A partir de 1919, y durante más de una década, Antonio Machado vivió en Segovia. Se alojaba en la casa de huéspedes de Luisa Torrego, en el número 11 de la calle de los Desamparados. “Qué bien los nombres ponía / quien le puso nombre / a esta calle mía”, anotó en uno de sus “Proverbios y cantares”.
Sorprende la austeridad de ese alojamiento, convertido hoy en casa-museo. Para llegar a su habitación, Antonio Machado tenía que pasar por otra, ocupada por un empleado de Hacienda. Y Machado no era un desconocido entonces: se le tenía ya por uno de los más grandes poetas de la España contemporánea y como tal le saludaron los periódicos segovianos cuando se trasladó a esa ciudad.
A la devoción de uno de sus compañeros de alojamiento, debemos los poemas que se reproducen a continuación. Los borradores que el poeta desechaba, él los recogía de la papelera y los iba copiando en un cuaderno con primorosa letra de pendolista. Los originales de Machado pasaron, como tantos otros, a engrosar el archivo de Dionisio Gamallo Fierros, un erudito con mañas de urraca que nunca quiso dejarlos ver. Hoy se ignora su paradero. La copia es propiedad del poeta segoviano Luis Javier Moreno, quien muestra algunas dudas sobre su entera autenticidad. “Parece que José Tudela retocó o completó algunos de los borradores de Machado. Mientras no podamos compararlos con los originales, creo que es mejor no publicarlos”. Yo soy de la opinión contraria y por eso ofrezco aquí, como primicia, estas desconocidas muestras del genio machadiano.
EL AMOR
El amor es solo ausencia.
Cuanto más cerca, más lejos.
Cuanto más lejos, más cerca.
ENTRA LA LUZ
Entra la luz dorada de Sevilla
y entran con ella en esta tarde clara
los pasos de mi padre, y su preclara
sombra me trae una lección sencilla.
Hay un saber que sabe el hombre bueno
y que ignoran los sabios de este mundo.
Lo más claro es también lo más profundo;
lo propio puede ser lo más ajeno.
Ama y haz lo que quieras, nos decía
con el santo de Hipona mi buen padre,
alegre siempre en su melancolía.
Para que al final de mi vida todo cuadre
sumo esa luz, aquel amor, esta tristeza
y dejo que termine donde empieza.
AYER
Ayer tuvo su mañana,
mañana tendrá su ayer.
Pero el hoy que se te escapa,
nunca más ha de volver.
EN LA NOCHE DE VERANO
En la noche de verano,
aromada de jazmín,
hay una sombra que espera
a la entrada del jardín,
cerca, muy cerca del río.
Se escucha el ir y venir
de las aves y la gente
antes de irse a dormir.
Y el río del tiempo sigue
calmoso en su transcurrir.
Yo espero a quien no me espera
y ella no me espera a mí,
pero a los dos nos aguardan
cerca, muy cerca de aquí.
OTRA ESPERA
Espera y espera en vano
a que llegue la mañana.
Llega siempre tan temprana
que se lo encuentra dormido.
Morirá, y no ha amanecido.
SIEMPRE
Siempre es nunca y todavía.
QUIEN CANTA
Quien canta su mal espanta.
Pero este mal no termina.
Mi corazón ya no canta
o, si canta, desafina.
ERROR DIVINO
Muy aburrido estabas aquel día,
oh Dios, en que creaste el universo.
Todo era silencio y melodía,
un vacío sin fin nítido y terso.
Con tu tedio manchaste su blancura,
de dolor maloliente la llenaste.
La pura nada es ya pura basura.
Líbranos del lodo en que nos anegaste.
Ya sé, ya sé que inútil es mi aviso.
Sordo y ciego en tu nada, se te olvida
la podredumbre que llamamos vida.
Déjame, Dios, volver al paraíso
del no ser en que sueño haber estado
y que quizá yo mismo me he inventado.
EL TIEMPO
Ahora el tiempo se ha dormido
y yo le miro dormir
muy abrazado contigo.
ANCHAS TORRES
Anchas torres sin cigüeñas
en los campos y caminos.
En verano ya es invierno
porque tú no estás conmigo.
ME BUSCO
Me busco y me busco en vano.
Cansado estoy de buscarme.
Donde estaba ya no estoy.
Siempre estoy en otra parte.
SERRANA
Al aire de la mañana
tengo abierta la ventana.
Es invierno y hace frío.
Lo prefiero al calor mío.
Me abrasa un amor ardiente
por alguien indiferente.
Vente conmigo, serrana,
y cerraré la ventana.
ME AGUARDAS
En la clara mañana,
toda llena de luz,
hay un rincón oscuro
donde me aguardas tú.
ASÍ
Ocurrió así.
De tanto quererte
me olvidé de ti.
Volverá a ocurrir.
Cuando ya no te quiera
me acordaré de ti.
EN LA TARDE DE OTOÑO
En la tarde de otoño
la lluvia suena
en los cristales
de aquella escuela.
Truena el maestro,
los niños cuentan
musarañas y moscas
que en torno vuelan.
Sigue sonando
la lluvia eterna
en este cuarto,
en mi alma vieja.
Alzo los ojos
y allá me espera
un huerto claro,
una luz nueva
y un niño alegre
que canta y sueña
porque no sabe
lo que le espera.