Sábado, 8 de octubre
EL ENGAÑO A LA VISTA
“La distopía está aquí, el mundo de Matrix está aquí, lo que ves no es lo que hay, sino lo que quieren que veas”. Hasta hace poco yo era uno de los que se reían de esos discursos apocalípticos. Ahora soy yo el que está al otro lado, el que ha abierto los ojos, el profeta al que nadie hace caso.
¿Pero estoy de verdad al otro lado? No, estoy con un pie en cada uno de ellos. El engaño a la vista no es cosa de ahora, no se inventó con las nuevas tecnologías. En la Edad Media bastaban el púlpito y la hoguera, en el franquismo los medios de comunicación adictos. Entonces, como ahora, había disidentes, por supuesto.
En la Edad Media te ponían un sambenito, una caperuza grotesca y te paseaban por las calles entre las burlas de todos. Ahora también te ponen en la picota, si eres famoso, o te ignoran si eres, como yo, un donnadie.
¿Qué pasaría si yo dijera que la guerra de Ucrania es una guerra civil, una guerra de secesión que comenzó en 2014 y en la que progresivamente se han incorporado combatientes extranjeros, como en la guerra española la Unión Soviética ayudaba a unos y Alemania e Italia a otros? No lo podría decir en ningún medio público de la Unión Europea, sí en algún rincón privado donde esa verdad pasara como una ocurrencia de un escritorcillo al que le gusta llevar la contraria.
Domingo, 9 de octubre
SI EL DÍA DE MAÑANA
Desde el inicio del bienio negro, o la Tontemia como yo la llamo, no había vuelto a la televisión generalista. Preferí informarme por otros medios donde me fuera más fácil separar la propaganda de los hechos, pero hoy no podía perderme la vuelta de Salvados con un entrevistado que tiene mucho de protagonista de novelón decimonónico, Mario Conde. Seguro que a Balzac le habría gustado contar su historia. Además, fue el banquero y el solucionador del Rey Perjuro, ese borrón en la historia de España para el que aún no hemos encontrado quitamanchas. No me defraudó. Calló y dijo lo que le convenía, como era de esperar, pero con lo que dijo de su querido amigo ya hubo bastante para que nos avergonzáramos un poco más de haber sido ciudadanos de un país donde se tapaban con dinero público las sinvergonzonerías del heredero del Caudillo. Lo que no me esperaba fue el brío con que dijo en horario de máxima audiencia lo mismo que yo llevo diciendo desde hace décadas en papeles que nadie lee.
—La inviolabilidad no es creíble. No es creíble para una persona sensata que en pleno siglo XXI se admita en un sistema jurídico occidental y moderno que una persona puede robar, matar, asesinar y violar sin responsabilidad penal alguna. No es posible. No existe tal sistema jurídico. Es una interpretación que viene de arrastre del concepto franquista que no separa la persona privada del jefe del Estado. No solo es un error, es que es también una trampa, porque si el día de mañana hay un referéndum acerca de la corona, unos van a decir, si tenemos un presidente de la República que usted elige si quiere y si no quiere, no, y si comete un delito ese presidente lo mete en la cárcel; si elige monarquía, usted tendrá un monarca que no puede elegir y, además, con patente de corso para cometer cualquier delito. Pero eso es mentira, y es imprescindible para el futuro de la monarquía que quede claro que don Felipe de Borbón es inviolable en cuanto rey, esto es, en sus actos como jefe del Estado, pero no en cuanto persona particular. Yo si fuese él lo dejaría claro.
Lo ha dejado todo lo claro que le permite su papel constitucional, expulsando de España a su antecesor, a pesar de que los paniaguados de turno siguen insistiendo en todo lo que hizo por la democracia. Otros son los que tienen que pedir perdón por haber interpretado la constitución española —que yo voté— de tan retorcida manera que, no ya Luis Roldán, sino ni siquiera Jack el Destripador tendría problema alguno con la justicia si fuera jefe del Estado español.
Lunes, 10 de octubre
INTIMIDAD
Tengo fama de no guardar secretos, pero los guardo muy bien, sobre todo los míos. De lo que otros me cuentan —salvo expresa advertencia, y entonces prefiero que no me digan nada— sí cuento lo que me parece que debe contarse, lo que tiene interés público.
Los límites de la propia intimidad los pone cada uno. Si yo para vender libros o conseguir votos, saco a relucir a mi santa esposa, a la que tanto quiero, pues no debe extrañarme que un diario más o menos sensacionalista o un programa de cotilleo entrevisten a mi amante.
Martes, 11 de octubre
DIAMANTES DE SANGRE
No escucho mucha música. Puedo vivir perfectamente sin ella. Me gusta, pero la temo. Abre puertas dentro de mí que preferiría permanecieran siempre cerradas. Esta tarde asisto al concierto que en el teatro Filarmónica se ofrece en honor de quien fue y sigue siendo mi maestro, Emilio Alarcos. Al director de Filarmonía Ibérica, Melani Mestre, le gusta entremezclar lo consabido con raras piezas inéditas o poco habituales. Esta tarde al concierto para piano y orquesta nº 21 de Mozart le acompaña el Concerto Grosso “Palladio” de Karl Jenkins, que comenzó siendo el acompañamiento musical de un anuncio publicitario. Y no de cualquier anuncio, sino de la empresa De Beers, la de “un diamante es para siempre”. Fue fundada en 1888 nada menos que por Cecil Rhodes, el creador de Rodesia, el símbolo de todo lo que en el Imperio Británico había de racismo y de explotación. La empresa De Beers, que tuvo durante muchos años el monopolio en el comercio de diamantes, ha promovido golpes de Estado, expulsiones de indígenas, barbaries varias para hacer más lucrativo el negocio. Dicen que sus diamantes de sangre estuvieron en el origen de la guerra civil de Sierra Leona. Por eso la modelo Imán, la viuda de Bowie, como tantas otras supermodelos, se negó a trabajar con ello. Pronto el Concerto Grosso de Jenkins se convierte en la banda sonora de una película que yo me monto en mi cabeza. Y respiro tranquilo. Ya no estoy solo con la música, ya no hay riesgo de que me encierre en mi mismo y me obligue a abrir puertas que yo preferiría que permanecieran siempre cerradas.
Miércoles, 12 de octubre
THAT IS THE QUESTION
Me quejo mucho de los pequeños problemas de cada día. Cuando no es una cosa es otra, pero casi siempre ando azacaneado e inquieto por nimiedades que me ponen de mal humor.
Pero peor es cuando el días transcurre sin sobresaltos, cuando todo está en su sitio y nada altera la confortable rutina, la cárcel de oro que yo mismo me he creado. Entonces es cuando asoman su rostro los verdaderos problemas, los que se esconden tras de los otros. ¿Envejecer, morir? Sí y no. Lo que tenga que ser será cuando tenga que ser. Todavía este tiempo es mi tiempo y me siento menos ajeno al mundo en que vivo que hace treinta o cuarenta años. Y la idea de la muerte que sigue aterrándome es la de la gente que quiero, no la mía. La nada siempre me ha parecido un lugar muy confortable, la gran creación de Dios, más que el universo. La posteridad literaria es un lugar con pocos asientos y no parece que vaya a haber uno para mí, aunque quién sabe… Sospecho que, al menos por un tiempo, se me seguirá leyendo tan poco como ahora y no faltará quien se alegre al encontrar un libro mío en una librería de viejo.
¿Cuál es entonces ese gran problema que se esconde tras los problemas de cada día y que solo asoma su feo rostro cuando soy feliz? La conciencia de que caminamos todos por una fina capa de hielo que en cualquier instante puede quebrarse y adiós muy buenas. No me preocupa la muerte, siempre que llegue a su debido tiempo, y la inmortalidad del alma me preocupa tanto como la inmortalidad del cangrejo; me preocupa la muerte que llega antes de tiempo o la que se retrasa demasiado y nos deja sin vida verdadera aquí en la vida.
Jueves, 13 de octubre
LO QUE YO HARÍA
Los trapos sucios se lavan en casa. Qué gran verdad. Pero cuando los trapos sucios afectan a la jefatura del Estado, convienen luz y taquígrafos, un gran acto de higiene a la vista de todos.
—¿Tú encarcelarías al anterior jefe del Estado?, me pregunta un amigo.
—Primero le retiraría el título anticonstitucional de rey y luego dejaría actuar a la justicia.
Viernes, 14 de octubre
ESTAS TARDES
Del desastre del mundo, me consuelan estas lentas tardes de otoño en que todo está en su sitio y hasta Dios, allá en su cielo, me envidiaría si existiera.