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Coraje y alegría: Por malos que nos parezcan

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Sábado, 16 septiembre
EL REGALO DEL FANTASMA

Ayer encontré un tesoro, y no metafórico. Paso por la librería del centro Reto que está al lado de mi casa, en Bermúdez de Castro, y en un rincón, entre manoseados bestsellers, saldos y títulos sin mayor interés, me estaban esperando la tercera edición de La realidad y el deseo, la última que preparó su autor, la que leyeron y admiraron Brines, Valente y los otros poetas que le homenajearon en La caña gris, y a su lado Sombra del paraíso, de Aleixandre, en la edición de Adán, de 1944, y Todo más claro y otros poemas, el último libro que publicó en vida Pedro Salinas, y siguen las sorpresas. Una sensación mareante.

            En todos los volúmenes, la misma firma: José Vega Merino. Busco su nombre en Internet y no encuentro más datos que un libro suyo, Lo que a mí me pasa, publicado en la colección Provincia, de León, en 1980. Por entonces, yo estaba suscrito a esa colección, así que pensé que probablemente lo tenía en Avilés. Y aquí estaba. Es un primer libro y una especie de poesía completa, lleva el subtítulo de 1949-1979. Miro la contracubierta para conocer algunos datos de ese poeta que era tan buen lector y que parece no volvió a publicar más, pero, redactada en primera persona, no ofrece ningún dato concreto: “No creo que tenga demasiada importancia para el hipotético lector de estos poemas saber si fue en este o en aquel lugar del vasto mundo donde los hados decidieron un día que yo apareciera, pues a mí me parece que tanto monta uno como otro. Tampoco creo que interese a nadie conocer la fecha en que se produjo tan fausto acontecimiento. Mayor peso sin duda que este par de anécdotas para la vida de cada uno tienen otras muchas circunstancia que sería farragoso e impúdico enumerar”.

            Un fantasma, un auténtico fantasma desvanecido en el tiempo es quien ayer viernes me hizo tan maravilloso regalo. Lo único cierto que sé de su vida es que una tarde de noviembre de 1954 visitó a Vicente Aleixandre y le leyó su versos, según consta en la dedicatoria de Nacimiento último, el único de estos libros que está dedicado. También sé que era un buen lector y no solo por las sutiles marcas que ponía en el índice señalando, sin duda, los poemas que más le había gustado, y que suelen ser los mejores (o al menos los que yo también prefiero), sino porque el ejemplar de En un vasto dominio, el libro en que Aleixandre se convierte en abanderado del realismo y la poesía social, está intonso a partir de la página 89 (y tiene 250); parece que no necesitó más para saber que no merecía la pena seguir leyendo.

Domingo, 17 de septiembre
OTRO REGALO

El viernes un regalo mayor, hoy un regalo menor. Desde tiempo inmemorial, tengo la costumbre de ir al cine los domingos, una buena costumbre que espero no perder. Hoy toca Misterio en Venecia y, por al azar de los puntos de la tarjeta Yelmo, resulta que la entrada me sale gratis. Lo considero un regalo de Poirot, con quien tengo algunas cosas en común, como la vanidad y la confianza en las células grises.

            La película recrea una historia de Agatha Christie, como las dos anteriores de Kenneth Branagh, pero lo hace, afortunadamente, con muchas libertades, aproximándola a Henry James. El palacio en que transcurre la historia es un personaje más, como en Los papeles de Aspern, y algo tiene que ver la atmósfera con la de Otra vuelta de tuerca. También está Poe, a quien lee un niño sabihondo que da un poco de miedo. Y luego está la altana del palazzo en que se aloja Poirot, con sus vistas sobre el Gran Canal y el de la Giudecca. Y qué maravilla el plano aéreo final, al que se sobreponen los títulos de crédito, que parece acariciar minuciosamente la ciudad. Mientras los más apresurados abandonan la sala, yo voy poniendo nombre a las cúpulas, los campaniles, los campi.

Lunes, 18 de septiembre
LEER PARA VER

No soy un fetichista ni un fanático de las primeras ediciones. Me gusta leer los libros en la mejor edición, pero a menudo, sobre todo cuando es una edición anotada o está incluida en la poesía completa, la mejor es la primera.

            Releo Sombra del paraíso y me deslumbra casi tanto como cuando lo descubrí en la adolescencia. Todo más claro creía haberlo leído, pero algunos poemas me suenan ahora como nuevos. Quizá los pasé por alto –son extensos y algo divagatorios-- en las poesía completas.

            Me detengo sobre todo en los poemas neoyorquinos. Con “Pasajero en museo” recorro el Met. Me imagino una edición ilustrada de este poema. Sería la mejor guía del museo. Se detiene ante los retratos de Al Fayum: “Tú, mozo egipcio con mirar de brasa, / tan joven consumido en pura llama / que no sabrás jamás de tu ceniza”. Y a continuación ante un Vermeer: “Tú, en pie, dama holandesa, alma en los ojos / --que no se ven-- leyendo / una carta, esa hoja amarillenta / suelta de un indeciso continente, / detrás, en la pared, mapa de octubre”. Luego un ángel flamígero, el timbre de las cinco, le expulsa del edén y sale al mundo, descendiendo un escalón tras otro hasta la Quinta Avenida el primer sábado de otoño. Alza los ojos, como yo los alzo ahora del libro, y contempla –contemplo-- las nubes doradas que acuden a ofrecerle su marco a la hermosura celeste de la tarde para invitarla a que se quede.

Miércoles, 20 de septiembre
ARMANDO GUERRA

Como un dinosaurio escapado del parque Jurásico, reaparece un político al que admiré hace tiempo, en otro siglo. Presumía entonces de no dejar espacio para nadie a su izquierda, ahora se esfuerza en no dejarlo a su derecha.

             “Qué difícil es, cuando todo baja, no bajar también”, que diría nuestro común Antonio Machado. 

Jueves, 21 de septiembre
EL INNOMBRABLE

Hay curiosas coincidencias. Ayer aburrí en la tertulia contando mis actuales desventuras con Felipe Benítez Reyes, que últimamente la ha tomado conmigo y, cuando menos me lo espero, me fulmina un desabrido correo que me amarga el día. Hoy, mientras tomo  el café habitual de la mañana, se me acerca un conocido con un libro que acaba de conseguir por Amazon y que quiere le dedique. Es Poesía española 1982-1983, un anuario que no tendría continuación y que armó cierto revuelo en su momento. Voy al índice y veo que el primero de la sección “Los que se incorporan” es mi Némesis actual, Felipe Benítez Reyes. Termino afirmando que, tras este su primer libro, Paraíso manuscrito, “no podrá ser excluido de ningún recuento de la joven poesía española”. Parece que acerté. Hoy sigue siendo válida esa afirmación si prescindimos de la palabra “joven”. Y en los cuarenta años que han pasado desde entonces he reseñado la mayor parte de sus obras, le he antologado, le he citado en incontables artículos sobre poesía, le he publicado en todas las revistas que he dirigido o editado, he comentado sus poemas en clase. Es uno de mis clásicos contemporáneos.

            ---¿Y por qué crees tú que te odia?, me preguntaron en la tertulia.

            ---Ni idea. Siempre le he admirado y elogiado, aunque con matices que tienen que ver con las novelas (que me interesan menos) y con un dejarse llevar a veces por ciertas virguerías estilísticas.

            ---Es mejor escritor que tú. ¿No será que le tienes envidia?

            ---Pues entonces debería ser yo el que me metiera con él, no él conmigo. A veces leo un artículo de los que publica en los periódicos de Vocento y no puedo evitar ponerle un mensaje felicitándole. Benítez Reyes es grande incluso en lo pequeño, en lo más circunstancial. Es el Ramón Gómez de la Serna de su generación, pero con menos prescindible aturullamiento.

            ---¿Y por qué no le dices a él lo mucho que le admiras en lugar de decírnoslo a nosotros?

            ---Mi admiración la considera la peor de las amenazas. Eso al menos es lo que me dice en la última carta. En una anterior, más amenazadora, me prohibió terminantemente que mencionara su nombre.

            ---¿Puede hacerlo? Si uno publica un libro, ¿cómo va a prohibir a nadie que hable de ese libro?

            ---Afortunadamente vive en Rota y hace años, siglos, que no nos vemos.

            ---Afortunadamente, porque yo en tu caso no estaría tranquilo si me topo con él en un lugar solitario.

Viernes, 22 de septiembre
YO PREGUNTO

En el artículo de Eliot sobre Milton que inicia el número 10 de Realidad, la revista que en los años cuarenta publicaron en Argentina Guillermo de Torre y Francisco Ayala --lo encuentro en Reto (¿otro regalo de Vega Merino?)--, aparece, subrayada, una frase: “Yo pregunto si alguna guerra civil seria ha concluido jamás”.

            La política, a veces, parece la continuación de la guerra por otros medios. Mucho mejores, por malos que nos parezcan.

 


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