Jueves, 29 de octubre
EL MAGO BIENVENIDO
El local se llama la Judería, pero al ser un nombre de uso demasiado frecuente en Hervás se le conoce como Los Cordobeses, por la procedencia de sus dueños. El camarero, de poco más de veinte años, es mago y cuando le apetece entretiene a los clientes con algún truco. Durante nuestra cena, se limita a los juegos de mano con la baraja, pero como también adivina el pensamiento yo me lo imagino trayéndoles a los clientes lo que desean comer antes de que estos se lo pidan.
Tardo en dormirme. Decido salir un rato a la terraza de mi habitación, en el Jardín del Convento, a pesar del frío de la noche, y entretenerme con la fosca silueta de las montañas que cierran el horizonte y co el cielo cuajado de estrellas. Paso un rato abstraído en mis pensamientos y de pronto noto algo extraño, vuelvo la cabeza y veo al mago Bienvenido (ese es su nombre) apoyado en el otro extremo de la barandilla, sonriente, fumando y bebiendo de un gran vaso con un extraño licor verde que parecía tener una luz y todo lo volvía de ese color.
––¿Qué haces aquí?
––En realidad no estoy aquí, pero como soy mago puedo estar donde no estoy. He venido porque adiviné que algo te preocupaba. Dime qué es.
––No es algo que se pueda arreglar con ningún truco.
––Yo soy un mago de verdad, no un ilusionista. No engaño a la gente haciéndoles creer que ven lo que no ven. Si no fuera un mago de verdad, ¿cómo iba a estar aquí?
––Pues te voy a contar lo que me pasa, seas un mago o no. A menudo tengo la impresión de que no soy real, de que nada es real.
––La vida es sueño, ya lo dijo Calderón.
––O más bien de que yo soy real, pero no es real nada de lo que me pasa. Solo soy un actor que interpreta un papel que han escrito otros.
––Como todos. El gran teatro del mundo, también lo dijo Calderón.
––Y otra cosa peor. Que hubo un error de casting, que mi vida es un desastre porque el papel que me asignaron no era el que más me convenía.
––“A debida distancia, / cualquier vida es de pena”.
––¿También has leído a Brines?
No me respondió, bajó hasta el jardín e iluminado por la luz verde de lo que me había parecido un vaso y era una lámpara, desapareció caminando por la huerta.
Viernes, 30 de octubre
DE LA MANO DE LA MELANCOLÍA
He venido a Extremadura como pregonero del “Otoño Mágico” que se celebra los fines de semana de noviembre en el valle del Ambroz, el río de mi pueblo. Afortunadamente el pregón es en Hervás, donde siempre me encuentro a gusto, y no en Aldeanueva del Camino, donde no hay un rincón que no esté lleno de viejos fantasmas, de punzantes esquirlas..
Salgo del paso como puedo, con recuerdos de infancia, vagos elogios y verdadera emoción. Hablar de estas tierras ya no es para mí hablar solo de estas tierras, sino de otras cosas demasiado importantes como para hablar directamente de ellas. Termino con tres sonetos. El verso siempre ayuda a decir las cosas de la manera más memorable y con las menos palabras posibles.
De las cuatro estaciones de la vida,
la fama se la lleva primavera,
pero para pasar la vida entera
sin duda es la mejor la que hoy convida
a gozar de los frutos y los oros
de este valle, estos bosques y este río.
Más dulce el fruto cuanto más tardío,
el tiempo nunca agota sus tesoros.
Baños, Hervás, Segura y Abadía
donde aún dialogan Lope y Garcilaso,
Garganta, Gargantilla, paso a paso,
de la mano de la melancolía,
hasta Casas del Monte, hasta un camino
que en Aldeanueva marca mi destino.
CORRIENTES AGUAS, PURAS, CRISTALINAS
Hablé del valle del Ambroz y luego recorrí los pueblos al norte de mi pueblo: Gargantilla, Segura de Toro, Casas del Monte. En todos ellos, lo que más me sorprendió fue el insistente rumor de las aguas, la banda sonora de los arroyos que bajan de la montaña. Parecían ponerle música a los versos de Garcilaso que una y otra vez volvían a mi memoria:
Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde Prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
yedra que por los árboles caminas
torciendo el paso por su verde seno...
Un virgiliano edén, pienso. Pero si a Adán no le hubieran expulsado del paraíso, ¿cuánto tiempo habría continuado siendo un paraíso?
Domingo, 1 de noviembre
LA MÁS ANTIGUA COSTUMBRE
“Morir es una costumbre / que sabe tener la gente”, escribió Borges en una de sus milongas. Y a veces pienso que no es una mala costumbre, siempre que se practique a su debido tiempo.
Si yo pudiera escoger el mío, ¿qué tiempo sería ese? Cuando dejara de interesarme por lo que pasa en el mundo, cuando pensara que todos los políticos son iguales, que ya no se publica nada que valga la pena, que los jóvenes hablan cada vez peor, que ya no se respeta la ortografía, que a dónde vamos a ir a parar… Cuando escuchara cualquier tópica tontería (la diga quien la diga, incluso un buen amigo), y no me dejara llevar por las maleducadas ganas de rebatirla de inmediato.
Antes pensaba que cuando dejara de ser capaz de enamorarme, pero ya he aprendido que sin estar enamorado se vive bastante mejor..
Sin estar enamorado de otra persona, quiero decir. Porque sin estar enamorado de mí mismo creo que no podría vivir ni medio minuto.
Martes, 3 de noviembre
A TODO HAY QUIEN GANE
El próximo viernes, Andrés Trapiello presenta una obra mía en la librería Alberti. “Es una librería pequeña –me advierte un amigo–, quizá no quepan en ella dos egos tan grandes”.
Llevo discrepando de Andrés Trapiello desde hace más de treinta años. No hay libro suyo que no haya elogiado públicamente (salvo quizá sus novelas) ni del que no haya discrepado. Lo último, su versión del Quijote, que a mí me parece muy atinada cuando pone en lenguaje contemporáneo lo que hoy no se entiende de la novela para que podamos leerla como los contemporáneos de Cervantes, y un completo disparate cuando le quita innecesariamente su sabor y su color a la prosa cervantina, como un aplicado y poco ducho corrector de estilo.
A pesar de todo, sigue siendo amigo mío. Yo creo que es el que más tiempo me ha resistido. Me gusta discutir, ponerlo todo en cuestión, no aceptar tópicos y eso supone demasiada tensión para la mayoría de la gente, sobre todo a partir de cierta edad. De vez en cuando, algún amigo se harta y no quiere saber más de mí (el último, mi librero favorito). Lo lamento, claro, pero no demasiado: mientras queden otros con los que entretenerme llevándoles la contraria..
Yo, en cambio, no me canso de nadie, por muy dogmático, pesado y de derechas que sea. En realidad, cuando menos se parezca a mí una persona más me gusta hablar con ella; me fascina la infinita variedad de la mente humana.
Siempre recuerdo lo que me dijo Martín López-Vega: “Tú no trabajas, juegas a que trabajas”. Es verdad. Y también que yo no me peleo con la gente: juego a que me peleo. Pero todo tiene una excepción. Esta vez, esta única vez, he sido yo quien se ha cansado de colaborar con una vieja amiga, de tratar de ponerle razonables compuertas a su desmedido afán de imponer a toda costa su voluntad.
Recuerdo una cena con Ángel González, Luis García Montero, Jon Juaristi y creo que Aurora Luque. García Montero, medio en broma, dijo que Josefina Martínez y yo nos parecíamos bastante. Respondí de inmediato que no teníamos nada en común, que no podíamos ser más opuestos, que yo no, que yo nunca, que etc., etc. Por entonces, ya era en sus últimos años, Ángel González hablaba poco; se sentaba en una esquina de la mesa, escuchaba y sonreía. Yo me sentaba a su lado. En voz baja le escuché decir: “Algo os parecéis; sois los dos igual de cabrones”. “¿Cómo?”, “Que sois los dos igual de cabezones”. “Ah, qué susto. Creí oír otra cosa”. Pero sigo creyendo que la primera vez oí perfectamente.
Por una vez he sido yo el que no ha tenido paciencia. ¿Quiere eso decir que por fin he encontrado a alguien todavía más tercamente insoportable que yo o solo que me estoy haciendo viejo?
Miércoles, 4 de noviembre
CADA VEZ MENOS
Lo que de verdad nos mantiene vivos es tener un buen enemigo que combatir. Yo voy teniendo cada vez menos enemigos (ventajas de no ser importante), pero para compensar sospecho que los amigos se fían cada vez menos de mí.