Sábado, 11 de marzo
¿Y QUE PUEDO HACER YO?
Nada detesto más que hablar de política y a quienes andan por ahí pretendiendo estar siempre en posesión de la verdad. Quienes me conocen lo saben bien. Pero a veces no queda más remedio que hacer aquello que nos desagrada.
Desde hace algún tiempo, colecciono las diatribas que se publican en los periódicos españoles (de extrema derecha, de derecha, de centro derecha; de izquierdas no, porque ya no hay) contra Artur Mas. Dejo de lado las que tienen que ver con su opción independentista; me limito a las que se refieren a la corrupción.
Tengo carpetas y carpetas llenas de recortes firmados por los mejores analistas y las firmas de mayor prestigio; todos ellos hablan del tres por y la financiación ilegal de la antigua Convergencia. Yo no entre ni salgo en que si esos hechos --aún no juzgados-- justifican su linchamiento moral y su apartamiento para siempre de la política (ya se ha logrado que no ocupe ningún cargo público). Lo que me llama la atención es que de todo eso de que a él se le acusa se puede acusar también al dirigente de otro partido político que arrastra igualmente desde hace años por los juzgados la financiación ilegal de su partido. Me refiero, naturalmente, a Mariano Rajoy. Hay solo una diferencia: la financiación ilegal del PP ya está probada judicialmente, la de Convergencia todavía no. ¿Soy yo el único español capaz de ver que la lapidación de uno de esos dirigentes políticos implica la del otro? ¿Soy yo el único español al que su patriotismo, el amor a su país, no le impide el ejercicio de la actividad intelectual?
Seguro que no, pero parece que sí.
¿Soy yo el único que, discrepando en tantas cosas políticamente de la CUP, admira su firmeza ante la corrupción? Dijeron que no quería en el gobierno de Cataluña a nadie relacionado con las antiguas prácticas de saqueo institucional y mantuvieron su palabra hasta el fin; aquí, en cambio, los presuntos adalides de la anticorrupción, Ciudadanos, doblaron la cerviz a las primeras de cambio y permitieron que el dirigente del partido más ligado a todas las prácticas de saqueo y enriquecimiento ilícito, nuestro Artur Mas, siguiera al frente del gobierno. Con el apoyo además de la Gestora socialista (no con el apoyo de los votantes socialistas, dejémoslo claro). Y esos mismos son capaces de arremeter contra Artur Mas sin que se les caiga la cara de vergüenza? Parece que sí.
¿Y qué puedo hacer yo? Pues encogerme de hombros y seguir con mi saludable costumbre de no hablar de política ni pretender andar por ahí dando lecciones a los políticos y a los más prestigiosos periodistas de la Santa Madre España. Aunque tenga más razón que un santo, todo hay que decirlo.
Lunes, 13 de marzo
UNA CAJA DE CHOCOLATE
¿Cuántos testimonios hemos leído sobre el holocausto? Creemos que ya nada puede conmovernos más, y sin embargo... Jacqueline Goldberg, a quien conocí en Jerusalén, recoge en el último boletín del Yad Vashem el testimonio de Harry Osers, uno de los supervivientes: "Hay personas que no quieren hablar ni recordar lo que les ocurrió en el campo de concentración porque sé ponen tristes, empiezan a llorar. Yo no. Yo recuerdo muchas cosas de manera positiva. Lo negativo lo borré. No conté cuando uno se despertó entre los muertos, ni otras cosas. Yo tomo la vída del lado positivo. Y puedo hablar sin lágrimas porque hace cincuenta años, en el campo de concentración, fui como una especie de cucaracha que andaba por el piso y los alemanes se olvidaron de pisarme y destruirme. De esa cucarachita salió un ser humano que ha educado como a cincuenta mil alumnos en la universidad, que publicó libros utilizados en toda Venezuela e incluso en el exterior, que hizo algo positivo, algo que perdura".
Olvida lo malo y no olvida a quienes le ayudaron, aunque formaran parte de los verdugos: "Vi que el comandante del campo número 9, Wolf, iba en bicicleta y no parecía mala gente. Me le acerqué y me ofrecí para ser el mensajero de la Packat Stelle, donde llegaban los paquetes y se censuraban. Fui con él a la Packat Stelle y él preguntó si necesitaban un mensajero y como yo parecía su protegido me dejaron trabajando. Allí, limpiando, conseguí un ajedrez y pregunté si alguien jugaba y el segundo al mando dijo que él jugaba y me ofreció si ganaba una caja de chocolates. ¡Y gané! Bueno, no sé si gané o me dejó ganar porque después jugamos varias veces y él lo hacía mucho mejor que yo".
Emanuele y Rafaele, dos niños judíos refugiados en el convento de Santa Marta, en Settignano, cerca de Florencia, permanecieron allí hasta el 8 de abril de 1944. Y cada vez que tenían que besar la cruz en alguna ceremonia religiosa, “una monja ponía sobre ella sus dedos para que besasen su mano y no pecasen contra su fe".
La madre de ambos, Wanda, que estaba oculta en otro convento, tuvo menos suerte. Por delación de uno de los habitantes de la zona, el 26 de noviembre de 1943 llegaron los alemanes al convento y se llevaron a Wanda y a otras 32 mujeres. Todas fueron deportadas a Auschwitz-Birkenau. “En el camino al campo de exterminio, logró arrojar del tren una carta en la que relataba todo lo que le había acontecido. La carta fue recogida por una mujer de Verona. En esa ciudad había mujeres caritativas que se impusieron como un deber recoger cartas y notas que eran arrojadas desde los vagones de tren. Trataban de ubicar a los destinatarios para hacérselas llegar”.
Historias, historias, infinitas historias, un río caudaloso que no se acaba nunca. Y las pequeñas muestras de bondad que nos hacer no perder por completo la confianza en el ser humano: ese nazi que se deja ganar al ajedrez para regalarle chocolate a un niño judío, esa monja que no quiere que nos pequeños refugiados hagan nada contra su fe, las mujeres que recogen los papeles que arrojan desde el tren quienes van hacia la muerte…
Se me llenan los ojos de lágrimas mientras leo en Vetusta La voz de Yad Vashem y cuando llega una amiga, comunista de siempre, al ver la revista, con su conmovedora orquesta de mandolinas en la portada (alumnos de la escuela judía de Prodno, Polonia, en 1922), lo único que se ocurre decir es “pues yo estoy en contra, completamente en contra del estado de Israel”. Siento vergüenza ajena.
Martes, 14 de marzo
ARRASA EN LA RED
––¿Has visto la página entera que le dedican hoy a Karmelo Iribarren en El País? A ti, una columnita en cuarenta años y gracias. Ahora sí que podrá reírse de ti en Facebook como cuando coincidisteis en Madrid en la caseta de Renacimiento y él se hartó de firmar y tú ni un libro.
-–-¿Una página en la sección de cultura, en la de sucesos o en la de pasatiempos? Es broma, hombre. Si a mí es un poeta que me gusta mucho. Sus poemas son breves, sin complicaciones, perfectos para leer en el teléfono mientras se espera el autobús. Aunque a mí, como conozco la fórmula, más bien me aburren. En lugar de leerlos, prefiero escribirlos. ¿Te leo los últimos que he escrito? Escucha uno: “Ándate con cuidado, / que no se entere nadie / de que lo pasas bien, / que tu vida funciona / y eres feliz a rato. / Hay gente que es capaz / de cualquier cosa / cuando ve una sonrisa”.
––Se nota que no es suyo.
––Te leo otro, muy breve: “Es de noche / y estoy / solo conmigo. / No he podido encontrar / compañía / peor”.
––Ese todavía me gusta menos. No das con su tono.
––“La mirada / al frente, / la sonrisa / a punto, / y los zapatos / limpios. / No lo olvides: / ni una sola pista / a los enemigos”.
––No te esfuerces, Martín. Los poemas de Carmelo tienen mucho trabajo detrás. No se escriben en unos minutos mientras se espera al autobús. Lo que pasa es que tú le desprecias porque fue camarero, vendedor de enciclopedias y camarero en un bar de jubilados. Pero él arrasa en la red y a ti no te leen más que cuatro filólogos.
––“A mi perro le cuento / todo lo que me pasa. / Es mi mejor amigo. / Él me mira atento, / comprensivo, / y cuando estoy a punto / de llorar en sus brazos / se cruza alguna perra / y se escapa tras ella / y a mí me deja solo / como a un perro”.
––¿Pero tú cuántos poemas de Karmelo has escrito?
––Si el autobús se retrasa, escribo un libro entero. Pero estos que te leo ahora aún no los he escrito. Los voy improvisando mientras de hablo: “Fui joven ayer mismo / y dentro de unos días / seré un puto viejo. / La vida me ha tratado / como trata la vida / a casi todo el mundo. / O sea, nada bien. / Pero no me quejo: / a otros les fue peor / y los dejo de lado / antes de tiempo”.
––Me tomas el pelo. Ese es un poema suyo que recuerdas de memoria.
––Puede. Otro: “La luces de neón / de aquel motel de carretera / (quizá tan solo un puticlub) / aún brillan en la noche. / Lo vimos al pasar. / Luxury Paradise / en verde y rojo. / No nos detuvimos. / Quizá por eso / brillan todavía / en la memoria.”
Miércoles, 15 de marzo
METAFÍSICA INSTANTÁNEA
En un libro que estudia la elegía posmoderna, me encuentro con unas palabras de Gaston Bachelard: “La poesía es metafísica instantánea. Debe dar, en un breve poema, una visión del universo y el secreto de un alma, ser y cosas, todo al mismo tiempo”.
Es la cita que aparece al comienzo Mudanza, una de las recopilaciones de mis versos. Siempre creí que era uno de los textos apócrifos (pero completamente verosímiles: engañarían a cualquiera) que me gusta colocar al frente de mis libros de poemas. Pero parece que no. La memoria engaña.
Jueves, 16 de marzo
VIVIR PARA VER
¿Cuántos poemas de Karmelo C. Iribarren, cuántos haikus, cuántos aforismos podría escribir en la hora larga que me hacen esperar en la oficina de correos de los Prados para recoger un “envío ordinario cuyas dimensiones no permiten su depósito en el buzón”? Podría escribir un libro entero, pero el cabreo me lo impide. Cuando por fin me entregan el sobre con dos delgados libritos (cabe perfectamente, no en un buzón adaptado como el mío, sino en cualquier buzón), decido no volver a recoger más ningún envío. Que los devuelvan, y que las editoriales y autores que me envían sus libros busquen un servicio más eficaz. Si lo que Correos pretende es fastidiar a los usuarios para que se pasen a otra compañía, adiós, muy buenas, lo han conseguido.
Ya había protestado antes, y hablaron conmigo los representantes de la asamblea de carteros y el jefe del servicio, pero después de una breve recuperación del buen funcionamiento, volvieron a las andadas.
Llamo a la unidad de reparto de la zona. Se disculpan. Me dicen que la cartera habitual está de baja y que hay una sustituta. Por eso no me llevaron a casa la correspondencia. O sea, que el servicio legal (las cartas se entregan en el domicilio) es ya solo un privilegio, un favor que se hace a quien protesta. Vivir para ver.