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Después y todavía: Sin miedo ni esperanza

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Sábado, 17 de octubre
INSTANTES FELICES


Hago colección de muchas cosas, como es bien sabido, pero mi colección favorita sigue siendo la de instantes felices. Y no pasa días sin que añada una nueva pieza, aunque sea solo una deliciosa miniatura. Antes de dormirme, repaso las últimas adquisiciones.
            Cuando con Cristian y Martín, me adentro en el castañar que hay junto a la urbanización Costa Verde, a dos pasos de casa, y enseguida desaparece el entorno urbano y en la orilla del riachuelo que lo atraviesa, me parece estar en medio de una selva inexplorada.
             Cuando tomo el café matinal en Noor, en un barrio al lado del mío, pero donde soy un perfecto desconocido, mientras hojeo los libros nuestros de cada día y me siento en el centro del mundo.
               Cuando regreso a casa atravesando el parque de San Julián, y en lugar de hacerlo por el camino, piso la hierba y me acerco a la hilera de abedules, respirando libremente y aunando la obligación de cuidar mi salud con la transgresión de la arbitraria imposición: doble felicidad.
                Cuando me siento ante el ordenador, nada más levantarme, y en lugar de escribir la reseña que tengo que enviar al periódico escribo un poema, como quien hace novillos.
                 Cuando antes de irme a la cama, tras atravesar sin daño el campo de minas de un nuevo día, busco en el televisor la cadena Viajar y me subo a un tren que atraviesa Australia o contemplo Alemania desde el aire o vuelvo a las calles y a los cafés de Estambul.

Domingo, 18 de octubre
UN BUEN AMIGO
 


Mientras veía Corpus Christi, la impactante película polaca de Jan Komasa, me he acordado de mi amigo José Manuel Feito, a quien tanto echo de menos todos los sábados. Discutíamos de teología --a mí me gusta discutir de todo-- como quien juega una partida de ajedrez. A veces, cuando estaba a punto de darle el jaque mate, con un inesperado quiebro dialéctico me lo daba él a mí. Cuánto le habría gustado esta película en la que un pobre impostor, escapado de un reformatorio, bebedor, follador, drogadicto, acaba representando mejor a Cristo que todos los funcionarios de la iglesia oficial. “¿Qué importa que no creas en Dios si crees en Jesús?”, me dijo una vez. “Hombre, creer, creer, pero no te queda duda de que siempre le he considerado un buen amigo y un maestro, como Sócrates o Montaigne”. O como José Manuel Feito, añado ahora.


Lunes, 19 de octubre
INSUMISOS


Hojeo 17 segundos, el reciente libro de poemas de Kirmen Uribe, un escritor vasco que se hizo famoso por ganar el Premio Nacional de Narrativa con su primera novela (nada que ver, ni de lejos, con el genial Bernardo Atxaga), y me sorprenden, como un inesperado puñetazo, sus “Haikus de la cárcel”.
            “¿Un escritor vasco que estuvo en la cárcel?”, nos preguntamos sin extrañarnos demasiado. “Seguro que es un terrorista o un amigo de terroristas o un independentista o alguien que pasaba por allí en el momento más inadecuado”.
            Pues no, Kirmen Uribe estuvo en la cárcel, como otros muchos jóvenes, y entre 1995 y 1996, en la democrática España socialista de Felipe González, por negarse a hacer el servicio militar. Hoy nos parece que eso es como encarcelar a alguien por no querer ser policía o bombero.
            Conviene recordar cómo fue el final de una barbarie que entonces a mucha gente les parecía normal. Resulta que en 1996 ganó las elecciones José María Aznar. Como no tenía mayoría absoluta, para formar gobierno necesitaba los votos del partido de Jordi Pujol. Este puso como condición para pactar la desaparición del servicio militar obligatorio, algo que llevaba en su programa. Y de un plumazo desapareció esa condena feudal sobre los jóvenes españoles conocida familiarmente como “mili”. Felipe González lo tenía como un objetivo a medio o largo plazo: lo primero no era la dignidad de los españoles, sino garantizar la defensa de la patria.
            Kirmen Uribe estuvo en la cárcel de Basauri. Leo sus haikus y recuerdo cosas que recordar no quiero: “Por la mirilla / me susurran los presos: / ¿de dónde eres?”, “Sin faltar nunca, / cada tarde correo: / carta de madre”, “Entre barrotes, / nadie se hace mejor. / No es el propósito”, “Da puñetazos / a la puerta metálica. / Un preso ha muerto”, “Cruzan el patio / los presos caminando. / Como un ciempiés”, “Contra la tapia, / sol en la cara. Paz / por un momento”.

Martes, 20 de octubre
DESMENTIDOS


Puedo desmentir y desmiento que el presidente del Principado tenga intención de protagonizar un programa diario en la televisión autonómica con el título de “Os vais a enterar”. Con meter miedo un día a la semana, parece que ya tiene bastante.
            Puedo desmentir y desmiento que se vaya a obligar a las parejas que conviven a dormir en distinta habitación. Podrán seguir utilizando el mismo dormitorio, pero eso sí en distintas camas y con la mascarilla puesta.
            Puedo desmentir y desmiento que el presidente del Principado quiera encerrarnos a todos en nuestras casas y esta vez no dejarnos salir ni para pasear al perro. Es una decisión que aún no tiene tomada, depende de cómo evolucionen la estadísticas.

Miércoles, 21 de octubre
LOS PORCHES


Está semana han vuelto a abrir Los Porches, mi despacho y biblioteca en Las Salesas desde 1982 --año en que se inauguró el centro comercial-- hasta que un mal viento, ayudado por políticos pirómanos, lo desbarató todo. Los camareros son los mismos y cuando yo recupero mi sitio en la gran mesa redonda y oigo decir “¿lo de siempre?”, al aroma del café se añade el de la felicidad.

Jueves, 22 de octubre
POR QUÉ ESTO VA A DURAR AÑOS
 


¿Qué político puede resistirse a la tentación de ser como King Jong-un o Fidel Castro? ¿Quién, por muy democrático que parezca, puede resistirse al placer de aplicar cualquier medida que crea conveniente o que se le antoje sin tener que dar cuentas a nadie, con la ley, sin la ley o contra ella? Y que las víctimas –hipnotizadas por la propaganda, estupidizadas por el miedo-- aplaudan fervorosas e incluso griten: “Más duro, más duro: Cierra nuestros negocios, desbarata nuestros centros de salud, maltrátanos más, todavía más”.
            ¿Cómo van a querer los líderes políticos, aunque finjan lo contrario, que desaparezca una pandemia que les da un poder absoluto y convierte a los ciudadanos en rehenes con síndrome de Estocolmo?



Viernes, 23 de octubre
SI YO FUERA PRESIDENTE
 


Si yo fuera presidente de Francia o de Estados Unidos, si yo tuviera algún poder político, el mensaje que transmitiría sería el siguiente: “Tranquilos, ciudadanos, esta enfermedad que aterra al mundo es muy contagiosa, pero muy poco letal. No os dejéis engañar por las cifras: hay más muertos cada año por hambre, por cáncer, por accidentes laborales, solo que no asustan porque los periódicos no nos los recuerdan día a día. Hemos tenido suerte con esta peste, tan poco parecida a las del medievo: la mayoría de los que la padecen o no lo notan o tienen síntomas muy leves. ¿De qué enfermedad puede decirse otro tanto? Sabemos quiénes están en riesgo al contagiarse: personas deterioradas por la edad o por otras enfermedades. Las protegeremos especialmente y con nuestros reforzados medios sanitarios –que no dejarán de atender a todos los enfermos con la atención de siempre, que no se centrarán solo en la pandemia-- podéis estar seguro que se hará todo lo posible y lo imposible por salvarlas. Los demás, queridos conciudadanos, continuad con vuestras vidas, no os encerréis en casa, pero evitad las aglomeraciones, y usad las mascarillas adecuadas (y adecuadamente) solo cuando son necesarias, cuando no lo son, perjudican vuestra salud y las relaciones sociales”.


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