Sábado, 2 de octubre
ACAMPARÍA
“Si hubiera hoy elecciones generales, ¿a qué partido votarías, amigo Martín?”, “A ninguno.”, “¿Te quedarías en casa tú que tan partidario fuiste siempre de los socialistas, contra viento y marea, y del apaño del 78?”,”Me quedaría.”, “Y si hubiera otro 15-M, otra enmienda general contra las consecuencias del 15-M y todo lo demás, ¿acamparías en Sol en señal de protesta?”, “Acamparía.”
Domingo, 3 de octubre
VUELVE, BOND
“Con extremada tristeza, tomo hoy mi pluma para escribir estas últimas palabras en las que dejaré para siempre constancia de los singulares dones que distinguieron a mi amigo, el señor Sherlock Holmes,”
Me imagino la desolación y el asombro con que los seguidores de Holmes leyeron en The Strand hace exactamente 131 años, allá por 1891, “El problema final”, la verídica crónica de la desaparición del detective, abrazado a Moriarty, en las cataratas de Reichenbach. Es la misma que siento yo hoy al salir del cine tras asistir al estreno de Sin tiempo para morir. Y las caras largas del resto de los espectadores, su silencio de duelo, me hacen suponer que su impresión es idéntica. Ganas me dan de iniciar una petición via Change.org solicitando ya que James Bond resucite de inmediato.
Todos sabíamos que este iba a ser el último Bond de Daniel Craig. En Sin tiempo para morir ya ni siquiera es el Agente 007 (ese número mítico corresponde ahora a una mujer, interpretada por Lashana Lynch), pero sigue siendo James Bond y James Bond no puede morir.
La película, que tan mal acaba, no puede empezar mejor, con imágenes de Noruega y de Italia unidas por una impactante elipsis: Madeleine, niña, escapa de su perseguidor por un lago helado y el hielo se quiebra y se hunde en las aguas y la vemos a punto de asfixiarse; cuando logra salir, estamos en Italia, en esa Italia de aguas azules y ciudades encaramadas en colinas que en el cine representa siempre el paraíso. Luego los títulos de crédito, una obra maestra que no habrían desdeñado en firmar Dalí y Buñuel y que podrían exhibirse independientemente en algún festival de cortometrajes.
James Bond no puede morir, no debe morir ni tampoco envejecer demasiado. Desaparecido Daniel Craig, ahora queda buscar otro actor –en torno a los cuarenta años, que es la edad ideal del personaje-- que viva nuevas aventuras en ese tiempo sin tiempo, el tiempo del mito, que es el suyo. Y el nuestro cuando abrimos los ojos asombrados y sin parpadear asistimos al trepidante carrusel de unas aventuras que nos llevan de un extremo al otro del mundo, haciendo realidad nuestro ensueño adolescente.
Lunes, 4 de octubre
JUAN RAMÓN SUPERSTAR
También la historia de la literatura se puede contar como un cuento de buenos y malos. José Antonio Expósito, en Ecos de una voz, ha escrito un trepidante disparate, que tiene a Juan Ramón Jiménez por superhéroe y a todos los demás escritores de su tiempo por villanos y rastreros imitadores. ¿Qué era Azorín más que un adulador de Franco que se dedicaba a avillanar su prosa en los periódicos? A Lorca, por su parte, le bastaba ver una foto del poeta en bata para hacerse él otra con la misma doméstica indumentaria. ¿Que Juan Ramón tenía un Ford, regalo del hermano de Zenobia? Pues Pedro Salinas se compraba otro? Hay mucha erudición en este libro --Juan Antonio Expósito conoce bien el archivo del poeta y rescata papeles inéditos--, pero también mucho malintencionado chisme (Juan Ramón Jiménez fue el gran sismógrafo y el gran chismógrafo de su tiempo): Un ejemplo, entre mil: “JRJ le oyó contar a Antonio Machado que en una ocasión ‘un señor canoso, inflado y suavón’ pidió en una peluquería de moda si le podían teñir el pelo de blanco. Y el peluquero le contestó: ‘De blanco no, señor, pero tengo un tinte muy elegante que lo pone violeta’. ‘Pues, hombre, eso es lo que yo quería’. Quien quería lucir el pelo violeta era Eugenio d’Ors”. Anécdota tan fiable como aquella otra en que hace morir a uno de los hijos de Pérez de Ayala en la guerra civil.
Hay escritores que son también personajes o, sobre todo, personajes. Juan Ramón Jiménez interesa quizá más que como autor de inagotables libros de poesía inéditos, pasto de filólogos, como enredador mayor, para bien y para mal, de la vida literaria de su tiempo. En el ameno libro de José Antonio Expósito da mucho juego como superhéroe, pero en una película de la Marvel quizá quedaría mejor como supervillano.
Martes, 5 de octubre
COMETO UN PREMIO MÁS
Detesto los premios literarios, nunca me presentaría a ninguno, nunca aceptaría ser jurado de ninguno, pero son ya veinte convocatorias las que llevo participando en el Emilio Alarcos. Siempre me digo que nunca más, que esta será la última vez y siempre acabo reincidiendo. Pero, en fin, ya lo dijo Ortega: yo soy yo y mis contradicciones. También me propongo callar en las reuniones, hacer como que escucho atento, no interrumpir a Josefina Martínez cuando nos refiere una vez más sin perdonar detalle su vida y milagros, no discutir con nadie.
Pero el hombre propone y Dios dispone y, año tras año, acabo interrumpiendo a todo el mundo –hasta a Josefina, lo que ya es mérito--, no dejándolos hablar y tratando de demostrar que, no ya lo que dicen, sino su entera manera de razonar resulta errónea, que deberían asistir a clases de lógica. Y lo peor de todo, lo que hace inexplicable que todavía me aguanten, es que en la mayor parte de los casos tengo razón. Una es la Aurora Luque que habla en sus poemas, con tan sabia, precisa y emocionada palabra, y otra la que no acierta más que a enhebrar un tópico banal tras otro cuando se refiere a las redes sociales, a James Bond (“ese insoportable machista”) o al tema estrella de la noche, mi reiterara afirmación de lo dañina para la salud y la integridad de las personas que ha sido la gestión de la pandemia, casi peor, o peor sin casi, que la propia pandemia.
Cada año, además, me piden que presente al poeta premiado, que pocas veces ha contado con mi voto. Salgo como puedo del compromiso. A fin de cuentas, mentir un poco está socialmente aceptado si se trata de una presentación.
Me alegra conocer a Antonio Praena, todo un personaje cuyas andanzas teológico culturistas sigo desde hace tiempo, y simpatizo enseguida con David Hernández Sevillano, que habla en sus mejores poemas de la aventura de descubrir el mundo con sus hijos. Menos mal que no saben que hice todo lo posible para que el premio no fuera para ellos.
Tenemos luego, tras el fallo, la lectura de poemas y todo lo demás, una nutrida y disparatada tertulia, como las de antes, en el Chelsea. Allí Berta Piñán se quita la negra mascarilla perpetua de consejera, deja de guardar distancias y vuelve a ser la poeta de siempre. Menos mal que Adrián Barbón no sigue mi Facebook y no ve las fotos, ni tiene tampoco la costumbre de leerme (le amargaría el desayuno los domingos), porque si no, es capaz de ponerla a hacer penitencia por dar tan mal ejemplo.
Miércoles, 6 de octubre
CONTRA LOS POETAS
Ando últimamente bastante obsesionado conque los poetas –y no solo ellos, claro-- son bastantes ajenos al pensamiento racional, que el razonamiento lógico les resulta una lengua extraña. Por eso en la tertulia virtual de hoy decido poner a prueba la inteligencia, y la paciencia, de los contertulios habituales y les propongo una serie de problemas lógicos. Sencillitos, que no quiero asustar. Por ejemplo: “Tienes dos jarras de agua, una de cuatro litros y otra de tres, Puedes llenarlas y vaciarlas cuantas veces quieras. ¿Cómo conseguirías la cantidad exacta de dos litros en una de ellas?”
Para mi sorpresa, los contertulios –incluso los que son buenos p
En un compendio de sabiduría hinduista, leo el siguiente apotegma: “Si quieres saber lo que vales, divide por dos lo que crees que vales; si quieres saber lo que valen los demás, multiplica por dos lo que crees que valen”. Me temo que es lo contrario de lo que yo hago.
Jueves, 7 de octubre
EN LA SUITE PRESIDENCIAL
Un buen amigo que trabaja desde hace años, lo mismo que su mujer, en un importante medio de comunicación, me cuenta que ha sido invitado a pasar unos días en Cádiz alojado en la suite presidencial de no sé qué hotel. “Es la más fastuosa suite en la que yo haya estado nunca, Martín”. Luego, es así de ingenuo, comienza a recitarme las ventajas de la tercera dosis, como si fuera la ministra del ramo, y me anima a que corra a ponérmela. “Te queremos mucho, no queremos que nos faltes”. Yo, como no soy mal pensado, no relaciono una cosa con la otra.
Viernes, 8 de octubre
LA PEOR ALERGIA
La alergia a la estupidez es la peor de las alergias. Se la encuentra uno por todas partes y en todas las épocas del año.