Jueves, 25 de noviembre
DECADENCIA
A veces pienso que soy mejor enemigo que amigo. Como tengo la manía de la imparcialidad, cuando comento un libro lo trato con mayor rigor si es de un amigo que si es de un enemigo. Por eso tiene tanto mérito ser escritor y ser amigo mío. Abelardo Linares lo es desde los años setenta. Dejó de serlo un tiempo y luego volvió a serlo gracias a los buenos oficios de Andrés Trapiello.
Viene hoy a Gijón a presentar un libro y yo aprovecho, con el pretexto de enseñarle la ciudad, que no conoce, para volver a disfrutar de tantos rincones familiares, tomar un café en el Dindurra y subir hasta el cerro de Santa Catalina, pese al viento y la lluvia, a escuchar el canto de las sirenas.
Del periodismo y la literatura del primer tercio del siglo XX, Abelardo Linares lo sabe todo. Lo que vino a continuación le interesa algo hasta los años ochenta; después ya no hay poetas, ni creadores en general, que valgan la pena. Yo me río un poco de ese pensamiento apocalíptico, que se dio en todas las épocas. Vamos cumpliendo años y confundimos que el presente pierde interés para nosotros con que deja de tener interés. De momento, eso no me ocurre a mí, pero debo irme preparando para cuando, más pronto que tarde, llegue a la edad de mi amigo Abelardo..
Viernes, 26 de noviembre
SUERTE
Entro en el café el primero como siempre, me siento en la mesa de siempre, poco a poco comienzan a llegar los amigos y continuamos una charla sobre los libros y la vida que comenzó una tarde de viernes hace más de cuarenta años, cuando buena parte de mis amigos de ahora ni siquiera habían nacido.
Soy un hombre afortunado, pienso. “Te cambio tu tertulia por el Premio de las Letras de la Asociación de Escritores de Asturias”, me dice un bromista Lucifer.
“Pero si no vendes nada, si a nadie le importa tu opinión, si vives solo, si no tienes ni perrito que te ladre, ¿cómo estás tan encantado de haberte conocido?”, me pregunto. De sobra sé la respuesta: “El que soy se parece bastante al que siempre quise ser”. No del todo por mérito mío. He tenido esa suerte.
Domingo, 28 de noviembre
RIQUEZA
Me entero hoy de que hace unos días ha muerto Charo Piñeiro, que fue mi profesora hace más de medio siglo. A ella y a su marido, Jesús Neira, machadianamente sabio y bueno, les debo estar donde estoy. Ella me daba clase de Historia y él de Lengua en la Escuela de Magisterio. Por entonces. él era un tímido solterón al que rondaban, todos los alumnos nos dábamos cuenta, dos profesoras que también iban camino de quedarse solteras. El involuntario don Juan se rindió por fin a una de ellas, Charo Piñeiro, y la felicidad de aquella mujer enamorada la notamos todo. Hasta de Fernando VII, al que odiaba particularmente, nos habló bien aquellos días. Luego yo comencé a trabajar como maestro y a estudiar Filosofía y Letras. Aunque el expediente final era bueno, ni el catedrático de Literatura, Martínez Cachero, ni el de Lengua, Emilio Alarcos, mostraron el menor interés en que yo me quedara como becario en la Universidad. La verdad es que me faltaba una de las cualidades imprescindibles para ello: el servilismo. Lo mío, ya desde pequeñito, era la impertinencia y el creerme más listo que nadie. Y fue aquí donde intervino el azar y un mujer. Resulta que yo, a la vez que estudiaba y enseñaba a leer en una aldea perdida, había comenzado a publicar la revista, Jugar con fuego. Un ejemplar lo recibió Ángel González en Albuquerque. Y se lo comentó a su amigo Jesús Neira. Y este recordaba mi nombre y su mujer también y a ella se le ocurrió que yo podía solicitar la plaza de profesor interino que había sido convocada en la Escuela de Magisterio. Pero el plazo acababa ya y no tenían mi dirección ni, por supuesto, mi teléfono. Charo Piñeiro puso todo su empeño en averiguar por dónde andaba yo y llamó al colegio y me urgió a que presentara la solicitud. Y ahí empezó todo.
La verdad es que haber estado cinco años dando clases como maestro me sirvió de mucho. Ya sé que esto no debería decirlo, pero después de eso, las clases en la universidad nunca fui capaz de considerarlas un trabajo.
Jesús Neira, bastantes años mayor que Charo Piñeiro, murió en 2011. Ahora nos deja ella, pero no su memoria. Haberse encontrado con personas así es una riqueza que no se acaba nunca.
Lunes, 29 de noviembre
RAZONAR
Leo en El Ciervo un artículo de Jordi Sierra i Fabra, exitoso autor de narrativa juvenil, sobre la lectura en los centros escolares: “Hoy hay un problema añadido del que se habla poco y que, sin embargo, es mi caballo de batalla desde hace tres décadas: la censura. Cualquier joven puede ver el cine que quiera, matar bichos en videojuegos o ver porno en Internet. Todo libre. Pero los libros que lee se miran con lupa. ¿Por qué solo los libros? Hay profesores con miedo a poner según qué lecturas porque basta una sola madre loca pegando gritos para que le echen”.
Ejem, ejem, don Jordi Sierra y Fabra, ¿dónde aprendió usted a razonar? ¿Cómo es eso de que solo los libros que se leen en clase o se ponen como lectura obligatoria se miran con lupa? ¿Conoce usted algún colegio que ponga a los alumnos películas escandalosas o videojuegos o porno en clase? Fuera de clase, en su tiempo libre, también pueden leer cualquier cosa que les apetezca. Y eso de “una madre loca pegando gritos”… ¿Y por qué no un padre o una madre responsable?
Razonar correctamente no es una costumbre que suela tener la gente. Y ahí están las autoridades político-sanitarias y los exitosos escritores que viven del público cautivo de los centros escolares para demostrarlo.
Martes, 30 de noviembre
TONTEMIA
----Nunca fue más cierto eso de que el mundo está loco. ¿Tú has visto, Martín? Primera página de un periódico serio, de esos que nos alertan continuamente contra las fake news y los bots que vienen de Rusia: “La Organización Mundial de la Salud y el G-7 coincidieron ayer en alertar a la comunidad internacional de los riesgos que representa la variante del coronavirus ómicron, detectada en Sudáfrica. Los ministros de Sanidad del grupo de los siete países más ricos, bajo presidencia británica, avisaron de ‘la amenaza de una nueva y altamente transmisible variante de la covid-19, que exige una acción urgente’. Por su parte, la OMSadvierte en un documento técnico de que el riesgo global por la ómicron se evalúa como muy alto”. Lo más curioso, Martín, es que, tras un punto y aparte, la noticia de la primera página continúa así: “La comunidad científica no tiene certeza de que esta versión del virus sea más transmisible y escape a las vacunas”.
----Son esas profecías que se auto cumplen. Si el Banco de España afirma que la situación de una entidad financiera cualquiera, escogida al azar, es alarmante, aunque se trate de la más sólida, de inmediato se convierte en realidad: todos los inversores se apresuran a retirar su dinero. La variante ómicron no tiene la culpa del golpe que se ha dado a la economía de Sudáfrica, de la caída de las bolsas y de la nueva ola de pánico que recorre el mundo. La tienen la OMS y los ministros de Sanidad, pero eso lo sabemos tú y yo.
----Y lo sabe todo el mundo que sepa leer y quiera enterarse.
----Tú y yo y nadie más. Esa declaración alarmista y el que a continuación suspendan los vuelos de Sudáfrica, como si no bastara con controlar a los viajeros a la llegada, y no sé cuántos disparates más, no escandaliza a nadie.
----Martín, Martín, vas a tener tú razón. La epidemia vino acompañada de una tontemia de origen desconocido que afectó especialmente a las autoridades político-sanitarias y a los burócratas de cualquier especie.
Miércoles, 1 de diciembre
CIERTO
Vivo solo, pero no vivo solo.
Jueves, 2 de diciembre
EJEMPLO
Cuando Miguel Hernández agonizaba en el reformatorio de adultos de Alicante, uno de sus primeros protectores, el obispo Almarcha, prohombre del franquismo, se negaba a ayudarle hasta que no regularizara su relación con Josefina Manresa y dejara de vivir en pecado. Dejó de vivir, a secas, antes de que tan piadoso amigo --todo lo hacía por el bien de su alma-- intercediera por su libertad.
Yo también tengo mi Almarcha particular. Un amigo, enterado de que no participo en esa lucrativa farsa del vacunas para todos, para el nene y la nena, además de mandarme un artículo, no sé si de Rosa Montero o de António Damásio --basado en estadísticas científicamente probadas por supuesto-- titulado “Solo se mueren los tontos”, me dice que reza por mí. Lo que no me aclara es si reza para que me decida a aceptar la gracia salvífica de las Pfizer y las Modernas --¡Vade retro, AstraZeneca y Janssen!-- o para que me contagie de una puta vez --¡ya va siento hora, tío!-- y deje de ser un mal ejemplo.