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Coraje y alegría: La verdad

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Sábado, 15 de junio
LA POETA Y EL REY

---En 1983, asistí a la reunión anual que, con motivo del día del libro, organizaba el rey Juan Carlos en los jardines del palacio de la Zarzuela. Me convenció Blanca Andreu para que la acompañara. Ella estaba loca por ir. Vestida de negro, hacía lo posible por acercarse al rey. En torno a Juan Carlos, estaban Hortelano, Benet y alguno más, los popes; ese era el corrillo principal. Al acercarnos, Benet le dice: “Señor, le voy a presentar a dos jóvenes escritores”. Creo que Blanca tenía más interés en ir a ver a Benet que al rey, o a los dos a la vez. Nos presentó. Yo estaba en segundo plano. Era un marciano vestido con el traje de boda del padre de El Gran Wyoming, porque como no tenía traje y era amigo de José Miguel Monzón me lo prestó. El rey de repente mostró gran interés por Blanca, por mí ninguno. “¿Qué escribes? Me gustaría mucho…”. Todos los demás muy serios. Benet, siempre tan arrogante, estaba muy cortesano. Hubo un momento en que se delató el Borbón: “Un día te voy a llamar para que me enseñes tus poemas, por curiosidad…”. Blanca se creció. Él me miró y dijo: “Si a ti no te importa, claro”.

            Quien habla es Julio Llamazares en la biografía de Juan Benet que acaba de publicar Benito Fernández. No nos cuenta si el rey llamó luego o no a Blanca Andreu, pero deja claro que eso de que don Juan Carlos no tenía ninguna preocupación cultural forma parte de la leyenda negra de tan benemérito personaje. Le interesaba, por lo menos, la joven poesía. 

Domingo, 16 de junio
MIRADOR

“Tú has subido a la torre Eiffel, ¿no, Martín? ¿Y a la torre Gálata, y al Empire State y a la noria gigante de Londres y al campanile de San Giorgio en Venecia y seguro que hasta a la Giralda?”, “Por supuesto, Cristian, por supuesto. Me gusta ver el mundo desde lo alto. Por eso no me pierdo ningún mirador de ningún lugar al que voy, ni siquiera ninguna noria. Las últimas, en Bayona y Florencia”, “¿Y has estado en el mirador de El Fitu?”, “No, ahí, no”, “Pues ya tengo qué regalarte este cumpleaños”.

            Y aquí estoy, temprano en la mañana de domingo, antes de que empiecen a llegar los turistas, como sobre la mano de un gigante que me alzara del suelo y me permitiera ver toda Asturias a mi alrededor, en un mágico diorama.

Trato de poner nombre a las cumbres que me rodean y a las playas y a las villas que diviso diminutas allá abajo. Nubes y claros, niebla y sol. Siento el deslumbramiento de Adán el primer día en el paraíso. Me da la impresión de si, fuerzo un poco la vista, podría divisar sobre las olas la isla de San Barandán o las torres y las cúpulas de Camelot, la capital del rey Arturo. El mugido de unas vacas, al pie mismo del mirador, pone una bucólica banda sonora a mi ensoñación.

            ---Gracias. De verdad. Es el mejor regalo.

Martes, 18 de junio
CANTA Y NO LLORES

Me temo que no estoy a la altura de mi leyenda. Tengo fama de ser un hombre cuadriculado. Quienes me conocen saben dónde voy a estar en cada momento del día. La gente podría poner en hora su reloj, como con Kant, cuando yo paso cada mañana, camino de una cafetería, o cada tarde, camino de otra. No niego que eso no fuera así durante un tiempo, demasiado tiempo. Pero ahora cada vez es menos verdad. Sigo teniendo una agenda precisa, pero no me importa cambiar de planes.

 A las siete llego a la cafetería de los martes. Llevo un libro para leer (en este caso releer), los Gritos del combate de Núñez de Arce, despreciado por la historia de la literatura pero que a mí me fascina por lo que tiene de entrelazamiento entre poesía e historia. Suelo leer hasta las ocho y luego regreso a casa pasando por el supermercado (hago la compra del día, siempre a última hora), pero hoy me llama Dalia Alonso.

---¿Te apetecería ver Don Gil de Alcalá? Tengo una entrada para el ensayo general. ¿Puedes estar en la puerta de la otra vez a las ocho menos cuarto?

Puedo. En Oviedo todo está a un paso, así que cinco minutos después estoy en la puerta de atrás del teatro y, nada más llegar, asoma Dalia con sus hábitos blancos de figurante y me pasa la entrada.

Apenas había oído hablar de Don Gil de Alcalá, pero antes de que se alce el telón, ya me he enterado, gracias a la magia del teléfono, de que esta ópera cómica, de Manuel Penella Moreno, estrenada en 1932, se inspira en El si de las niñas y en Los intereses creados. También de que una hija del compositor se casó con Ramón Ruiz Alonso, el asesino de Lorca.

El comienzo no promete demasiado, pero poco a poco me voy dejando seducir por la música y por esos dos pícaros que se hacen pasar por héroes. Los graciosos tienen gracia, cosa rara en el teatro de ayer visto hoy. Y hay una cierta burla del patrioterismo español. Importó poco que el viejo galán sea tan joven como el joven. La puesta en escena tiene una delicadeza rococó en sus blancos y dorados. Reconozco a Dalia, con su perfil helenístico, que canta en el coro y algo interviene en la acción.

Salgo del teatro con una sensación de ingrávida felicidad. Sigo teniéndolo todo previsto, pero cada día me gustan más las propinas imprevistas. 

Miércoles, 19 de junio
MATIZAR Y ATIZAR

Se habla mucho, con temor y temblor, de la Inteligencia Artificial. Yo, que soy un poco despreciativo del vulgo municipal y espeso, aunque intento disimularlo, confío en ella más que en la inteligencia natural de la mayoría de las personas, incapaces de comprender que se pueda no compartir la ideología de un político y aplaudir una de sus decisiones. El mundo de mis contrincantes intelectuales suele ser un mundo en blanco y negro, como el de todo el mundo, por otra parte.

            ---¡Pero cómo puedes defender a Putin! ¿Es que no ves cómo trata a los opositores, cómo trata a los homosexuales?

            ---Yo no defiendo a Putin, lo que no hago es apoyar a Zelenski. Tampoco defiendo a Hamás, aunque sea un detractor de Netanyahu.

            ---Dedícate a la literatura, que es lo tuyo, y deja la política para los que entienden de esto.

---Eso mismo me dijo Amelia Valcárcel aquella vez en que ella apoyaba a Susana Díaz, como todos los que sabían de política, y yo a Pedro Sánchez. “Ese chico no llegará a ninguna parte”, recuerdo que me dijo. “Tiene menos recorrido político que Hernández Mancha”.

            ---Bueno, entonces tú tenías razón y no ella o el impresentable de Felipe González, pero ahora no.

            ---Ya veremos. El tiempo pondrá las cosas en su sitio. Te resumo mi opinión. En política interior, prefiero Biden a Putin. En política exterior, Putin a Biden. La elección de Donald Trump será un desastre para los inmigrantes y para las libertades civiles, pero es posible que acabe con algunas de las barbaridades en que anda involucrado Estados Unidos y su descerebrado monaguillo, la Unión Europea.

            ---Qué horror. Qué cosas dices. Tú hasta te alegrarías de que en las próximas elecciones francesas perdiera Macron.

            ---Exacto. Y en las presidenciales norteamericanas me alegraría de que no ganara Trump, pero perdiera Biden.

Viernes, 21 de junio
VAYA CON CHAVES

Parece que Manuel Chaves Nogales no fue siempre el santo patrón de la tercera España, odiado por igual por los dos bandos que se enfrentaron en la guerra civil. A su merecido encumbramiento actual, ha contribuido tanto como su mérito literario una supuesta virtud cívica que Andrés Trapiello, según creo, fue el primero en subrayar con su vehemencia característica.

Se reeditan ahora los editoriales del diario Ahora en el tiempo en que estuvo bajo la dirección de Chaves (los primeros meses de la guerra) y no parece que le dejen en buen lugar. “Hay que fusilar a los que huyen ante el enemigo”, dice en uno de ellos. Y en otro: “¿Qué es eso del canje de prisioneros? ¿Qué es eso de la humanización de la guerra?” 

No era Chaves de los más empeñados en parar la barbarie. Otros clamaron contra los excesos de aquellos primeros meses, contra el tomarse la justicia por propia mano, con más fuerza que él, entre ellos Julián Zugazagoitia, luego entregado a Franco por la Gestapo y fusilado.

            Para Andrés Trapiello, Chaves Nogales fue marginado durante décadas por haber denunciado los crímenes de la zona republicana. Yo le señalé que esos crímenes –paseos, Paracuellos-- fueron reprobados por muchos republicanos y por el propio gobierno de la República. No me hizo ningún caso. Tampoco se lo hará ahora a estos editoriales que rescata Juan Carlos Mateos en Junto al pueblo en armas. A la verdad le cuesta abrirse paso en la ceguera de las ideologías.



             

 


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