Sábado, 12 de junio
NIHIL OBSTAT
“La mejor manera de vencer a la tentación es caer en ella” decía Oscar Wilde. Y hay tentaciones que yo nunca he sido capaz de resistir. La de viajar en el tiempo, por ejemplo. 114 horas de vuelo alrededor del mundo se titula el vehículo al que me subo esta tarde. El piloto es Enrique Aguilar, de quien no sé nada más que lo que él me cuenta: que estudió con los jesuitas, que fue marino, que sigue siendo un buen católico y por eso su libro lleva el “Nihil obstat” de un canónigo y el “Imprimase” de un arzobispo.
Se publicó en Barcelona en 1957. “Sinfonía en negro” se titula uno de los capítulos: “Recuerdo que apenas tenía yo 18 años sostuve una polémica con un americano sobre la raza negra. Los negros, decía el americano, son una raza inferior y no pueden ni deben convivir con los blancos. Yo sostenía que Dios no distinguía de colores y que todos éramos hermanos”.
Han pasado los años, ha pasado Enrique casi un mes en Estados Unidos (en una foto del libro se le ve junto a Cornel Borchers y Rock Hudson), y ya no puede ser tan categórico: “Como cristiano, sigo opinando que merece los mismos respetos un blanco que un negro, pero comprendo, no obstante, que la vecindad de un negro en la butaca de un teatro es molesta”. Y sigue: “Por otra parte, pese a sus estudios, el negro no tiene aún solera suficiente para reprimir sus instintos y cuando abusa del alcohol su primitivismo se pone inmediatamente de manifiesto”. Por eso los americanos, para librarse de los negros, inventaron la República de Liberia, pero el experimento fracasó: “La tragedia del negro consiste en haberse habituado al coche y a la nevera. ¿Cómo quieren ustedes que ahora se despoje de todo y vuelva a la jungla con su simple taparrabos?”. Antes que eso, prefieren seguir en Estados Unidos y ser objeto de vejaciones.
Nos frotamos los ojos, no acabamos de creérnoslo. Enrique Aguilar, como buen cristiano, siente un poco de pena por el sufrimiento ajeno, pero enseguida se consuela: “Claro que su epidermis no es tan sensible como la nuestra y posiblemente cosas que a nosotros nos parecerían terribles ellos apenas llegan a percibirlas”.
“Nihil obstat”, nada que objetar, por parte del doctor Cipriano Monserrat, canónico prelado doméstico de Su Santidad; “imprímase” ordena el arzobispo de Barcelona.
Eran tiempos en que uno podía decir lo que pensaba sin miedo a la dictadura de lo “políticamente correcto”. Así comienza el capítulo dedicado al Japón: “Esto es un paraíso para los hombres. La mujer se educa desde que es niña para respetar y servir al hombre, de forma que cuando se casa considera como la cosa más normal el quitarle los zapatos al marido cuando llega cansado a su casa, el levantarse antes que este para que cuando despierte encuentre ya su desayuno preparado y el quedarse en la casa por la noche levantada esperando a que regrese su marido si este salió con unos amigos”.
Domingo, 13 de junio
EL AMOR Y UN VIEJO
Soy un espectador ingenuo. Cuando leo un libro, sobre todo si es un libro de poemas, siempre le miro las costuras y los zurcidos y no hay puntada mal dada que se me escape. Cuando entro en una sala de cine, entro dispuesto a dejarme engatusar. Hoy, gracias a Gaza mon amour, visito un territorio que solo asoma a las noticias para traernos malas noticias. Voy al mercado, salgo a pescar en la estrecha zona permitida –apenas cinco kilómetros--, sueño con escapar a Europa, aunque sea arriesgando mi vida, maldigo a la policía político-religiosa que encuentra en el cerco israelí la mejor excusa para negarme todos los derechos, y me enamoro como un adolescente, que es como yo suelo enamorarme. Issa, el protagonista, tiene sesenta años en la ficción, pero Salin Dau, el actor que lo interpreta, nació el mismo año que yo. Con él bailo ilusionado mientras preparo la cena y suena una canción de Julio Iglesias: “que no se rompa la noche, que no se rompa”.
Pero mi fascinación por este vivir otra vida, tan distinta a la mía y tan semejante, no impide que la otra parte del cerebro considere un disparate toda la historia de la estatua encontrada. Los hermanos gemelos Tarzán y Arab Nasser (lo de Tarzán es pseudónimo, por supuesto) habrían necesitado la ayuda de un buen guionista. Y yo, que soy de las personas que pueden hacer más de una cosa a la vez, me enamoro cándidamente con Issa y me entretengo preparando dos versiones alternativas, una en que no hay tal encuentro de la estatua de Apolo y otra en que el dios ejerce su papel y detiene misiles en el aire y convierte en perros a los fieles burócratas de Hamás..
Lunes, 14 de junio
ME ALEGRA COINCIDIR
¡Cómo me alegra coincidir cada vez más en lo esencial con mi admirado Andrés Trapiello! Pienso, como él, que si Pedro Sánchez para completar la mayoría hubiera necesitado los votos de Ciudadanos, en lugar de los de Esquerra, ahora competiría con Rosa Díez a la hora de encontrar contundentes argumentos con los que rechazar los inminentes indultos.
Solo discrepo de mi exitoso amigo en un pequeño detalle: para él, las exigencias de la aritmética parlamentaria son un atentando a la Constitución y a no sé cuántas cosas más; para mí, contribuyen a aliviar una monstruosa injusticia, la privación de libertad a unos hombres de bien.
Ahora solo falta que al Príncipe de Maquiavelo, quiero decir a nuestro presidente del Gobierno, la misma necesidad de aglutinar votos para impedir la convocatoria anticipada de elecciones le lleve a pactar con elgovern un referéndum a la escocesa. Y que sea lo que los votantes quieran.
“Si hubiera muchos españoles como tú, habría menos independentistas” me dijo una vez un anónimo lector catalán, no sé si en tono de elogio o de reproche. Si era lo segundo, que no se preocupe: mis compatriotas, en este punto, se parecen más a mi querido Andrés Trapiello que a mí, con lo que los independentistas tienen garantizado ser abrumadora mayoría en muy pocos años.
Martes, 15 de junio
PREDICAR EN EL DESIERTO
----Siempre te estás quejando, Martín. Pero no tienes motivo. Pocas personas tan libres como tú para decir lo que piensan. Has escrito lo que creías conveniente, sin cortapisa alguna, de los últimos cercas y gimferreres y otros bodrios muy promocionados; has llamado presos políticos a los presos políticos; te has burlado de los jefecillos autonómicos que perdieron la cabeza durante la pandemia y todo se les volvía abrir y cerrar bares según las últimas estadísticas; has levantado la cabeza cuando todos la bajaban y decían amén, amén. Y no te han censurado, multado ni encarcelado, como sí creo que hicieron en el franquismo. No sé de qué te quejas.
----Sí, me han dejado el derecho al pataleo y lo he ejercido abundantemente. Pero porque no soy nadie, porque soy un escritor sin lectores y sin influencia alguna. Puedo decir lo que quiera en mi rincón provinciano, pero a cambio de que nadie me entreviste jamás en un medio de difusión nacional (¡hasta a Miguel Bosé le dan más cancha que a mí!), de que mis libros no se reseñen, de que nunca se me pregunte mi opinión. El hombre más libre es también el más ninguneado. Puede decir lo que piensa porque quienes manejan los altavoces ya se encargan de que nadie le escuche.
Juan Bonilla escribió una vez que mis reseñas a favor de sus libros no le habían hecho vender ni un ejemplar más y mis reseñas en contra no le había hecho perder ni un solo comprador. No sé si será verdad. Pero si me leyeran, que no me leen, el presidente del Gobierno y el del Principado pensarían lo mismo: “Lo que diga ese señor me la suda. Será muy sensato, será muy razonable, pero no me hace ganar ni perder un solo voto”.
Jueves, 17 de junio
SOÑANDO Y ESPERANDO
Cumplir años es una costumbre que suele tener la gente y a la que es fiel hasta la muerte. Yo no acabo de creerme que tenga ya 71 años, la edad que tenía Azorín en 1944 y Unamuno a comienzos de 1936. ¿De verdad soy tan viejo como ellos? Me parece inverosímil, debe ser que la falta de éxito, el no convertirse en una momia ilustre, es un buen conservante.
Tengo además la suerte de haber disfrutado toda la vida de una excelente mala memoria: olvido pronto, en cuanto acaban, los malos ratos. Y duermo bien y gasto todo lo que gano, alguna parte incluso en mí.
“Somos el tiempo que nos queda” afirmó Caballero Bonald. Pero mientras no sepamos el tiempo que nos queda siempre podemos pensar que tenemos todo el tiempo del mundo por delante. Es lo que yo pienso, como cuando era niño, como cuando era adolescente. Todavía creo que lo mejor, en la vida y en la literatura, está por llegar. Y lo que importa no es que llegue o no, sino que yo pase mi tiempo soñando y esperando, nunca desesperando.