Sábado, 1 de mayo
EN COLUNGA
Después de pasar la mañana en Lastres, comemos en una fonda de Colunga. En una mesa cercana, toma sidra gente de la localidad (debemos ser los únicos turistas, esa denostada plaga ahora convertida en exótica rareza), y del murmullo de la conversación me llega el comentario de un anciano: “El teléfono acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca”. ¿Lo habrá leído en algún sitio o es una muestra de esa sabiduría popular que siempre acostumbra a dar en el clavo?
Domingo, 2 de mayo
UNA NACIÓN INFERIOR
La historia que se enseña en las escuelas y la que conmemoran los periódicos suele ser un cuento basado en hechos reales. Conmemorar el motín del 2 de mayo como un hecho glorioso siempre me ha parecido una barbaridad. La llamada Guerra de la Independencia fue un episodio de la guerra entre franceses e ingleses librado en suelo peninsular, con aliados españoles en ambos bandos.
Conmemoro el día, que antes era fiesta nacional y ahora solo es fiesta madrileña, leyendo un libro de Alicia Laspra, Intervencionismo y revolución. Asturias y Gran Bretaña durante la Guerra de la Independencia, que aclara algunas cosas. Fue la Junta de Asturias la primera en pedir ayuda a Gran Bretaña, que se la concedió de inmediato con la condición –primero implícita, luego cada vez más explícita-- de que les dejaran a ellos el mando de las operaciones. “Hasta entonces –escribe Alicia Laspra--, Napoleón había sido más o menos capaz de presentar su expansión imperialista bajo el velo de la ‘modernidad’, heredada de la Revolución: el ‘liberador’ de los pueblos de Europa, sojuzgados por monarquías absolutas, impopulares y ancladas en el pasado. Pero la fórmula falla estrepitosamente cuando sobreviene el caso de España, y el Reino Unido se encontró con que se le servía en bandeja el insólito papel de ‘liberador de Europa’, un papel que habría sido impensable unos años antes”.
La gloriosa Guerra de la Independencia (“Oigo, patria, tu aflicción / y escucho el triste concierto / que forman, tocando a muerto, / la campaña y el cañón”) en buena medida no fue sino un choque entre dos imperios y un caso claro “de intervencionismo en los asuntos de una nación inferior”. El calificativo de “nación inferior” aplicado a España no es mío, sino de Raymond Carr en el prólogo al libro de Adriana Laspra.
Lunes, 3 de mayo
TODO EL MUNDO
De vez en cuando –pero cada vez menos, sé que he perdido la partida--, discuto con los amigos que todavía me aguantan unos presuntos remedios contra la enfermedad de moda, unos remedios a menudo absurdamente ineficaces y de vez en cuando peores que la enfermedad, y siempre, cuando se les acaban las razones, tratan de cerrarme la boca con la siguiente afirmación: “Pues en todo el mundo hacen lo mismo, Martín. ¿Todo el mundo está equivocado menos tú?”
Y eso me ha llevado a hacer colección de casos en que, si no todo el mundo, sí al menos la mentalidad colectiva, estaba equivocada. Algunos son bastante pintorescos. Por el libro Así fue mi Londres, de José Pla Cárceles, que he leído en estos días, me entero de que, a principios del siglo XX, era una acción subversiva enseñar español tal como se habla y no tal como se escribe. Se le echaron encima todos los otros profesores, quisieron denunciarle a la Real Academia, cuando comenzó a explicarle a sus alumnos ingleses que en español no se diferenciaba la “b” de la “v”. Nadie la distinguía, nadie la distinguió nunca (salvo en ciertas zonas por influjo de la lengua autóctona), pero todos preferían reconocer su mala pronunciación, la de todos los millones de españoles, “antes de reconocer el prejuicio anclado en la escritura”. Todavía en los años cincuenta había maestros empeñados en que sus alumnos distinguieran en la pronunciación la “b” de la “v” , ya que así “mejoraría mucho la ortografía”.
¿Una estupidez? Pues de esa estupidez participaban, hasta las primeras décadas del XX la mayoría de los expertos y era doctrina oficial de la Academia de la Lengua. Había quienes discrepaban, como hay quienes se ríen hoy de las autoridades político-sanitarias que tratan de contener una epidemia a golpes de toques de queda –que la gente se meta en su casa a las diez o a las once--, abre-cierre de bares según confusas estadísticas y mascarillas a troche y moche, pero somos los menos.
Martes, 4 de mayo
GRACIAS, PABLO, GRACIAS, PEDRO
----¿Estarás contento, Martín? Todo ha ocurrido a medida de tus deseos.
----Mentiría si dijera que el resultado de las elecciones madrileñas me disgusta.
----¡Y pensar que tú eras de izquierda!
----De la izquierda descerebrada que encierra a los niños y que saca el ejército a la calle para mantener a los ciudadanos en sus casas, ni lo he sido ni espero serlo nunca.
----¡No hagas demagogia! Fue por razones sanitarias.
-----Se sabe ahora, y se sabía entonces (las epidemias víricas no nacieron ayer), que el contagio es mayor en los lugares cerrados que al aire libre, donde resulta prácticamente imposible si no te metes en una aglomeración. Menos mal que luego, el mismo Pedro Sánchez que mandó a los soldados a impedir que ningún anciano, al ir o venir a la compra (eso por lo menos se podía hacer) se sentara ni un segundo en un banco (yo vi en directo una de esas brillantes actuaciones militares), impidió que Barbón nos volviera a encerrar a los asturianos, como era su más ardiente deseo.
----¿Y por eso te alegras de que la derecha fascista arrase en Madrid?
-----Fascista, fascista… Eso es como decir que la bien intencionada gente de Podemos son estalinistas. A mí lo que más me gustó de estas elecciones es lo que tuvieron de cuento tradicional o de recreación de una milenaria fábula. Un patito feo, una cenicienta, una metepatas profesional se enfrenta a la más brillante estrella de la nueva política, al que llegó de la nada, de las aulas universitarias, a vicepresidente capaz de opacar con su brillo político al presidente, y lo noquea de un derechazo –nunca mejor dicho-- y lo lanza por los aires lejos del cuadrilátero. ¡Cuánto nos habremos reído de Isabel Díaz Ayuso cuando Pablo Casado se la sacó de la manga, o de entre las faldas de Esperanza Aguirre, para encabezar la lista de Madrid! Los momentos más hilarantes del Intermedio –yo entonces veía el Intermedio, ahora no veo ninguna cadena generalista española-- a ella se deben; nos lo hacía pasar mejor que Bárcenas, era como Esperanza Aguirre ministra de cultura que decía admirar a una escritora llamada Sara Mago. Quisieron convertirla en la tonta del bote, la de la película de Lina Morgan, y ella demostró ser más lista que nadie. Fue capaz de convertir a Pablo Iglesias en su mejor aliado político. Su discurso de ganadora debería haber terminado con estas palabras: “Y agradezco a Pablo Iglesias que tuviera la delicadeza de dejar la vicepresidencia del gobierno para venir a enfrentarse conmigo; gracias a él, lo que eran solo unas elecciones regionales, se convirtieron en una contienda que a nadie dejó indiferente. Gracias a él soy un referente de libertad en toda España; gracias a él, y al presidente del Gobierno (gracias, Pedro) que vino en mi ayuda saltando al ruedo para echarle una mano (al cuello) al soso de Ángel Gabilondo”.
Miércoles, 5 de mayo
MANTERNER LAS DISTANCIAS
No te tomes demasiadas confianzas con nadie, ni siquiera contigo mismo.
Jueves, 6 de mayo
UN MUNDO MEJOR
Cuentan –no sé hasta qué punto será verdad—que el desarrollo de la industria relojera en la ciudad de Ginebra tiene motivos religiosos. El puritanismo calvinista prohibió los adornos suntuarios y los joyeros de la ciudad acabaron convirtiéndose en fabricantes de las únicas joyas que estaban permitidas: los relojes.
Besullo es un pequeño pueblo del concejo de Cangas del Narcea que ha dado más cantidad de nombres importantes –Alejandro Casona es el más conocido-- que ningún otro. Y ello se debe a que allí, tras la revolución del 68, se estableció la primera iglesia evangélica de Asturias, que lo primero que hizo fue abrir una escuela para niños y niñas. Y daban apoyo a los alumnos más aventajados para que pudieran cursar estudios superiores. El obispado de Oviedo, allá por 1880, dio dinero para que se creara otra escuela con el fin de conseguir que se “extinguiera esa secta herética”.
La religión no solo son unas creencias más o menos irracionales, más o menos ridículas (todas lo son para los que creen en una religión distinta), sino una forma de estar en el mundo que puede mantenerse incluso cuando se abandonan esas creencias: es el caso de los cristianos nuevos en la España del Siglo de Oro, cristianos de verdad, pero con hábitos –como el de la lectura o el amor al trabajo intelectual—que los distinguían de los cristianos viejos.
Un amigo me pasa el libro de fotografías que Andrea Ramos ha dedicado a Besullo, Lleva unas palabras preliminares, precisas y sabias, de Juaco López y yo pienso, al leerlas y al admirar rostros y lugares trabajados por el tiempo, que no hay lugar en el mundo, por pequeño que sea, que no pueda convertirse en una de las capitales del mundo y en punto de partida para un mundo mejor.
Viernes, 7 de mayo
REÍR POR NO LLORAR
----¡Anímese caballero, anímese señora, hay regalos para todos, para el nene y la nena! ¿Qué le parecería tener gratis, durante un año, un tierno donut a la hora del desayuno? ¿Que a usted no le gusta el dulce? Pues, si demuestra tener más de 21 años, cambiamos el donut por una cervecita. Y no se vayan, no se vayan, que aún hay más. Un porrito de vez en cuando relaja y a nadie viene mal. Nosotros se lo regalamos, gratis total. Y también hay bonos de cien dólares y hasta de quinientos si usted trabaja en un banco. ¡Tiramos la casa por la ventana! ¡La América de Joe Biden tira la casa por la ventana! ¿Y que tiene que hacer usted a cambio! Nada, prácticamente nada, solo alargar el bracito para que le pongamos una vacunita. Con todas las garantías, oiga, con todas las garantías. Si la vacuna tiene efectos secundarios, le garantizamos ante notario que su viuda seguirá recibiendo el donut, o el regalo que usted haya elegido, completamente gratis durante todo un año.
(Leo la crónica de la corresponsal en Estados Unidos de El País, “Cervezas y porros para incentivar la vacunación”, y no sé si reír o llorar.)