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Sin propósito de enmienda: No me lo puedo creer

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Sábado, 8 de febrero
LOS VIAJES EN EL TIEMPO

En 1887 se publicó en Estados Unidos la novela Looking backward, de Edward Bellamy, que imaginaba cómo sería el mundo en el año 2000. Sonrío al leer cómo se describen los adelantos técnicos de ese futuro que ya es pasado: “En vez de enviar por el correo paquetes postales, van por tuberías desde los almacenes, con una velocidad de todos los diablos, trajes, brinquillos, alhajas y hasta pianos de cola y coches de cuatro asientos. Tal modo de remitir, o su artificio, se llama el teléstolo o el telepístolo y es complemento del telégrafo y del teléfono. Este último se ha perfeccionado ya a tal extremo en nuestra Utopía que cada cual le tiene en su casa y, sin salir de ella, oye si quiere óperas, comedias, sermones y conferencias de Ateneos y Universidades sin perder nota ni palabra ni tilde”.
            Comenta el libro Juan Varela, con su eutrapelia habitual en un número de La España moderna (junio de 1890), que yo leo esta tediosa tarde de sábado como una manera de viajar en el tiempo. Emilia Pardo Bazán habla de la mujer española, Cánovas de la democracia en Europa y America, Palacio Valdés de un libro de Miguel Moya sobre los oradores políticos, Fray Zacarías Martínez del moderno Anticristo, un tal Renán, se traduce además un cuento de Dostoyevski y un ensayo de Schopenhauer.
            Viajar al pasado es posible y una de mis excursiones favoritas; fantasear el futuro, una manera de hacer el ridículo. En el año 2000, según Edward Ballamy, habrán desaparecido los ejércitos, la educación durará hasta los 21 años, el trabajo hasta los 45, luego quedarán otros tantos para disfrutar de la jubilación (la edad media de vida serán los 90 años).
            Infortunadamente se equivocó en eso, pero también, afortunadamente, en otra de sus profecías, que don Juan Valera celebra mucho: en el 2000 habrá desaparecido “la vulgar corriente progresista que pretende que la mujer ejerza los mismos empleos públicos que el hombre y sea alcaldesa, diputada, ministra, senadora o académica”. Esas pretensiones, “de una insufrible y antiestética ordinariez” según Valera, desaparecerán como una mala moda y en el 2000 las mujeres “reinarán en los salones e inspirarán en los varones los más nobles sentimientos y altas ideas, y harán que él, por el afán de complacerlas, enamorarlas y servirlas, sea o procure ser dechado de virtudes y modelo de distinción, discreto, limpio, peripuesto y atildado”.
            Qué cosa pensaban los grandes hombres de hace un siglo (y de hace mucho menos tiempo, por cierto). No sabemos qué resulta más ridículo, si esos pianos de cola que viajan por tuberías a toda velocidad o esas imaginadas mujercitas que reinaban en los salones y se dedicaban a pulir y entretener a los varones.


Domingo, 9 de febrero
ESTUVE EN SU LUGAR

Veo a Oriol Junqueras en la cárcel entrevistado por Jordi Évole. Se muestra educado, tranquilo, muy consciente de que él es quien ha hecho lo correcto y otros los que han cometido, y siguen cometiendo, un delito de lesa democracia y de lesa humanidad. Muy seguro también de que la historia –más pronto que tarde– pondrá a cada uno en su sitio.
            Pero a mí me angustian esos años de un hombre de bien –no es el único, pero en él personalizo a todos– privado de libertad. ¿Quién se los podrá devolver?
            Me angustian porque me resulta fácil ponerme en su lugar, un lugar en el que yo también estuve. Pero sufro por él, no por mí, que mis viejos recuerdos madrileños de 1974 –el dictador todavía fusilaba– hace tiempo que han caducado. Ahora son solo una anécdota que añade algo de interés a una biografía funcionarial y anodina.


Lunes, 10 de febrero
CUARENTENA

Esta noche soñé que aparecía un caso de corona virus en el campus del Milán y que nos obligaban a todos, estudiantes y profesores, a guardar cuarenta. Un mes entero sin salir de casa. Para mí sería el mayor de los castigos, casi preferiría enfermar.
            Peor que mi sueño es la pesadilla de esos turistas de un crucero encerrados en su camarote en algún caso interior y sin ventanas. Solo suben a cubierta una hora cada dos días.
            No recuerdo haber estado nunca ni siquiera un día sin salir a la calle, aunque alguna vez tuve gripe, como todo el mundo.  No me hace falta ningún psicoanalista para saber de dónde viene esa fobia mía: de la eternidad que pasé incomunicado en una celda sin salir de ella más que para interrogatorios prolongados y poco amables.
             

Martes, 11 de febrero
SE HAN LUCIDO

Me envía Juan Bonilla su respuesta a la reseña que el pasado sábado dedicó Edgardo Dobry a Tierra negra con alas, la antología de poesía vanguardista latinoamericana que ha publicado junto a Juan Manuel Bonet.
            Se trata de una reseña feroz, de las que a mí me gustan. Pero esas reseñas que van a degüello y destrozan un libro no están al alcance de cualquiera.
            Exigen, en primer lugar, leerse atentamente el libro a abatir; leerlo dos o tres veces (yo lo he hecho con el último libro de poemas de Jaime Siles, toda una heroicidad) y razonar luego bien las discrepancias.
            Pero Edgardo Dobry es, al parecer, profesor universitario y tiene todos los malos modos de los evaluadores académicos, que dan o niegan sexenios (sobresueldos) a los profesores según sus “trabajos de investigación”, que no se toman el trabajo de leer, según cumplan o no ciertas normas externas, entre ellas haber sido publicados en determinadas revistas o editoriales.
            Edgardo Dobry, ingenuo él, acusa a una obra de la que es coautor Juan Manuel Bonet de utilizar solo “una bibliografía mínima” que es como decir que Menéndez Pelayo escribe la historia de la literatura española sin haberse documentado previamente.
            No hay nadie, ni dentro ni fuera de la universidad, que conozca tan bien la poesía vanguardista latinoamericana como Juan Bonilla y Juan Manuel Bonet, bibliófilos y coleccionistas que tienen las raras primeras ediciones –y en muchos casos únicas– que nadie tiene, y encima se las han leído.
            Tierra negra con alas es un prodigio de inteligencia y erudición, una continua caja de sorpresas. Incluso yo –que no siento especial admiración por las vanguardias– descubro poemas memorables de poetas de los que ni había oído hablar.
            Edgardo Dobry y Babelia se han lucido. Qué manera más espectacular de hacer el ridículo.


Miércoles, 12 de febrero
¡INCONCEBIBLE!

–-¿Pero es que no sabes la última de Pedro Sánchez?, me pregunta mi amigo liberal (no le gusta que le llame facha, ni siquiera no mencionando su nombre). ¡Se ha referido a Guaidó como líder de la oposición en Venezuela!
            ––¿Qué me dices? ¡No me lo puedo creer! Debe de ser la única persona del mundo que no sabe que el líder de la oposición en Venezuela es Donald Trump.


Jueves, 13 de febrero
CINE EDUCATIVO

 A mí no me escandaliza, me divierte el espectáculo de la oposición en el parlamento. Qué gran papel el del diputado de Ciudadanos, cuyo nombre no recuerdo, en su gracioso numerito digno del club de la comedia.
            También se lució con sus ironías mi admirada Cayetana Álvarez de Toledo. “¿Que la vicepresidenta de Venezuela no pisó tierra española? Pues entonces la llevaría en brazos, o en sillita de la reina, el señor Ábalos” (grandes risotadas en la bancada popular).
            El ministro de Justicia dijo que deberían seguir un cursillo jurídico antes de hablar de ciertos temas. Yo, más didácticamente, por algo soy profesor, les pondría una película, La terminal, de Steven Spielberg, con Tom Hanks como protagonista.
            Víktor Navorski se dirige a los Estados Unidos, pero durante el vuelo hay un golpe de Estado en su país y, como consecuencia, su pasaporte pierde validez y no puede entrar en Norteamérica ni ser devuelto al punto de partida. Permanece en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy durante más de un año. Legalmente, no podía pisar y no pisó tierra de Norteamérica, aunque no le tuviera nadie durante un año en brazos, admirada Cayetana.
            ¡Pero eso es una película!, replicarían los diputados de Vox. Y película por película nosotros preferimos las del Oeste, donde indios y alimañas se exterminan a tiros.
            Es una película, sí, pero inspirada en un caso increíble, pero cierto, el del ciudadano iraní Mehran Karimi Nasseri que vivió en el aeropuerto Charles de Gaulle, por tener prohibido entrar en Francia, entre 1988 y 2006.



Viernes, 14 de febrero
ALGO ME FALTA

Disimulo todo lo que puedo, trato de que no me afecte, me repito que estoy como siempre he querido estar, que no echo de menos nada ni a nadie. Pero tal día como hoy no puedo dejar de sentirme melancólico, aunque me ponga una sonrisa en los labios el anónimo ramo de flores que cada año por esta fecha aparece en mi despacho.
            A mi edad, todos mis amigos se han divorciado por lo menos una vez. Me temo – vuelvo a sonreír-- que yo me moriré sin conocer esa experiencia.


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