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Sin propósito de enmienda: La funesta manía de pensar

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Sábado, 14 de marzo
SÁLVESE QUIEN PUEDA

Matar moscas a cañonazos es un método ciertamente espectacular. Nadie puede acusarnos de que no hacemos nada para acabar con las moscas: todo el mundo notará el estruendo y correrá a esconderse al grito de “sálvese quien pueda”.
Claro que resulta muy posible que no acabemos con las insalubres moscas, pero de lo que no hay duda es de que no vamos a dejar un edificio en pie.


Domingo, 15 de marzo
VIVA EL REY

Después de un mal día, un amigo me da la noticia que me permite irme a la cama con algo de esperanza. ¡No todos los políticos de este país han perdido el uso de razón! ¡No todos están dispuestos a seguir creyendo lo que los “expertos” constitucionalistas siguen empeñados en hacernos creer: que el jefe del Estado puede cometer impunemente cualquier delito amparado por la Constitución!
            Y quien ha dicho “basta ya” ha sido nada menos que el actual jefe del Estado. Por fin le han dejado hacer lo que estaba deseando desde que llegó al trono: tirar de la manta y que salga a la luz toda la porquería que se ocultaba bajo las alfombras del anterior inquilino (y todavía okupa cuando le apetece) de la Zarzuela.
            Vuelvo a recuperar la confianza que desde siempre tuve en Felipe de Borbón, un hombre honesto, un buen profesional, un excelente jefe del Estado en tiempos difíciles.
            Mis convicciones republicanas siguen estando bastante claras, pero también que un cambio de Régimen no debe hacerse mientras el anterior funcione. Y la monarquía, con Felipe VI, puede funcionar si le ayudan a librarse de la herencia recibida.
            Él ya ha hecho lo que debía hacer: renunciar públicamente al dinero negro, negrísimo, de su progenitor y eliminar la asignación que cobraba de la Casa Real.
Ahora es al gobierno al que le toca el paso siguiente: retirarle el título de rey a ese señor. La Constitución resulta muy clara al respecto: el rey es el jefe del Estado, nadie más en España pude llevar ese título, ni siquiera el marido de la reina cuando el jefe del Estado es una mujer. El título que Rajoy no tuvo más remedio que otorgarle (al parecer fue una de las chantajistas exigencias para la abdicación, Rubalcaba sabía mucho de eso), Pedro Sánchez debería retirárselo de inmediato.
            No todo está perdido. Felipe VI ha dejado en ridículo a Adriana Lastra (la que mandaba a los demás leer un artículo de la Constitución que ella parecía no haber leído) y a los diputados del “sostenella y no enmendalla” (PSOE, PP, Vox) que, amparándose en un informe de los letrados de las Cortes, impidieron la creación de una comisión de investigación sobre unos delitos que hoy sabemos que no son nada presuntos.
            Confiemos que los expertos sanitarios que han aconsejado al gobierno el arresto domiciliario de los españoles sean un poco más expertos que los letrados de las Cortes y los catedráticos de derecho constitucional, para los que, si Al Capone fuera jefe del Estado español, no solo no se le podría detener, como al otro Al Capone, sino ni siquiera investigar por no pagar impuestos.
            ¡En qué manos estamos! ¿Habrán hecho un estudio previo esos expertos de las condiciones sanitarias en que vive una buena parte de los españoles? No es lo mismo quedarse en casa quince días, por lo pronto (serán más), en un chalet con piscina que hacerlo en un cubículo de cuarenta metros, oscuro y sin apenas luz, donde han de convivir dos adultos y tres niños. (Hablo de un caso que conozco, seguro que no es único y que los hay peores). ¿Qué experto sanitario puede aconsejar que no se permita salir de casa durante al menos dos semanas a tres niños de dos, cuatro y cinco años?
            No sabemos si las medidas del gobierno, con el ejército y la policía en las calles para evitar que nadie salga a tomar el aire, lograrán evitar la propagación del nuevo virus; lo que sí sabemos es que empeorarán la salud, física y mental, de millones de españoles, especialmente de los más vulnerables. Y para prevenir eso a nadie se le ocurre tomar medidas, al contrario de lo que ocurre con el desastre de la economía.
            ¡Pobre España! Pero al menos Felipe VI sabe estar en su lugar y dar un puñetazo en la mesa sin miedo a que se venga abajo el tinglado de la Transición.


Lunes, 16 de marzo
NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

Al ir a comprar el periódico a mi kiosco habitual en la esquina de Fernando Vela con la Avenida de Pumarín, una de las pocas cotidianas felicidades que nos quedan, me dice la dependienta.
            ----Ya no hay ningún periódico, se han vendido todos.
            ----¿Han mandado menos?
            ----No, los de siempre. Pero ha venido a comprarlos más gente de la habitual. Claro, cómo es un pretexto para tomar algo el aire,
            Yo sonrío. A ver si va a resultar que esta pandemia tiene como consecuencia la salvación de la prensa impresa. Porque leer el periódico en papel, y no limitarse a picotear alarmistas titulares en el teléfono, es una buena costumbre que muchos han perdido. Ahora tienen un mes al menos para recuperarla. Seguro que bastantes la mantienen luego.      


Martes, 17 de marzo
YA ERA HORA

Me gusta repetir que el papel es la aristocracia de la información. Una noticia puede volar por Internet, pero hasta que no aparece en los diarios impresos no adquiere plena credibilidad. Sobre las corruptelas del anterior jefe del Estado, se pueden encontrar bien documentados informes en varios medios digitales, pero nunca pasaba nada porque, ante cualquier intento de denuncia judicial o de petición de investigación en el parlamento, saltaba como un solo hombre, esgrimiendo la primera frase del artículo 56.3 como un milagroso “detente bala”, el tripartito que defiende las triquiñuelas de la Transición (PSOE, PP, Vox). Hoy, sin embargo, me encuentro con un editorial de El País en el que por primera vez “el diario de referencia” acepta que Juan Carlos de Borbón pueda ser juzgado: “tuvo en su mano ocupar un lugar en la historia que, dependiendo de lo que establezcan a partir de ahora los tribunales, podría quedar ensombrecido por no haber podido resistirse al espejismo de una época”.
            O sea que los tribunales tienen algo que decir, cosa que yo vengo defendiendo públicamente desde hace bastantes años, frente a toda la magistratura española y todos los catedráticos de Derecho constitucional. Recuerdo especialmente a un tal Bastida (creo que así se llamaba), que me dijo que si quería entender algo de por qué el rey Juan Carlos, hiciera lo que hiciera, no tendría jamás que dar cuenta ante ningún tribunal debería matricularme en su asignatura de Derecho.
            Bueno, pues parece que, primero el Rey y luego El País han acabado por darme la razón. Ahora solo falta que Adriana Lastra y el resto de los diputados defensores del tinglado de la antigua farsa se lean el artículo 56.3 de la Constitución, pero enterito, ¿eh?, enterito.


Miércoles, 28 de marzo
BIEN QUE LO LAMENTO

Escucho el discurso del rey punteado por el sonido insistente de la cacerolas. Siento un poco de pena. Cuatro previsibles banalidades no sirven para recuperar la autoridad moral, perdida en Cataluña por un error propio y en el resto de España por errores ajenos.
            ¡Qué gran rey habría sido Felipe VI si le hubiera tocado vivir en tiempos menos turbulentos y si se hubiera atrevido a hacer lo que hizo el domingo al día siguiente de acceder al trono!
Mi simpatía por él no me impide reconocer que, aunque es un modélico servidor del Estado, un trabajador incansable, un hombre de bien, las circunstancias pueden acabar superándole. Ojalá me equivoque, como me equivoco en tantas cosas.


Jueves, 19 de marzo
CALLO, PERO NO OTORGO

A los seis o siete años adquirí “uso de razón”, como se decía en los catecismos de entonces, y desde esa temprana edad he adquirido el feo vicio de tratar de razonar en todas las ocasiones. También ahora, cuando España (y no solo) parece haber perdido la cabeza.
            ----¡Cuidadito con lo que dices! Que está la gente muy sensible y pueden acabar linchándote, me advierte un amigo.
            ----No te preocupes, de sobra sé que no se debe nadar en contra de la corriente, que puedes acabar pisoteado por el rebaño.
            ----A ti nadie te impide pensar lo que quieras. Por ejemplo, que las drásticas medidas que se han tomado contra la epidemia, no sabemos si serán o no eficaces contra ella, pero que de lo que podemos estar seguro es de que van a hundir la economía y a dañar la salud física y mental de millones de personas. Tú puedes pensar eso, el pensamiento es libre, pero no se te ocurra decirlo.
            ----No te preocupes, que no lo diré.


Viernes, 20 de marzo
LEJOS DE NOSOTROS

¿Y no habrá ninguna autoridad sanitaria que se atreva a decir, alto y claro, que no solo de coronavirus muere el hombre (o la mujer), que quien quiera conservar su salud física y mental debe pasar al menos media hora diaria al aire libre --dentro de la ley, por supuesto, y cumpliendo estrictamente las normas para evitar contagios--, que hasta en las cárceles los condenados al aislamiento en celdas tienen derecho a una hora de patio?
            No, nadie se va a atrever a decir eso, y todos serán cómplices del deterioro de la salud de la mayoría de los españoles, tan obedientes, tan temerosos, tan encerrados en sus casas --también el coronavirus ha abandonado las calles para refugiarse en las apretujadas familias y en las residencias de ancianos-- , tan gritando gustosamente  a coro, como las universidades en tiempos de Fernando VII: “Lejos de nosotros la funesta manía de pensar”.


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