Sábado, 13 de enero
MALA NOCHE Y BUENOS PROPÓSITOS
Hay dos clases de problemas: los importantes y los de los demás.
Anoche pasé una mala noche: sudores, fiebres, la gripe –que siempre había sido respetuosa conmigo– en todo su esplendor.
¿A quién llamar? ¿A quién molestar? No sabía qué hacer, así que no hice nada, y al final me quedé dormido. Me desperté algo más tarde de lo habitual y con la sensación de que lo peor había pasado.
Vivir solo es lo mejor del mundo cuando se tiene salud; cuando no se tiene… Me sobró tiempo, en esa noche insomne, para hacer recuento de amigos. Me di cuenta de que no tengo ningún hombro en el que reposar la cabeza, ningún paño de lágrimas. Soy demasiado orgulloso para las exhibiciones de debilidad. Lo mío es dar consejos, debatir, tener razón, nunca reconocerme necesitado de afecto o de unas palabras de ánimo.
Lo que a mí más me gustaría, cuando necesito ayuda, es no tener que pedirla. Que lo demás lo adivinaran y la ofrecieran como una ocurrencia suya.
Ese era yo hasta la pasada noche. Un hombre que creía que la buena salud y la suerte le iban a durar toda la vida.
La gripe no es solo una enfermedad. Es también una metafísica. A mí me ha hecho ver el mundo de otra manera. Me ha llenado de buenos propósitos.
Soy demasiado egoísta para seguir mostrándome tan egoísta. A partir de ahora, voy a procurar mostrarme más tierno y sensible con los demás.
Juan Gil-Albert decía que era difícil envejecer sin un poco de gloria o un poco de amor. Yo, la verdad, y aunque me esté mal el decirlo, gloria tengo toda la que necesito (como soy más orgulloso que vanidoso, aunque finja lo contrario, el aplauso externo los homenajes, municipales o no, los necesito poco), pero amor…
El amor tampoco lo necesito demasiado, si he de ser sincero. ¿Y para qué voy a fingir si estoy hablando solo? Salvo cuando estoy enfermo y necesito mimos; luego, si te he visto, no me acuerdo.
¿Cambiaré a partir de ahora? No estoy demasiado seguro. Los buenos propósitos que hacemos cuando nos encontramos en el fondo de un pozo, los olvidamos de inmediato cuando de un salto nos vemos fuera y bajo el esplendor del cielo. Y yo, hasta ahora, siempre he sido buen saltarín. A ver si consigo conservar la agilidad al menos algunos años más.
Domingo, 14 de enero
QUÉ PASÓ EN SIRACUSA
Cuando era niño, siempre estaba disponible para la aventura. Y no había día en que no se presentara. ¿En qué momento dejó de hacerlo? Pasó el tiempo, demasiado tiempo, y he dejado de lamentarlo. Ahora lo que más sentiría es que apareciera. He aprendido a taponar con la costumbre las grietas del mundo. Pero a veces…
Tomaba un café, como cada tarde, en mi rincón habitual de Los Prados, garabateando unas cuantas ocurrencias (el libro que había llegado conmigo había dejado de interesarme a las pocas páginas), cuando de pronto una joven sonriente se me acercó sorteando las mesas.
––Me alegra encontrarle aquí.
Parecía conocerme, pero a mí su cara no me sonaba de nada; quizá fuera una antigua alumna.
––¿Puedo sentarme un momento? Gracias. Tengo muy pocas personas en las que confiar y usted es una de ellas, yo diría que la única. Le estoy muy agradecida.
Y antes de que yo pudiera hacer nada por impedirlo, se me acercó y me dio un beso. Aquello comenzó a ponerme de mal humor.
––Perdona, pero no recuerdo su nombre. ¿Está segura de que no me confunde con otra persona?
––¡Siempre tan bromista! Nos conocimos en Siracusa, hace ahora un año. Yo salí de casa dando un portazo, acababa de reñir con mi novio, y usted pasaba por allí y chocamos y estuvimos a punto de ir los dos al suelo. Como soy española, me pareció una buena señal aquel encontronazo con otro español. Acabamos tomando algo en una terraza frente a la catedral y luego… Noto que se ruboriza. Seguro que ya lo recuerda todo.
––¡No recuerdo nada!
––Si he de serle sincera, no se debe del todo a la casualidad este encuentro de ahora. Quería encontrarle. Leyéndole, no resulta difícil. He vuelvo con mi novio de entonces, que es muy celoso pero adorable. Cuando yo le conocí estudiaba y trabajaba como guía turístico. Ahora da clases de italiano aquí en Oviedo, donde yo también trabajo. Es muy siciliano de película en apariencia, pero en realidad incapaz de matar una mosca. Está obsesionado con lo que pasó aquel día en que lo dejé. Nos reconciliamos al día siguiente, así que tampoco pudo pasar gran cosa. Pero fue la única noche que no hemos estado juntos desde que nos conocimos. El que viniéramos a Asturias, el que le reconociera leyendo el periódico, puede ser una gran suerte o lo contrario. ¿Y si le da por pensar que todo fue una artimaña mía para que siguiéramos cerca? Por eso he pensado que mejor encontrarnos los tres y que le vea y que le diga que no pasó nada y que le haga sentirse un poco ridículo sintiendo celos, a sus treinta años, de alguien que tiene por lo menos setenta, aunque sospecha que yo tengo cierta debilidad por los hombres mayores.
––¡Qué absurdo! Yo no recuerdo nada porque no pasó nada, no pienso participar en ningún encuentro.
––Pues Salvatore por las buenas es muy bueno, pero como se le crucen los cables… Un profesor mío, en Catania, tuvo que pedir urgentemente el traslado a Milán.
Lunes, 15 de enero
SAN PABLO Y YO
Viendo un documental de National Geographic sobre la construcción de la catedral de San Pablo, se me ocurrió pensar que podría considerarse como un símbolo de mi vida, de cualquier vida.
Es obra de la tenacidad y del ingenio. Los suelos arcillosos no podían sostener semejante edificio, los arcos se vinieron abajo varias veces, no había manera de levantar la inmensa cúpula que debía superar a la de San Pedro en Roma… Chistopher Wren se pasó la mayor parte de su vida tratando de hacer realidad su sueño, convirtiendo cada fracaso en un reto a superar, cambiando una y otra vez su proyecto inicial precisamente para que se pareciera más al que siempre había soñado.
¿Qué importan los trampantojos, las falsas ventanas. los arbotantes ocultos, la fea estructura de ladrillo que sostiene la esbelta linterna?
Conseguir que tu vida sea una obra de arte, asombro del tiempo, que la oscuridad y las caídas contribuyan a realzar la perfección final del resultado: ese debería ser el empeño.
En estas megalomanías me entretengo mientras veo la televisión antes de irme a la cama.
Miércoles, 17 de enero
NO HAY CASO
––¿Y no estás ya cansado de esa polémica en torno a la nonata Fundación Ángel González que un día sí y otro también mancha los periódicos asturianos? ¿No crees que ya huele un poco?
––Huele, no: apesta. Y tan cansado estoy que, en cuanto la veo venir, paso página.
––¿Y no cree que la razón, como siempre, está entre unos y otros, que nadie la tiene del todo?
––No, no lo creo. Como mi opinión puede ser parcial, le he pasado un amplio dossier del asunto a un conocido que es abogado del Estado y experto jurista, además de buen lector de poesía. Conocía el asunto de referencias; al estudiarlo, se ha quedado sorprendido. “No hay caso –me dijo–, no hay conflicto. El testamento reconoce una heredera y nadie ha impugnado ese testamento (podían haberlo hecho sus sobrinos o esos otros familiares que al parecer existen); por lo tanto es válido a todos los efectos y no hay nada más que hablar. Veamos ahora que pasa con la polémica Fundación. Por razones en las que no vamos a entrar, parte de los patronos nombrados por el poeta dimitieron de su cargo. Ante eso, lo más lógico es que la heredera universal y presidenta de la Fundación nombre otros patronos y la ponga en marcha. Nadie ha discutido esa capacidad suya. Pero hay otra opción: si, como ella ha afirmado varias veces, crear una Fundación no era deseo verdadero del poeta, sino que le fue “impuesta”, puede disolverla. Nadie ha mostrado la más mínima intención de oponerse a cualquiera de las dos opciones. No hay, pues, ningún conflicto en relación con la herencia del poeta”.
––La heredera habla de unos derechos de autor cobrados indebidamente.
––Si tiene constancia y pruebas de ello, debe denunciarlo, pero no en los periódicos, sino en el lugar correspondiente. Esto no lo dijo mi amigo, lo digo yo y cualquiera con dos dedos de frente.
––Y si todo está tan claro, si nadie discute los derechos de la heredera, ¿a qué vienen todas estas polémicas?
––A que la heredera, extralimitándose en su papel, quiere controlar no solo los derechos de autor del poeta, sino también quiénes pueden ser admiradores suyos y quiénes no, quiénes han sido de verdad amigos y quiénes mienten al afirmarlo. Ignora que, para leer a un escritor, admirarle, estudiarle, no hace falta pedir permiso a nadie. Y que el cobro de los derechos de autor no va acompañado del derecho a decidir quiénes deben participar en un homenaje a él dedicado y quiénes no.
––¿Y qué crees que busca con esas declaraciones permanente ofensivas?
––Yo no entro en las intenciones ajenas. Por mi parte, el asunto ha terminado. Quedémonos con la poesía de Ángel González y hagamos un esfuerzo por olvidar ciertas grimosas, pringosas, penosas circunstancias que tratan de oscurecerla en los últimos años. De ciertos espectáculos, propios de la televisión basura, conviene no formar parte.
Jueves, 18 de enero
EN CAPRI
Veo el documental de Mary Beard sobre Calígula, o sobre Patucos, como le llama ella (su nombre es un diminutivo del calzado de los soldados romanos, que sus padres le pusieron ya de niño, como a una especie de mascota del regimiento) y no puedo por menos de sentir simpatía por ese símbolo del mal. En realidad, un desdichado joven que fue asesinado a los veinticuatro años y cuya historia nos fue contada por sus enemigos.
Me lo imagino en Capri, al cuidado de quien había mandado matar a su padre y a la mayor parte de su familia. ¿Qué sentiría al caminar junto a Tiberio por aquellas abruptas soledades?
Calígula quería ser adorado como un dios, pero era solo un pobre hombre. Un niño asustado. Como yo, como tú, como todos.
Viernes, 19 de enero
NINGUNA PRISA
“La meta es el olvido”, me repito con Borges a menudo. Pero yo, que soy poco ambicioso, no tengo ninguna prisa por llegar a la meta.