Sábado, 28 de enero
TODO SE EXPLICA
Lo he contado muchas veces. La primera carta que recibí, tras la publicación de mi primer libro, fue de Vicente Aleixandre. Inmediatamente llegaron otras de algunos de los más destacados escritores de entonces, entre ellos José Camón Aznar y Dionisio Ridruejo. También fue pronto reseñado en La Estafeta Literaria, en La Vanguardia y en otros medios. ¿A qué se debía ese eco, que no ha vuelto a tener ninguno de mis libros? Siempre fue para mí un misterio: al autor no lo conocía nadie y no practicaba entonces ni practicó después la adulación o el “do ut des” en las relaciones literarias; los poemas no valían gran cosa (los excluí de las recopilaciones posteriores); el premio se convocaba por primera vez, y no sé si se volvería a convocar, y lo organizaba una minoritaria revista de Burgos, Artesa, que pronto se especializaría en poesía experimental. He tardado medio siglo en resolver el misterio. Resulta que el director de la revista, Antonio L. Bouza, era un militar, compañero y confidente del entonces príncipe de España, Juan Carlos de Borbón. En 2007 publicó un libro, El rey y yo, que al parecer no sentó bien en La Zarzuela. En Los hombres de Felipe VI, que acabo de leer y reseñar, lo citan ampliamente. Antonio L. Bouza, en 1972, estaba cerca, muy cerca, del poder. O de quien pronto lo tendría. Quienes mimaron mis Marineros perdidos en los puertos no era a esos perdidos marineros a quien mimaban.
Domingo, 29 de enero
DESGARROS DEL CORAZÓN
Como soy tan impaciente, si no viera el cine en las salas de cine, no lo vería en ninguna parte. O la película me atrapa a los pocos minutos o me pongo a leer un libro. No habría pasado de las primeras secuencias de Tár, por ejemplo, que comienza con la interminable sucesión de los títulos de crédito en blanco y negro (creo que no falta ni el nombre de la ayudante de la peluquera de Cate Blanchett), esa tabarra que suele aparecer al final cuando el público va abandonando la sala. Luego hay una entrevista a la famosa directora de orquesta Lydia Tár que parece va a durar lo que dura cualquier entrevista. Pero me alegro de haberme quedado a pesar de la pretenciosidad de Todd Field. Nada tiene que ver conmigo esa exitosa directora que se aprovecha de su poder, o quizá sí: su pareja rompe con ella y se lleva a la hija, a la que quizá no vuelva a ver más; se enamora de una joven rusa que solo busca escalar. Incluso el guionista, como si me conociera, copia una escena que me ha pasado a mí. “¿Nos vemos luego para cenar?”, pregunta Lydia a la violinista al llegar al hotel. “Estoy cansada, voy a dormir toda la noche, debe ser el jet lag”, le responde. Pero poco después tiene que bajar un momento a recepción y la ve, al fondo del pasillo, en elegante traje de noche, esperando el ascensor. Ese perder la cabeza, ese ser consciente de que vamos hacia el abismo y, como en una pesadilla, no poder volver atrás, qué bien lo conozco, lo mismo que otros más íntimos desgarros del corazón. Tár parece hablar de cosas muy distintas, muy a la moda, muy a lo Plácido Domingo o Harvey Weinstein, pero a mí es de eso de lo que me habla.
Lunes, 30 de enero
COMO POMPAS DE JABÓN
Una amiga me regala el libro Juegos de los niños, publicado en 1847 (se trata de una edición facsímil), que lleva el subtítulo de “traducidos de los mejores manuales acabados de publicar en París”. Lo abro al azar, como siempre hago, y con lo primero que me encuentro es con “las bolas o globos de jabón”, las irisadas pompas con las que tanto jugué de niño y con las que tanto he visto jugar a Martín. “Este juego infantil ha producido más reflexiones filosóficas que un voluminoso tratado de moral, porque el aspecto de esas bolas tan brillantes y tan frágiles nos recuerda lo ilusorias que suelen ser nuestras esperanzas”. ¿Cómo no recordar a Machado? “Nunca perseguí la gloria, / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción. / Yo amo los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles / como pompas de jabón…”
Martes, 31 de enero
LAS COSAS CLARAS
—Te jactas de ser más listo que nadie y de decir sobre cualquier asunto de actualidad algo obvio y que nadie ha dicho. Pues a ver si nos dices algo nuevo, y que ponga las cosas en su sitio, sobre la tan traída y llevada ley del “solo sí es sí”.
—Muy fácil me lo pones. El que se rebaje la pena a algunos condenados por delitos sexuales —que siguen siendo personas: odia el delito y compadece al delincuente, pedía Concepción Arenal— solo quiere decir que ese mismo delito, cometido hoy, tendría una pena menor que la que se le impuso en su momento. Y si es así y no se debe a triquiñuelas de los jueces para arrimar el ascua a su conservadora sardina, hay que aplaudir, no denostar. Sacan a la calle a quien no debería estar en la cárcel porque ya ha cumplido con la pena que corresponde a su delito.
Miércoles, 1 de febrero
CÓMO RECONOCER A UN MAL POETA
—Martín, te pasas. ¿Así que te crees capaz de reconocer un mal poeta sin siquiera haberlo leído?
—Por supuesto. Me basta con preguntarle por sus lecturas, por los poetas que admira.
—Pues menos mal que no te basta con ver cómo se peina.
—Y si quieres un recurso infalible, lo acabo de comprobar hace un rato en la tertulia, pídele que seleccione tres poemas que le parezcan excelentes de poetas actuales. Si te trae tres naderías o tres bodrios más o menos pretenciosos, no hay nada más que añadir. Lo primero para ser buen poeta es ser buen lector, distinguir la buena poesía del mero desahogo o la mediocridad pintada de purpurina.
Jueves, 2 de febrero
MIS PROBLEMAS
Sonriendo, rebuscó en su bolso, y me alargó una piedrecilla de las que uno suele recoger en la playa. “Es un talismán, tiene poderes mágicos. Ya sé que tú no crees en esas cosas, pero lo puedes comprobar cuando quieras”. Se parecía a la ancianita de los cuentos, con su pelo blanco, su cara arrugada y su voz dulce, una voz que a uno le gustaría poder escuchar en las noches de insomnio cantándole una nana. No debía tener muchos más años que yo, diez a lo sumo, pero era mucho mayor, no sabría explicarlo.
—Gracias, Inés. Buena falta me hace a mí un talismán.
—¿Problemas de dinero?
—De momento, no. Con lo que tengo me apaño.
—¿Problemas de salud?
—De momento, no. Cruzo los dedos.
—¿Problemas de pareja?
—De momento, no. El domingo fui, como de costumbre, a ver una película a Los Prados y aprendí una palabra nueva. “Tú no eres misógino —le dice la protagonista a uno de los personajes—. Tú eres misógamo”. Eso es lo que yo soy, misógamo, contrario al matrimonio, o sea a cualquier relación de pareja que dure, si no más de una noche, tampoco hay que exagerar, más de un fin de semana.
—Pues ya me dirás, hijo mío, cuáles son tus problemas. Vas a tener que devolverme el talismán. No te hace ninguna falta.
—Mis problemas son los de la gente que quiero, Inés. Déjeme, déjame el talismán, que yo sé bien a quien regalárselo.
Viernes, 3 de febrero
APRENDIZ DE DICTADOR
Me gusta la política, como me gusta la teología, pero no debería hablar de esas cuestiones con quien tiene firmes creencias contrarias. Me llama Abelardo Linares para comentarme el feo que le ha hecho el rey de Marruecos a Pedro Sánchez, ese dictador en ciernes que acepta los votos de quienes tienen las manos manchadas de sangre. “Hombre, Abelardo, esas cosas coméntalas con Trapiello o con Azúa, no conmigo, que soy puro sentido común. Pedro Sánchez no es jefe de Estado, no tenía que recibirle el rey, aunque hubiera estado bien. Marruecos nos tiene cogidos por los… Lugones, quiero decir, Ceuta y Melilla. O le hacemos caso o deja pasar a los inmigrantes y allí tenemos o una invasión diaria o una carnicería”. “¿ Y por qué vamos a devolverles Ceuta y Melilla si nunca fueron marroquíes?”, se exalta. “Que no se trata de eso, sino del problema que suponen”. Inútil razonar. Trato en vano de cambiar de conversación. Acaba enfadado y acusándome de ser un dogmático que siempre quiere tener razón. Pero yo sospecho que si le caigo mal a tanta gente no es por querer tener siempre razón, sino por tenerla demasiado a menudo.