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Nada personal: Noche del hombre y su demonio

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Sábado, 27 de abril
EN EL CINE DE MI BARRIO

Cinco horas con Händel, cinco horas de sonrisas y lágrimas y alguna carcajada. Hace años vi Giulio Cesare, también con David Daniels como protagonista, en el Met. Allí, en las distantes alturas, me aburrí un poco y hasta estuve a punto de dormirme.
Asistiendo al espectáculo desde el otro lado del mundo, en el cine de mi barrio, no me pierdo detalle y paladeo cada instante. Claro que el sonido no es el mismo, pero yo he tomado la precaución de no tener demasiado buen oído.
            Natalie Dessay canta bien, pero no actúa peor. Se podría haber ganado la vida como actriz cómica.


Domingo, 28 de abril
NO PUEDE SER, PERO ES

Decía Oscar Wilde que la vida imita al arte y Woody Allen que hoy en día ya no imita al arte sino a los malos programas de televisión. Al volver a casa esta mañana, me encontré la calle Víctor Chavarri cortada, varios coches de bomberos y una larga grúa que llegaba hasta el último piso de uno de los edificios. “¿Qué habrá pasado?”, le pregunté al amigo que me acompañaba. Poco después vi que sacaban, completamente cubierto, un cuerpo sobre una camilla. “Seguramente algún anciano ha muerto solo en casa y han tenido que entrar a rescatarlo por la ventana”, pensé algo absurdamente. Y me olvidé del asunto.
            Pero al salir del cine (Iron Man 3, con Robert Downey Jr., mi alter ego favorito, como protagonista), una llamada de Xuan Bello me informa de lo sucedido. El anónimo guionista de nuestro destino, que unos llaman Azar y otros Dios, esta vez se ha inspirado en los trágicos griegos y en el teatro del absurdo.
            Tomaba el sol Esquilo, sentado plácidamente en medio del campo, cuando un águila que llevaba una tortuga entre las garras, confundió su calva con una roca y sobre ella arrojó la sabrosa presa para romper la concha y devorar su carne.
            Esquilo murió en el acto, con el cráneo destrozado, como en el acto murió Carmen Vilar, amiga de tantos años, que se dirigía junto a su madre, como cada domingo, a dar una vuelta por el mercado del Fontán.
            Mucha gente pasaba por aquella acera. Yo mismo había pasado unos minutos antes. ¿Cerró el Destino los ojos antes de dar un ligero toque a aquel fragmento de fachada mal sujeto? ¿O los abrió muy bien para afinar la puntería?
            La madre de Carmen sintió el ruido de los cascotes al caer. Se volvió y vio a su hija en el suelo. No volvería a levantarse.
            Su marido, el poeta Francisco Alba, pasaba unos días en París. Iban a ir juntos, pero ella, por un trabajo de última hora, no había podido acompañarle y se empeñó en que hiciera el viaje solo. Le acababa de llamar: “Pásalo bien y ten cuidado”, le dijo. Pocos minutos después otra llamada le informaba de lo sucedido.
            La realidad a veces no imita al arte ni a los malos programas de televisión, sino a nuestras peores pesadillas.


Lunes, 29 de abril
NO HAY DERECHO

No he dormido esta noche imaginándome el viaje de regreso del poeta. No sé que decirle cuando lo encuentro esta tarde en el tanatorio. Él parece no ser enteramente consciente de lo sucedido. Hay una especie de anestesia natural cuando nos dan un golpe demasiado fuerte; luego el dolor va volviendo poco a poco, en algunos casos para no irse nunca.
            Una y otra vez me vienen a la cabeza versos de César Vallejo (“hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé”), Miguel Hernández (“hoy siento más tu muerte que mi vida”) y Dámaso Alonso, su “Adiós al poeta Rafael Melero”: “No hay que llorarte, no quiero. / Fuera llantos. Lo que quiero / es patear, / gritar que está muy mal hecho / –¡no hay derecho, no hay derecho– / y no llorar”.
No llorar, no. Gritar, gritar: “¿Qué bestia gris burriciega / trota idiota, y te nos siega / al trompicón? ¿Qué negro toro marrajo / te metió ese golpe bajo, / a traición?”



Miércoles, 1 de mayo
PAÍS

––¿Te veo muy radical últimamente, amigo Martín? ¡Tú que tanto te metías con los indignados! ¡Acabaremos viéndote participando en algún escrache.
            ––Bastante indignado, sí. Pero sobre todo defraudado.
            ––¿Defraudado por la realidad en general o solo por Fernando Savater, a quien tanto admirabas?
            ––Indignado con él, especialmente. Va dando lecciones de ética por el mundo y avala con su nombre, no solo libros escritos en una prosa deplorable, sino llenos de errores que puede corregir cualquier estudiante.
            ––Pues a Juan Cruz, según leí el domingo, Las ciudades y los escritores le parece una obra emocionante.
            ––Sí, y cita un fragmento en que a Ptolomeo, del siglo II, se le sitúa en el XVI, sin advertir el error. ¡Y es el último Premio Nacional de Periodismo Cultural!
            ––No me creo que el libro sea tan malo como dices y que solo tú lo notes.
            ––No es malo, es una estafa: supuesta hamburguesa de vacuno hecha con carne de caballo. Y no soy yo el único en darme cuenta. Pero sí el único en no mirar para otro lado y hacer como que no me dado cuenta.


Jueves, 2 de mayo
ÉTICA PERIODÍSTICA

Afirma en portada el diario El País de hoy: “La violencia sacudió en la noche del martes la Asamblea de Venezuela cuando representantes oficialistas agredieron a diputados de la oposición, que protestaban porque se les había retirado el uso de la palabra. La trifulca acabó con 11 opositores heridos”.
            Me extraña la noticia porque poco antes he leído La Nueva Españay en ella se informa de que el saldo de la trifulca fue “de siete diputados chavistas y cuatro opositores heridos”.
            ¿Tuvo una diferente fuente de información El País? Parece que no. El avance inicial remite a un artículo en la página 9 y en él se nos da el nombre de seis opositores heridos y de cuatro chavistas: Odalis Monzón, Nancy Ascensio, Maigualida Barrera y Claudio Farias. Todos ellos, en portada, para mayor contundencia de la denuncia, se convierten en opositores.
            Después de ofrecernos una información tan toscamente adulterada, El País se pone legalista en su enésimo editorial contra el gobierno de Venezuela e indica que Nicolás Maduro “viola sus propias leyes al rechazar el legítimo recuento de votos que exige Enrique Capriles”.
            Ocurre, sin embargo, que antes de llegar a ese editorial, ya se nos ha informado de que el opositor Carriles ha anunciado que recurrirá el resultado de los comicios ante el Tribunal Supremo de Justicia “para agotar toda la institucionalidad”.
            ¿O sea que la oposición rechaza unos resultados porque no le gustan sin haberlos recurrido oficialmente? ¿Y pide que se haga un nuevo recuento –o quizá unas nuevas elecciones– antes de que los organismos legalmente constituidos determinen si se ha producido alguna irregularidad?
            Mire usted, señor director de El País, antes que los sin duda legítimos intereses que la empresa que le paga el sueldo tiene en Venezuela, está el derecho de los lectores a ser bien informados.
Y alguna autoridad tengo yo para decírselo, porque compré por primera vez el diario que usted dirige un martes 4 de mayo de 1976. Y desde entonces muy pocos días he dejado de comprarlo.


Viernes, 3 de mayo
NO ME ASUSTA

Al volver de la tertulia, de su consoladora rutina, abro al azar un libro y me encuentro con unos versos de Cernuda: “Siento esta noche nostalgia de otras vidas. / Quisiera ser el hombre común de alma letárgica / que extrae de la moneda beneficio, / deja semilla en la mujer legítima, / sumisión cosechando con la prole, / por pública opinión ordena su conciencia / y espera en Dios, pues frecuentó su templo”.
            Yo siento muchas veces nostalgia de otras vidas, pero no cambiaría mi vida por ninguna. Pero en algún momento tendré que cambiarla, inevitablemente por eso, por ninguna, por nada.
            Pero a mí la nada no me asusta. No deseo, como Unamuno, ser inmortal para poder estar durante toda la eternidad dándoles la tabarra a mis semejantes.


Sábado, 4 de mayo
PREPARO LAS MALETAS

Me despierto en medio de la noche y al abrir los ojos me veo sentado en el borde de la cama mirándome fijamente.
            ––¿Y si hubieras sido tú el que muriera de un súbito dardo inesperado? ¿Y si ayer en la tertulia los amigos hablaran de ti como de alguien ido para siempre?
            ––Pues lo sentiría por el mal rato que les haría pasar, pero no por mí.
            ––¿No crees que todavía te queda mucho por hacer? ¿Muchos libros por leer, muchos libros por escribir?
            ––La verdad es que no tengo ninguna gana de morirme, ¿para qué nos vamos a engañar? Pero sé que hay que tener la maleta lista porque, a partir de cierta edad, nos hacemos conscientes de que te pueden llamar en cualquier momento.
            ––¿Y de verdad crees que la tienes lista? ¿No te quedan cuentas que saldar?
            ––Bueno, es posible que se me olvide algo, pero nada importante, salvo un asuntillo que pienso arreglar mañana mismo. Ya sabes que soy un hombre ordenado. ¿Por qué sonríes?
            ––Recuerdo lo que escribió Emilia Pardo Bazán cuando se enteró de la muerte de Clarín: “¡Cuánto daño nos hizo ese perro!”. ¿No temes que alguien pueda decir lo mismo en tu caso?
            ––Es posible. Pero eso me divierte. La verdad es que pinchar a los finchados poetastros, sean o no premios Cervantes, darles una buena patada en la espinilla a los savateres cuando nos toman el pelo cegados por la codicia, o tratar de ponerle el cascabel a algún majestuoso gato, aunque me llene de arañazos, es cosa que me divierte.
            ––¡Eres malo, malo!
            ––Hombre, gracias. Ya sabes lo que decía Oscar Wilde, que la maldad es un mito inventado por las buenas personas para explicar el irresistible atractivo de las otras.




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