Domingo, 19 de noviembre
TODAVÍA NO
Mientras tomo un café antes de ir al cine, leo una entrevista con Carlos Pumares, crítico cinematográfico: “En la mayoría de las ciudades del mundo ya no hay cines. Esto se ha terminado. Los festivales son el último refugio”. ¿Cuántas ciudades sin cine conocerá este hombre? Quizá se refería solo al centro de las ciudades. Pero parece que no: “Se acaba lo de ir al cine, mirar la cartelera, ir a comprar las entradas antes, si son numeradas”.
Carlos Pumares tiene pocos más años que yo. ¿A qué edad deja uno de ver la realidad real para refugiarse en la realidad virtual de sus prejuicios? Como él está viejo y hace tiempo que ha dejado de ir al cine, salvo en los festivales –donde le reservan una butaca y le regalan galletitas (eso dice en la entrevista)–, piensa que todo el mundo hace lo mismo, que han cerrado las salas. Le bastaría con mirar la cartelera en cualquier periódico, con darse una vuelta por cualquier centro comercial…
Me aterra pensar que pronto seré como él, que me convertiré en un cruzado del “cualquier tiempo pasado fue mejor”: los jóvenes no leen, ya no se escriben cartas, los libros están a punto de desaparecer, cada vez se cometen más faltas de ortografía, la gente ya no charla cara a cara, sino a través del teléfono, etc., etc.
De momento, tomo mis precauciones. Un día al mes –el segundo domingo, salvo si estoy de viaje, que entonces queda para el domingo siguiente– hago limpieza general: escribo en el papel una serie de cosas sobre las que estoy completamente seguro y las pongo en cuestión. Compruebo su firmeza, busco pruebas, comprobaciones externas; como si se tratara de hipótesis científicas, rechazo todas las que no sean falsables. No me libro así de prejuicios, pero los disminuyo bastante.
Me gusta estar en posesión de la verdad, cierto, pero en la verdad verdadera, no en la que me conviene, y por eso agradezco que me señalen cualquier error; rectifico con gusto y de inmediato.
A Pérez-Reverte siempre le he tenido por un articulista tosco y sin matices, “políticamente incorrecto” (como todo el mundo en este país) y por un novelista populachero, un guionista de tebeos y películas de serie B. Hoy, antes de hacer cola para comprar la entrada y entrar a ver Liga de la justicia, me da por leer su artículo en XL Semanal, “Recogiendo el guante”,y compruebo que es espléndido, una pequeña obra maestra, con su inicio costumbrista (la comida en casa Lucio), la habitual crítica de un error lingüístico, el alarde de erudición y el final metaliterario, como de soneto de Lope.
No me queda más remedio que rectificar. Pérez-Reverte es un gran articulista, al menos cuando no se sube al púlpito y se convierte en una especie de Prada filibustero. ¿Será también un buen novelista? Tendré que releer alguna obra suya sin prejuicios.
¡Qué poco me queda para ser un Carlos Pumares, en el peor sentido de la palabra! Pero todavía no, todavía no…
Lunes, 20 de noviembre
EL CLUB DE LA LUCHA
“Las generaciones –afirma Schopenhauer, afirma Nietzsche y afirmo yo– son herméticas, aparte de antropófagas entre sí. Cada una es como un insulto para las demás. Este es un mundo competitivo en el que nos estorbamos los unos a los otros. Los jóvenes de veinte desearían que la jubilación llegase a los treinta años; los viejos de setenta, a los noventa: todavía se consideran muy útiles. De ahí que estemos siempre en guerra, contra los que nos preceden, porque ocupan el sitio que desearíamos ocupar nosotros, y contra los que nos siguen porque están impacientes por ocupar nuestro sitio”.
Martes, 21 de noviembre
LAS TRAMPAS DE LA MEMORIA
¿En qué convierte un comunista de toda la vida cuando deja de serlo? En un anticomunista de toda la vida.
La de Francisco Félix Montiel fue muy larga, duró casi un siglo. Cuando murió, en 2005, era el último superviviente de las cortes republicanas.
Se acaban de publicar sus memorias, Los almendros de Urci. Montiel fue comunista durante doce años, entre 1936 y 1948, pero si hemos de creer lo que nos cuenta no sabe bien por qué tanto tiempo, ya que desde el principio entró con mal pie, se negó a acatar directrices y en varias ocasiones intentaron quitarlo de en medio sus presuntos camaradas por medios expeditivos.
A uno de esos intentos de asesinato se refiere más de una vez en sus memorias. Estamos en marzo de 1939. Él es uno de los comunistas que en Madrid (donde era director de los servicios de propaganda) se enfrentaron a Casado cuando se rebeló contra el gobierno de Negrín. Al triunfar el golpe, tuvo que esconderse “en la residencia modesta de un camarada que era empleado de un hospital”. Veamos lo que ocurrió a continuación: “Me dijeron que vendrían a buscarme al día siguiente para llevarme a otro lugar más seguro todavía. Y llegó la camioneta, muy temprano por la mañana. El dueño de la casa tenía prisa por llegar a tiempo a su trabajo. Y salió primero. Los de la camioneta lo confundieron conmigo, se lo llevaron y lo dejaron muerto en un descampado”.
Páginas adelante, en conversación con un sobrino del asesinado, vuelve a contar la historia: “La tarde anterior había venido uno de los camaradas que estaban en el secreto para avisarme que al día siguiente, muy temprano –fijamos la hora exacta: las cinco y media–, vendría a recogerme un camión que había podido ser sustraído del ejército –los únicos vehículos que podían circular– y en el que varios comunistas responsables íbamos a viajar a Valencia… para embarcar después con destino a Francia… Tu tío Miguel tenía que salir casi a la misma hora para dirigirse al hospital donde trabajaba como enfermero. Quisimos evitar que alguien pudiera vernos juntos en la calle, y el acuerdo fue que él saliera después de mí. Sin embargo, me entretuve ordenando papeles, recogiendo ropa y dejando unos encargos a tu tía. Miguel se impacientó, y me dijo: ‘No te preocupes, me voy delante’. Nos despedimos y se fue. El camión me debía esperar a la vuelta de la casa, en la esquina siguiente; esas eran las instrucciones. Cuando salí, llegué al lugar previsto y el camión no estaba. Volví a la casa. Fue una sorpresa para tu tía, que ya se creía liberada del riesgo de tenerme alojado. Pero la sorpresa más grande, naturalmente, la tragedia para la pobre Teresa, fue cuando pasado un largo rato vinieron a comunicarle el macabro hallazgo”.
Un poco inverosímil la anécdota. ¿Después de ser derrotados por Casado los comunistas son capaces de apoderarse de un camión militar para tratar de eliminar a uno de los suyos, no sabemos muy bien por qué? ¿Habiéndose fijado con exactitud la hora en que debía ser recogido, el bueno de Montiel se entretiene en ordenar papeles, hacer las maletas y encargándole no se sabe qué cosas a la dueña de la casa?
No solo resulta difícil de creer lo que nos cuenta el comunista arrepentido Montiel, también sabemos que es mentira. El editor de las memorias –Jerónimo Molina Cano– incluye como apéndice el escrito que Montiel presentó en 1939 informando del desarrollo del golpe casadista. Ahí leemos que a él le buscaron refugio en una casa en la que estuvo tres días, hasta que pudo salir por sus propios medios para llegar hasta Valencia. “Una casa muy poco adecuada –añade–, pues al dueño lo habían paseado”.
No es la única interesada mentira en que pillamos al memorialista. En mayo de 1938, viajó a la URSS con otros camaradas. La patria del socialismo le desilusionó y fue el único que no se dedicó a elogiarla a su regreso –según nos cuenta–, lo que sentaría muy mal en el partido. Como ilustración a sus memorias, encontramos, sin embargo, una primera página del diario Unidad, del 30 de julio de 1938, donde en grandes titulares el camarada Montiel declara que “la clase obrera de la URSS tiene asegurada una vida libre y confortable”.
Pero lo peor fue lo que ocurrió en Murcia entre septiembre y octubre de 1936: los asesinatos judiciales y extrajudiciales de elementos derechistas alentados desde el diario Nuestra Lucha, órgano de las Juventudes Socialistas Unificadas a cuyo frente estaba Montiel. En sus memorias pasa muy por encima de ese episodio. Dice que, aprovechando su ausencia, alguien coló un artículo animando a esas ejecuciones. Él se enfadó mucho, tanto, que abandonó la dirección del periódico. Pero no fue un artículo, fueron varios, una campaña organizada como tal (se dieron incluso nombres de quintacolumnistas) y esa campaña no cesó hasta que Montiel, diputado del partido socialista, pero ya criptocomunista, no perdió el control del periódico. Por cierto, cuando Montiel se pasó al partido comunista lo hizo con armas y bagajes, esto es, conservando su acta de diputado.
Volvió a España en los años sesenta, protegido por Fraga y se pasó medio siglo arremetiendo contra las dobleces y las mentiras comunistas desde su tribuna predilecta, el ABC (su ideólogo favorito, Gonzalo Fernández de la Mora). Sabía de qué hablaba, sin duda.
Miércoles, 22 de noviembre
QUÉ CURIOSO
Me acusan a menudo de escribir demasiado, o de publicar demasiados libros, pero nunca quienes tienen la costumbre de leerme ni quienes suelen comprar mis libros.
Jueves, 23 de noviembre
METAFICCIÓN
La Red de Investigación sobre Metaficción en el Ámbito Hispánico –vaya nombre– celebra estos días un congreso en la Universidad de Valladolid. Sorprendentemente me dedican una de las comunicaciones, pero no hablan de mí ni como poeta ni como diarista, sino como usuario de Facebook. La autora, Carmen Morán Rodríguez, ha tenido la amabilidad de enviarme previamente su texto.
Siempre resulta algo incómodo leer lo que escriben de uno, acierten o no (sobre todo si aciertan); lo que a mí me gusta es hablar, aunque sea bien, de los demás.
Los motivos recurrentes en mis actualizaciones de Facebook serían “las escaleras, los espejos, los gatos, las ventanas, los anuncios publicitarios y los collages formados por los restos de afiches en las paredes, las pintadas callejeras y las esculturas clásicas. Su recurrencia los eleva de meras imágenes a auténticos emblemas”.
De todo lo que dice, yo me quedo con la cita de Bill Shankly, el entrenador escocés del Liverpool, que le sirve de cierre: “Algunos dicen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte. Tonterías, es algo mucho más importante que eso”.
También para mí, según Carmen Morán, la literatura sería algo mucho más importante que una mera cuestión de vida o muerte.
Viernes, 24 de noviembre
LA MISMA EDAD
Mis contertulios habituales comenzaron teniendo la edad de mis hermanos pequeños, luego la de mis hijos; ahora tienen la edad de mis nietos. Pero yo, con mi complejo de Peter Pan, sigo creyendo que somos más o menos de la misma edad.