Domingo, 3 de noviembre
OTRA VEZ ÁNGEL
No fue
exactamente como encontrarme con el manuscrito perdido de las Rimas, ese
que desapareció con el asalto al palacio de González Bravo durante la
revolución del 68, pero casi. Un amigo me trae a Los Prados viejos papeles que
ha encontrado en casa de sus padres.
---¿Tú sabes de quién serán estos
poemas?, me dice pasándome una manoseada carpeta que antes de abrirla ya me
resulta familiar.
---¡Por supuesto! Es el original a
máquina del último libro de Ángel González. El siguiente se publicó
póstumo.
---¿Y cómo ha aparecido en mi casa?
---Eso quisiera saber yo. Te cuento
una historia que creo que ya he contado más de una vez. Un día, hará de esto
más de veinte años, me llamó Josefina Martínez. “Tengo un encargo para ti de
parte de Ángel González. Ha terminado un nuevo libro, pero no acaba de
decidirse a publicarlo. Antes le pedía siempre la opinión a Emilio, pero Emilio
ya no está. Y quería saber si tú estás dispuesto a echarle un vistazo y decirle
si vale la pena. Siempre ha sido muy inseguro en todo. Si no fuera por mí, ni
siquiera sería académico”. Acepté, por supuesto. Me pasó el original y unos
días después apareció Ángel González por la cafetería del Rosal que yo
frecuentaba por entonces para que se lo comentara. Por supuesto, yo sabía que
no estaba allí para que yo le comentara sus poemas, como si se tratara de un
poeta joven, sino para que se los elogiara y le animara a publicarlos. Es lo
que hice. Me resultó conmovedora esa inseguridad en alguien rodeado siempre de
un coro de admiradores. No le puse ningún reparo, pero me atreví a hacerle una
sugerencia: que dividiera el libro en partes y titulara todos los poemas. La
primera sección y la última era fáciles de determinar y titular, “Otoños”,
“Otra luces”. Las “Glosas en homenaje a C. R.”, que él dudaba de si incluir en
el libro o no (si lo hacía era para aumentar algo las páginas, dijo) constituirían
otra sección. Y los poemas de amor, la sección segunda. Como el primero de esos
poemas, comienza con el verso “Estos poemas los desencadenaste tú”, yo le
sugerí el mismo título que propuse para el último poema de esa parte: “La luz a
ti debida”, con el doble homenaje a Salinas y Garcilaso.
Esa,
y el título de algunos poemas más, fue mi minúscula intervención en Otoños y
otras luces. Antes de ver a Ángel González, le conté a Silvia Ugidos que
estaba leyendo su último libro, que era quizá el primero en hacerlo. Ella, gran
admiradora, me rogó que le pasara una fotocopia. Yo me negué, no estaba
autorizado, pero parece que sí lo hice y esa copia es la que acaba de aparecer
en tu casa, Marcos, sin que pueda imaginar cómo ha llegado hasta allí. Pero
ahora ya tengo constancia documental de mi aportación, basta con comparar este
original con el libro impreso. Susana Rivera dice que yo ni siquiera era amigo
de Ángel González (y tiene razón, si ser amigo es haber andado de juerga con él
hasta las tantas de la madrugada) y la directora de la cátedra que se le dedica
no considera interesante lo que yo pueda decir sobre su poesía. Él pensaba otra
cosa. Cuando no estaba Alarcos, recurrió a mí, no a su admirado García Montero
ni a su querida Susana. Un inmerecido honor que debería quedar entre él y yo,
pero que no sé si seré capaz de callar.
Lunes, 4 de noviembre
EL PRADO EN LA
CASTELLANA
A mis
libros les falta la larga lista de agradecimientos que suele ser habitual, pero
eso evita que nadie tenga que cargar con mis lapsus y meteduras de mata. Leo Cultura
española en democracia, de Sergio Vila-Sanjuán, un apretado resumen de las
principales noticias culturales durante el último medio siglo. Refiriéndose a
la inauguración del museo Thyssen-Bornemisza, escribe: “Las colecciones del
barón, especialmente las de pintura alemana, impresionismo y pintura
norteamericana, completan a la perfección las de impronta real, sobre todo de
los Austrias, que el espectador puede hallar en el Prado, al otro lado de la
Castellana”.
Lo raro no es el despiste, sino que
ni la editora ni los correctores ni tantos amigos y familiares como le ayudaron
en su labor –la lista al final del libro-- tuvieran a bien advertirle de que el
Museo del Prado, como su propio nombre indica, está en el Paseo del Prado y no
en la Castellana, donde también será difícil encontrar al Thyssen.
Claro que bueno soy yo para afearle
lapsus a nadie. En un libro de 1986, La segunda generación poética de
posguerra, escribí Alfred de Musset cuando quería decir Gerard de Nerval.
Me di cuenta nada más verlo impreso y desde entonces me avergüenza. Me
reconforta un poco el que nadie parece haberse enterado. Quizá sí, y más
educados que yo no quisieron mencionarlo.
Miércoles, 6 de noviembre
POR QUÈ ME ALEGRO
---Parece
mentira, Martín, que te alegres tanto porque Trump no solo haya ganado las
elecciones, sino que lleve camino de arrasar. ¡Pero si ha cometido más delitos
que Begoña Gómez y el fiscal general español juntos y casi tan graves! No sé
por qué se alegra un hombre de izquierdas como tú. ¿Solo porque ha prometido
acabar de un plumazo con la guerra en Ucrania que lleva camino de ser otra guerra
de los cien años? ¿Solo por eso?
---No solo. También están las
masacres de Gaza y Líbano.
---¡Pero si ha declarado una y otra
vez que es el mayor amigo de Israel!
---También lo soy yo. Veremos cómo se las arregla para sacar a Israel del pozo en que los extremistas de uno y otro lado le han metido. Pero lo que es seguro es de que no volverán a repetirse escenas tan vergonzosas como la que ha llegado a mí por fuentes muy fiables (un hacker que tiene acceso a la Casa Blanca). Como pronuncio muy mal el inglés, te leo traducido el pasaje principal de la conversación.“BIDEN (con voz apenas audible): Netanyahu, cariño, a ver si me dejas de matar civiles y empiezas a cumplir un poquito las leyes internacionales, que te me estás convirtiendo en un líder terrorista más letal que los de Hamas y Ezbolá, aunque con más razones que ellos, por supuesto, que no es lo mismo defender a tu pueblo, si este está formado por los pobretones palestinos, que a los ciudadanos de Israel, faltaría más. Pero, por favor, deja de matar civiles un poquito. NETANYAHU (a gritos): ¡Dejaré de hacerlo cuando me dé la gana! BIDEN (alzando algo la voz, tratando de mostrarse enérgico). ¡Pero ni un minuto más tarde, eh! ¡Ni un minuto más tarde!”
Jueves, 7 de noviembre
BUENOS LECTORES
Entre
los viejos papeles que un amigo me pasa aparece, junto al mecanoscrito del
libro de Ángel González, el de uno mío, El pasajero. Lleva la fecha de
1991 y está lleno de anotaciones a lápiz de quien sería su editor, Andrés
Trapiello. Me sorprende su atenta lectura, que había olvidado, y me sorprende
aún más que en bastantes ocasiones le hice caso. Al poema “Al releer versos de
adolescencia” le tacha dos versos y le añade la siguiente indicación: “Prueba a
eliminar estos versos. No pasan de ser declaración de intenciones. Empieza el
poema –Tsvietáieva contra Brodsky-- por lo más alto. El poema es espléndido”.
No sé yo si el poema es espléndido, pero gana mucho eliminando lo que no es más
que inútil literatura.
Bastantes años después, otro editor
y poeta, Abelardo Linares, leyó atentamente el original de Casual, mi
último libro, y lo acribilló a punzantes comentarios. Pero esta vez no hice
caso de ninguno. Parece que nos volvemos menos inteligentes con la edad.
Viernes, 8 de noviembre
YO NO TE OLVIDO
Un
amigo al que le gustan esas cosas ha contado las menciones a Trump que
aparecieron durante el último año en El País: exactamente mil trece, más
que las de Biden y Kamala juntos, y todas negativas. Afortunadamente para él,
ese periódico se lee poco en Estados Unidos. Ahora, tras el nefasto resultado
(¡un triunfo de la desinformación!, claman), no para de enumerar las desgracias
que se le avecinan al entero universo. Creen combatir a Trump y solo siguen
ayudando a su triunfo. Por poco que acierte, aparecerá como gran estadista por
contraste con los vaticinios.
Mientras la sangre no llegue al río,
la política entretiene. Pero la sangre sigue llegando al río. Y no hay trifulca
que tape el dolor de Valencia. En la otra catástrofe, la del 57, participé en
un acto para recaudar fondos. Tenía siete años, se organizó en las escuelas de
Aldeanueva del Camino, donde yo aún vivía y fue la primera vez que recité en
público. El poema se titulaba “A Valencia”, venia en la Enciclopedia Álvarez,
su autor era Pérez Escrich, y yo aún lo recuerdo: “Entre naranjos y limoneros,
/ crecen fecundos tus arrozales / y son alfombra de tus senderos / las
madreselvas y los rosales. / Patria adorada, yo no olvido / y hoy que el
invierno mi frente inclina / recuerdo siempre donde he nacido / como recuerda la
golondrina / su amante nido”.