Viernes, 4 de diciembre
UN HIJO MÁS
Un joven poeta amigo acaba de publicar su primer libro de poemas, Permiso de residencia, y en los agradecimientos finales aparezco yo por un motivo que me sorprende y alegra: haberle aceptado “como un hijo más”.
De pronto me veo convertido en padre, y de familia numerosa. Una frustración menos.
Sábado, 5 de diciembre
AQUEL CIGARRILLO
¿Qué se puede saber de nuevo sobre la muerte de Lorca? Parece que ya están claros todos los detalles del crimen, salvo el lugar donde arrojaron su cadáver. Y sin embargo…
Hojeo distraído el libro de Eduardo Molina Fajardo, Los últimos días de García Lorca, que me pasa mi vecino de despacho en el Milán, Antonio Fernández Insuela, y de inmediato quedo fascinado con la serie de entrevistas que contiene. Se hicieron en los años del franquismo, pero no pudieron publicarse hasta mucho después, ya muerto el autor.
El 22 de enero de 1970 entrevista a Francisco Murillo Gámiz, chófer de la familia García Lorca. Un día de julio de 1936, a las once de la noche, fue a recoger al poeta en su casa de la Huerta de San Vicente para llevarlo a casa de los Rosales, donde creían que estaría más seguro. El vehículo era un Nash de siete plazas, azul marino oscuro, matrícula 1346 de Sevilla. El poeta iba solo, sin maleta ni bolsa alguna, con una especie de hatillo de vagabundo: “En la blusa del pijama, hecho un lío, la ropa que llevara él allí. Con las mangas del pijama, un nudo. Por cierto que el pijama tenía unas rayas anchas blancas y azules. Aquello no pesaba… Pesar no pesaba mucho. Un liíllo de ropa interior”.
Bien ligero de equipaje, más que Antonio Machado, partió el poeta hacia la muerte. Y otro detalle, otro “pequeño detalle exacto”, de los que tanto le gustaban a Stendhal, el del cigarrillo Lucky. Así lo cuenta el chófer.
–-El día en que lo habían fusilado, aunque entonces no lo sabíamos, fui yo a llevarle tabaco al padre. Estaba en su casa cuando llamaron a la puerta. Abrió la señora, doña Vicenta. “Mire usted, que traemos este papel”. Era una hoja de una libretilla y decía: “Papá, harás el favor de darle al dador dos mil pesetas”. Yo estaba a un lado, mirando. El jefe de los que traían la nota abrió la puerta del todo y me vio. Hizo ademán de saludarme. “¿Conoce usted a Paco?”, preguntó la señora. Fui yo quien respondió: “Y yo también le conozco a él”. Eran tres. Habían venido en un Buick cinco plazas de ocho cilindros, un coche de mucha potencia. Al día siguiente, cuando yo estaba en la parada con mi taxi, el Buick se detiene frente a mí. “Paco, sube, que tenemos que hablar”. Subí con ellos lleno de susto, enfilamos la calle Elvira y paramos en el bar Americano. Me preguntan qué quiero tomar. Digo que no tengo ganas de nada. Ellos mi miran con malos ojos y luego el que hacía de jefe de la escuadra dice: “Que no se te vaya a escapar ni una palabra del papelillo que has visto”. Entonces otro de ellos, el Chato, me dice: “Toma un cigarro”. Y me alarga un Lucky que todavía tengo en casa guardado. Luego dijo: “Le hemos pegado cuatro tiros ayer por la mañana y este paquete se lo hemos cogido del bolsillo. Así que de eso que has visto tú, del papelillo y las dos mil pesetas no se te ocurra decir nada”. Volví andando, no quise subir de vuelta al coche con ellos. Aquel cigarrillo Lucky todavía lo tengo guardado”.
Domingo, 6 de diciembre
CUALQUIER CANALLADA
No siempre ocurre lo inesperado. A veces las previsiones se cumplen y eso es para mí un doble placer. Sabía que me iba a gustar El puente de los espías, la última película de Spielberg, y no me ha defraudado. Un hermoso cuento con final feliz, con buenos y malos, como debe ser, con el contraste entre el paraíso americano de relucientes colores y el siniestro Berlín oriental donde siempre es de noche y nieva y pululan bandas de ladronzuelos. Pero este cuento de hadas, tan bien contado, está lleno de alfileres. En la guerra, fría o caliente, el fin justifica los medios. Si es por el bien de la patria, cualquier canallada está permitida.
¿Héroe o criminal de guerra? Todo depende de si está en el bando correcto o en el equivocado. Y no hay ninguna duda de cuál es el correcto: el que finalmente gana, aunque pueda perder alguna batalla.
Y qué fascinante personaje el espía soviético. Al emperador Marco Aurelio le habría encantado. Va a ser condenado a la silla eléctrica. “No parece que le preocupe mucho”, le dice su abogado. “¿Ayudaría?”, responde él.
Cómo quisiera yo mantenerme así de firme ante al adversidad. Un héroe trágico, como los de Sófocles o Esquilo.
Lunes, 7 de diciembre
UNA CONVERSACIÓN
Mientras, en esta especie de domingo repetido, tomo café en el Fontán, me llama Abelardo Linares, un editor al que le gusta discutir tanto como a mí. Llevamos repitiendo la misma conversación, con un pretexto u otro, desde hace más de treinta años. Ahora le ha dado por reprocharme lo mal que trato a los amigos en mis reseñas. “Insistes siempre en los errores, aunque la obra te guste. Del último libro de Miguel d’Ors apenas se han vendido ejemplares y eso es culpa tuya y de tus críticas”.
Aunque sepa lo que va a decir, me lo ha repetido infinitas veces, a mí siempre me divierten estas conversaciones. Cuando termina la charla, como la mañana festiva es muy larga y no tengo nada mejor que hacer, me entretengo anotando algunas de mis frases. Sospecho que, como yo las suyas, ya me las ha escuchado más de una vez.
Lo difícil no es tener una opinión sobre cualquier asunto. Lo difícil es conseguir que a los demás les interese tu opinión.
Escribiendo de política es fácil tener seguidores; solo tienes que decir lo que ellos quieren escuchar.
Gente bien informada, inteligente y que no piensa como yo. Esos son mis interlocutores favoritos. Lo malo es que yo no soy el de ellos.
Para que haya buen periodismo lo primero que tiene que haber son lectores capaces de diferenciarlo del mal periodismo.
Las librerías existen no porque exista la gran literatura, sino porque se publica mucha basura, que es lo que los lectores prefieren.
¿Mejor ser cínico que hipócrita? Eso va en gustos, Los hipócritas son más amables, pero lo cínicos resultan más divertidos.
El buen cocinero prueba su comida, pero no se la come. Yo también pruebo lo que escribo para ver si consigo el sabor justo, pero jamás se me ha ocurrido leer un libro mío después de publicado.
Rectificar me resulta muy fácil. Lo que me resulta verdaderamente difícil es reconocer que me he equivocado.
A los críticos complacientes, como a mi amigo José Luis Morante, me gusta repetirles una vieja obviedad: si te gusta todo, no te gusta nada.
Con mis amigos estoy en desacuerdo en casi todo, solo estoy de acuerdo con ellos en una cosa: en lo fundamental.
A mucha gente que vive de la literatura le aburre la literatura.
Creía que tenía una voz potente, pero era solo que estaba cerca el altavoz.
Hay quienes temen tanto equivocarse que no aciertan nunca.
Martes, 8 de diciembre
HAY COSAS QUE NUNCA CAMBIAN
Cuando aprendan que no solo existe la disyuntiva "o" sino también la copulativa "y", la mayoría de los habituales agoreros articulistas se quedarán sin tema.
Qué sorpresa la suya si, antes de escribir la habitual diatriba contra las redes sociales, observarán lo que pasa a su alrededor. Comprobarían que, aunque se tengan mil y un amigos en Facebook, la gente sigue saliendo a tomar copas con los amigos de siempre y que los adolescentes enamorados, además de mandarse imágenes eróticas por Internet, se siguen despidiendo con interminables besos, con besos de los de siempre, de los de labios y lengua, en el portal de casa.
Miércoles, 9 de diciembre
ALGUNAS NOCHES
Al dejar de estar enamorados descubrimos que nunca estuvimos enamorados, que solo creíamos estarlo.
Si solo te has casado una vez, es como si no te hubieras casado ninguna.
Enamorarse es perder la cabeza y no echarla de menos.
Solo algunas noches de verano, durmiendo al raso, con las estrellas mirando divertidas cómo me acariciaba la luna, me he sentido el rey del mundo.
Jueves, 10 de diciembre
LA CONSPIRACIÓN
En el vuelo de Munich a Sofía, atando cabos de lo que había oído acá y allá, se me ocurrió de pronto la idea de la conspiración. Quieren hacer de Albert Rivera el nuevo Suárez, eso ya es sabido, pero no que a Pablo Iglesias le corresponde hacer el papel que en la primera transición tuvo Carrillo: domesticar a los que tienen la tentación de irse por las afueras del sistema. Se trata de conseguir que Ciudadanos sea el segundo partido más votado, que el primero no consiga en el Congreso los suficientes apoyos para formar gobierno y que, finalmente, aludiendo a los Bárcenas y a los Eres, subrayando los muchos puntos que tienen en común en la lucha contra la corrupción, Podemos dé sus votos a Rivera para que sea presidente del Gobierno. Una segunda transición, con reforma constitucional que otorgue nuevos poderes al Jefe del Estado. Porque los conspiradores, los que han hinchado el globo de Ciudadanos, han dejado correr el bulo de que cuentan con la simpatía del Jefe del Estado.
Paranoicas sospechas las mías. El próximo día veinte espero comprobar con alivio que estaba equivocado. Otro Suárez supuestamente manipulable no, por favor. Aunque luego acaben dando su nombre a un aeropuerto.