Domingo, 19 de diciembre
VACUNATE, HO
Cuando voy a entrar en el kiosco, un conocido se para junto a mí y lee en voz alta el titular de uno de los periódicos: “Barbón, contagiado con la variante ómicron, llama desde el HUCA a ponerse la vacuna”.
----¡El maestro Ciruela, que no sabe protegerse y pone escuela! Cómo voy a disfrutar leyendo lo que comente usted de este hombre el próximo domingo. Es capaz de morir gritando: “Vacúnate, ho, que la vacuna ye buena”. Y ya ve lo que dicen los médicos: “Sin ella, podría estar en la UCI”. O jugando a los bolos, digo yo, porque se habría descuidado menos y no habría tenido esa falsa sensación de seguridad que dan –daban-- estas vacunas. Me recuerda este Miguel Bosé del vacunacionismo, ciego a cualquier evidencia, aquella historia que se contaba en mi pueblo. Una mujer muy piadosa rezaba a la Virgen y le hizo un generoso donativo para que su hijo aprobara no sé qué difícil asignatura. Suspendió y la buena mujer se sintió estafada y fue al párroco a pedirle que le devolviera su dinero. “¿Qué nota sacó su hijo?”. “Un cuatro”. “Pues si usted no hubiera rezado a la Virgen habría sacado un tres o incluso un dos”. Aquel cura era de la escuela de esos presuntos médicos del HUCA. Pero bueno, le estoy aburriendo, solo quería decirle que disfrutaré leyendo lo que publique el próximo domingo.
----Pues me parece que no voy a escribir nada. La codicia de unos pocos y la estulticia de muchos nos ha llevado a esto. Solo nos queda joderse y aguantarse. Y a los que no comulgamos con las ruedas de molino de Pfizer o Moderna prepararnos para resistir. Yo creía que en Asturias era el único, pero he logrado contactar con otra persona que también ha decidido no vacunarse. Estamos organizando una red de apoyos por lo que pueda pasar. Ya sabe, primero no te dejan entrar en un restaurante y luego te impiden acudir a tu puesto de trabajo. Creo que al menos una década, que es lo mínimo que va a durar este tira y afloja (hoy te dejo un poquito de libertad y mañana te asusto con una nueva variante para que continúe la ronda de las vacunaciones), podremos resistir. Luego ya se verá.
----A lo que no creo que pueda usted resistirse es a cachondearse de don Vacúnate Ho.
Lunes, 20 de diciembre
DIOS MISMO
Vivo en este edificio de la calle Murillo desde 1988. Fui el primer vecino en llegar, el uno de agosto porque el día antes acababa mi contrato de alquiler en el apartamento de Melquiades Álvarez. Luego fueron llegando los vecinos de los demás pisos y ha habido muy pocos cambios hasta hoy. Solo uno de los diez pisos, hasta donde llegan mis noticias, ha ido cambiando de inquilinos. Hubo, en esos más de treinta años, alguna muerte, pero ningún nacimiento. Hasta hoy. Desde las nueve de la noche, tengo una nueva vecina: Yara. Poco antes estuve acompañando a su madre y al pequeño Martín en un paseo por el parque. La madre se paraba a cada rato. “Creo que Yara se impacienta, no va a esperar hasta dentro de una semana, que es cuando le toca”. El padre, mi amigo Cristian David López, es ahora mismo la persona que más envidio en este mundo.
El nacimiento de un niño es un prodigio al que, por muchos años que viva, nunca terminaré de acostumbrarme. Es como si de pronto volviera a nacer el universo. No hay espectáculo más asombroso que verle sonreír por primera vez, decir la primera palabra, dar los primeros pasos, ir descubriendo tesoros.
Hasta mí llega hoy la felicidad de los padres. Yo también me siento –y no encuentro mejor manera de decirlo, aunque soy ateo militante-- como si Dios mismo hubiera venido a vernos.
Martes, 21 de diciembre
SERVET Y CALVINO
Hablando de Baruch Spinoza, o Benito de Espinosa, como él le llama, escribe Salvador de Madariaga: “Es notorio que para un español castizo solo hay dos estados de equilibrio: el de hereje o el de inquisidor”. Sería en su tiempo. Hoy diría yo que para un español típico (lo de castizo me suena a jota y traje de charro) solo hay dos estados, que a menudo se dan conjuntamente: el de sumiso borrego o el de inquisidor.
Herejes vamos quedando pocos. Aunque me temo que yo soy un hereje con cierta vocación de inquisidor. Tengo algo de Miguel Servet (espero no acabar como él, pese a los talibanes del vacunacionismo), pero también bastante del rigorista Calvino.
Miércoles, 22 de diciembre
EL DISCURSO DE SÁNCHEZ
“Españolas, españoles, he dado orden de que se suspenda de inmediato la campaña de vacunación. Existen evidencias incontestables –la mayor parte de los contagiados a día de hoy están vacunados con pauta completa-- de que las vacunas actuales resultan ineficaces ante las nuevas variantes de la covid-19. Los millones de euros que destinábamos a su compra serán empleados en reforzar el sistema sanitario, con la contratación inmediata de personal médico y de enfermería y el desvío a clínicas privadas –si fuera necesario-- de quienes no puedan ser atendidos en la sanidad pública. He destituido a la ministra de Sanidad, sin que eso suponga poner en duda su honradez, pero en política no solo cuentan los hechos, sino también las apariencias y ella daba la impresión en sus declaraciones de que atendía más a oscuros intereses farmacéuticos que a proteger la salud integral --no solo de covid muere el hombre-- de los españoles. Quiero hacer también una llamada a la calma, combatir las noticias alarmistas. Las nuevas variantes de la covid-19, aunque resulten más contagiosas que las anteriores, producen síntomas más leves, o ningún síntoma, en la inmensa mayoría de los casos. Este virus es uno más de los virus con los que lleva conviviendo la humanidad desde el principio de los tiempos. No es en absoluto perjudicial para la mayoría. Los grupos de riesgo, a las que causa daños, que pueden ser mortales, están ya perfectamente delimitados. Las medidas que tomemos a partir de este momento irán dirigidas a proteger la salud de esas personas, no a dañar la salud de todos, como se ha hecho ahora. Pido perdón por la responsabilidad que pueda haber tenido en esas políticas y espero que los responsables autonómicos sigan mi ejemplo. Españoles, españoles, todas las evidencias científicas indican que vamos a convivir con este virus durante bastante tiempo. No aumentemos su peligrosidad con medidas dañinas, producto de hipocondrias y de oscuros intereses cada vez más claros. He dado orden de que desaparezcan todas las restricciones, salvo las que tienen que ver con las personas vulnerables. Niños, jóvenes, adultos sanos, recuperad vuestra vida. La alegría de vivir es la mejor medicina. El miedo irracional, que nada tiene que ver con la racional prevención, es el primer aliado del virus. Y dicho esto, y tomadas las medidas adecuadas, anuncio mi irrevocable dimisión. Una persona que, como yo, sin ninguna razón sanitaria y sin respetar la Constitución, no os permitió salir solos de casa a respirar aire puro (salvo si teníais perro) y encerró a los niños sin ninguna excepción posible no merece seguir siendo presidente de esta país ni seguir residiendo en él. Parto, en el primer vuelo, para Emiratos Árabes Unidos. Salud y buenas noches”-
Jueves, 23 de diciembre
OLÉ, MACARENA
Por razones de higiene mental, no suelo leer noticias por la noche. Pero un amigo me mandó un mensaje: “Despídete de tus saludables paseos solitarios por el parque de San Julián de los Prados. A partir del viernes tendrás que hacerlos con un trapo en la cara. Pedro Sánchez lo acaba de anunciar”. Tardé en dormirme, tuve las peores pesadillas. Campos de concentración, cosas así. Para tranquilizarme, me levanté y me dedique a escribir el texto del discurso que, si tuviera dos dedos de frente y algo de conciencia, debería pronunciar Pedro Sánchez.
Hoy paseé todo lo que pude por las calles, sabiendo que era el último día --¿por cuánto tiempo?-- en que podía respirar libremente. “No es para tanto, Martín –me reprochan los amigos, hartos de mis quejas--, a las mascarillas se acostumbra uno, yo ya ni me acuerdo de que la llevo”. “También acaba uno acostumbrándose a la escayola cuando se rompe un brazo, pero eso no justifica que Sánchez obligue a los españoles a llevar escayolados los brazos sanos por si acaso. Más que la mascarilla perpetua, que dificulta la respiración y daña la piel, me indigna la ofensa a la inteligencia que supone obligar a llevarla cuando, según se indica expresamente, no es necesaria”. “Vas a acabar votando a Vox”. “Votarlos no sé, pero después de escuchar a Gabriel Rufián y a Macarena Olona en el Congreso, me dan ganas de gritar ‘Olé, Macarena’ y ‘Ocúpate de tu independentismo, Rufián, y deja estas cosas para los mayores’. El segundo ha dicho que hay que imponer el pasaporte Covid en la cafetería del Congreso para proteger la salud de sus muchos empleados” (aún no se ha enterado de que quien contagia es el contagiado, esté vacunado –como la mayoría de los contagiados actuales-- o no). En ese guirigay de declaraciones, solo Macarena Olona –quién lo iba a decir-- ha sabido defender la razón y la dignidad de todos: “Como española, mujer libre y vacunada con pauta completa, me negaré a facilitar el pasaporte Covid en los lugares que lo exijan y anuncio que Vox lo recurrirá por vía judicial hasta llegar al Constitucional”. Y no es la primera vez que un partido al que se acusa de ser inconstitucional defiende la Constitución cuando todos los demás, atolondrados por el miedo u obedeciendo a determinados intereses (si hubo tráfico de comisiones o no, lo sabremos algún día), esconden la cabeza bajo el ala.
Viernes, 24 de diciembre
DEJAD TODA ESPERANZA
¿Quién se imaginaba hace un año que la Navidad siguiente iba a ser todavía peor? Entonces al menos teníamos esperanza. Las vacunas nos permitirían volver a la vida de siempre. Ahora sabemos que esas vacunas –que todavía se siguen imponiendo, lo que al menos indiciariamente resulta delictivo-- no fueron más que un vano espejismo. De constituir la solución se han convertido en el problema. Mientras sean el negocio del siglo –contratos blindados y secretos, precios sin posibilidad de discusión--, siempre habrá una oportuna variante que airear para que la gente acuda en masa a recibir una nueva dosis. “Lasciate ogni speranza, voi che’entrate”, se lee en la boca del infierno de Dante. Esas mismas palabras valen para este otro infierno que ha creado la codicia de unos pocos, la estulticia de muchos y la borreguil docilidad de la ciudadanía.