Sábado, 6 de marzo
SOBRE LA AMISTAD
En el Atrio avilesino, recién recuperado y tan desangelado como todo en estos días, mientras espero la llegada de unos amigos, respondo a un cuestionario sobre la amistad que desde Albacete me envían los alumnos de un instituto.
----¿Podría vivir sin amigos?
----No, pero sospecho que mis amigos podrían vivir perfectamente sin mí.
----¿Conserva los amigos de la infancia?
----No, ni siquiera los del Instituto. A veces se me acerca algún condiscípulo de entonces y yo casi siempre tengo que fingir que le reconozco. Conservo amigos de la universidad, sobre todo los que han seguido escribiendo, como José Luna Borge o Manuel Neila.
----¿Qué es para usted un amigo?
----Una persona que está ahí siempre que la necesitamos, aunque solemos llamar amigo a un simple conocido que nos cae bien. Alguien que aguanta nuestros momentos de mal humor aunque nosotros no soportemos los suyos.
Termino de contestar a las ingenuas preguntas de los escolares y se me ocurre pensar que soy un hombre de pocos amigos. La amistad exige complicidad y, de niño y adolescente, lo que a mí me interesaba no le interesaba a mis compañeros. Luego, ya adulto, fui incapaz del compadrazgo que necesita la amistad entre escritores. No soy benévolo con los libros de los amigos, más bien todo lo contrario. Para que no me acusen de parcialidad, a veces me excedo en subrayar los aspectos negativos. Claro que peor lo llevan aquellos que no reseño. Es fácil ser amigo de un escritor si admiras su obra. En caso contrario, por mucho que intentes disimularlo, acabará notándolo y se acabó el buen rollo. Amigos en cuyo hombro llorar creo que no tengo ninguno, pero tampoco los echo en falta. Me eduqué en esa época en que los hombres no lloraban, o al menos no lo hacían delante de nadie. ¿He traicionado a algunos amigos? Traicionar es una palabra demasiado solemne, pero defraudar probablemente sí. Y he sido innecesariamente cruel al comentar ciertos libros, la tesis sobre Ángel González de este (a la que dedicó media vida) o la torpona edición de los aforismos de Juan Ramón Jiménez de aquel. También me ha defraudado algún amigo, pero no en asuntos que tengan que ver con la vanidad literaria. En ese aspecto, nadie puede hacerme más que rasguños. Yo sé quién soy, y el éxito me gusta tanto como cualquiera, pero lo necesito menos que nadie. Otras cosas necesito más, pero he aprendido a vivir sin ellas.
Lunes, 8 de marzo
BACALAO CON TOMATE
Nada más contrarrevolucionario que la estupidez. Y nada más contrario a la salud pública, por cierto (pero no quiero volver a esa historia). Leo La insurrección revolucionaria del sargento Sopena, una monografía de Antonio Molina Campos sobre los acontecimientos de Villanueva de la Serena en diciembre de 1933. Acababan de ganar las elecciones las derechas, gracias, entre otras causas, a la eficaz ayuda de la CNT y de la FAI. Esta fue su propaganda: “A los hombres libertarios, a las mujeres que aspiran a vivir una vida mejor, a los ciudadanos que pugnan por una España libre, a todos los seres, en fin, de humanos sentimientos, les decimos: ¡No votéis!”. Las derechas, en cambio, hasta sacaron a las monjas de clausura de sus conventos (era la primera vez que las mujeres votaban) para no desperdiciar ni un solo voto. Los libertarios pedían no votar y practicar la “gimnasia revolucionaria”: armarse, ocupar ayuntamientos, enfrentarse a las fuerzas del orden. El sargento Pío Sopena, con poco más de media docena de exaltados y descerebrados, ocupó por sorpresa la Caja de Reclutas de Villanueva. Ya sé que es fácil criticar desde hoy los errores de ayer, pero resulta difícil no hacerlo. Yo prefiero quedarme con los pequeños detalles de aquella historia. Cuando el sargento Sopena salió de casa por última vez, su mujer estaba preparando un guiso de bacalao con tomate y él cogió un pedazo y salió saboreándolo; esa anécdota –fue la última vez que le vio-- la oiría contar su hija, informante del historiador, infinitas veces. Al ocupar la Caja de Reclutas encerraron en el calabozo a los soldados que allí se encontraban, y que no quisieron sumarse a la rebelión, pero a uno de ellos, Ángel Chamizo Tapias, le encargó Sopena que fuera a comprar café para los sublevados al café de enfrente. Naturalmente lo que hizo fue ir a informar al cuartel de la Guardia Civil, que de ese modo se enteraron de lo sucedido. Murieron todos los sublevados menos uno, Luis Mejías Guisado, que salió con los brazos en alto y quiso entregarse. Fue de inmediato abatido. Se acercaron a él un número y un teniente de asalto, según cuenta el diario El Socialista. El guardia quiso rematarlo de un tiro, pero el teniente le dijo: “No maltrates la munición con un fiambre”. Con motivo del disparo de un cañón, hubo una avería en los cables eléctricos y se apagó la luz. Al volver a encenderse, el cadáver había desaparecido. Moriría de verdad Luis Mejías otro día de diciembre de cinco años después. Fue detenido cuando las tropas franquistas ocuparon Villanueva. El día de su fusilamiento, al llevarle su mujer comida, le dijeron: “Allí donde va tu marido, no la va a necesitar”. A Pío Sopena, convertido en héroe para los suyos, le dedicaría un poema una adolescente muerta trágicamente menos de un año después: “Pío Sopena, sargento de la Infantería roja. / Seis eran los suyos, seis armados con seis pistolas, / siete contra setecientos y siete ametralladoras. / Os tiró la casa encima la Artillería facciosa. / Entierro de terremoto. Funeral de cien mil bombas. / Ni siquiera te encontraron entre las tapias ruinosas. / Pensaron que habías huido y estabas muerto y con losa”. No sabía yo que Aida Lafuente, la Rosa Roja de la Revolución del 34, era también poeta. Cuánta sangre estúpidamente derramada y con la mejor de las intenciones.
Martes, 9 de marzo
LULA, LULA
Con alegría me entero de que han sido revocadas las condenas contra Lula da Silva, un político que siempre he admirado, y que podrá presentarse de nuevo a las elecciones en Brasil. Pero leo sus declaraciones y mi admiración disminuye un tanto. Acusa a Bolsonaro de retrasarse en la vacunación y eso –dice textualmente—es “casi un genocidio”. Pero unas páginas más allá, en el mismo diario que publica sus declaraciones, me entero de que en Japón no hay ni un solo vacunado todavía, la vacunación comenzará en abril. ¿Pedirá Lula que se lleve al emperador del Japón al tribunal de la Haya por genocida?
----¿Te vas a vacunar o no, Martín?, me pregunta insistentemente mi amigo José Luis Piquero, deseoso de ponerme la etiqueta de terraplanista antivacunas y colocarme en la picota, como a Bosé y a Victoria Abril.
----Por supuesto. Yo, si me apuntan con una pistola o me amenazan con una multa (si Núñez Feijoo quiere que sea de seiscientos mil euros, seguro que aquí llegan al millón); soy capaz de cualquier cosa.
---¿O sea que voluntariamente no lo harías?
----Correcto. Pero será más fácil librarse de la enfermedad que de los presuntos remedios contra la enfermedad. Esas vacunas experimentales (qué bien hacen en Japón es esperar a ver qué pasa) son un negocio más lucrativo que el de la droga, y encima casi enteramente legal. Su capacidad de comprar políticos, médicos, epidemiólogos y medios de comunicación deja chiquito al de Pablo Escobar.
---¡Eres un conspiranoico!
---Pero no un héroe. Si me obligan, pongo el brazo (o lo que sea). Pero tienen que obligarme, no firmaré ningún consentimiento. Cornudo y apaleado, de ninguna manera.
Miércoles, 10 de marzo
PARA UN HOMENAJE
“Llega un momento en que el tiempo nos alcanza”, escribió Cernuda. ¿Me ha alcanzado ya a mí? Mi impresión es que no, que todavía corro más deprisa que él, pero quizá sea una falsa impresión. Me he pasado la vida hablando de los libros de los demás y me he acostumbrado a que de los míos no se hablara. Lo he sentido por los editores, faltos de la publicidad gratuita (¿Gratuita? Que se lo pregunten a los editores de Cercas, ellos saben cuánto les ha costado cada adjetivo elogioso a Independencia) que proporcionan los Babelias y otros suplementos más o menos culturales, pero esta tarde se presentaba Leer la vida y no era un libro mío ni un libro mío sobre otros autores, sino un libro sobre mí. Afortunadamente, como se trataba de una presentación digital, podía desactivar el vídeo y escuchar sin que se viera mi cara en la pantalla. Recordé aquel congreso en Oporto sobre Eugénio de Andrade en el que este asistió a todas las sesiones y sonreía y asentía complacido ante la sucesión de rituales elogios. Yo me defiendo muy bien ante los ataques, pero ante los elogios, sean sinceros o mera cortesía, nunca sé qué cara poner. Y no por modestia, que no es mi fuerte, ni falsa ni verdadera, sino por superstición: pienso que, después de un homenaje, lo único que le queda a uno es molestar lo menos posible y morirse pronto. Yo no tengo ninguna gana de lo primero ni ninguna prisa de lo segundo, la verdad. Espero seguir dando guerra y fastidiando a unos y a otros, a los Vilas y a los amigos, para que no incurran en el error de considerarme una gloria local que ya va siendo hora de que deje el sitio libre.
Jueves, 11 de marzo
DEJADME SALIR
Anda revuelto el ruedo ibérico con la última pirueta de Ciudadanos. Políticamente estoy en el extremo opuesto de Díaz Ayuso, pero en el fondo –aunque esto no lo reconocería jamás ante nadie-- me gustaría que arrasara. Así se demostraría que encerrar, maltratar, humillar a los ciudadanos, aunque sea con pretexto sanitario, no da votos. A ver si hay suerte y, gracias a ella (¡quién lo diría!), vuelve la cordura y nos vuelven a dejar vivir en libertad.