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Coraje y alegría: Justicia poética

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Sábado, 2 de septiembre
TE VAS A ENTERAR

El odio, como el amor, es sin porqué. Quizá no siempre, pero siempre en los casos más graves. Yo debería tener muchos enemigos, y quizá los tenga, más entre los viejos que entre los jóvenes, por mi mala costumbre de no dejar a ningún santón dormirse sobre sus laureles. Pero, en la mayor parte de los casos, es gente a la que no trato y por eso no me entero de su malquerencia. Si yo quisiera obtener alguna sinecura literaria, un premio, una subvención, una invitación para hacer turismo a costa del Cervantes, o simplemente ser entrevistado o reseñado, me esperarían con la vara del castigo en la mano. Y no es que a mí no me importe el éxito. Me gusta tanto como el chocolate, los helados o la música. Lo que pasa es que puedo pasarme perfectamente sin esas cosas.

            Por eso me sorprendió tanto la carta de uno de los escritores más destacados de la generación siguiente a la mía, a quien leo desde que publicó su primer cuaderno y del que he reseñado casi todos los libros. Elogiosamente, por supuesto, aunque siempre con algún reparo, marca de la casa. Con un vago pretexto (cité una carta suya que aparecía en la exposición sobre Clarín), me envío un correo lleno de amenazas. Ningún temor me inspiraron, aunque no tenían nada de broma. Nunca habíamos sido muy amigos, solo nos vimos personalmente en algún encuentro literario. Comprendo la ruptura o la antipatía, pero no ese odio tan visceral, como de ruptura de pareja. Tras darle algunas vueltas, renuncio a buscar una razón. El odio, como el amor, es sin porqué. Le prometí, para tranquilizarle, no volver a reseñar ninguno de sus libros y ni siquiera a mencionar su nombre. A lo que no puede renunciar es a seguir admirándole.

Lunes, 4 de septiembre
CONFIDENCIAS DE MEDIA NOCHE

Cuando no puedo dormir, me levanto de la cama, me tiendo en el sofá, cierro los ojos y charlo con mi psicoanalista favorito.

            ---¿Eres feliz?

            --- A ratos.

            ---¿Cambiarías algo de tu vida si pudieras hacerlo?

            ---Unos días lo cambiaría todo y otros nada.

            ---¿Volverías un enamorarte?

            ---Si no queda otro remedio, pero preferiría no hacerlo.

            ---¿Te han defraudado mucho los amigos?

            ---Me temo que, como persona que no se hace demasiadas ilusiones, soy más de defraudar que de ser defraudado.

            ---Has dedicado tu vida a la literatura, ¿te arrepientes?

            ---No, por supuesto, pero el día tiene 24 horas. Creo que también debería haberme dedicado a otras cosas.

            ---¿Por ejemplo?

            ---A la política. He descubierto que me gusta mandar. Cambiar el mundo. Y para eso nada como la política. Sentir que el futuro de un país está en tus manos debe de ser muy emocionante.

            ---¿Hablas en serio? Es una gran responsabilidad.

            ---Y yo he sido siempre un irresponsable sin nadie a mi cargo, ni perro ni gato, haciendo siempre lo que me da la gana.

            ---Y hubieras preferido no tener tiempo para nada, sentir sobre tus hombros el peso del mundo.

            ---Exacto.

            ---No te creo.

            ---Y hace bien. La verdad es que de no me molesta ser quien soy. Tengo muchos problemas, pero ninguno –de momento, pronto empezarán las pejigueras de la edad-- personal, todos por empeñarme en hacer de buen samaritano. Presumo de egoísta, pero me temo que es una presunción vana.

            ---Te gustaría ser Dios.

            ---Exacto, pero un Dios mejor, más atento al día a día, a evitar el sufrimiento.

            ---Teológico estáis.

            ---Es que no duermo.

 

Martes, 5 de septiembre
NADA NUEVO

Estoy con mi café y mi libro en Atípiko, que parece ha sustituido definitivamente a la mesa redonda de Las Salesas, cuando alguien, de quien no recuerdo el nombre, me ve al pasar y entra a saludarme.

            ---Estará contento, ¿no? Se habrá alegrado al ver a Yolanda Díaz sonriendo junto a Carles Puigdemont, el huido de la justicia, allá en su escondite, la sede del Parlamento Europeo.

            ---Mentiría si dijera lo contrario.

            ---¿Y no le indigna que el futuro gobierno dependa de un presunto delincuente?

            ---Ironías de la historia. Recuerdo la crisis política de febrero del 31, la última de la Monarquía anterior. Tras intentarlo con Santiago Alba, exiliado en París como Puigdemont en Bruselas (Primo de Rivera le había acusado incluso de robar el coche oficial con el que huyó a Francia), Alfonso XIII encargó formar gobierno a Sánchez Guerra. ¿Y qué fue lo que hizo? Pues antes de hablar con ningún político afín, fue y se presentó en la Cárcel Modelo, donde estaba preso el Comité Republicano desde la sublevación de Jaca, que había llevado a la ejecución sumarísima de Galán y Hernández. En la tarde del 15, estaban los presos en la galería cuando se presentó ante ellos el director de la prisión, vistiendo el uniforme de gala, y con voz grave y ademán solemne les dijo: "Señores, acabo de recibir la orden de comunicarles que, dentro de breves instantes, el señor Sánchez Guerra, encargado por su majestad de formar gobierno, vendrá a la cárcel para hablar con los señores Alcalá Zamora, Largo Caballero, De los Ríos y Maura. Siento que el reglamento no me permita autorizarles comunicar en la sala de abogados en lugar de a través de la reja". Y a través de la reja dijeron que ni por activa ni por pasiva apoyarían un gobierno de la monarquía, aunque fuera para convocar inmediatamente elecciones generales. Dos meses después esos señores que estaban en la cárcel estaban en el gobierno y el rey en el exilio.

            ---Tiene buena memoria. ¿Cree que este rey acabará en un exilio más o menos dorado como los anteriores, el padre repudiado y el perjuro bisabuelo?

            ---No cultivo el género de la profecía.

   

Miércoles, 6 de septiembre
LO QUE MÁS ME IMPORTA

De todos los elogios que se ha dicho de mí (no muchos, la verdad, denuestos sí, en abundancia), el que yo prefiero, aunque no sé si muy exacto, es el que Enrique Bueres puso en la dedicatoria de su libro sobre la música de los ochenta: "El más duro, el más sincero, el mejor".

           De sobra sé que ni los dos primeros calificativos son muy exactos: la dureza es más bien rudeza  y la sinceridad, fingida. Callo lo que más me importa.

Jueves, 7 de septiembre
ENSAYO DE AUTOCRITICA
 

De vez en cuando, en este año de su centenario, pienso en Carlos Bousoño, a quien pasé de admirar a ser uno de sus más incisivos críticos. Muy humano ese comportamiento. "Al maestro, cuchillada" constata la sabiduría popular.

            Tenía yo catorce o quince años cuando, en la biblioteca Bances Candamo (para mí entonces la más exacta representación del paraíso), encontré dos libros que me enseñaron a leer poesía. Uno de Dámaso Alonso, Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos; el otro, de Bousoño, Teoría de la expresión poética. Con Dámaso Alonso aprendí a desentrañar la poesía del Siglo de Oro (todavía recuerdo casi todo los versos que citaba: "Infame turba de nocturnas aves / gimiendo tristes y volando graves"); con Carlos Bousoño, la poesía contemporánea.

            Con qué lucidez iba describiendo, clasificando, nombrando los recursos retóricos de los nuevos poetas: el desplazamiento calificativo (que era y no era la hipálage de los clásicos), las superposiciones temporales, las rupturas de sistema, comunes a la poesía y al chiste.

            Luego, en los setenta, tuve la suerte de conocerle personalmente (ya habíamos intercambiado libros y cartas), cuando vino como profesor a los cursos de verano de la Universidad de Oviedo. Sus clases eran tan deslumbrantes como sus libros. Muchos días, al final de ellas, varios alumnos le acompañábamos a tomar un café y luego hasta la puerta de su hotel, que estaba en el edificio de La Jirafa. No se cansaba nunca de hablar ni nosotros de escucharle.

            No le admiraba solo como estudioso. Su poesía primera, la publicada en los años cuarenta, quedaba un poco lejos, pero había sabido evolucionar y dos libros suyos le convertían en maestro de la poesía más joven, la de los novísimos: Oda en la ceniza y Las monedas contra la losa.

             Tras Teoría de la expresión poética se dedicó a corregir y a ampliar ese libro. Décadas después comenzó a desarrollar su pensamiento literario y se fue perdiendo en abstractas vaguedades. El mismo rumbo equivocado pareció seguir su poesía a partir de Metáfora del desafuero. No era yo el único que pensaba así: los nuevos poetas y los lectores se alejaban cada vez más de él.

            Acabé denostándole tanto como antes le había admirado. Ahora, en más de una ocasión, me maltrata a mí quien me admiraba. Justicia poética. No me quejo

Viernes, 8 de septiembre
ESOS ERRORES

De vez en cuando, me vienen a la memoria unos versos de Juan Gil-Albert: "Vivir es cometer esos errores/ que humanamente nunca se reparan".




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