Sábado,15 de enero
LETRAS DE ORO
Una grata comida con amigos termina con el mejor de los postres. Vamos a tomar café a una terraza de la Plaza, uno de mis rincones preferidos de Avilés, y de pronto me fijo en un cartel puesto en la puerta de la cafetería: “Ante la exigencia por parte de la administración de solicitar el pasaporte Covid a nuestros clientes para poder consumir dentro de nuestro establecimiento, la dirección decide suspender el servicio de cafetería en el interior mientras dure esta medida para que ninguno de nuestros clientes se sienta discriminado. Les atenderemos con mucho gusto en la terraza”.
Aquí sí que aplaudo con gusto, no como cuando nos tenían encerrados en casa, en contra también de la Constitución, y nos hacían salir a las ventanas.
Cuando se cuente la historia de este tiempo de mentiras y de infamia, esas palabras brillarán con letras de oro.
Lunes, 17 de enero
DILEMA
Paseo por los alrededores de Oviedo, como tengo por costumbre, entretenido con el canto de los pájaros, las esquilas de las vacas y la música de mis pensamientos, cuando de pronto, de detrás de unos arbustos, surgen dos feroces enmascarillados. Uno se parece sospechosamente a Adrián Barbón, el otro a mi sabio amigo Martín Caicoya (el sueño tiene estas incongruencias). Cada uno de ellos lleva una jeringuilla en la mano y gritan al unísono: “¿Vacuna o inyección letal?” Y yo respondo aterrado: “Vacuna, vacuna”.
Martes, 18 de enero
MIRA CÓMO TIEMBLO
Quienes me conocen saben que no soy precisamente un pusilánime, pero hace falta tener nervios de acero para leer cada día el periódico sin ponerse a temblar. Hoy, si no quieres caldo, toma dos tazas. Una información sobre el tenista serbio avisa: “el cerco sobre él y aquellos que no aceptan ponerse la inyección contra el coronavirus se estrecha”. Hasta ayer mismo, podría jugar en el Ronald Garros, pero sin que cambie la situación sanitaria, sin que haya el menor riesgo, el presidente Emmanuel Macron ha decidido dar otra vuelta de tuerca para “joder” –él lo dijo en francés-- a los no vacunados. De urgencia, aprueba una ley que impida a Djokovic jugar y a miles de franceses asistir a cualquier evento cultural o deportivo. Y la ministra de Deportes, una fiel sirvienta que a principios de mes decía que todo estaba previsto para que se pudiera celebrar el Ronald Garros sin riesgo ninguno, ahora dice que se esforzará por ser la embajadora de estas medidas a nivel internacional.
Lo de Grecia no es menos siniestro. Con multas a los no vacunados nos vienen amenazando desde hace tiempo, pero parece que es el primer país que las aprueba. Desde esta semana, los mayores de sesenta años serán multados con cincuenta euros la primera ves, con cien si son reincidentes. De momento, no se anuncia cárcel, pero se deja caer la posibilidad.
Las razones del gobierno griego para ello son las que escuchamos habitualmente, pero no por eso a mí –y supongo que a todos los que conservan un atisbo de cordura en esta crisis-- dejan de sorprenderme. La primera es que han aumentado las muertes y las hospitalizaciones, “en gran parte de personas no inmunizadas”. Y yo me pregunto, dando por sentado que eso es cierto (y no lo es: un no vacunado joven y en buen estado de salud que se contagia de Covid tiene tantas posibilidades del ir al hospital como un vacunado joven y de buena salud y muchas menos que un vacunado anciano y con enfermedades previas), ¿por qué no se multa a los fumadores, que tienen muchas más posibilidades de tener cáncer de pulmón que los no fumadores? No se les multa, se les advierte y se les deja decidir por su cuenta si no ponen en riesgo la salud de otros. ¿Ponemos en riesgo la salud de nadie los no vacunados que tomamos las medidas habituales de seguridad: mascarillas cuando son necesarias, distancia, evitar aglomeraciones? Hasta ahora nadie se ha atrevido afirmarlo.
Pero la segunda razón del gobierno griego para multar a los ancianos –si hemos de hacer caso a la información periodística-- es aún más aterradora: se debe “a que la cobertura vacunal en Grecia es inferior a la media de la Unión Europea”. ¡En la Unión Europea –Dios nos coja confesados-- hay una competición para ver quién vacuna primero a la mayoría de los ciudadanos, no quien acaba primero con la enfermedad!
Ojalá esté equivocado, pero me da la impresión de que, obsesionados con vacunar a cuanta más gente mejor, no tienen inconvenientes en aprobar más y más medidas dañinas para la ciudadanía que no contribuyen a disminuir la propagación de la enfermedad, pero sí fuerzan a vacunarse a los que se resisten a ello.
Nos hicieron creer, cuando tras la derrota de Trump en las elecciones (no antes, por si acaso) dieron la buena nueva del descubrimiento de las vacunas contra la Covid que el dilema era “vacúnate o te contagiarás”, ahora ya se han quitado la careta –Macron fue el primero-- y el nuevo lema es “vacúnate o te machacaremos”.
(Por cierto, entremezclado con la noticia de las multas grietas, sin titulillo ni destacado especial, se nos informa que el gobierno de Israel ha comprobado que la cuarta dosis de refuerzo no es válida para la variante ómicron, que es la mayoritaria, pero sí para la Alfa, en extinción: Seguro que lo hacen así para no quitarse la ilusión a la ministra de Sanidad que ya ha comenzado aquí con esa inútil nueva dosis de refuerzo.)
Miércoles, 19 de enero
DOY MIEDO
Mi amigo Enrique Bueres, que vive aterrado desde marzo de 2020, se pone, medio en broma, medio en serio, una mascarilla para hablar conmigo en la tertulia virtual. “¡Cómo no estás vacunado eres un peligro!”, dice.
Lo suyo podrá ser broma, pero mucha gente, gente normal, se lo toma en serio. En Facebook no se pueden sobrepasar los cinco mil “amigos”. Cuando yo tengo muchos solicitudes a la espera, me basta decir en un post que no estoy vacunado para que, antes de una hora, ya haya más de cien bajas. Son personas que, como han oído hablar de virus informáticos, y la famosa ómicron es un virus, piensan que dando “me gusta” a las publicaciones de un no vacunado pueden contagiarse. Antes me reía de ellos, pero desde que tengo la costumbre de leer las disposiciones del BOPA para protegernos de la pandemia pienso que, comparados con las autoridades sanitarias del Principado, son un modelo de racionalidad. Y al menos ellos no hacen daño a nadie ni incumplen la Constitución.
Jueves, 20 de enero
CONFESIONES INCONFESABLES
----Si hubiera elecciones ahora, ¿a quién votaría?
---Dudaría entre votar en blanco y no votar.
----¿Cuál considera que es su mayo defecto?
----Creerme más listo que los demás.
----¿Y lo es?
----Creía que no, pero últimamente me están entrando dudas..
----¿Se arrepiente de algo?
----Me arrepiento del daño que hice sin querer. Queriendo me parece que solo he hecho daño a la vanidad de innumerables poetastros y poetastras, y de eso no me arrepiento.
----¿Le gustaría haberse casado?
----Me gustaría haber tenido hijos y, sobre todo, nietos. Pero no estoy seguro de no haber tenido los primeros y estoy seguro de tener los segundos.
----¿Es vanidoso?
----Un poco, pero solo un poco, por encima de la media.
----¿De verdad cree que sus libros se seguirán leyendo dentro de cien o doscientos años?
----Tengo fe en ello y ya sabe usted que tener fe es creer lo que no vemos o en mi caso lo que no veremos.
----¿Cuál es el defecto ajeno que más detesta?
----Dudo entre la estupidez y la dureza de corazón.
----¿Cuál es la mayor humillación que ha sufrido?
-----A mi me ofenden sobre todo las ofensas a la inteligencia. Siempre las tomo como un ataque personal.
----¿Es de los que creen que todos los que no piensan como usted están equivocados’
-----O están equivocados ellos o estoy equivocado yo, por eso son mis interlocutores favoritos. Me gusta rectificar.
----¿Pero no cree que eso de tener o no tener razón es algo muy subjetivo?
---- Yo debato sobre hechos e ideas, no sobre sentimientos y creencias.
----Hablemos de su vida sentimental.
----Fidel Castro, en una entrevista con Ramón Chao, ante una pregunta semejante respondió: “Amé y me amaron y eso es todo lo que puede decir un caballero”. En mi caso: “Amé y no me amaron y eso es todo lo que puede decir un caballero”.
-----¿No fue amado?
----No de la manera que a mí me gustaría por quien a mí me gustaría. Cambiemos de tema.
----Pues paso a una pregunta que sin duda nunca le ha hecho nadie. ¿Por qué no se vacuna?
----Me he vacunado siempre que lo que he creído necesario. En el Servicio de salud de la Universidad tienen mi historial.
----Me refiero a las vacunas con mayúscula, a esas que no parecen proteger de ninguna enfermedad, pero que permiten jugar al tenis, ir al cine, tomarse un café calentito…
----En la pregunta está la respuesta.
Viernes, 21 de enero
DATOS, DATOS
Parece que dentro de una semana volveré a ser libro (si a nuestras autoridades político-sanitarias no les da otro ramalazo de tontuna). Este domingo será el último en que podré ir a ver Duelo al sol, de King Vidor, al teatro Filarmónica, pero no al estreno que me interesa en Los Yelmos. Como el primero es gratis, deberé esperar media hora o una hora de cola, donde nadie guarda las distancias, y el aforo estará completo; como el segundo cuesta sus buenos euros, y la película que me interesa no es de superhéroes, estaríamos cuatro gatos en la sala. Barbón, Barbón, ¿podrías explicarme porque en un local gratuito no soy un peligro para la salud y en el de pago sí? Se quedará perplejo, el buen presidente, pero un asesor, que para eso cobra su sueldo, le susurrará: “Es que en los Yelmos alguien puede estar comiendo palomitas”.
El País (un diario que lleva ya no sé cuántos editoriales acusando de irresponsable a Djokovic), publica un artículo de Javier Sampedro, su habitual colaborador científico, en el que se lee: “Una variante contra la variante ómicron se puede hacer, pero no acaba de hacerse. Las factorías de vacunas están dedicadas por completo a producir la inyecciones actuales, todas ellas diseñadas contra la versión original del coronavirus, y dedicar esas instalaciones a fabricar vacunas contra ómicron solo puede hacerse a costa de reducir el suministro de las que están ahora en uso”.. En pocos meses se puede tener una vacuna eficaz (o más eficaz que las que hay) contra la variante responsable de los contagios y muertos actuales, pero –hay que leerlo dos veces para creerlo-- “las empresas dudan ante la magnitud de unas inversiones que pueden irse a la basura si surge una nueva variante posómicron, y los gobiernos tampoco están demandando el producto”. Nunca se ha escrito nada más contundente contra estas vacunas, nunca se ha dicho tan claro que los gobiernos siguen imponiendo, casi manu militari, unas vacunas obsoletas para que quienes las fabrican no pierdan dinero.
Le envío el artículo a Martín Caicoya y él me dice que ese Javier Sanmpedro no tiene ni idea de la materia. Y para contrarrestar me envía la última actualización de datos del ministerio de Sanidad. Entre el 18 de octubre y el 12 de diciembre de 2021, murieron de Covid 632 personas; de ellas 511 estaban vacunadas con pauta completa, 17 con pauta incompleta y 124 no estaban vacunadas (en las UCI, los vacunados eran 48 y los no vacunados 18). Si las vacunas, según se nos dice ahora (al principio se afirmaba otra cosa), no protegen del contagio, solo evitan que la enfermedad sea grave, ¿qué les habría ocurrido a esas personas que murieron tras contagiarse de Covid, más de medio millar, si no hubieran estados vacunadas? ¿Qué les habría ocurrido, Martín Caicoya? ¿Habrían muerto dos veces? ¿O quizá tres?
Los perpetradores de estos disparates contra la salud y la inteligencia --leo en un artículo de Alejandro Baer-- “no son necesariamente sádicos o fanáticos, sino meros funcionarios con afán de ascender en la escala administrativa, técnicos y especialistas que ejecutan órdenes con una población obediente e indiferente”. Claro que él no se refería a la campaña masiva de vacunación con vacunas que se saben obsoletas (en sus dañinos efectos secundarios, no entro), sino a “la solución final” y en esa drástica manera de acabar con los no vacunados todavía no ha pensado nadie, ni siquiera ese Macron que sueña con joder a buena parte de los franceses o aquel ministros alemán que declaró que al final de este invierno todos los ciudadano de su país estarían “o vacunados o muertos”.