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Al servicio de quien me quiera: Por quién tocan las campanas

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Sábado, 12 de abril
DESEOS INCONFESABLES

Un juego al que me gusta jugar, en la cama y mientras llega el sueño, es a imaginar mi vida si, cada vez que dudaba en una encrucijada, hubiera tomado la decisión contraria. En general, creo que tomé buenas decisiones.

            ---¿Ni siquiera te arrepientes de vivir solo? ¿No echas de menos un hombro en que apoyarte en los días que se avecinan?

            ---La verdad es que esto de vivir solo no se me da muy bien. Llevo ya viviendo solo medio siglo y aún no me he acostumbrado. Siempre voy por ahí hecho un Adán, como se decía antes. Ni me fijo en la ropa que me pongo. En eso soy muy machadiano. Pero lo que yo echo de menos no es una pareja, sino solo un buen mayordomo.

            ---O un ama de cura.

            ---Cuando las había. Tampoco estaría mal, como el papa Ratzinger en sus tiempos de emérito, tener cuatro ángeles de la guarda, cuatro monjitas, que atendieran a todas mis necesidades materiales para que yo me dedicara solo a leer y a escribir. Pero esas canonjías no son para los ateos.

Domingo, 13 de abril
UNA GRATA COSTUMBRE

Nunca dejo de lamentarme en los malos días ni de protestar de las cosas que no me gustan, pero cuántas veces me olvido de agradecer los días felices. Ni siquiera dejo constancia de ellos, como temiendo que alguien me los robe.

            Hoy he sido tan feliz como aquel buen amigo, que tan mal final tuvo unos días después, cuando entró en Jerusalén montado en un borriquillo. Que conste.

Ser feliz de vez en cuando, es una grata costumbre que espero mantener toda la vida

Lunes, 14 de abril
TAL DÍA COMO HOY

Hace un año andaba yo por Montauban y Collioure visitando las tumbas de Azaña y Machado.

Qué desvaída ya para casi todos la memoria del 14 de abril. ¡Cuánto ha llovido sobre aquel entusiasmo! Yo ahora soy como el republicano Castelar: accidentalista en cuanto a las formas de gobierno. Pero cuando toque decidir entre una jefatura de Estado hereditaria y otra electiva, votaré república sin duda.

            ---¿Y cuándo nos van a dejar decidir eso? ¡Nunca! Eres un hipócrita, Martín.

            ---Solo se cambia de régimen cuando fracasa el régimen anterior.

            ---¿Y no te parece bastante fracaso el de esta farsa que tenemos?

            ---Pues no, al menos en lo que se refiere a la jefatura del Estado.

            ---¡Claro, como te invitan a comer todos los años!

            ---No exageres. Aunque es cierto que yo no como con cualquiera. Con el anterior, ni aunque me invite a lo mejores mariscos en Sanxenxo.

Martes, 15 de abril
POMPAS FÚNEBRES

Yo también, como todo el mundo, admiré en su tiempo a Vargas Llosa; luego fue a poco dejando de interesarme. Primero, las novelas; después, todo lo demás. Y no creo que fuera solo por su deriva política, aunque también.

Ahora comienzo a entender la razón; la dejan entrever Gioconda Belli y Manuel Jabois entre el centón de artículos convencionalmente encomiásticos. La prosa seguía siendo la misma, pero en su mente se habían instalado las confusiones de la senilidad. Sus últimos libros, que yo comenté con cierta crueldad, quizá no deberían haberse publicado. ¿A qué esa recopilación de escritos sobre Borges, que estaban muy bien olvidados en las hemerotecas, junto a algún precario poema? ¿A qué ese libro sobre Galdós tan desenfocado, a pesar de que, según la nota final, lo leyó y revisó Andrés Trapiello?

            No nos vemos. Nos negamos a creer que ha llegado la hora de hacer mutis de dejar, si no de escribir, sí de publicar. ¿Está llegando ya para mí sin que yo me entere? Cuando distraído voy a pagar la cuenta en el supermercado, lo he contado ya más de una ocasión, a veces alzo la vista y me sorprende el anciano que veo en el espejo que hay frente a la caja. Tardo unos instantes en darme cuenta de que soy yo. ¿Pasará lo mismo con lo que escribo? ¿Seré ya el Baroja de los años finales sin haber sido nunca el Baroja de los buenos tiempos?

            Alivia mi mala conciencia por la hiriente sinceridad al comentar los últimos libros de Vargas Llosa la certeza de que él no los leyó ni apenas los leyó nadie. Puedo decir siempre la verdad y solo la verdad (aunque no siempre toda la verdad), porque hablo en un rincón perdido y lejos de los altavoces.

            Una muerte, cualquier muerte, nos entenebrece el día: es un aviso, como los timbres en el teatro antes de que comience la función, de que se va acercando nuestra hora. Pero los escritores, en tanto que escritores, no mueren o mueren solo para sus familiares y amigos. Después del triste final en Ginebra, Borges sigue acompañándome como cuando estaba vivo (lo sigue estando). ¿Ocurrirá lo mismo con Vargas Llosa?

La verdad es que a mí hacía tiempo que había dejado de acompañarme y me apetece poco volver a las novelas que tanto me fascinaron en su momento. Otra cosa son sus ensayos que contagian amor por la literatura y sus reflexiones políticas antes de que se dejara llevar del bracete por sus últimas amistades españolas.

 

Miércoles, 16 de abril
POR AMOR AL ARTE

¿Podría haber sido yo un buen escritor profesional? No me faltan condiciones para ello. Soy laborioso y puedo vivir con poco. Pero nunca me pareció que esa fuera la mejor manera de ganarse la vida.

            Cuento estas cosas en la tertulia cibernética y no falta quien se burla de mí.

            ---¡Otra versión de la fábula de la zorra y las uvas! “Están verdes”, gritas como la zorra aparentando desdeñar unas uvas, que le hacen la boca agua, tras no haber sido capaz de alcanzarlas.

            ---También puedes decir que detesto los concursos literarios porque no he sido capaz de alcanzar ninguno. Pero mal puede ganar ninguno a quien no se le ocurre presentarse.

            ---Si tan malos son, no sé por qué aceptas ser jurado.

            ---Malos, en principio, no son. Pero sí son demasiados y han creado (me refiero a los de poesía, que son los que conozco) una casta de profesionales más o menos correctos y completamente prescindibles.

            ---¿Y tú crees que no eres prescindible, aunque no seas profesional?

            ---Probablemente lo sea. Pero esa es otra cuestión. Para que te toque la lotería, lo primero que tienes que hacer es comprar un billete. No garantiza nada, pero es condición imprescindible. Si quieres ser escritor profesional, no puedes desdeñar la novela que es, salvo excepciones, ahí está El infinito en un junco, el único género en que se pueden conseguir derechos de autor medianamente aceptables. Es curioso. Yo siempre he creído que descendía de cristianos nuevos, esto es, de judíos conversos que se quedaron por aquellas tierras de Hervás y Aldeanueva, pero me comporto como un viejo hidalgo que considera que trabajar para ganar dinero es un desdoro. Un verdadero caballero se dedica a actividades sin ánimo de lucro. Yo, en ese sentido, no he llegado del todo a ser un perfecto caballero, pero sigo considerando que emplear el tiempo en actividades que solo sirven para ganar dinero es una pérdida de tiempo.



Jueves, 17 de abril
SIN SORPRESAS

“¡Que sorpresa te vas a llevar si luego resulta que te mueres y descubres que Dios existe!”, me repite siempre que me la encuentro por estas fechas una amiga muy mayor (o sea, casi de mi edad) y muy devota.

            ---No sé, no sé –le respondo--. La sorpresa creo más bien que se la llevaría él. “Vaya criatura más insoportable y respondona que he creado”, diría. Seguro que con tal de perderme de vista me resucitaría al instante, como a Lázaro.

            Pero tras la muerte no habrá sorpresas para los que no se hacen falsas ilusiones ni desengaño para lo que se las hacen. No habrá nada, simplemente. Y qué felicidad que así sea. Todo el dolor se queda aquí, hasta que a cada uno nos vaya llegando la hora. 

Viernes, 18 de abril
YO PREFERIRÍA

“¿Tú qué preferirías? ¿Tener todos los defectos y una sola virtud o lo contrario?”, me preguntan en la tertulia.

            ---Hombre, depende. Yo preferiría ser como al gato de Colette, que tenía todos los defectos y una sola virtud: era encantador, en lugar de parecerme a aquel santo varón del que escapó Emilia Pardo Bazán, que tenía toda las virtudes y un único defecto: era insoportable.







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