venir por la ciudad, pero a las pocas páginas me llega el primer tropezón: "Ya uno de los primeros días tiré a contracorriente, hacia el norte, a la izquierda de la errovía

, como dicen los venecianos, hasta la iglesia de San Jeremías, con su frontón barroco y su falta de torres, templo castrado, de esa blancura de sepulcro meridional que deslumbraba mis ojos". ¿Tiró a contracorriente? Pero si la calle que lleva desde la estación hasta el Campo San Geremia, Lista de Spagna, es la más concurrida de Venecia, siempre llena de turistas que arrastran sus maletas. Hacia el otro lado, solo está el Piazzale Roma, la parada de taxis y autobuses. En San Geremia, visita el cadáver de Santa Lucía, que allí se conserva como reliquia, y luego siente vértigo "al subir al puente de Los Descalzos". ¿Al puente de Los Descalzos? Pero ese puente está delante de la estación. El que lleva hasta la Strada Nova y hacia San Marco, el que está al lado de San Geremia, es el Ponte delle Guglie, sobre el canal del Cannaregio. Me da la impresión de que ni el autor ni el personaje saben por donde andan y yo ya no puedo seguir leyendo. Sigo paseando, sin embargo, a mi aire y entro, antes de cruzar el puente, en el parque Savorgnan, donde depositamos, hace ya algunos años, las cenizas de Trisca, la gata de Silvia Ugidos que adoptó la tertulia, y luego paso al otro lado para adentrarme en el gueto. 

 Disfruto más con estos paseos por la memoria que con cualquier ficción, sobre todo si no Acabo de Creérmela. Y hasta que con cualquier viaje.

Martes, 23 de mayo
LO QUE ME FALLA

La teoría, en lo que a la felicidad se refiere, me la conozco al dedillo. Hasta podría ganarme la vida escribiendo manuales. Lo que me falla es la práctica.

Miércoles, 24 de mayo
ENTRE RIPIOS ANDA EL JUEGO

Jon Juaristi nos manda, para que lo comentemos en la tertulia, un soneto que acaba de escribir. Lo titula "Astenia primaveral" y dice así: "Mayo de las batallas, no eres para los viejos. / A gusto escaparía pitando de Madrid, /allende los países donde medra la vid, / adonde el Hiperbóreo, o yo que sé: bien lejos. / Pero este año me pilla muy bajo de reflejos / ("¡Albricias, Alvar Fáñez!", cantaba Mío Cid, / saliendo de Vivar hacia Valladolid, / ¿o acaso era hacia ¿Burgos? ¿Fatal juego de espejos / retrovisores?). Nada me agradaría tanto / como tener arrestos para salir de naja / al quinto o sexto o incluso a Guadalaja- / -ra, que de (¡ay!) Jalisco es orgullo y espanto. / Pero ni a la alcarreña llegaría, vecinos: / Me quedaré en mi cuarto, pariendo alejandrinos".

Los contertulios habituales lo elogian mucho, pero a mí me parece una laboriosa nadería. ¿Qué pinta en esos versos Mio Cid y qué pinta Valladolid, puesto ahí solo para la rima? Pero lo que más disuena es esa Guadalajara convertida en "Guadalaja" para rimar con "naja" y el hemistiquio que sigue, el más cacofónico que se haya escrito nunca: "ra, que de (¡ay!) Jalisco".

A un Juaristi que no lleva bien que le pongan algún reparo (en eso es como cualquier otro poeta), lo que le preocupa no son esos tropezones, sino que sea un hemistiquio de seis sílabas y no haya manera de convertirlo en Heptasílabo. Yo le digo que no, que tiene siete porque al ir "¡ay!" entre Paréntesis forzosamente se produce una pausa tras "de" que evita la sinalefa. Se defiende como puede, acumulando disparates.

            La poesía moderna no es oral, es escrita, no importa que ese "ra" inicial sea de difícil pronunciación.

            —Si fuera así, ¿qué qué importa si hay sinalefa o no?

Cambiamos luego de conversación, pero él parece que sigue rumiando mis reparos y, tras abandonar la tertulia para hacer la colada (según dice), se desahoga con un soneto y me lo envía de inmediato. "Cada ser de este mundo, de la ameba al cetáceo, / practica de lo suyo por gusto o afición", se lee en los cuartetos, y luego, tras afirmar en el octavo verso, que algunos "no superan la fase del babeo", ejemplifica: "Obsérvese, por caso, a García Martín: / se diría un humano de la especie sapiente / por más que hable y razone con lengua de serpiente / (no es raro que se trabe leyendo a Moratín). / Ahora, lo que es saber (y no busco hacer befa), / no sabe qué es un ripio ni qué una sinalefa".

Él, en cambio, sabe de sobra lo que es un ripio: y ahí está ese Moratín que se cuela de pronto para rimar con Martín, que no me dejará negarlo.

Jueves, 25 de mayo
ADULAR

Me temo que voy a ser de esas personas que se hacen viejas —ya me queda menos— antes de llegar a adultas. ¿Cuándo aprenderé a no arremeter contra cualquier disparate o entuerto que me salga al paso? ¿Cuándo aprenderé a adular a quien convenga para medrar en la cucaña de la vida?

Nunca, espero. Me divierto más así.

Viernes, 26 de mayo
LO QUE DIJO EL FANTASMA
 

—Morir es una lata, pero qué cómodo estar muerto.

 

 


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