Domingo, 22 de junio
ABUELITO, CUÉNTAME
Leo, antes del cine, Lección magistral, de Luis Alberto de Cuenca. Es un libro breve, dura lo que dura un café, pero la depresión que me deja hace que apenas preste luego atención a La jaula dorada, un cuento de hadas sobre los portugueses en París.
Y no es un libro que pretenda deprimir, al contrario. Se subtitula “15 enseñanzas para la vida” y transcribe una charla con un grupo de estudiantes en un hotel madrileño. Quiere ser un elogio de la cultura y el esfuerzo.
Pero no es más que un ejemplo de lo que la edad nos hace. Luis Alberto de Cuenca nació el mismo año que yo, es un gran poeta, un destacado filólogo, un hombre que ha ocupado cargos políticos importantes y, sin embargo, aquí habla a menudo como un abuelito al que cualquier rigor intelectual resulta ajeno. Naturalmente, él no se da cuenta; si no, no habría permitido que se transcribiera esta charla, incluso en sus partes más banales, y se publicara en forma de libro.
¿No me ocurrirá a mí lo mismo? ¿No estaré contando banales batallitas que confundo con sabias reflexiones? Al salir del cine, tomo una decisión: no volver a publicar un libro sin que antes lo lean algunas personas en cuyo criterio confíe. Los viejos, como los niños, necesitan tutores. No podemos andar solos por la vida.
Se lo cuento al primer amigo al que quiero pedir que forme parte de mi comité de expertos. “Eres un exagerado, Martín; seguro que lo que te ha irritado es su ideología conservadora, no su decadencia intelectual, que no creo que la haya”.
No, no, le digo; todavía se distinguir entre una cosa y otra. Y le pongo algunos ejemplos. Critica la educación contemporánea, echada a perder por los pedagogos, y se centra en Bolonia. ¡La de cosas que podremos decir sobre ese plan todos los que lo padecemos! Pero Luis Alberto le critica porque con él solo se hacen trabajos colectivos. Y eso tiene inconvenientes: “siempre hay alguien que se escaquea mientras otros trabajan”. ¿Fuentes de información? Su propia hija, que tiene compañeras “que en toda la carrera no habrán hecho nada”. Hacen falta trabajos individuales para una evaluación justa: “Si no, a lo mejor estás dando una matrícula al grupo y solo la merece uno”. ¡Profundas reflexiones! Y quienes hemos de pasar junio y julio juzgando los Trabajos Fin de Grado, que ha de realizar cada alumno, nos sorprendemos un poco ante quien se permite sacar conclusiones sin informarse primero. La educación está mal, muy mal, continúa el abuelito: “Aquí lo único que se enseñaba a la gente es que hay que poner una arroba cuando dices señoras y señores”. ¿Dónde se enseñaría eso?, me pregunto yo. En todo caso, lo que se enseñaba, y se enseña, es que resulta más correcto decir –como se ha dicho siempre, por otra parte– “señoras y señores”, cuando se habla a un grupo en el que hay hombres y mujeres, que decir solo “señores”, digan lo que digan los gramáticos sobre el masculino como género incluyente.
La ideología nos hace invisibles unos errores mientras destaca los propios de la ideología contraria. Seguro que yo, tan dado a pontificar sobre todo lo humano y lo divino, también caricaturizo al contrario para luego rebatirle más fácilmente. Pero no creo haber llegado todavía a ciertos extremos: “Constantemente nos están prohibiendo cosas, y yo, que he vivido una dictadura durante veinticinco años de mi vida, no recuerdo tal nivel coercitivo”. Resulta que ahora, según él, todo está prohibido: “No se permite fumar. No se permite comer grasa. Prohibidas las hamburguesas. No podrá consumirse alcohol en televisión…”
¡Qué manera de razonar! ¿Llega uno a una edad en que puede decir en letra impresa cualquier cosa que se le ocurra? No se permite fumar en locales públicos para proteger la salud de los que no fuman. No se recomienda una dieta con exceso de grasas, pero eso no quiere decir que se prohíban. ¿Hace falta seguir? Añade luego que vivimos en una cultura de la hipocresía: “Prohíben el consumo del tabaco en todas partes, pero los establecimientos donde puede comprarse están proliferando como setas en casa esquina”. No se ha fijado bien: los que proliferan últimamente son los establecimientos de cigarrillos electrónicos. Y lo que está prohibido en todas partes son drogas como la heroína, no el tabaco. Hay que informarse bien antes de generalizar, amigo Luis Alberto (en realidad me lo digo a mí). No entro en lo de considerar Mensagem, el libro que publicó Pessoa poco antes de morir, y en el que trabajó durante toda su etapa de madurez, “como un volumen flojo, de adolescencia”.
Seguro que yo he metido la pata tanto como mi admirado Luis Alberto. Son cosas de la edad y de la condición humana. Pero no volverá a ocurrir. A partir de ahora, cada libro que publique será sometido a revisión. Y por un comité de expertos menores de cuarenta años. Que la decadencia intelectual comienza muy pronto.
Lunes, 23 de junio
EL HOMBRE INVISIBLE
Uno siempre quisiera ser otro. A mí, por ejemplo, me gustaría ser menos transparente. Lo soy tanto que a menudo resulto invisible.
De mí se sabe a quién voto (aunque últimamente me lo estoy pensando), qué hago cada minuto el día, qué pienso sobre cualquier tema. Esto último resulta bastante fácil, la verdad. Lo que yo pienso sobre cualquier asunto se resume en dos palabras: pienso siempre lo contrario.
Martes, 24 de junio
LO QUE DICE LA CONSTITUCIÓN
“¿Qué te parece lo que dice Felipe González, que ningún socialista debería tener dudas sobre la necesidad de aforar de prisa y corriendo al monarca jubilado?”
––La verdad es que yo, que voté a Felipe González desde 1982 hasta 1996, lo veo ahora como un abuelito. Eso en el mejor de los casos. En el peor, como alguien consciente de que, si aquí se empiezan a investigar en serio los negocios del exmonarca, el resultado puede ser un terremoto semejante al que desencadenó el fiscal Antonio di Pietro en la Italia de 1992. La historia de estas últimas décadas no fue exactamente como nos la han contado. Parece que la corrupción no era algo puntual, propio de ciertos desaprensivos, sino que estaba institucionalizada. Voy a ser claro: si el anterior Jefe del Estado incurrió en actividades delictivas en su vida privada, no podría haberlo hecho sin el consentimiento, tácito o explícito, de los sucesivos gobiernos. Las posibles actividades delictivas del anterior Jefe del Estado salpicarían a muchos políticos, también a Felipe González, quien más tiempo fue presidente del Gobierno.
––Pero el rey es inviolable según la constitución. Si el rey se desmadraba, o participaba con Mario Conde o con Colón de Carvajal en negocios poco lícitos, ni los jueces ni Felipe González podían hacer nada.
––Lo que dice la Constitución en su artículo 64.2 es que “De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden”.
–– Pero lo que hace el rey en su vida privada, invertir su dinero acá o allá, ser amigo de estos o aquellos empresarios que le han regalado un barco, no tiene que refrendarlo nadie.
––Pues los actos por los que no está sujeto a responsabilidad son los refrendados por el gobierno, con una única excepción, muy claramente señalada en el artículo 65.2. En cuanto a los demás, puesto que de ellos nada dice la Constitución , estarían sujetos al código penal y al tribunal ordinario.
––¿Y no crees que debería estar aforado como cualquier otro político?
––Por supuesto. Pero debería estar aforado el rey, Felipe VI, y debería haberlo estado su padre cuando era Jefe del Estado; ahora carece de sentido. Pero entonces no se pensó en el aforamiento porque eso era admitir que, en sus actividades privadas, podía ser demandado. Como puede serlo Felipe VI si, conduciendo el coche un fin de semana en que sale a cenar con su mujer, tiene un accidente y escapa del lugar al modo de Esperanza Aguirre. Claro que yo estoy seguro de que Felipe VI jamás haría eso. En este caso no se cumple lo de “de tal palo, tal astilla”.
Miércoles, 25 de junio
DIVAGACIONES DE UN PASEANTE SOLITARIO
Mientras tomaba un café, en la tarde solitaria, he releído, en el francés de Marguerite Yourcenar, a los poetas griegos (“Bebe conmigo, juega conmigo, ama conmigo, / sé loco cuando yo sea loco y cuerdo cuando sea cuerdo…”) y, luego, en lugar de volver a casa a la hora de costumbre y por la ruta habitual, he dado un largo paseo.
Un paseo, bajo la lluvia ligera, por barrios que no suelo frecuentar, por calles que hace tiempo recorría todos los días y que ahora visito muy de tarde en tarde. Incluso para una persona tan rutinaria y hecha de fidelidades como yo, vivir es olvidar, es ir dejando atrás lugares y personas.
Esta ciudad –cualquier ciudad, el mundo entero– no es de nadie. Es solo el escenario en el que actuamos algún tiempo, siempre menos o más del que nos gustaría, y luego hacemos mutis para que la función continúe con otros personajes.
Solo conmigo, sin nadie a quien llevar la contraria, sin el ruido de la historia que tanto entretiene, no he podido dejar de pensar en el cada vez está más cerca el momento del adiós.
Vuelvo a casa, un poco más tarde de lo habitual, empapado de melancolía y paladeando roussonianamente mi tristeza.
Jueves, 26 de junio
ROTUNDAMENTE NO
En seguida entendió la causa de mis rodeos y de mi azoramiento, más propios de un adolescente que de un sesentón, y para que no siguiera haciendo el ridículo, cambió delicadamente de tema y, sin decirme ni que no ni que sí, me dejó claro que rotundamente no.
O sea que seguiré solo por los siglos de los siglos. Pero esta vez nadie puede acusarme de cobardía, de no haberlo intentado.
Un rechazo más. Y no creo que vuelva a haber nuevas oportunidades. Soy un hombre con suerte, para qué nos vamos a engañar.
Viernes, 27 de junio
A BUEN ENTENDEDOR
Termina el curso, comienza otro capítulo en la historia de España. “Tú que todo lo sabes –se burla de mí un amigo–, ¿crees que algún día conoceremos la verdad sobre las trapacerías del anterior Jefe del Estado?”
––La conoceremos, pero no creo que el Tribunal Supremo tenga ocasión de pronunciarse sobre ellas. Hay demasiados intereses creados. ¿Recuerdas la moraleja de la obra de Benavente? Mejor que crear afectos es crear intereses. Hay muchos interesados en que no se sepa lo que, quien debía dar ejemplo (y lo dio: muchos siguieron su ejemplo) hizo mientras ellos, apoyándose falazmente en la Constitución , miraban para otro lado. Pero pasemos página. Es hora de que la vieja y corrompida España se jubile a la vez que su primer representante. Mi admirado Rubalcaba acaba de dar el ejemplo. Nadie que fuera algo en el juancarlimo tiene nada que hacer ahora.
–-¿Y crees que seremos capaces de pasar página?