Sábado, 9 de enero
ARRECIA EL TEMPORAL
Mientras media España se muere de frío, yo paseo bien abrigadito por la orilla de la ría de Avilés y se me ocurre pensar que del frío del cuerpo puede uno resguardarse mejor que del frío del alma.
Alguna vez lo he sentido, pero ahora no. Me protege el amor que tengo y el amor que me tienen. El primero es real, el segundo no sé si imaginario. Pero, imaginario o no, qué bien arropa ahora que arrecia el temporal.
Domingo, 10 de enero
PERO SOLO
¡Qué hermosa la nieve! Pero solo en los documentales de National Geografic y en los recuerdos de infancia.
Lunes, 11 de enero
LA GRAN FAMILIA
Me gusta estar solo, pero entre la gente. Por eso prefiero leer o escribir en las cafeterías, no en casa. Nunca me molesta el runrún de la vida. No soy de los que cuentan su vida a los camareros, aunque lleve frecuentando el local años y años, pero siento su compañía, valoro los pequeños gestos amables. Me acerco al McDonald’s de los Prados y, nada más verme, comienzan a preparar mi café con leche y me lo entregan sin tener que aguardar la cola. Suelo sentarme siempre en el mismo lugar, salvo cuando está ocupado, claro. A veces me avisan en cuanto queda libre, como hoy en Las Salesas, por si quiero cambiar. Esos pequeños detalles son los que me hacen estar a gusto. E ir conociendo, sin hablar nunca con ellos (no suelo hablar con desconocidos), a los otros habituales. Del cliente solo, nadie sabe nada, pero en cuanto se sienta junto a él un conocido y se ponen a hablar no tardamos en saberlo todo, comenzando por sus simpatías políticas. Hoy, al ir a dejar Noor, mientras pagaba, me dijo el camarero y dueño: “¿Recuerda a la señora que servía antes de que nos cerraran?”. Claro que la recordaba, más de una vez había querido preguntar por ella. El último día antes del (por ahora) último cierre de las cafeterías se acercó a mi mesa y me dejó, metido en una bolsa de papel, que abrió un momento para mostrármelo, un dulce recién salido del horno. “Para la merienda”, dijo. Luego la oí decir que el primer día sin trabajo lo iba a dedicar a descansar y al siguiente se iría a caminar por el monte, a respirar aire libre, sus anchas. “Murió el sábado. Era mi suegra, era como mi madre. Le apareció un cáncer y no duró ni un mes. Nunca había estado enferma, era incansable, fumaba mucho, hasta el último día, pero el cáncer no tuvo que ver con ello”. No pude evitar que al salir se me llenaran los ojos de lágrimas, como si fuera alguien de la familia. Y lo era, aunque ni siquiera sé su nombre. Nada más verme entrar, se apresuraba a traerme el vaso de agua, para que pudiera descubrirme la cara y leer con libertad, y luego iba a preparar el café. Y el último día, adivinando que soy más bien goloso, me dejó un dulce recuerdo.
Soy un solitario, pero no puedo vivir sin la gente. Si me dejan sin esos lugares fuera de casa en que me siento como en casa (Los Porches, Noor, Vetusta, el Savanna, Dos de Azúcar, Chelsea), me empobrecen la vida, le quitan buena parte de su color y de su sabor, me enferman de melancolía.
Martes, 12 de enero
CALLO, PERO NO OTORGO
----¿Pero de verdad no vas a comentar las nuevas medidas de Loquillo para fingir que hace algo y protege nuestra salud cuando de sobra ha demostrado no ser capaz de hacer nada? ¿De verdad no vas a ironizar con esos estudios científicos que le permiten afirmar que el virus en los bares solo comienza a ser peligroso a partir de las ocho de la tarde? ¡No me lo puedo creer! ¿Y no te vas a carcajear de que el gran peligro de contagiarte si salías de casa a partir de las once de la noche a pasear por una calle solitaria ahora se ha anticipado a las diez, como castigo por los excesos durante las descafeinadas navidades, que el virus es muy moralista y no le gusta que trasnochemos? ¿Y ni siquiera vas a comentar ese rumor que corre por ahí de que, en la remodelación del gobierno que se avecina, se va a crear un nuevo ministerio, el Ministerio del Miedo (así lo llaman en privado, pero creo que su nombre oficial será Ministerio de la Verdad), que gestionará las redes sociales y los medios de comunicación y a cuyo cargo estará el todavía hoy presidente del Principado? ¿Y no vas a seguir descalificando a quienes apoyan cualquier medida de nuestras autoridades, por ridícula que sea, como tus amigos los poetas Piquero y Cereijo? ¿Ni siquiera vas a salir en defensa de los hosteleros, el chivo expiatorio favorito de los descerebrados mandamases?
----Ni siquiera. Esto va para largo. Unos pocos, con el aplauso de muchos, nos han metido en un laberinto sin salida. Sarna con gusto no pica. ¿A qué combatir caprichosas e ineficaces restricciones si una mayoría aplaude agradecida? Yo, a partir de ahora, me limitaré a capear privadamente la pandemia y la tontemia –que no parece que vaya a tener fin, al menos en una generación-- de la mejor manera posible.
Miércoles, 13 de enero
DE SOBRA LO SÉ
Los que no parecemos cambiar, también cambiamos. Ahora la poesía joven me interesa más bien poco, al contrario que cuando me dedicaba a antologarla reiteradamente. Quiero decir, lo que se llama poesía joven: ejercicios, desahogos, borradores de gente que de mayor se va a dedicar a otra cosa (los más valiosos) o se va a convertir en un correcto poetilla multipremiado. Salvo raras excepciones, los poetas jóvenes no comienzan a escribir poesía a secas, ni joven ni vieja, hasta que están más cerca de los cuarenta que de los treinta. ¡Y cómo envejece la literatura! Cualquier ejemplar de un periódico de hace cien años me interesa más que una novela o una revista literaria de entonces. La literatura, salvo que sea gran literatura, tiene rápida fecha de caducidad, al contrario que el periodismo, esa huella dactilar del tiempo que pasa.
Y también he perdido interés por escribir poesía, aunque de vez en cuando siga escribiendo, sin querer y como a pesar mío, variaciones del mismo poema. Esta mañana el cielo era de un azul espléndido, como de echarse la mochila al hombro y ponerse a recorrer el mundo. Pero antes de salir abrí el ordenador y escribí unas líneas que podían ser versos, al azar, sin saber tras cada una lo que iba a decir en el siguiente: “Toda la noche el viento en las ventanas / de la casa vacía, queriendo entrar en ella, / arrancando las tejas, golpeando la puerta, / repitiendo un nombre que fue mío. / En la casa vacía solo yo estoy con vida / aunque parezca muerto como todos los otros, / aunque no escuche a quien insiste y llama, / y en un rincón se pudra todo el amor que tuve. / ¡Si el viento pudiera llevarme consigo / lejos, muy lejos, a un lugar que no existe, / donde vivir no duele y no se pone el sol! / Hay noches que duran muchas noches, / instantes que no se acaban nunca / y tu mano en mi mano todavía”.
Lo releo y pienso que esa historia ya la he contado, y mejor, infinitas veces. ¿De quién esa mano que en mi mano sigue todavía? De sobra lo sé, pero no me apetece hablar de ello. Por eso prefiero no escribir poesía: en los poemas no hablo de otra cosa.
Jueves, 14 de enero
NO HAY SALIDA
El miedo que nos inoculan, un día sí y otro también, las autoridades político-sanitarias abre grietas en el cuerpo y en el alma por las que entran todas las enfermedades. Y la primera de todas, esa que sirve de pretexto para asustarnos y ante la que nos dejan cada vez más indefensos.
A mí no han conseguido meterme miedo, pero sí quitarme la esperanza de que algún día podamos salir de esta.
Viernes, 15 de enero
YO, NEGACIONISTA
Me cuenta un amigo psiquiatra que las enfermedades mentales no solo pueden afectar a un individuo, sino también a una familia o a una colectividad. En este último caso, únicamente se considera enfermo –y se le maltrata como a tal y se le llama “antivacunas”, “neganionista”, “trumpista” o cosas peores-- a quien conserva la lucidez.