Sábado, 6 de enero
EL MEJOR REGALO
Terminan
estas fiestas de Pascua, que suelen hacerme la pascua alterando todas mis
costumbres, de la mejor manera posible: con la alegría impaciente de mis
personajes literarios favoritos desenvolviendo los regalos que los Reyes les
han dejado en mi casa.
Solo donde hay niños es Navidad, solo donde hay niños hay Reyes; sin ellos no hay más que una sucesión de comilonas y un barullo en los centros comerciales.
Domingo, 7 de
enero
EL ASOMBRO DEL
PAPA
En
1923 viene Einstein a España a dar una serie de conferencias. Lo entrevistan en
el tren que lo trae de Barcelona a Madrid: “Mi vida es muy irregular. A veces,
cuando me preocupa un problema, no trabajo durante días enteros; me paseo, voy
vengo en mi casa, fumo, sueño y pienso. Por el contrario, hay semanas en las
que no ceso de trabajar”.
Exactamente como un poeta. Cuando no
trabaja –cuando los demás creen que no trabaja-- es cuando trabaja de verdad. Es entonces
cuando aparecen los descubrimientos, el resto es ponerse mecánicamente a
escribir o a trajinar en el laboratorio.
La entrevista con Einstein la
encuentro esta mañana en un libro, El periódico del siglo, que conmemora
los cien años del ABC. Está lleno de
firmas ilustres, de media historia de la literatura del siglo XX, pero a mí más
que los artículos literarios, sean de Cela o de Borges, me interesan los textos
propiamente periodísticos. La entrevista con Einstein o la de José Juan Cadenas
con Benedicto XV.
Estamos en 1915, cuando la Gran Guerra, y
el papa le pregunta al periodista, si España continuará con su neutralidad. Y
esta es la reflexión del periodista: “¿Y qué hemos de hacer sino seguir siendo
neutrales? Nos ha sorprendido el conflicto europeo distanciados de la política
internacional. En el juego de las alianzas no representamos ningún papel… Es el
resultado de treinta años de política imprevisora, ignorante y torpe. Las
grandes potencias han confundido a la nación española con los políticos que nos
gobiernan, y en el desprecio que siente por estos han envuelto a la nación
entera… Se nos considera como un Portugal más grande. No se cuenta con España
para nada… Se la desconoce… Se la ignora… Los hombres que vagabundeamos por
países extraños nos damos cuenta de esta dolorosa verdad, que nos hace sufrir y
nos arranca lágrimas de impotencia y de rabia”.
El papa, como nosotros, se queda
atónito ante esas afirmaciones. “¡La guerra es terrible! –murmura--. Mejor mil
veces la neutralidad”.
Pero parece que entonces había
españoles que consideraban que no luchar con unos o con otros, que no ofrecer
algunos miles o millones de muertos en aquella casi inimaginable hecatombe, era
un desdoro para el honor de España. ¿Cómo íbamos a creernos semejante
barbaridad si no la leemos en un periódico de la época y enunciada nada menos
que ante el papa?
Lunes, 8 de enero
BELLE ÉPOQUE
La
mayor parte de los libros de versos, de las novelas, de las obras de teatro que
se publicaron o se estrenaron en 1914 han dejado de tener interés. Pero, en
cambio (¡quién lo iba a decir!), la guía del Real Automóvil Club de Asturias
que se publicó ese año resulta apasionante. Era la belle époque, bella solo
para unos pocos.
En el Real Automóvil Club no podía entrar cualquiera:
“El ingreso se determinará por votación, con bolas blancas y negras entre todos
los señores socios, entendiendo que seis bolas negras determinan la no admisión
del candidato”. Y se podía ser expulsado si el comportamiento no se atenía a
determinadas normas: “Será dado de baja el socio que falte a las leyes del
honor o de la delicadeza, dentro o fuera del recinto del domicilio social, haya perdido la pública estimación o se
dedique a negocios o industrias que pudiesen perjudicar el buen nombre de la
sociedad”. Nos gustaría que se nos explicaran algunos ejemplos de la falta de
delicadeza o qué negocios o industrias pueden hacer perder el buen nombre del
Club.
Averiguamos también que la gente
bien viajaba entonces con sus sirvientes y que estos tenían un precio especial
en los hoteles. En el Hotel La Serrana, de Avilés, la pensión completa es de nueve
pesetas, pero para sirvientes solo de cuatro y media (seguro que los alojaban
en las peores habitaciones y les daban de comer las sobras).
No dejan de sorprendernos las aclaraciones
que en ese tiempo era preciso hacer a los automovilistas: “Un hombre
embriagado, tendido en mitad del camino, que se obstina en no levantarse a
pesar de oír perfectamente el toque de la bocina, no nos autoriza a pasar sobre
él si podemos evitar su encuentro. Si no nos es posible evitarlo, nuestra
obligación consistirá en detenernos. Nuestro derecho no llegará nunca al poder
de atropellarle”.
Y sorprendidos nos deja la insistencia en
el papel terapéutico del automovilismo. “¿Puede
el uso del automovilismo ejercer influencia favorable sobre ciertas
enfermedades?”, se pregunta el redactor. Y no duda en contestar que sí.
Y no solo eso, hasta parece que puede competir con Lourdes. El automóvil descubierto, a velocidad moderada, cura el insomnio. También las enfermedades de la piel, el asma, los catarros, la tuberculosis, las enfermedades del estómago y hasta la tosferina de los niños.
Martes, 9 de enero
ME LO VOY PENSANDO
“Estos
duros días de invierno ¿no se te hace muy cuesta arriba vivir solo?”, me
preguntan o me pregunto.
---Se me hace.
---¿Y no has pensado en buscarte quien
te haga compañía? Ya vas teniendo edad.
---Lo pienso siempre que estoy
enfermo. O sea, pocas veces.
---Pues a partir de ahora van a ser muchas
más veces. La biología no perdona.
---Por una pareja tradicional no
creo que me decida. Yo, como en las películas antiguas, preferiría un ama de
llaves o un mayordomo. El de Batman no me vendría mal.
---Cualquiera de esas opciones te
saldría mucho más cara, y además tendrían vacaciones y fines de semana libres.
---Tendré que ir pensándomelo.
Miércoles, 10 de
enero
ELOGIO DE UN
REPUBLICANO
Tomo
un café con Ángel Miguel González, el nuevo director del periódico en el que
colaboro desde hace años. Es el tercer director que conozco. No viene de fuera.
Era subdirector desde hacía ya veinte años.
No parece que, en lo que a mí respecta,
vayan a cambiar mucho las cosas. Le agradezco que me deje seguir disfrutando de
la misma libertad que Íñigo y Marcelino. Con frecuencia, yo afirmo una cosa en
mi colaboración dominical, y el editorial de ese día defiende la contraria.
---Alguna vez me han llamado para
quejarse –me confiesa, aunque no me dice quién--, pero yo respondo que los
colaboradores son libres, que no representan la opinión del periódico. Mientras
no me llamen de la Casa Real… –bromea--. Entonces tendría que pensármelo.
---Sospecho que de ahí no te van a llamar. Me parece que la opinión que los reyes tienen del anterior jefe del Estado se parece bastante a la mía, si no es peor por estar mejor informados. Felipe VI no puede decir lo que piensa, obviamente, pero sus actos hablan por él: expulsó de España a su antecesor y si no le retiró el título “honorífico” de rey fue porque no se lo concedió él sino Rajoy en una disposición que firmaba, creo recordar, el propio rey Juan Carlos. Y eso cuando ni jueces ni fiscales se atreven a investigar, con el curioso pretexto de que la Constitución permitiría a Luis Roldán o a Al Capone ser reyes de España. Felipe VI cumple con sus obligaciones, es lo contrario de su antecesor. Solo un vez me parece que, mal aconsejado, perdió los papeles. Fue cuando el discurso con motivo del conflicto catalán, ahora ya más o menos encarrilado, gracias a la fuerza de los votos..
Jueves, 11 de
enero
LAS FAMOSAS
AMENAZAS
Curiosa
teoría la de mi amigo Abelardo Linares. Me reprocha que yo hable en público de
cosas privadas. “¡Hombre! –le digo--. Escribo un diario personal, no la crónica
parlamentaria. De algunas cosas privadas tendré que hablar”.
---De las tuyas, no de las ajenas.
Si alguien te amenaza en privado, en privado debe quedar.
---Si un escritor me amenaza con
cortarme el cuello si vuelvo a referirme a sus libros, ¿no crees que eso deben
saberlo los lectores?
---Nadie te ha amenazado con
cortarte el cuello ni con partirte las piernas, solo te ha dicho que si vuelves
a mencionar su nombre tendrás que atenerte a las consecuencias.
---Y me atengo. Todos los días antes
de subirme al coche reviso cuidadosamente los bajos.
---¡Pero si tú no tienes coche!
---Las precauciones nunca están de más. ¡Hay que ver cómo se las gastan algunos poetas andaluces!
Viernes, 12 de
enero
INCREÍBLE, PERO
CIERTO
No digo nada nuevo si digo que el mero hecho de vivir es el mayor deporte de riesgo. Lo que no me imaginaba es que el de crítico literario pudiera ser un oficio tan peligroso como el de corresponsal de guerra.